lunes, 8 de agosto de 2016

(Día 351) ASOMBRO GENERAL EN MÉXICO por la derrota azteca. Lo aprovecha CORTÉS para ampliar el dominio. SANDOVAL funda la población de MEDELLÍN. El insidioso obispo FONSECA envía a CRISTÓBAL DE TAPIA para hacerse gobernador, pero CORTÉS lo desactiva hábilmente.

(103) –Si los  moscones molestan, dulce trovador, se los espanta.
     -Era, magnífico abad, una de las tácticas preferidas de Cortés. Ya vimos que nadie se atrevía a enfrentársele tan bruscamente como el capitán Alonso de Ávila, y se lo quitó de encima enviándole con las joyas de Moctezuma a Castilla. ¿Que los soldados  casi se le amotinan por la mezquindad del reparto del botín? Pues les ordena salir de campaña  militar a poblar y a castigar a los indios que habían matado a españoles; partieron varios grupos, uno de ellos bajo el mando de Sandoval, con la misión de fundar una nueva población; cumplido el encargo, se bautizó el lugar, que aún pemanece, como Medellín (el nombre del pueblo de origen de los dos, Cortés y Sandoval). Bernal cita nada menos que cinco expediciones como radios de un círculo hacia el Atlántico y el Pacífico. Además interesaba hacerlo, “porque en aquellos días en que habíamos ganado México, cuando lo supieron en todas las provincias adonde ahora se dirigían, no podían creer que había sido destruido, y enviaban principales a dar el parabién a Cortés, hacerse vasallos de Su Majestad, y ver si era verdad que estaba por el suelo cosa tan temida dellos como fue México”. Di lo que piensas, querido Sancho.
     -Es algo que no se suele percibir, adorable plumífero: la caída de los aztecas fue una conmoción enorme en el resto de Centroamérica, y, pasara lo que pasara después, la primera sensación de aquellas gentes tuvo que ser, no solo de asombro, sino especialmente de un grandísimo alivio. Resulta expresivo lo que añade Bernal: “Y los principales hasta traían consigo a sus hijos pequeños y les mostraban México hablándoles como cuando solemos decir ‘aquí fue Troya”. A Bernal le solían preguntar por qué muchos conquistadores, incluido él, prefirieron partir con esas expediciones en lugar de quedarse en México, y lo explica: “Como veíamos que los pueblos cercanos eran pobres, mirábamos en los libros de  Moctezuma de dónde le traían los tributos, y allá queríamos ir, pero nos engañamos”. Por otra parte, la vida en México se había encarecido extraordinariamente, e incluso se falsificaba la pureza del oro, hasta el punto de que Cortés tuvo que ser implacable: “En aquella sazón ahorcaron a dos plateros que falsearon las marcas reales de los quilates mezclando el oro con puro cobre”. Y entonces (no se lo van a creer), ¡mi “padrino” volvió al ataque!  ¿Será posible, Fonsequita? Pero si ya se ha conquistado definitivamente México… Si todo está resuelto… Si Cortés lo ha hecho primorosamente... No hubo manera: era una obsesión. A mí solo me quedaban unos meses de vida, y a Fonseca tres años. Su odio a Cortés se le fue acentuando, y yo nada pude hacer para que abandonara el desquiciado acoso. Bernal da cuenta de aquel disparate: “En aquella sazón llegó a la Villa Rica un Cristóbal de Tapia, veedor de Santo Domingo, con provisiones encaminadas por el obispo don Juan Rodríguez de Fonseca para que le admitiesen como gobernador de la Nueva España. Y además traía muchas cartas en blanco para que hiciese  nombramientos a su gusto, con muchos prometimientos de grandes mercedes del obispo si le dábamos la gobernación a Tapia, y muchas amenazas si no se la entregábamos”.
     Cuando lo supo, Cortés echó mano automáticamente de sus habilidades de enredo; antes de que Tapia llegara a México, le salieron al paso sus mejores capitanes y fray Pedro de Melgarejo, “que tenía  buena expresiva”. Le dijeron que respetaban las disposiciones que traía, pero que  no se daban por enterados, porque todo era obra del obispo, que quería casarlo a Tapia “con Petronila de Fonseca, sobrina o hija suya (yo sé lo que era, pero bastante tengo con mis propias miserias). Tapia se enojó mucho, pero le dieron tejuelos de oro, le compraron unos negros, tres caballos y un navío, y, como era codicioso, se amansó y volvió a la isla de Santo Domingo (vaya papelón)”.

     Foto.- El corretón Cortés no se iba a echar la siesta cuando conquistó definitivamente Tenochtitlán: quiso controlar rápidamente a todos los indios de Centroamérica. Acaba de mandar a sus capitanes a la costa atlántica, ya bastante sometida, pero también los va a enviar a Oaxaca y Michoacán, en la del Pacífico, donde la situación era más complicada. Con el tiempo, le veremos llegar personalmente, con poca fortuna, a lugares tan distantes como California y Honduras.


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