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– La salida de Cortés, secre, fue un paseo entre loores.
-Bernal lo subraya, provisor catedralicio:
“Fue cosa maravillosa los grandes recibimientos y fiestas que le hacían en
todos los pueblos por donde pasaba. Y cuando supimos en Coatzacoalcos (donde residía Bernal) que venía Cortés
con tanto caballero, fuimos a lo recibir y a darle el parabienvenido; y esto lo
digo para que se sepa cuán respetado y aun temido era Cortés, porque solo se
hacía lo que él quería, fuese bueno o malo. En Coatzacoalcos le recibimos con
arcos triunfales y con ciertas emboscadas de moros y cristianos e otras
invenciones de juegos. Y estuvo allí seis días”. Soterradamente, los dos
taimados funcionarios (Salazar y Chirinos) iban haciendo labor de zapa, “especialmente
el factor Salazar, diciéndole a Cortés que mirase a quién había dejado el
poder, porque tenía al contador Albornoz por muy revoltoso e doblado”. Lo cual
era cierto, e incluso ya había noticias de que estaban gobernando mal, pero la
verdadera intención de Salazar y del veedor Chirinos era apartar las zarpas de
los criticados para agarrar la presa con las suyas: “Y sobre ello le decía el
factor a Cortés que tan bien sabrían gobernar él y el veedor como los que había
dejado en México, y se le ofrecieron por muy servidores”. ¿Qué opinas del
percal, reverendo?
-Pues te diré, tierno doncel, que, aunque
sus madres fueran unas santas, está claro lo que eran ellos. Lo malo es que
Cortés patinó de nuevo: “Y decía tantas cosas melosas el factor, y con tan
amorosas palabras, que le convenció a Cortés para que les diese a los dos un
poder, siendo de esta condición: que, si viesen (¡no van a ver!) que el Estrada y el Albornoz no hacían lo que
debían al servicio de Dios y del rey, gobernasen ellos solos. Estos poderes
fueron causa de muchos males, revueltas y cizañas que hubo en México, como más
adelante diré. Cuando se despidieron de Cortés para se volver, ¡cuántos cumplimientos
y abrazos!, y tenía el factor una manera como de sollozos”.
También era triste la esclavitud de los veteranos de Cortés. El resignado
Bernal se limita a mencionar la situación: “Luego mandó que todos los vecinos
de Coatzacoalcos fuéramos con él, de forma que a todos los que nos habíamos
hallado en las conquistas de México, y en el tiempo en que habíamos de reposar,
nos obligó a ir a una jornada de más de 1.500 leguas (8.250 km), perdiendo cuanto teníamos, casi siempre en guerras y en
un viaje de dos años y tres meses”. (Precioso, baby). Alguno se resistía a la
orden de Cortés, pero no le servía de nada. “Cuando ya estábamos todos
apercibidos con nuestras armas porque no le osábamos decir que no, si alguno se
atrevía, por fuerza le hacía ir. Éramos todos unos 250 soldados, más otros
muchos recién venidos de Castilla”. Y, por fin, le vemos a Bernal, que ya era propietario de un caballo,
con la categoría que se merece: “A mí me mandó que fuese por capitán de 30
españoles con 3.000 indios mexicanos a pacificar un pueblo que se llamaba
Zimatán, y para ello me dio instrucciones, las cuales tengo hoy día firmadas de
su nombre (para orgullo de sus nietos). E hice el viaje como me mandó,
quedando de paz aquel pueblo”.
Conviene recordar que Cortés iba hacia
Honduras en busca de Olid y de quien había mandado anteriormente con la misma
misión, Francisco de las Casas, desconociendo lo que había pasado. Sin haber
tenido aún ningún enfrentamiento duro con los indios, pronto se vieron
envueltos en dificultades de todo tipo: hambre, ríos y esteros (zonas
pantanosas) casi infranqueables, enfados de Cortés y protestas de sus hombres,
todo ello como anticipo de los sufrimientos venideros. “Muchos soldados
murmuraban de Cortés y de su viaje, diciendo que no miraba más que por su ambición, sin pensar
bien lo que hacía, y que era mejor que
nos volviésemos que morir todos de
hambre. Luego dimos en un pueblo sin gente, y hallamos muy bien de comer. Y
como íbamos muertos de hambre, dímonos buena hartazga. Ya, en el camino, se
habían muerto el volatinero y tres soldados. Murieron también muchos indios de
Michoacán y mexicanos; caían malos y se quedaban en el camino como
desesperados”.
Foto: Aunque el pueblo natal de Cortés, Medellín,
esté en Badajoz, también en Cáceres tiene una estatua; a caballo, vestido a la
romana, cual victorioso Julio César. Sin embargo, en esta expedición a
Honduras, le veremos abatido en sus horas bajas, como el correoso Churchill
cuando su ciclotimia lo hundía en la depresión, a la que llamaba el perro
negro, ‘the black dog’. Nobody is perfect.
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