miércoles, 24 de agosto de 2016

(Día 367) DEMOLEDORA CRÍTICA DE BERNAL CONTRA CORTÉS por su poca equidad con los méritos de sus soldados. No le queda más remedio a CORTÉS que confiarle una misión a un extravagante personaje: RODRIGO RANGEL.

(119) -Demoledora crítica de Bernal a Cortés, querido mayordomo.
     -Con toda la razón del mundo, mi señor. Seguro que Bernal vivía bien y carga algo las tintas; pero seguro también que todos los heroicos “conquistadores verdaderos” merecieron muchísimo más de lo que les dieron. Bernal evoca los hechos relevantes de la conquista de la  Nueva España, y pregona machaconamente a los cuatro vientos, en cada uno de los casos: “¿Quiénes fueron los que le ayudaron a Cortés a conseguirlo?”. Y luego sigue: “Pues agora que le vino la gobernación a Cortés, bien fuera que nos diese con qué remediarnos, y que, a los varones y fuertes soldados que en todo esto estuvimos, nos antepusiera; y el  mismo Cortés habría de escribir a Su Majestad muy afectuosamente para que  nos diese, para nosotros y para  nuestros hijos, todos los cargos reales que hubiese en la Nueva España. Mas digo que el mal ajeno del pelo cuelga (a nadie le importa), e que Cortés no procuraba sino para él, tanto cuando le trajeron la gobernación, como luego, cuando le hicieron marqués”. No pide favores, sino justo reparto, y va mencionando a los ‘enchufados’, sin que le importe decir que entre ellos estaba “un tal Barrios, con quien casó a su cuñada, hermana de su mujer, ‘la Marcaida’, para que no le acusasen de su muerte”. E insiste en lo que considera justo: “A todos los que vinieron de Medellín (el pueblo de Cortés) e a otros criados de grandes señores, que le contaban cuentos de cosas que le agradaban, les dio lo mejor de la Nueva España. No digo yo que era mejor  no dar a todos, pues había de qué, sino que debía anteponer lo que Su Majestad le había mandado y ayudar a los soldados que le ayudaron a tener y ser tanto; y pues ya está hecho, no lo quiero recitar más”. Solo añade: “Y Cortés creía que con sus prometimientos y palabras blandas quedaban los soldados contentos, pero renegaban de él y aun le maldecían, y a toda su generación y cuanto poseía, deseando que hubiesen mal gozo de ello él y sus hijos”. Está Bernal muy decepcionado, querido abad.
     -Tú lo has dicho. Se diría que, más que los injustos repartos, le duele que su, sin medida, admirado Cortés estropee una indiscutible grandeza personal con semejantes mezquindades, como la mosca que aparece en  un plato exquisito. Pase lo que pase, siempre será leal  a su gran líder. Please, my dear; compónle un romance que empiece así: ‘¡Dios, qué buen vasallo, si hobiese buen señor!’. Y de seguido, mon petit, Bernal nos presenta  a un personaje algo esperpéntico, aunque decidido: “Un tal Rodrigo Rangel, para que hubiese alguna fama de él, le rogó a Cortés que le diese alguna capitanía para ir a conquistar a los pueblos zapotecas. Y como Cortés sabía que no era para darle ningún cargo a causa de que estaba siempre doliente, con grandes dolores y bubas (pústulas, probablemente de sífilis), y muy flaco, y las zancas y piernas  muy delgadas y todas llenas de llagas, y la cabeza abierta (todo un saldo), le denegaba aquella campaña diciendo que los zapotecas eran malos de domar, por las grandes sierras donde estaban poblados. Y como el Rangel era muy porfiado y de Medellín, como Cortés, tuvo que concederle lo que pedía; e, según supimos después, le pareció bien enviarle adonde se muriese, porque era de mala lengua e decía muchas malas palabras”. Entonces ya vivía Bernal en Coatzacoalcos, pero Cortés le alistó  forzosamente para esta dudosa aventura, aunque, como veremos, el incombustible soldado se la tomó con sentido del humor.

     Foto: Colón, Balboa, Magallanes, Cortés, Pizarro, Valdivia, Orellana, Quesada…: es muy larga la lista de los que alcanzaron la gloria, y, sin duda, la merecieron; pero muchísimo más la de los héroes anónimos imprescindibles para llevar a cabo aquella tarea gigantesca. Héroes desconocidos, como reza bajo el Arco de Triunfo de París: “Aquí reposa un soldado francés muerto por la patria”. Igualmente desconocido habría sido el infatigable soldado Bernal de no haber escrito su asombroso libro.


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