miércoles, 31 de agosto de 2016

(Día 374) LA DESASTROSA CAMPAÑA va minando el prestigio de CORTÉS, que llega a quemar a un cacique acompañante por antropofagia. Los soldados, torturados por el hambre, reniegan del inútil lujo de la música. Un conflicto en unas naos que iban a por bastimentos provoca la muerte de todos los enviados. Los soldados no respetan ni la comida de CORTÉS, quien consigue alimentos casi mendigando a BERNAL.

(126) –Me pregunto, my son, si un líder ha de ser masoquista.
     -Somos un misterio, daddy; la verdad es que el poder resulta una carga muy pesada. En su marcha, Cortés no dejaba de tener complicaciones: “Pareció ser que ciertos caciques mexicanos que venían con nosotros apañaron tres indios, y por el hambre que traíamos, los mataron y se los comieron. Sabiéndolo Cortés, riñó malamente con ellos, y mandó por justicia quemar a uno de ellos, disimulando que sabía que todos eran culpables”. Sigue Bernal con algo cómico, que  no deja de ser una crítica al boato de Cortés: “Los que tocaban las chirimías y sacabuches y dulzainas, como en Castilla estaban acostumbrados a regalos y no sabían de trabajos, y, con el hambre, habían adolecido, no le daban música a Cortés, excepto uno, y renegábamos todos los soldados de lo oír, y decíamos que aullaba como los zorros y adives (chacales), que valiera más tener maíz para comer que música”. Y allá va otro puyacito  a Cortés: “Algunas personas me han preguntado por qué no comíamos la manada de puercos que traía Cortés, ya que, a la necesidad de hambre, no hay ley. A esto digo que su mayordomo  hacía creer que, al pasar los ríos, se los habían comido los lagartos, y, para que no los viésemos, los traían siempre cuatro jornadas rezagados, y, además, para tantos soldados como éramos, no habrían durado un día”.
     De inmediato, nuevo desastre, y bien estúpido. Mandó Cortés al capitán Francisco de Medina al encuentro de Simón de Cuenca, que había ido antes con dos navíos a buscar vituallas. Al verse, “tuvieron palabras sobre el mandar ambos capitanes, vinieron a las armas y murieron casi todos los soldados del capitán Cuenca; cuando los indios de los poblados vieron aquella revuelta, dieron en ellos y acabáronlos de matar a todos, e quemaron los navíos, y nunca supimos cosa alguna hasta dos años y medio después”. El hambre iba dañando la autoridad de Cortés. Cuéntalo, reve.
     -Y hasta Bernal se puso algo respondón, secre; aunque sin faltarle al respeto: “Cortés me mandó a mí que fuese con ciertos indios principales a unos poblados para tomar todo el mayor bastimento posible; volví con 130 cargas de maíz y otras  muchas cosas. Y así que llegué, como era de  noche y los soldados me estaban esperando, cargaron con ello y lo tomaron todo, que no dejaron a Cortés ni a ningún capitán cosa alguna”. Lamentable situación. Y siguió el desmadre: “El despensero de Cortés les decía que dejaran siquiera una carga, y, como era de  noche, le replicaban los soldados: ‘Buenos puercos habéis comido vos y Cortés’, y todo lo apañaban. Cuando supo Cortés que  no le dejaron cosa alguna, renegaba de la paciencia y pateaba, y estaba tan enojado que decía que quería hacer pesquisa de quién lo tomó. Cuando vio que el enojo era dar voces en el desierto, me mandó llamar a mí, y muy enojado me dijo que cómo dejé hacer eso con el bastimento; yo le dije que su merced debería haber enviado guardas para eso, y que, aunque él hubiera estado guardándolo, se lo habrían tomado. Y, como vio que no había remedio y él tenía mucha necesidad, me halagó con palabras melosas, diciéndome que, si dejé algo escondido por el camino, que lo partiese con él. Y desque vi sus palabras y de la manera que lo dijo, hube pena de él”. Cortés estaba en los cierto: Bernal, por si acaso, había retenido en el camino  doce cargas de maíz, y le dijo a Cortés que las traería de noche para repartirlas con él y con su gran amigo Sandoval. “Y Cortés se holgó en el alma y me abrazó, y el Sandoval dijo que quería ir conmigo por el bastimento, y lo trajimos, de manera que así pasaron aquella hambre (lo que quiere decir que Cortés y su entorno de capitanes ya se habían comido los puercos). He traído aquí esto a la memoria para que vean en cuánto trabajo se ponen los capitanes en tierras nuevas, que hasta a Cortés, que era muy temido,  no le dejaron maíz que comer”.

     Foto: Da la impresión de que la desmedida ambición de Cortés terminó mezclada con una buena dosis de vanidad, propia del  más refinado estilo aristocrático. Se fue de campaña  militar a una de las zonas más inhóspitas de Centroamérica con aires de príncipe borgoñón, rodeado de capitanes, criados y hasta titiriteros. El no va más del amaneramiento fue el primoroso grupo de músicos que, dadas las circunstancias, provocaron el desprecio y la rabia de los hambrientos soldados.


martes, 30 de agosto de 2016

(Día 373) CORTÉS INICIA LA CAMPAÑA DE HONDURAS, y por todo el camino es recibido apoteósicamente. Los funcionarios SALAZAR y CHIRINOS tratan arteramente de que CORTÉS les envíe a MÉXICO como gobernadores, y, sorprendentemente, lo consiguen. BERNAL se queja de que CORTÉS reclutaba forzosamente para su campaña a los viejos soldados.

(125) – La salida de Cortés, secre, fue un paseo entre loores.
     -Bernal lo subraya, provisor catedralicio: “Fue cosa maravillosa los grandes recibimientos y fiestas que le hacían en todos los pueblos por donde pasaba. Y cuando supimos en Coatzacoalcos (donde residía Bernal) que venía Cortés con tanto caballero, fuimos a lo recibir y a darle el parabienvenido; y esto lo digo para que se sepa cuán respetado y aun temido era Cortés, porque solo se hacía lo que él quería, fuese bueno o malo. En Coatzacoalcos le recibimos con arcos triunfales y con ciertas emboscadas de moros y cristianos e otras invenciones de juegos. Y estuvo allí seis días”. Soterradamente, los dos taimados funcionarios (Salazar y Chirinos) iban haciendo labor de zapa, “especialmente el factor Salazar, diciéndole a Cortés que mirase a quién había dejado el poder, porque tenía al contador Albornoz por muy revoltoso e doblado”. Lo cual era cierto, e incluso ya había noticias de que estaban gobernando mal, pero la verdadera intención de Salazar y del veedor Chirinos era apartar las zarpas de los criticados para agarrar la presa con las suyas: “Y sobre ello le decía el factor a Cortés que tan bien sabrían gobernar él y el veedor como los que había dejado en México, y se le ofrecieron por muy servidores”. ¿Qué opinas del percal, reverendo?
     -Pues te diré, tierno doncel, que, aunque sus madres fueran unas santas, está claro lo que eran ellos. Lo malo es que Cortés patinó de nuevo: “Y decía tantas cosas melosas el factor, y con tan amorosas palabras, que le convenció a Cortés para que les diese a los dos un poder, siendo de esta condición: que, si viesen (¡no van a ver!) que el Estrada y el Albornoz no hacían lo que debían al servicio de Dios y del rey, gobernasen ellos solos. Estos poderes fueron causa de muchos males, revueltas y cizañas que hubo en México, como más adelante diré. Cuando se despidieron de Cortés para se volver, ¡cuántos cumplimientos y abrazos!, y tenía el factor una manera como de sollozos”.
     También era triste la esclavitud  de los veteranos de Cortés. El resignado Bernal se limita a mencionar la situación: “Luego mandó que todos los vecinos de Coatzacoalcos fuéramos con él, de forma que a todos los que nos habíamos hallado en las conquistas de México, y en el tiempo en que habíamos de reposar, nos obligó a ir a una jornada de más de 1.500 leguas (8.250 km), perdiendo cuanto teníamos, casi siempre en guerras y en un viaje de dos años y tres meses”. (Precioso, baby). Alguno se resistía a la orden de Cortés, pero no le servía de nada. “Cuando ya estábamos todos apercibidos con nuestras armas porque no le osábamos decir que no, si alguno se atrevía, por fuerza le hacía ir. Éramos todos unos 250 soldados, más otros muchos recién venidos de Castilla”. Y, por fin, le vemos a  Bernal, que ya era propietario de un caballo, con la categoría que se merece: “A mí me mandó que fuese por capitán de 30 españoles con 3.000 indios mexicanos a pacificar un pueblo que se llamaba Zimatán, y para ello me dio instrucciones, las cuales tengo hoy día firmadas de su nombre (para orgullo de sus  nietos). E hice el viaje como me mandó, quedando de paz aquel pueblo”.   
     Conviene recordar que Cortés iba hacia Honduras en busca de Olid y de quien había mandado anteriormente con la misma misión, Francisco de las Casas, desconociendo lo que había pasado. Sin haber tenido aún ningún enfrentamiento duro con los indios, pronto se vieron envueltos en dificultades de todo tipo: hambre, ríos y esteros (zonas pantanosas) casi infranqueables, enfados de Cortés y protestas de sus hombres, todo ello como anticipo de los sufrimientos venideros. “Muchos soldados murmuraban de Cortés y de su viaje, diciendo que  no miraba más que por su ambición, sin pensar bien lo que hacía, y que era  mejor que nos volviésemos  que morir todos de hambre. Luego dimos en un pueblo sin gente, y hallamos muy bien de comer. Y como íbamos muertos de hambre, dímonos buena hartazga. Ya, en el camino, se habían muerto el volatinero y tres soldados. Murieron también muchos indios de Michoacán y mexicanos; caían malos y se quedaban en el camino como desesperados”.

