martes, 2 de agosto de 2016

(Día 345) Los españoles van ganando terreno, y muchos tlaxcaltecas se animan a volver a la batalla, siendo bien recibidos por el diplomático CORTÉS. A petición suya, CUAUHTÉMOC está a punto de hacer las paces, pero sus caciques se oponen, y decide pelear hasta el último aliento.

(97) –Fíjate, viejo amigo: Cortés nunca se permitía calentones.
     -Es cierto, sabio ectoplasma. Todo lo que hacía estaba al servicio del objetivo. Abroncaba, premiaba, adulaba, amenazaba, mentía, luchaba heroicamente o escurría el bulto, pero mantenía sus sentimientos férreamente sujetos por un enorme sentido práctico, con visión de futuro. Además, sus tropas iban cimentando  sin prisa la victoria definitiva: “Nuestros bergantines osaban ya ir por doquiera de la laguna sin temor a las estacadas, y nos ayudaban muy bien dando caza a las canoas que metían bastimentos.  Los soldados iban cada día conquistando albarradas (defensas), calzadas y puentes. Y desque el cacique Esquesúchel vio que nos recuperábamos muy bien, le dijo a su hermano que le enviase pronto a Cortés todos los guerreros que pudiese sacar de Texcoco, y a los dos días llegaron más de 2.000 guerreros”. ¿Hubo bronca?
     -De eso nada, joven. Eran parte de los indios que, asustados, habían dejado tirados a los españoles, y Cortés les afeó esa conducta, pero con el fin de engrandecer su perdón: “Les hizo un parlamento con doña Marina y Jerónimo de Aguilar diciéndoles que siempre les tuvo buena voluntad, y que, si quería que fueran con nosotros a destruir a los mexicanos, era para que se vengasen dellos y volviesen ricos a sus tierras; y que, aunque por marcharse en el peor tiempo dejando a sus capitanes desamparados, eran dignos de muerte, que les perdonaba porque no sabían nuestras leyes. Luego abrazó a los caciques y les prometió darles tierras y vasallos, mostrándose muy agradecido con los que habían permanecido a nuestro lado. A los lectores les parecerá prolijidad hablarles tanto de batallas, y procuraré traerlo menos a la memoria, pero ha sido desta manera porque estuvimos 93 días luchando sin cesar. Entonces ya íbamos entrando en la ciudad, y aunque los mexicanos nos daban muchas refriegas, las calles que habíamos ganado estaban llanas y sin agua, corriendo por ellas los caballos muy gentilmente. Y como vio Cortés que estábamos mejor, mandó a tres capitanes mexicanos que teníamos presos que  fuesen a hablar a Cuauhtémoc, para que tuviese paces con nosotros”. Razonaba la propuesta con su peculiar estilo: le haría mercedes y le perdonaría las muertes de los españoles, recordándole de paso que no le quedaba otra porque carecían de agua y alimentos. ¿Accedió? 
Sigamos la versión de Bernal. Empieza por describirnos a Cuauhtémoc, y, como en el caso de Moctezuma, siempre lo valorará positivamente: “Era mancebo y muy gentil hombre para ser indio, de buena disposición y muy alegre, de unos 26 años, y casado con una muy hermosa mujer, hija del gran Moctezuma, su tío. Cuando oyó el mensaje, al principio tuvo pasión (se enfadó) de que le viniesen con aquellas pláticas, pero, según alcanzamos a saber, tenía voluntad de hacer las paces”. Sin embargo la mayoría de los principales estaban en contra. “Y los papas también decían que los ídolos les habían prometido la victoria cuando sacrificaban. Entonces Cuauhtémoc dijo: ‘Pues así queréis que sea, muramos todos peleando’. Y la respuesta fue que vinieron los mexicanos luego atacando como leones muy bravos, metiéndose por las puntas de las espadas para echarnos mano, y así siete días seguidos sin importarles nada morir peleando. Tuvimos otra dificultad, y es que supimos que venían a atacarnos por detrás otros pueblos amigos de los mexicanos, porque Cuauhtémoc les había enviado las cabezas de nuestros compañeros sacrificados, diciéndoles que ya habíamos muerto la mitad de nosotros.  El capitán Andrés de Tapia fue contra ellos con 120 soldados e muchos amigos tlaxcaltecas, y los hizo huir, de lo que Cortés hubo mucho placer”. Incluso volvió a repetir los jueguecitos diplomáticos liberando a varios presos importantes para que fueran adonde Cuauhtémoc con otra petición de hacer las paces. Pero ni modo, cuate: “Salieron los mexicanos con la mayor furia que les habíamos visto y  nos dieron muy recia guerra; les heríamos y matábamos, y parecía que deseaban morir peleando”.

     Foto: El año 1887 levantaron los mexicanos este monumento en la gran plaza situada donde se cruzan las dos arterias principales de la ciudad, la Avenida Insurgentes y el Paseo Reforma. El texto de la placa dice: “A la memoria de Cuauhtémoc (suya es la estatua) y de los guerreros que combatieron heroicamente en defensa de su patria. MDXXI (1521, año en que ocurrió lo que estamos contando)”. En cada uno de los lados aparecen los nombres de Cuitláhuac (hermano de Moctezuma y líder de la expulsión de los españoles),  Cacama,  Tetlepanquetzal y Coanacoch (caciques aztecas que también se enfrentaron  bravamente a los españoles).


No hay comentarios:

Publicar un comentario