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–Ahora le toca a Bernal, querido colega, ser protagonista.
-
Va a estar enredado, consagrado abad, en una expedición menor que las de
Alvarado y Olid, pero ningún otro cronista la recoge con tanto detalle, y
procura adornarse toreramente, para ver si el rey se da cuenta de que los
simples soldados no fueron suficientemente recompensados. Bernal y otros veteranos de la conquista se habían
asentado en Coatzacoalcos, como centro encomendero de indios de una extensísima
zona que abarcaba las provincias de Tabasco y Chiapas. Nunca vivió en México, aunque lo visitara, y
terminó por establecerse definitivamente en Guatemala. Veremos que también
participó pronto en una insensata campaña de Cortés por Honduras, pero ahora
había un problema urgente: “Como los que nos quedamos en Coatzacoalcos siempre
andábamos pacificando a los indios que se
nos alzaban, mandó Cortés al capitán Luis Marín (hombre importante, pero menos conocido que los constantemente citados)
que fuese a pacificar la provincia de Chiapas, e me mandó con él”. Lo que
ocurría era que los indios habían quedado aparentemente sometidos, pero “muchas
de las provincias de la Nueva España se
alzaban cuando se les pedía tributos y aun mataban a los encomenderos”. Marín
le mandó a Bernal y a otros tres soldados “que fuésemos al pueblo de Zimatán
para traerlos de paz; estando a dos leguas, les mandamos mensajeros, y la
respuesta que dieron fue salir contra nosotros tres escuadrones que, con la
primera refriega de flecha, mataron a dos de
nosotros, e a mí me dieron un flechazo en la garganta, estando mi vida
en harto peligro con la mucha sangre que salía.
Mi otro compañero, Francisco Martín, vizcaíno, aunque siempre nos enfrentábamos juntos a los contrarios,
tomó calzas de Villadiego (así se decía
entonces) y se fue a unas canoas. Y como yo quedaba solo e malherido, tomé
tal esfuerzo que rompí por los indios y a estocadas salí de entre ellos y
llegué a las canoas (donde estaban el
vizcaíno y 4 indios amigos que también se habían esfumado). Pasamos el río
y, para que no nos siguiesen los zimatecas, estuvimos ocho días por los
montes”. En Cotzacoalcos les dieron por muertos, y, según costumbre, “Luis
Marín vendió nuestras haciendas y repartió sus indios entre otros
conquistadores. Al cabo de 20 días llegamos a la villa, de lo que se holgaron
algunos de nuestros amigos, mas, a quienes había dado los indios, les pesó”. La
realidad es cosa dura. Prosiga su reverencia.
- Cortés mandó orden de que se fuera a
pacificar la provincia de Chiapas y se fundara una población. Dice Bernal que
“los chiapanecas eran los mayores guerreros que yo había visto en toda la Nueva
España, y lo digo porque jamás México los pudo señorear, y daban guerra a sus
comarcanos, robándoles y tomando esclavos, y con los que mataban hacían
sacrificios y hartazgas”. Partieron hacia allá unos 116 soldados, 80 indios
mexicanos y algunos de Cachula “que iban temblando de miedo”. Bernal había prosperado: tenía un
caballo. Por el camino, se les echó encima de repente una avalancha de
chiapanecas, a los que pudieron frenar tras larga batalla. Balance: “mataron a
dos soldados y cuatro caballos, hiriendo a unos quince y a muchos de
nuestros amigos (quedó bastante
averiado el capitán Luis Marín)”. En la siguiente batalla, “traían en medio
de los escuadrones una india algo vieja y muy gorda, que la tenían por diosa y
adivina, y sin miedo ninguno se metió entre
nuestros amigos los indios, que iban muy agrupados, y pronto fue
despedazada la maldita diosa”. De nuevo consiguieron hacerles huir, con un premio
añadido: los sometidos por los chiapanecas comenzaban a liberarse y peleaban
contra ellos ayudando a los españoles. Consiguieron derrotarlos pronto y que
dieran obediencia a Su Majestad; también lo hicieron todos los pueblos
comarcanos “porque estaban asombrados de que siendo tan pocos, habíamos podido
vencer a los chiapanecas”. Algunos de los que tenían esclavizados “salieron del
poder dellos con sus haciendas, mujeres e hijos, y se fueron a poblar a diez
leguas de Chiapas, donde está ahora Xaltrepeque”.
Foto: La peripecias que cuenta ahora
Bernal las está pasando en el camino que va de Coatzacoalcos, donde él vivía
asentado como encomendero de indios, hacia Tuxtla, al sur, territorio de la
provincia de Chiapas. Anticipemos ya que, pasado un tiempo, Carlos V, deseoso
de cortarle las alas a Cortés, no quiso que tuviera la máxima autoridad en México, y le compensó con el título de
Marqués del Valle de Oaxaca, que figura en el mapa al oeste de Tuxtla.
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