     Foto: Aunque el pueblo natal de Cortés, Medellín, esté en Badajoz, también en Cáceres tiene una estatua; a caballo, vestido a la romana, cual victorioso Julio César. Sin embargo, en esta expedición a Honduras, le veremos abatido en sus horas bajas, como el correoso Churchill cuando su ciclotimia lo hundía en la depresión, a la que llamaba el perro negro, ‘the black dog’. Nobody is perfect.


lunes, 29 de agosto de 2016

(Día 372) CORTÉS se mete en una larga y desastrosa campaña, la de HONDURAS. Se diría que huye del tedio administrativo, y deja en manos incompetentes el gobierno de MÉXICO. Pero ya no es el que fue, y va a la expedición rodeado de una corte digna de un rey. Lleva consigo a CUAUHTÉMOC y varios caciques.

(124) - Luego se coció, my dear, el primer gran fracaso de Cortés.
     -Un desastre, querido ectoplasma; que chirría más cuando lo sufre un supercampeón. Hay que volver algo atrás en el tiempo. Ya vimos que envió a Cristóbal de Olid a conquistar en la zona de Honduras, pero su hasta entonces fiel compañero “se alzó”; mandó a Francisco de las Casas tras él, sin saber con certeza qué había pasado, aunque lo sospechaba. El enviado lo comprobó y ejecutó a Olid. Pero Cortés no acababa de saberlo, “y, por si no hubiese tenido buen suceso la armada que había enviado, y también porque estaba muy codicioso porque le decían que era tierra rica en minas de oro, así como porque, siendo Cortés hombre de gran corazón (luchador), habíase arrepentido de haber enviado al Francisco de las Casas sin ir él en persona, aunque conocía muy bien que era varón para cualquier empeño, acordó de ir”. Primer error, daddy.
     -Y de grueso calibre, perspicaz joven. Creo que a  Bernal se le olvida anotar otra causa: Cortés era un puro hombre de acción al que le aburrirían las tareas administrativas y los politiqueos. Fue una irresponsabilidad confiar en manos ajenas el control de México. ¡Y en qué manos!: “Dejó como gobernadores lugartenientes al tesorero Alonso de Estrada y al contador Albornoz. Y, si supiera de las cartas que Albornoz hubo escrito a Su Majestad diciendo mal de él, no le dejara tal poder, y aun no sé yo cómo le aviniera por ello (cómo se le ocurrió)”. Es evidente que Bernal se daba cuenta de los errores de Cortés; lo que no sabía es que todo se iba a agravar porque estuvieron de campaña ¡más de dos años!, dejando México casi en la anarquía. Quedó como alcalde mayor el licenciado Zuazo, de quien ya hablamos, haciendo de alguacil mayor Rodrigo de Paz, pariente y mayordomo de Cortés. Otra vez se  nos aparece la deliciosa doña Marina, que iba de intérprete en la expedición, y durante el viaje (¡qué tristeza, secre!) se  nos casó con uno de los hombres de Cortés, llamado Juan Jaramillo.
     Olvidémonos ya de las anteriores campañas de Cortés, tan austeras, en las que su imponente autoridad de líder emanaba solamente de un gran carisma personal. Resulta que ahora va a partir a la conquista en plan de gran señor, enfatuado como un reyezuelo. “Y llevó en su compañía muchos caballeros y capitanes vecinos de México”. Bernal no cita a todos los militares de relumbrón que iban con Cortés, pero da el nombre de 19. Le acompañaban también dos frailes y dos médicos, cosa lógica, pero, ¿a qué viene lo demás?: un mayordomo apellidado Carranza, dos maestresalas, un bodeguero, un repostero, un  despensero, un encargado de las grandes vajillas de oro y plata, un camarero, muchos pajes, ocho  mozos de espuela, dos cazadores halconeros, cinco chirimías, sacabuches y dulzainas, un volatinero, un malabarista que hacía títeres, un caballerizo y tres acemileros. Por precaución, tuvo que tomar otra medida que acabaría en tragedia: “Para que México quedase más pacífico, llevó consigo a Cuauhtémoc y a otros muchos caciques principales, y con ellos unos 3.000 indios con sus armas de guerra”.
     Había en México dos retorcidos funcionarios, el factor Salazar y el veedor Chirinos, que se sintieron relegados de los cargos que asignó Cortés para gobernar la ciudad en su ausencia, y, con un argumento realista, pero buscando sus propios intereses, consiguieron que la mayoría de los que se iban a quedar “le dijeran a Cortés que  no saliera de México, sino que gobernase la tierra, porque se alzaría toda la Nueva España; y desque no le pudieron convencer, el factor y el veedor le dijeron que le querían acompañar hasta Coatzacoalcos. Y con él partieron”. ¿Qué habría en sus hipócritas cabezas?

     Foto: El cuadro representa a Cortés en la tradición de sus rasgos más verosímiles, y exhibiendo la grandeza conseguida, pero entonces ya solo vivía de las rentas de su pasada gloria: después de conquistar México, sus andanzas fueron, al mismo tiempo,  mediocres y ostentosas. Se muestra orgulloso de haber alcanzado la aristocracia por sus propios méritos, y en el escudo presume metafóricamente de su mayor hazaña: encadenar las cabezas de los principales líderes aztecas, enmarcadas con el lema de “El juicio de Dios los tomó / y su fortaleza robusteció mi brazo”.


domingo, 28 de agosto de 2016

(Día 371) AL CASI NOQUEADO CORTÉS, le salvó la campana. El DUQUE DE BÉJAR consigue que CARLOS V desista de enviar una armada contra CORTÉS. Pero el rey no renuncia a investigarlo y juzgarlo en MÉXICO, confiando la misión a LUIS PONCE DE LEÓN.

(123) -Lo de siempre, secre: al casi noqueado Cortés, le salvó la campana.
     -Sin duda, sagrado presbítero, se encontraba en una situación desesperada, por dos razones: 1.- La muy airada reacción del joven monarca. Bernal pone estas palabras en su boca: “Yo quiero enviar a castigar a Cortés, de quien tanto mal dicen que ha hecho, por mucho oro que envíe, porque más riqueza es  hacer justicia que todos los tesoros que pueda enviar”. 2.- Su orden de que fuera a Indias el almirante de Santo Domingo con soldados para que, si hallaba culpable a Cortés, le cortase la cabeza, era prácticamente una sentencia de muerte, porque dejaba en sus manos la decisión en un lejanísimo México, donde, para los poderosos  enemigos del gran capitán, sería muy sencillo lograr que fuera decapitado. Pero el astuto Cortés supo escapar del tremendo aprieto, y, aunque ya no con tanta gloria, le quedaban aún 23 años de ajetreada vida, en los que no le iban a faltar honores y la permanencia de su extraordinaria fama. Esta vez, quienes le salvaron el pellejo fueron sus procuradores en la Corte y, especialmente, la intervención a su favor ante el emperador del duque de Béjar. Más un golpe de suerte: el almirante encargado de ir a examinar a Cortés, y cortarle la cabeza si lo viera culpable, empezó a titubear: “Recibidas ya las provisiones reales, parece ser que el almirante no se atrevía a venir a México porque no tenía dineros y porque le aconsejaron que mirase la buenaventura de Cortés, que había desbaratado a Narváez y su gran armada, y le decían que no hallaría en él ni en ninguno de sus compañeros culpa ninguna, sino mucha lealtad”. Sin embargo se dispuso a partir. “Al saberlo los procuradores de Cortés (entre ellos, su padre) fueron adonde el duque de Béjar, quien hubo gran sentimiento de todo porque ya estaba concertado casar a Cortés con su sobrina, doña Juana de Zúñiga. Y sin  más dilación fue a ver a Su Majestad con algunos condes deudos suyos, humillándose ante él, y le dijo el duque que le suplicaba que no diese oídos a la carta de un  hombre como Rodrigo de Albornoz, que era contrario a Cortés, hasta que hubiese otras informaciones de fe y de  creer, y  que no enviase la armada”. El duque se empleó a fondo, desacreditando a Albornoz e insistiendo  en la valía de Cortés  y en sus enormes servicios prestados a la corona. ¿Y cómo reaccionó el rey, cósmico abad?
     -El joven monarca (24 años), aunque luego resultó un extraordinario estadista, debía de acusar todavía el vaivén de las influencias de una corte llena de lobos, engrosada por los que se trajo de Flandes, que  no eran mancos. No obstante, se diría que esta vez su decisión fue sensata, quizá porque el duque de Béjar fuera muy convincente: “Y viendo Su Majestad la justicia clara que Cortés y todos nosotros teníamos, mandó proveer que le fuese a tomar residencia una persona que fuese de calidad y ciencia y temeroso de Dios. Y mandó llamar al licenciado Luis Ponce de León, ordenándole que fuese luego a la  Nueva España y le tomase residencia a Cortés, y que, si en algo fuese culpante de lo que le acusaban, que con rigor de justicia le castigase”. Fue una decisión salomónica: ya no era una expedición armada la que iba a ocuparse de Cortés, sino un letrado; pero seguía en pie la posibilidad de que resultara condenado en juicio. En cualquier caso, la situación había mejorado considerablemente. Y mejoró aún más: “El licenciado Ponce de León dijo que cumpliría el real mandado, y comenzó a prepararse para el camino, pero no vino con tanta prisa, porque tardó en llegar a la Nueva España más de dos años”. ¡Ay, Cortesito!, no sé si te merecías tanta suerte: ¡otros dos años de respiro! Terminemos diciendo que Bernal, para mostrar la maledicencia de Albornoz, cuenta que, pasado el tiempo, trató también de desprestigiar ante el rey al primer Virrey de México, el competente don Antonio de Mendoza, que le paró los pies al chismoso, “y quedó muy avergonzado y afrentado”.
     Foto.- Un flash para no liarnos con cuatro importantes Ponce de León:
     1.- Juan, vallisoletano; el más notable: conquistador de Florida.
     2.- Juan, hijo del anterior; luchó al lado de Cortés con extraordinario valor, y se portó como un héroe en la Noche Triste.
     3.- Hernán, sevillano, amigo de Pizarrro; recogió su cadáver decapitado.

     4.- Luis, el encargado de juzgar a Cortés. Como era de Córdoba, ponemos en su honor una foto de esa maravillosa ciudad, de la que vemos el puente romano y la mezquita-catedral.


sábado, 27 de agosto de 2016

(Día 370) A CORTÉS LE ESPERAN otras batallas: el politiqueo en la Corte. El joven e inexperto CARLOS V presta oídos a los cizañeros, que hasta insinúan que CORTÉS QUIERE SUBLEVARSE, por lo que toma MEDIDAS CONTRA ÉL, quien, a su vez, le envía más oro y busca “padrinos” poderosos. Pero el rey llega al extremo de ordenar el envío de una armada para detener y juzgar a CORTÉS.

(122)– Ya empezamos a ver, jovenzuelo, otras batallitas de Cortés.
     -Pero de guante blanco, vetusto ectoplasma, aunque igualmente peligrosas: las políticas. Había mandado el rey a dos funcionarios para tomar el control administrativo de la recién conquistada Nueva España, y, sin duda, también para frenar la voracidad de poder del gran líder. Pero era gente muy retorcida y corrupta, que disfrutaba enriqueciéndose y vapuleando a Cortés. ¿No dices nada, my lord?
     -Vale, guasón. No me importa recordar que llegaría después otro elemento cortado por el mismo patrón: mi pobre sobrino el oidor Juan Ortiz de Matienzo; aunque no olvides que yo le quería, y hasta le puse en lista como posible heredero de mi mayorazgo. Pero, a lo que vamos: nos muestra ahora Bernal el primer nubarrón de la angustiosa tormenta que le iba a zarandear a Cortés durante largos años. Uno de esos dos funcionarios, con cargo de contador, se llamaba Rodrigo de Albornoz, y fue el primero que se le enfrentó abiertamente. Cortés entonces no sabía que el obispo Fonseca ya había perdido influencia en los asuntos de Indias, pero lo que sí intuía certeramente era que su cargo como gobernador de México se sostenía en un equilibrio inestable: “Cortés siempre temía que en Castilla el obispo Fonseca y los procuradores de Velázquez, el gobernador de Cuba, dirían mal de él delante del emperador”. Y repitió la estrategia de siempre, que era casi un tic: enviarle oro al rey y dar con algún poderoso que pudiera defender su causa. Enamorado o no, el ya no tan jovenzuelo (casi 40 años) se iba a casar con una linajuda, y  buscó al más poderoso de su familia: un tío de la novia, don Álvaro de Zúñiga, nada menos que duque de Béjar. Además de enviarle al rey una ‘insignificancia’, 30.000 pesos de oro (más de 120 kg), le mandaba también una carta contándole los últimos hechos más relevantes, incluso justificando algunas ejecuciones, como la de Cristóbal Olid. En otro escrito, les contaba a su padre y a sus procuradores “que el contador Rodrigo de Albornoz andaba murmurando en  México contra él porque  no le dio tantos indios como él quisiera, y también porque le pidió una cacica, hija del señor de Texcoco, e no se la quiso dar porque la casó con una persona de calidad; y les dio aviso de que sabía que Albornoz había sido secretario de Estado en Flandes y que era muy servidor del obispo Fonseca”. Pero  no solo él envió  cartas en el navío. También  el contador Rodrigo de Albornoz le escribió al rey con sospechas sibilinas sobre Cortés, diciendo que “todos los caciques le tenían en tanta estima como si fuese rey e como rey se llevaba el quinto, y que no estaba seguro de si estaba alzado o era leal a Su Majestad”. Todo el texto iba encaminado a dejar sin efecto la sentencia de exculpación que ya tuvo Cortés y su nombramiento de gobernador, y, como sus antiguos acusadores recibieron una copia de la carta de Albornoz, volvieron a la carga ante el rey encabezados por Pánfilo de Narváez, diciéndole que “los jueces que puso Su Majestad se  mostraron a favor de Cortés por las dádivas que les dio”. El resultado fue que el montón de oro que Cortés le envió al rey habría estado mejor gastado en champán y odaliscas: ‘tó pa  ná’. Cuesta creerlo, pero el poderosísimo Carlos V, quizá bastante manipulable por su juventud, se enredó en más dudas que Hamlet, y dio una desquiciada orden que le ponía a Cortés nuevamente al borde del precipicio al que tantas veces estuvo asomado. “Pues viendo Su Majestad las cartas de Albornoz y las quejas de Narváez, creyó que sus razones eran verdaderas. Y mandó proveer que el almirante de Santo Domingo  viniese con 200 soldados (estaba casualmente en Castilla), y, si hallase culpable a Cortés, le cortase la cabeza, y castigase a todos los que desbaratamos a Narváez”.

     Foto.- Nadie como Cortés para untar con oro y buscarse padrinos. En este caso echó mano del muy poderoso tío de su prometida, don Álvaro de Zúñiga, que le apoyó primorosamente, y con excelentes resultados por su familiar trato con el rey. Veamos un breve resumen de sus dignidades: Duque de Béjar, con Grandeza de España, Duque de Plasencia, con Grandeza de España, Conde de Bañares, Marqués de Gibraleón, Primer caballero del reino, caballero de la Orden del Toisón de Oro, Justicia Mayor y Alguacil Mayor de Castilla. Fue consejero de estado del emperador Carlos V. Participó con sus tropas en la guerra de Granada desde el año 1482 hasta su rendición en 1492, y en la derrota de los Comuneros de Castilla en 1520. La antigua ciudad de Béjar domina su entorno salmantino desde las alturas, y, por encima de ella, señorea lo que vemos en la foto: el palacio ducal de los Zúñiga.


viernes, 26 de agosto de 2016

(Día 369) LLEGAN LOS PRIMEROS FRAILES A MÉXICO: son ejemplares y muy respetados. A los indios les impresionó que fueran tan queridos por CORTÉS y sus soldados, con lo que fue calando la fe cristiana.

(121) –Dilo, dilo, notario real: hubo clérigos ejemplares en Indias.
     -Nobleza obliga, reverendo: algunos brillaron como arcángeles entre tanta brutalidad. Bernal, que siempre se mostró piadoso, humana y religiosamente, habla emocionado de la llegada de los primeros franciscanos: “Habíamos escrito a Su Majestad suplicándole que nos enviase religiosos franciscos de mucho mejor vida que   nosotros éramos, para que nuestra fe fuese siempre ensalzada y los naturales de esta tierra entendiesen que las predicaciones que les decíamos eran verdaderas. Y entonces vinieron doce, y con ellos  fray Toribio Motolinía (su apellido real era Benavente); le pusieron este nombre los caciques, que quiere decir ‘pobre’, porque, cuanto le daban de limosna, lo daba a los indios, quedándose algunas veces sin comer, y traía una hábitos muy rotos y andaba descalzo, y los indios le querían mucho porque era una santa persona”. Se te cae la baba, santo padre: ¿Qué te pasa?
     -Me desborda la emoción, discípulo amado, pensando en aquellos que, con santo amor, honraron nuestros hábitos aunque los llevaran deshilachados. Ya hablamos de Motolinía, y tú le diste un sitio de honor en la sin par biografía que me has escrito. Recordemos solamente, como prueba de que cada maestrillo tiene su librillo, que tanto él como Bartolomé de las Casas defendieron apasionadamente a los indios, pero a tono con su propio carácter. Llegó a cabrearse tanto (excuse me) Motolinía con el vehemente Bartolomé, que le escribió a Carlos V quejándose de las exageraciones de sus críticas contra ‘todos’ los españoles, hasta el punto de decirle que ‘no sabía cómo podía Su Majestad aguantar a un hombre tan pesado’. Pero el caso es que, ambos dos, fueron una bendición para los indígenas. Por su parte, el contradictorio Cortés, que era un maquiavélico depredador, pero, al mismo tiempo, un hombre de verdadera fe cristiana, trató con la máxima reverencia a los franciscanos cuando llegaron a México: “Cuando  nos encontramos con los reverendos religiosos, el primero que se arrodilló  delante de fray Martín de Valencia (el superior) y le fue a besar la manos, fue Cortés, y  no se lo consintió. Y le besó los hábitos, y así hicimos la mayoría de los capitanes y soldados que allí estábamos, y el Cuauhtémoc y los señores de México”. Respeto sincero de Cortés, pero sobreactuado y con doble intención: los indios observaban. Hizo mella entre los nativos y fue muy didáctica la escenificación de Cortés. “Y desque el Cuauhtémoc y los demás caciques vieron a Cortés de rodillas besándole las manos, asombráronse en gran manera; y, como vieron a los frailes descalzos y flacos y con los hábitos rotos, y que  no llevaban caballos, sino ir a pie y muy amarillos, y, a Cortés, que le tenían por ídolo o como sus dioses, así arrodillado delante de ellos, desde entonces tomaron ejemplo todos los indios, y así, cuando agora vienen los religiosos, les hacen los mismos recibimientos y acatos. Y más digo: cuando Cortés hablaba con aquellos religiosos, siempre tenía la gorra quitada y en todo les tenía mucho acato (queda claro que  no fue puro teatro su actitud en presencia de los indios). Y ciertamente estos buenos religiosos franciscos hicieron mucho fruto en toda la  Nueva España. Unos tres años después vinieron 12 frailes dominicos, siendo prior fray Tomás Ortiz, vizcaíno, e quiso Dios que pronto les dio mal de modorra, de lo que  casi todos murieron. E después han venido otros muchos religiosos de santa vida de la misma orden, y han industriado muy bien en nuestra santa fe a los naturales de esta provincia de Guatemala (donde vivía Bernal cuando escribió su libro de las maravillas)”. No menciona al dominico Bartolomé de las Casas, a quien conocía muy bien, y al que sin duda tuvo que admirar, pero seguro que no simpatizaba con su extremismo; así que, mejor callarse.

     Las dos fotos repiten una misma escena, pero lo bonito es que ha servido para que quede memoria en los dos mundos de los primeros 12 franciscanos que se presentaron en México. Los azulejos están en el convento de Belvís de  Monroy, provincia de Cáceres (Hernán se apellidaba Cortés Monroy). De ahí partieron los santos frailes; el tercero a la izquierda figura con su sobrenombre náhuatl: Motolinía. La pintura sobre cerámica fue copiada del fresco en blanco y negro que está en Huajotzingo, cerca de Puebla, en lo que fue el convento que los frailes fundaron apenas llegados, en 1524.



jueves, 25 de agosto de 2016

(Día 368) CORTÉS no permitía que sus soldados se licenciaran. BERNAL se ve obligado a ir a una expedición bajo el mando del impresentable RODRIGO RANGEL, y se lo toma con sentido del humor. CORTÉS se pasa de vanidoso: manda un ostentoso obsequio al rey, y se lo regala a su secretario.

(120) -No le entusiasmaba a Bernal, my son, ir con el ‘Adonis’.
     -Es que Rangel, daddy, era un capitán desguazado, con un nivel bajísimo de competencia. Tiene razón Bernal cuando, criticando la mezquindad de Cortés, le suelta otro puyazo: “Y para ir a entradas (expediciones) que le convenían, bien se acordaba dónde estábamos, y  nos llamaba (imperativamente) para batallas y guerras”. Como ocurre ahora con su orden de que  Bernal se incorpore, saliendo de su tranquila residencia en Coatzacoalcos (costa del Atlántico), para marchar bajo el mando del deteriorado Rangel a la provincia de Oaxaca (costa del Pacífico). Dado que se dirigían a tierras de montañas enormemente difíciles, “y habíamos de llevar al Rangel, no podíamos andar ni hacer cosa que fuese buena; el pobre hombre iba dando voces por el dolor de las bubas y la mala gana que todos teníamos de andar en su compañía. Y viendo que era tiempo perdido y que estaba más malo que cuando vino, Rangel acordó dejar la negra conquista y volver cada uno a su casa”. Pero el sufrido Bernal no se iba a librar de él: quiso ir a Coatzacoalcos porque era tierra saludable: “y los que éramos de allí tuvimos por peor llevar con nosotros a aquel gran pelmazo (curiosa antigüedad de la expresión) que haber ido con él a la guerra”. Sería aún peor la cosa: se empeñó en organizar en aquellos parajes otra batallita. “Y apercibió a todos los vecinos de la villa que fuésemos con él”. Veamos la esclavitud militar de la tropa; no bastaba haber conquistado México: “Y era tan temido Cortés que, aunque nos pesó, no osamos hacer otra cosa desque vimos sus provisiones (los poderes que le había dado)”. No había manera de que aquello funcionara. Hubo algunos enfrentamientos con los indios, estando a punto Rangel de que lo apresaran, y el balance final fue ruinoso. A Bernal le dio por tomarse a broma todo el episodio: “Y hacía y decía el Rangel cosas que eran más para reír que no para escribirlas. Ya había dicho Gonzalo de Ocampo que los juramentos de Rangel tocaban a castigo del Santo Oficio. No pudimos hacer nada de señalar por falta de tiempo, y por ser el capitán tan doliente y  no poderse tener en pie de malo y tullido, aunque no de la lengua (sarcástico)”.
     -Pues cambiemos de tercio, mon fils: cortejaba al rey Cortés, como don Juan a doña Inés (toma pareado). Por tercera vez va a tratar de seducirlo  con esplendorosos regalos. Ojo a la culebrina. Aquellos españoles fundieron casi todo lo fundible, respetando muy poquito de las artísticas joyas hechas con oro o plata. Cortés, que ya había salido bien parado del juicio que le hicieron en España, pero sabía que su situación era aún delicada, le envió al rey 80.000 pesos en oro y plata, y otra cantidad importante para su padre, Martín. Había, además, un regalo ostentoso para el monarca: “una culebrina (pieza de artillería alargada y sin ruedas) que se llamaba El Fénix (llevaba el ave grabada), ricamente labrada y hecha de oro bajo y plata, muy extremada pieza para tan alto emperador. Tenía escrito un letrero que decía: ‘Aquesta ave nació sin par; yo en serviros, sin segundo; y, Vos, sin igual en el mundo’. Cuando se supo en la Corte, ciertos duques, marqueses, condes  y hombres de gran valía que se tenían por grandes servidores de Su Majestad murmuraron del tiro, y aun de Cortés porque tal blasón escribió. Pero también sé que le defendieron otros grandes señores, como el Almirante de Castilla, el duque de Béjar y el conde de Aguilar (Cortés ya tenía en tratos casarse con Juana de Zúñiga, hija del conde y sobrina del duque)”. Paradójicamente, la exquisita culebrina hecha con el oro y la plata de finísimas joyas aztecas, fue derretida a su vez. El ‘cortejado’ emperador no fue muy romántico: “Su Majestad le hizo merced della a don Francisco de los Cobos (su muy poderoso y muy corrupto secretario), y la fundieron en Sevilla, valiendo sobre 20.000 ducados (una barbaridad: más de 60 kilos de oro)”.

     Foto.-  Francisco de los Cobos. Un trepa de cuidado que había ya hipnotizado a Carlos V cuando este tenía solo 20 años; lo acompañó a Flandes, y de ahí le vendría el esnobismo que muestra en el cuadro: ni siquiera parece ser español. Insaciable de honores y riquezas: no le basta lucir la cruz de caballero de Santiago, sino que le pone encima ese joyón ostentoso. Fundiendo la culebrina mató dos pájaros de un tiro: ninguneó a Cortés y acumuló más oro.


miércoles, 24 de agosto de 2016

(Día 367) DEMOLEDORA CRÍTICA DE BERNAL CONTRA CORTÉS por su poca equidad con los méritos de sus soldados. No le queda más remedio a CORTÉS que confiarle una misión a un extravagante personaje: RODRIGO RANGEL.

(119) -Demoledora crítica de Bernal a Cortés, querido mayordomo.
     -Con toda la razón del mundo, mi señor. Seguro que Bernal vivía bien y carga algo las tintas; pero seguro también que todos los heroicos “conquistadores verdaderos” merecieron muchísimo más de lo que les dieron. Bernal evoca los hechos relevantes de la conquista de la  Nueva España, y pregona machaconamente a los cuatro vientos, en cada uno de los casos: “¿Quiénes fueron los que le ayudaron a Cortés a conseguirlo?”. Y luego sigue: “Pues agora que le vino la gobernación a Cortés, bien fuera que nos diese con qué remediarnos, y que, a los varones y fuertes soldados que en todo esto estuvimos, nos antepusiera; y el  mismo Cortés habría de escribir a Su Majestad muy afectuosamente para que  nos diese, para nosotros y para  nuestros hijos, todos los cargos reales que hubiese en la Nueva España. Mas digo que el mal ajeno del pelo cuelga (a nadie le importa), e que Cortés no procuraba sino para él, tanto cuando le trajeron la gobernación, como luego, cuando le hicieron marqués”. No pide favores, sino justo reparto, y va mencionando a los ‘enchufados’, sin que le importe decir que entre ellos estaba “un tal Barrios, con quien casó a su cuñada, hermana de su mujer, ‘la Marcaida’, para que no le acusasen de su muerte”. E insiste en lo que considera justo: “A todos los que vinieron de Medellín (el pueblo de Cortés) e a otros criados de grandes señores, que le contaban cuentos de cosas que le agradaban, les dio lo mejor de la Nueva España. No digo yo que era mejor  no dar a todos, pues había de qué, sino que debía anteponer lo que Su Majestad le había mandado y ayudar a los soldados que le ayudaron a tener y ser tanto; y pues ya está hecho, no lo quiero recitar más”. Solo añade: “Y Cortés creía que con sus prometimientos y palabras blandas quedaban los soldados contentos, pero renegaban de él y aun le maldecían, y a toda su generación y cuanto poseía, deseando que hubiesen mal gozo de ello él y sus hijos”. Está Bernal muy decepcionado, querido abad.
     -Tú lo has dicho. Se diría que, más que los injustos repartos, le duele que su, sin medida, admirado Cortés estropee una indiscutible grandeza personal con semejantes mezquindades, como la mosca que aparece en  un plato exquisito. Pase lo que pase, siempre será leal  a su gran líder. Please, my dear; compónle un romance que empiece así: ‘¡Dios, qué buen vasallo, si hobiese buen señor!’. Y de seguido, mon petit, Bernal nos presenta  a un personaje algo esperpéntico, aunque decidido: “Un tal Rodrigo Rangel, para que hubiese alguna fama de él, le rogó a Cortés que le diese alguna capitanía para ir a conquistar a los pueblos zapotecas. Y como Cortés sabía que no era para darle ningún cargo a causa de que estaba siempre doliente, con grandes dolores y bubas (pústulas, probablemente de sífilis), y muy flaco, y las zancas y piernas  muy delgadas y todas llenas de llagas, y la cabeza abierta (todo un saldo), le denegaba aquella campaña diciendo que los zapotecas eran malos de domar, por las grandes sierras donde estaban poblados. Y como el Rangel era muy porfiado y de Medellín, como Cortés, tuvo que concederle lo que pedía; e, según supimos después, le pareció bien enviarle adonde se muriese, porque era de mala lengua e decía muchas malas palabras”. Entonces ya vivía Bernal en Coatzacoalcos, pero Cortés le alistó  forzosamente para esta dudosa aventura, aunque, como veremos, el incombustible soldado se la tomó con sentido del humor.

     Foto: Colón, Balboa, Magallanes, Cortés, Pizarro, Valdivia, Orellana, Quesada…: es muy larga la lista de los que alcanzaron la gloria, y, sin duda, la merecieron; pero muchísimo más la de los héroes anónimos imprescindibles para llevar a cabo aquella tarea gigantesca. Héroes desconocidos, como reza bajo el Arco de Triunfo de París: “Aquí reposa un soldado francés muerto por la patria”. Igualmente desconocido habría sido el infatigable soldado Bernal de no haber escrito su asombroso libro.


martes, 23 de agosto de 2016

(Día 366) El disgusto por la sentencia favorable a CORTÉS precipita la muerte del gobernador VELÁZQUEZ. También el obispo FONSECA queda muy afectado. Por su labor de emisarios de CORTÉS, el rey premió a MONTEJO y a ORDAZ; sobre cómo murió este último, SANCHO corrige a BERNAL. Gran fiesta por las noticias, pero amarga queja de BERNAL por el favoritismo de CORTÉS hacia sus protegidos.

(118) -Qué disgusto, cuate, para Velázquez y  mi socio Fonseca.
     -Como el gran poeta Miguel Hernández, reverendo padre, balbucearían lacrimosos: ‘Tanto penar para después morir’. Bernal cuenta el fatal disgusto del gobernador: “Se le notificó la sentencia en Santiago de Cuba a Diego Velázquez, mandándole que no pleitease con Cortés, y del pesar cayó malo, y a los pocos meses murió, pobre y descontento (otro poderoso descalabrado por enfrentarse al gran capitán”). Bernal hace un pequeño regate en la historia, y habla de los éxitos personales de los procuradores que envió Cortés a España: “A Francisco de Montejo le hizo merced Su Majestad de la gobernación de Yucatán”.  Suponía quitarle a Cortés esa zona mexicana, de lo que nunca protestó, pero a Montejo le tocó bailar con la más fea porque los indios de ese territorio maya se volvieron muy belicosos. Tras mucho tiempo, los pudo someter un hijo natural suyo, del mismo nombre. Prosiga su merced con otro favorecido.
     -Que me place, querido mancebo: me encanta hablar de mi familia. “Y al Diego de Ordaz, le confirmó Su Majestad los indios que tenía, y le hizo caballero del Señor Santiago, y le dio por armas el volcán que está cerca de Guaxocingo (recuerden su machada de subir a la cima del Popocatépetl). Y después de unos tres años, Ordaz volvió a Castilla, y le hicieron concesión de la conquista del Marañón, donde se perdió él y toda su hacienda”. Es raro que Bernal se confunda. Como ya saben vuesas avispadas mersedes, Ordaz tenía esa licencia, pero se metió en el territorio controlado legalmente por mi otro sobrino de Indias, el capitán Pedro Ortiz de Matienzo, que lo apresó; partieron los dos hacia la Corte para zanjar el conflicto, muriendo Ordaz en el viaje; como el vulgo practica la presunción de culpabilidad, se llegó a decir que lo envenenó mi sobrino, cosa absurda porque nunca fue acusado por los herederos. Volvamos ahora a mi sempiterna cruz: Fonseca. Aunque brevemente, no se priva Bernal de dejar claro que su calvario fue parecido al de Velázquez: “El obispo Fonseca, si muy triste y pensativo estaba ya de antes por saber los grandes favores que Su Majestad hacía a Cortés y a todos los conquistadores, agora, al conocer la sentencia, cayó malo della, y también a causa de otros enojos que tuvo con un sobrino suyo, que se decía Alonso de Acevedo, porque le concedieron el arzobispado de Santiago, que él pretendía”. Así, pues, Velázquez y Fonseca, dos pesos superpesados, fuera de combate: Cortés, por el contrario, radiante triunfador.
     Los primeros que llegaron de España con las buenas noticias fueron Francisco de las Casas (recuerden que fue el que ejecutó a Cristóbal de Olid) y Rodrigo de Paz (los dos eran parientes de Cortés). Bernal se va a quejar sutil (pero claramente) de los favoritismos, aunque se une a las celebraciones: “Cuando entraron en México con las provisiones que hacían gobernador a Cortés, ¡qué alegrías y regocijos se hicieron, y qué mercedes hizo Cortés al de las Casas y al Rodrigo de Paz, y a otros que venían en su compañía, que eran todos de la tierra de Medellín! Y es que, al Francisco de las Casas, le hizo capitán, y le dio luego un buen pueblo, y, al Rodrigo de Paz, le dio muy ricos pueblos y le hizo su mayordomo mayor y su secretario, y mandaba absolutamente al  mismo Cortés. Y también a todos los que vinieron de su tierra, Medellín, les dio indios”. Bernal habría sido feliz fundando un sindicato de los ‘verdaderos conquistadores’, pero en el siglo XVI, si no estabas ya bien situado, solo quedaba el consuelo del pataleo, y con educación. Aun así, él había escrito su libro para poner de relieve el gran mérito de los simples soldados, buscando indirectamente conseguir que brillara su propia hoja de servicios ante el rey, de manera que se le otorgaran las mercedes que merecía, muy superiores a las que había obtenido. Por eso termina de esta manera el presente capitulo: “Según pareció, solamente se procuró por las cosas de Cortés y las de sus favorecidos, y nosotros, los que lo ganamos y lo conquistamos y le pusimos a Cortés en el estado en que estaba (no duda en decirlo), quedamos siempre con un trabajo tras de otro”. Y remata la faena con una airosa verónica: “Y porque hay mucho que decir sobre esta materia, se queda en el tintero, salvo rogar a Dios que lo remedie y ponga en el corazón de nuestro gran César que mande que su recta justicia se cumpla, pues en todo es muy católico”. No se lo pudo imaginar, pero, aunque el gran César no le hiciera caso, sigue sonando su voz 500 años después.

     Foto.- Vale, enteradillos: mucho hablar de las miserias de mi protector el obispo Juan Rodríguez de Fonseca, pero ahí le veis bien representado en el cuadro del siglo XIX que pintó Rosales. Tuvo que ser grande su valía para que fuera testigo en octubre de 1504 del testamento de la muy enferma Isabel la Católica, poco antes de que muriera. Observémosle serio y enjuto, con ese gorrito medio papal; dada su autoridad en el reino, fue el primer testigo que firmó el documento. Un  respeto, please.


lunes, 22 de agosto de 2016

(Día 365) SE DICTÓ SENTENCIA, y CORTÉS quedó libre de todo cargo. FERNANDO DE AUSTRIA, hermano de CARLOS V, le envía a CORTÉS una carta muy elogiosa.

(117) –Esta vez, querido tertuliano, saldrá poco tocado Cortés.
     -Pero seguirán acosándole, pater, especialmente tu sobrinito, el oidor Juan Ortiz de Matienzo, al que tú le perdonabas casi todo.
     -Sabes bien que la familia era un fortín cerrado. Y precisamente por eso me sentó como un tiro, aunque lo veía desde la apacible Quántix, que estafara a mi pequeño vástago Luis, de solo diez años, huérfano de mi protección y sin la ayuda de su madre, mi amada Catalina, que entonces estaba ya en el convento de Mena.  Mi sobrino intentó birlarle a ese dulce angelito mis diezmos de Jamaica: ¡qué cosa tan fea! Pero pasemos a la sentencia de Cortés.
     -Salió triunfante, responsable padre: “Los jueces dieron por muy bueno y leal servidor de Su Majestad a Cortés, y a todos  nosotros, los verdaderos conquistadores que con él pasamos. Y mandaron poner silencio al Diego Velázquez acerca del pleito de la gobernación de la Nueva España (se salvó el rebelde y purificado triunfador). Declararon por sentencia que Cortés fuese gobernador de la  Nueva España, según lo mandó el sumo pontífice Adriano VI (como regente de Castilla). En lo de Garay, y acerca de su mujer, doña Catalina Suárez, puesto que  no daban informaciones suficientes de ello, se reservaba para un futuro juicio de residencia. Mandaron dar cédula real para que se le diesen al piloto Umbría en la  Nueva España indios que rentasen 1.000 pesos de oro”. Ordenaron también algo que, sin duda, le produjo especial satisfacción a Bernal: “Que todos los conquistadores fuésemos antepuestos y nos diesen buenas encomiendas de indios, y que nos pudiésemos sentar en los  más preeminentes lugares en las iglesias y en otras partes (privilegio muy preciado)”. Pronunciada la sentencia, “lleváronlo a firmar a Valladolid, donde Su Majestad estaba. Y firmóla, y asimismo mandó que no hubiese letrados por cierto tiempo en la Nueva España, porque doquiera que estaban, revolvían pleitos y debates y cizañas (vaya famita)”. Todo esto ocurrió en 1522, cuando solo les quedaba dos años escasos de vida a los peores enemigos de Cortés, que formaban un tándem muy unido, el gobernador de Cuba, Diego  Velázquez, y el obispo Juan Rodríguez de Fonseca. Se fueron a la tumba sin poder regodearse con los acosos, los fracasos y el declive que irían reduciendo la estatura del gigantesco Cortés. El que sí lo vio, pero siempre con el máximo respeto, fue el longevo Bernal, y desde palco preferente. Prosiga el mosén.
      -Gracias, monaguillo. Veamos a Bernal disfrutando de la enorme difusión de la caída de Tenochtitlán: “Y en aquella sazón le escribió a Cortés, en respuesta a una carta suya y joyas que le mandó, el rey don Fernando de Hungría”. Aclaremos que era el hermano de Carlos V, criado en España a la vera de los reyes Católicos, sus abuelos, y deseado como rey por muchos castellanos, pero se impuso el obstáculo insalvable de ser más joven. Siempre se sintió muy identificado con nuestras tierras y tuvo gran interés por los asuntos de Indias, tanto que a su iniciativa se debe que haya una recopilación de documentos sobre esta materia en Viena; fue realizada (toma  nota, pequeñín) por el secretario real Juan de Sámano,  quien, como muy bien dices en la sublime biografía que me escribiste con letras de oro, era hermano de un yerno de mi retorcido sobrino Juan Ortiz de Matienzo. Dicho lo cual, veamos lo que, según Bernal, decía el rey don Fernando en la mencionada carta: “Que tenía noticia de los muchos y grandes servicios que había hecho Cortés a su hermano, el emperador, y a toda la cristiandad, y que en todo lo que se le ofreciese intercedería por él, porque de muchas más cosas era merecedor, diciéndole también que diese encomiendas a sus fuertes soldados que le ayudaron. Y esta carta yo la leí en México porque Cortés me la mostró para que viese en qué gran estima éramos tenidos los verdaderos conquistadores”.

     Foto: En el cuadro, a la izquierda, Maximiliano, emperador del Sacro Imperio; frente a él, su hijo Felipe el Hermoso y su mujer, Juana 1ª de Castilla. Se diría que el pintor Bernard Strigel captó en ella la mirada de una mujer atormentada. Arropado por su abuelo, Fernando de Hungría, el que le escribió a Cortés. A su lado, el  quizá mejor rey de España, Carlos V. Junto a él, su hermana Leonor, reina de Portugal y, después, de Francia. La pobre Juana, madre de los tres, dejó una larga prole de alto copete, porque también fueron hijas suyas (ausentes en la pintura) Isabel, reina de Dinamarca, María, reina de Hungría, y Catalina, reina de Portugal. Qué empacho de realeza, baby.


domingo, 21 de agosto de 2016

(Día 364) NARVÁEZ y TAPIA, que habían sido anulados por CORTÉS, llegan a la corte para minar arteramente su prestigio; CARLOS V se muestra receptivo y ordena una investigación. Las acusaciones que presentan los denunciantes serán un guión repetido en todos los posteriores procesos contra CORTÉS.

(116) –Es dura la naturaleza, secre: el macho alfa tiene mal futuro.
     -Hasta el monarca más poderoso, docto clérigo, es una simple pieza de recambio. Cortés fue un grandísimo líder que sirvió para derribar el imperio de Tenochtitlán; llegó a su cénit, y le vamos a ver caminando hacia el ocaso, aunque poco a poco. Tuvo que aguantar las tarascadas de los que aspiraban a ocupar su puesto y la actitud de un rey que deseaba recortarle las alas porque temía que volara demasiado alto: el gran error de Hernán en la Corte fue presentarse con excesivo relumbrón y maneras aristocráticas, algo que los nobles de cuna no podían digerir. Lo malo es que, antes de que eso ocurriera, ya habían ido otros deseosos de hacerle el mayor daño posible, y buscaron de inmediato el apoyo de Fonseca. Cálmate, Sancho.
     -Es agua pasada, jovencito, y hasta a él le dan risa estas historias ahora en Quántix. Leamos a Bernal: “Llegaron a Castilla Pánfilo de Narváez (el derrotado por Cortés) y Cristóbal de Tapia, el que había enviado el obispo Fonseca a quitarle a Cortés la gobernación de Nueva España (y salió trasquilado), y fueron a pedirle a dicho obispo favor para irse a quejar de Cortés ante Su Majestad, y, como no deseaba otra cosa sino que hubiese quejas de Cortés, les dio tales promesas, que fueron con procuradores delante de nuestro señor y se quejaron reciamente de Cortés. Y le pusieron tantas acusaciones, que Su Majestad estaba enojado de oír tantas injusticias como de él decían, creyendo que eran verdad”. Consiguieron, pues,  dejarle tocado a Cortés en su honra, y el rey ordenó rápidamente que se reunieran campanudos miembros de su Consejo. “Y desque se juntaron, les mandó que mirasen los debates que había entre Cortés, Diego Velázquez y aquellos querellosos, y que en todo ello hiciesen justicia”. Se iniciaron las declaraciones con procuradores de ambas partes. Los enemigos de Cortés expusieron todo un catálogo de acusaciones contra él convirtiéndolo en un temible sospechoso, lo que, naturalmente, sus defensores negaron de plano, argumentando que eran del todo falsas o estaban basadas en meros indicios. Fue la misma basura que siempre se le echó encima machaconamente en juicios posteriores. Tanta saña iba a perjudicarle a Cortés, pero nunca fue condenado, aunque yo, hijos míos, a nivel personal, vigilaría  mi cartera estando a su lado. Veamos la metralla utilizada. Por supuesto, las quejas ante el rey comenzaron con la rebelión de Cortés contra las órdenes del gobernador de Cuba, Diego Velázquez, y los sucesivos ninguneos a sus enviados, Narváez y Tapia (quienes, además, llegaron a México apoyados por el representante del monarca, el obispo Fonseca), con especial  gravedad en el caso de Narváez porque lo sometió  militarmente; aunque, como vimos, había reaccionado con nobleza en la derrota, ahora  iba a revolverse rabiosamente. No se dejaron en el tintero ninguno de los delitos dudosos o flagrantes de Cortés que nos ha venido contando Bernal, siendo los principales: quedarse con un quinto de los beneficios de la conquista, como si fuera el rey; causar la muerte de Francisco de Garay “dándole ponzoña en un almuerzo”; ser el autor de la muerte de su esposa, Catalina Suárez Marcaida; y también mandar “quemar los pies a Cuauhtémoc y a otros caciques para que diesen el oro, así como cortarle los pies al piloto Umbría sin causa ninguna y ahorcar a dos hombres que se querían volver a Cuba”. Los representantes de Cortés, entre los que estaba su padre Martín, lo defendieron bien, con argumentos idénticos a los que utilizó Bernal cuando trataba de estos asuntos, lo que pone de relieve que los consideraba válidos, aunque, en algunos casos concretos  mostrara su disgusto o su disconformidad, como en lo que se refiere al quinto que se ‘beneficiaba’ y a la tortura de Cuauhtémoc. Pero hay un asunto que ni se mencionó, y esto resulta  muy  significativo para eliminar cualquier responsabilidad de Cortés en el debatido tema de la muerte de  Moctezuma: ninguno de sus rabiosos enemigos le hace responsable, y no por falta de ganas. Conoceremos mañana la sentencia dictada.

     Foto: El gobernador de Cuba, Diego Velázquez, tuvo como secretario a Cortés, peligroso corredor de fondo que se ganó su total confianza: tanto que en 1515 le nombró nada menos que alcalde de la entonces capital de la isla, Santiago. El cuadro representa el  momento en que  el brillante discípulo de Maquiavelo está jurando sobre la Sagrada Biblia la fidelidad al cargo, al gobernador Velázquez y a Su Majestad, entonces, como regente,  Fernando el Católico. Con la habilidad, la valentía y el cinismo necesarios, lo violó todo y consiguió la gloria. 


sábado, 20 de agosto de 2016

(Día 363) CORTÉS NUNCA DESCANSA: manda a la Corte algunos emisarios y consigue ganar posiciones. LA LUMINOSA ESTRELLA CORTÉS ha llegado a su cénit con 35 años. Se inicia UN LENTO PERO IMPARABLE OCASO.

(115) –Tú creías, secre, que las tierras  movedizas eran fantasías.
     -Pues ya no, reverendo: Bernal las padeció. Suspendieron provisionalmente sus batallitas, “porque estábamos muy cansados  y había allí muchas ciénagas que tiemblan, que no pueden entrar en ellas los caballos ni ninguna persona sin que se atasquen en ellas, y han de salir arrastrándose a gatas, y aun así, si salen, es maravilla”. Pero, como diría Bernal, “dejemos de cosas viejas” y sigamos con otro escenario. Nos va a contar las andanzas de los procuradores de Cortés por España, que es más bien tema tuyo, daddy.
     -Otra vez, abusón, me vas a meter en un charco fonsequiano: “Quiso Nuestro Señor que el año 1521 fue elegido en Roma por Sumo Pontífice nuestro muy santo padre el papa  Adriano de Lovaina (Adriano de Utrecht, pero Bernal no se equivoca, porque hizo sus estudios en Lovaina), que estaba como gobernador de Castilla y residía entonces en Vitoria”. (Como muy bien explica mi excelso biógrafo en  nuestro libro, fue uno de los poquísimos papas ejemplares de aquella malhadada época religiosa que yo también viví. Y lo conocí bien, porque  no partí para el Reino de la Risa hasta el 8 de diciembre de ese año). “Y nuestros procuradores, que fueron a besar sus santos pies, supieron que Su Santidad tenía noticia de los heroicos hechos y grandes hazañas de Cortés y todos  nosotros”. Viendo el terreno abonado, se presentaron después nuevamente para lograr sus objetivos, principalmente el de eliminar el incordio de  mi ‘padrino’, el obispo Juan Rodríguez de Fonseca, muy temible como enemigo, pero, doy fe, muy generoso como amigo. “Se juntaron en la Corte Diego de Ordaz, el licenciado Francisco Núñez, primo de Cortés, e Martín Cortés, su padre, llevando el favor de caballeros y grandes señores”. Soltaron toda la metralla con la que podían desprestigiar las andanzas de Fonseca, que no era poca, incidiendo en el obsesivo rencor que le tenía a Cortés, y en sus maniobras y abusos para favorecer a Velázquez, el gobernador de Cuba, porque había recibido grandes regalos de él. Pedían, pues (“con gran osadía”, dice Bernal), que fuera recusado en sus actuaciones. ¿Resultado?: “Mandó Su Santidad, como gobernador que también era de Castilla, al obispo de Burgos (Fonseca) que dejase de entender en los pleitos de Cortés y en cualquier otra cosa de Indias, y declaró por gobernador de esta Nueva España a Hernando Cortés”. Gran victoria; pero aún tendría que sufrir mucho ajetreo y hasta la pérdida de ese nombramiento. A partir de entonces, fue como si los dioses le dijeran a Cortés: “Ya basta, compañeiro. Has alcanzado el Olimpo con solo 35 años; sin embargo lo que te queda de vida (no te preocupes, porque resultará larga) va a ser muy frustrante, aunque siempre conservarás el resplandor excepcional que te has ganado. Llevas en tus genes el espíritu emprendedor, pero solo te va a servir para cometer errores (como el que has tenido al ejecutar a Cristóbal de Olid), y para enredarte en pleitos y campañas fracasadas, con muy poquitos éxitos. El mayor será salir bien parado de los ataques judiciales promovidos por gente envidiosa o ávida de la venganza que sembraron tus abusos. Hay pocos como Bernal, que siempre te ha admirado y respetado; pero es hombre recto, y se verá obligado a escribir la ‘Historia verdadera de la conquista de la Nueva España’ para decir de ti lo que otros cronistas callarán, tus fallos y tus egoísmos, principalmente en los repartos de los beneficios; aunque lo que más le interesará corregir será la injusticia de que el mérito entero de aquella gloriosa campaña te lo den solamente a ti. Tú le conoces bien, y no te extrañará (ni te ofenderá) que en su libro no diga ‘Cortés esto… Cortes lo otro…’, sino que repita machaconamente ‘Cortés y todos nosotros… Cortés y  nosotros los conquistadores…’. En cualquier caso, saborea tus logros, y consuélate con la certeza de que todos aquellos que lleguen a conocerlos, guardarán  reverencialmente tu memoria”.

     Foto: Esa es la imagen más verosímil de Cortés, copiada de un cuadro que él mismo le envió al historiador italiano Paulo Jovio. Se le ve ya bastante mayor, y quizá con la expresión decepcionada de aquel al que, sin piedad, llaman en inglés un ‘has been’, aunque él siempre estuvo seguro de su propia grandeza; lo malo es que, para que te sigan aplaudiendo, no basta poseerla (la tenía de sobra),  sino que hace falta exhibirla y que te la reconozcan.


viernes, 19 de agosto de 2016

(Día 362) LOS ESPAÑOLES no iban protegidos a la europea, sino al estilo indio. Nuevamente está BERNAL a punto de morir. Le dan a BERNAL una recompensa por sus méritos. Tiene, asimismo, dos gestos nobles: no falsear datos y defender, casi con su vida, a los indios.

(114) -Tienes que explicar, sabio cronista, que los españoles no iban protegidos como se supone: armadura, casco, guanteletes, etc.
     -Por inercia, querido preceptor, se los representa así, como si pertenecieran a los tercios de Flandes. En realidad copiaron el sistema de los indios, por ser mucho más ligero; se forraban bien todo el cuerpo con algodón, y llevaban en la cabeza una gorra de lo  mismo: el conjunto tenía que ser muy poco ‘caballeresco’. En el siguiente enfrentamiento que tuvieron, lo dice bien claro Bernal. Fueron contra los indios de Chamula, un pueblo fortificado: “y aquel día hirieron a cinco de los nuestros, y aun a mí me dieron un golpe de lanza que me pasaron las armas (la protección), y si no fuera por el mucho algodón y por lo bien colchadas que eran, me mataran, porque, aunque eran buenas, las pasaron y echaron fuera buen pelote de algodón, y la herida fue chica; nuestro capitán se apartó del combate porque llovía mucho, e como yo estaba acostumbrado a las guerras pasadas de  México, bien entendí que los indios querían irse. Entonces entré por un portillo con un compañero; nos atacaron unos 30 guerreros, y si no fuera porque, oyendo nuestras voces, entraron pronto nuestros compañeros, allí perdiéramos la vida”. Los de Chamula huyeron, pero consiguieron apresarles a “muchas mujeres, muchos niños y 30 hombres, que sirvieron para negociar las paces; al otro día vinieron de paz y se llevaron toda su gente”. Veámosle prosperar a Bernal, ilustre y famosísimo menés.
     -A ti te debo el reconocimiento, lucerito. Bernal se nos muestra orgulloso del premio recibido por sus heroicas acciones: “Después de haber dado obediencia los chamultecas a Su Majestad, el capitán Luis Marín me depositó a mí aquel pueblo, porque desde México le había escrito Cortés que me diesen una buena cosa de lo que se conquistase, y también porque yo era amigo del Luis Marín, y porque fui el primer soldado que entró dentro de la fortaleza de los indios. Y Cortés me envió cédula de la encomienda de los indios, que todavía la tengo guardada, y me tributaron más de ocho años”. El capitán Marín tuvo un problema serio con otro capitán y con el escribano Diego de Godoy, de lo que mandó un informe a México. Bernal no tenía ninguna simpatía por los dos últimos, pero “me rogaron que, de mi parte, le escribiese a Cortés para que les disculpase, porque decía el Godoy que, viendo mi carta, le daría crédito, y que no hablase bien del Marín. E yo escribí lo que me pareció que era verdad, y no culpé al capitán Marín”. Bravo por Bernal.
     Sigo con la copla, jovenzuelo. Nunca les faltaba trabajo: había que seguir pacificando. La táctica se repetía: apresaban indios, principalmente mujeres, y conseguían así que los rebeldes se rindieran. En un caso concreto, los indios aceptaron las paces, “y pidieron que se les dieran sus mujeres e hijos, como se les había prometido, pero el escribano  Diego Godoy aconsejó al capitán Luis Marín que no se los diese, sino que se herrasen con el hierro del rey, que solo se echaba a los que, una vez dada la obediencia a Su Majestad, se tornaban a levantar sin ninguna causa. Yo repliqué que  no se herrasen, e que no era justo, porque vinieron de paz”. La situación provocó una reyerta, algo que debía de ser frecuente entre soldados: “E, sobre ello, yo y el Godoy tuvimos grandes debates y palabras, y aun cuchilladas, que entrambos salimos heridos, hasta que nos separaron y nos hicieron amigos. Y el capitán Luis Marín, como era muy bueno y no era malicioso, y vio que era justo hacer lo que le pedí por merced, mandó que se diesen todas las mujeres y los demás presos a los caciques de aquellos pueblos”. Aunque bastante rudimentario, tenían un código ético para el trato de los indios, y ahí vemos cómo Bernal los defiende arriesgando el pellejo. Cada vez me cae mejor.

     Foto: En su pueblo de origen, Medina del Campo, se le ha dedicado a  Bernal este solemne busto. Al final de su libro, tuvo el  humano gesto de acordarse de más de 500 de sus compañeros, con precisos detalles. No podía faltar Cristóbal de Olea, su paisano, el que salvó la vida dos veces a Cortés al precio de la suya. Es un acierto que, detrás del monumento, figure la lista de todos los nombres que cita Bernal.


jueves, 18 de agosto de 2016

(Día 361) En una escaramuza, BERNAL SE LIBRA CON CORAJE DE PERDER LA VIDA. Lucha también con los indios de Chiapas, “los mayores guerreros que yo había visto en toda la Nueva España”. En un ataque, llevaban como protección una vieja hechicera, que resultó despedazada por los indios amigos de los españoles. Los CHIAPALTECAS se rindieron.

(113) –Ahora le toca a Bernal, querido colega, ser protagonista.
- Va a estar enredado, consagrado abad, en una expedición menor que las de Alvarado y Olid, pero ningún otro cronista la recoge con tanto detalle, y procura adornarse toreramente, para ver si el rey se da cuenta de que los simples soldados no fueron suficientemente recompensados. Bernal  y otros veteranos de la conquista se habían asentado en Coatzacoalcos, como centro encomendero de indios de una extensísima zona que abarcaba las provincias de Tabasco y Chiapas.   Nunca vivió en México, aunque lo visitara, y terminó por establecerse definitivamente en Guatemala. Veremos que también participó pronto en una insensata campaña de Cortés por Honduras, pero ahora había un problema urgente: “Como los que nos quedamos en Coatzacoalcos siempre andábamos pacificando a los indios que se  nos alzaban, mandó Cortés al capitán Luis Marín (hombre importante, pero menos conocido que los constantemente citados) que fuese a pacificar la provincia de Chiapas, e me mandó con él”. Lo que ocurría era que los indios habían quedado aparentemente sometidos, pero “muchas de las provincias  de la Nueva España se alzaban cuando se les pedía tributos y aun mataban a los encomenderos”. Marín le mandó a Bernal y a otros tres soldados “que fuésemos al pueblo de Zimatán para traerlos de paz; estando a dos leguas, les mandamos mensajeros, y la respuesta que dieron fue salir contra nosotros tres escuadrones que, con la primera refriega de flecha, mataron a dos de  nosotros, e a mí me dieron un flechazo en la garganta, estando mi vida en harto peligro con la mucha sangre que salía.  Mi otro compañero, Francisco Martín, vizcaíno, aunque siempre  nos enfrentábamos juntos a los contrarios, tomó calzas de Villadiego (así se decía entonces) y se fue a unas canoas. Y como yo quedaba solo e malherido, tomé tal esfuerzo que rompí por los indios y a estocadas salí de entre ellos y llegué a las canoas (donde estaban el vizcaíno y 4 indios amigos que también se habían esfumado). Pasamos el río y, para que no nos siguiesen los zimatecas, estuvimos ocho días por los montes”. En Cotzacoalcos les dieron por muertos, y, según costumbre, “Luis Marín vendió nuestras haciendas y repartió sus indios entre otros conquistadores. Al cabo de 20 días llegamos a la villa, de lo que se holgaron algunos de nuestros amigos, mas, a quienes había dado los indios, les pesó”. La realidad es cosa dura. Prosiga su reverencia.
     - Cortés mandó orden de que se fuera a pacificar la provincia de Chiapas y se fundara una población. Dice Bernal que “los chiapanecas eran los mayores guerreros que yo había visto en toda la Nueva España, y lo digo porque jamás México los pudo señorear, y daban guerra a sus comarcanos, robándoles y tomando esclavos, y con los que mataban hacían sacrificios y hartazgas”. Partieron hacia allá unos 116 soldados, 80 indios mexicanos y algunos de Cachula “que iban temblando de  miedo”. Bernal había prosperado: tenía un caballo. Por el camino, se les echó encima de repente una avalancha de chiapanecas, a los que pudieron frenar tras larga batalla. Balance: “mataron a dos soldados y cuatro caballos, hiriendo a unos quince y a  muchos de  nuestros amigos (quedó bastante averiado el capitán Luis Marín)”. En la siguiente batalla, “traían en medio de los escuadrones una india algo vieja y muy gorda, que la tenían por diosa y adivina, y sin miedo ninguno se metió entre  nuestros amigos los indios, que iban muy agrupados, y pronto fue despedazada la maldita diosa”. De nuevo consiguieron hacerles huir, con un premio añadido: los sometidos por los chiapanecas comenzaban a liberarse y peleaban contra ellos ayudando a los españoles. Consiguieron derrotarlos pronto y que dieran obediencia a Su Majestad; también lo hicieron todos los pueblos comarcanos “porque estaban asombrados de que siendo tan pocos, habíamos podido vencer a los chiapanecas”. Algunos de los que tenían esclavizados “salieron del poder dellos con sus haciendas, mujeres e hijos, y se fueron a poblar a diez leguas de Chiapas, donde está ahora Xaltrepeque”.

     Foto: La peripecias que cuenta ahora Bernal las está pasando en el camino que va de Coatzacoalcos, donde él vivía asentado como encomendero de indios, hacia Tuxtla, al sur, territorio de la provincia de Chiapas. Anticipemos ya que, pasado un tiempo, Carlos V, deseoso de cortarle las alas a Cortés, no quiso que tuviera la máxima autoridad en  México, y le compensó con el título de Marqués del Valle de Oaxaca, que figura en el mapa al oeste de Tuxtla.


miércoles, 17 de agosto de 2016

(Día 360) FRANCISCO DE LAS CASAS intenta tomar tierra para enfrentarse a OLID, pero un temporal le hace naufragar, siendo apresado, con los supervivientes, por su enemigo. Parecía que iba a ganar OLID porque regresó un grupo de soldados suyos con otro capitán preso, GIL GONZÁLEZ DE ÁVILA. Pero fue su perdición.

(112) –Cristóbal de Olid, alegre cronista,  se sabía sentenciado.
     -Con tanto tiempo al lado de Cortés, my dear priest, en las más extremas situaciones, lo conocía como a sí mismo; por eso rechazó las paces de Francisco de las Casas: venía, sin duda, con orden de matarlo. Cortés se había alzado contra Velázquez, pero nunca perdonaría al que se alzara contra él. “Desque el de las Casas, que era hombre animoso, vio que le hacía frente Olid, mandó echar al agua sus bateles, para de una manera o de otra, tomar tierra, y en el enfrentamiento hundió una de las carabelas de su contrario y le mató 4 soldados”. Olid se vio en serios apuros, sobre todo porque a algunos de sus hombres los había mandado “a prender a otro capitán que estaba conquistando en aquella provincia, que se llamaba Gil González de Ávila”. El tal Gil va a tener gran protagonismo en este episodio, y, si andaba por allí tratando de hacer sus conquistas, era por las frecuentes discusiones sobre los límites de las licencias de exploración concedidas por el rey: en la Corte se hacía el diseño con poca precisión, y sobre el terreno cada uno intentaba aumentar su tajada (ya vimos el caso de Francisco de Garay con Cortés). Viéndose limitado de fuerzas, “Cristóbal de Olid acordó demandar paces a Francisco de las Casas, pero fue su ventura y la desdicha del de las Casas que un viento norte muy recio dio con los navíos de este al través en tierra, de manera que se perdió cuanto traía, se ahogaron 30 soldados y todos los demás fueron presos”. ¿Y luego?
     -Pues parece, divino rapsoda, que le iba sonriendo la fortuna a Olid, porque no solo tenía en sus manos a Francisco de las Casas, sino que también le trajeron sus soldados al susodicho Gil: “Y al verse con dos prisioneros que eran capitanes, estaba muy contento, y como tenía fama de esforzado, y ciertamente lo era, para que se supiese en todas las islas, se lo escribió a su amigo el gobernador Diego Velázquez (por esas fechas murió el ilustre rensoroso); y luego se fue con los prisioneros y con muchos soldados a un buen pueblo que en aquel tiempo estaba muy poblado, llamado Naco, y que ahora está destruido”. Pero la risa va por barrios,  y, al alzado, se le alzó un capitán: “Desde allí envió Olid de expedición al capitán Briones, uno de los que le dijeron que se alzase contra Cortés, y de suyo era bullicioso, que tenía parte de las orejas cortadas por rebelde, al cual le ahorcaron después en Gautemala por amotinador”. Pero ahora… Ahora Briones iba a demostrar su mala condición: “Se supo en el real de Cristóbal de Olid que el Briones se había alzado con todos los soldados que llevaba en su compañía. Y viendo esto Francisco de las Casas y Gil González de Ávila, que estaban presos, muy secretamente se concertaron con los soldados amigos de Cortés para darle de cuchilladas a Olid, que se tenía por muy valiente y, a ellos, en nada (con tan poca precaución que hasta los invitaba a comer). Estando sentados a una mesa y habiéndose alzado los manteles, platicaba Olid con ellos muy confiado de las conquistas de México, y el Francisco de las Casas le echó mano de las barbas y le dio por la garganta con un cuchillo que traía oculto, y Gil González de Ávila y los soldados de Cortés le dieron de presto tantas heridas que  no se pudo valer, y como era muy recio, membrudo y de muchas fuerzas, se escabulló dando voces”. Nadie acudió en su auxilio y se escondió entre los matorrales. Pronto su tropa comprendió que los de Cortés se habían hecho con la situación y que representaban la legalidad del rey. Francisco de las Casas tomó el mando. “Luego se supo dónde estaba Olid y le prendieron, y se hizo proceso contra él, y, por sentencia que dieron entrambos capitanes (las Casas y Gil, brazos ejecutores de Cortés), lo degollaron en la plaza de Naco (ejecución para los nobles). Y así murió por haberse alzado por malos consejeros, a pesar de ser hombre muy esforzado, y sin mirar que Cortés le había hecho su maestre de campo y dado muy buenos indios”.

     Foto: Así es la condición humana, pequeño filósofo: ni siquiera el buenazo de Bernal puede ser equitativo. Casi justifica la muerte de Olid, pero se olvida de que su admirado Cortés, con todos sus soldados, él incluido, se alzaron contra el representante del rey, Diego Velázquez. Honremos a Cristóbal de Olid comparándole, respetando las categorías, con el gran Julio César, también ejecutado por llegar al poder saltándose las leyes; en el cuadro, el dato humano lo pone Bruto, que apuñala a César sin atreverse a  mirarlo; en su narración, también Bernal pone un detalle tierno recordando que Olid “estaba casado con una portuguesa que se decía doña Felipa de Arauz, y tenía una hija”.