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–Fíjate, viejo amigo: Cortés nunca se permitía calentones.
-Es cierto, sabio ectoplasma. Todo lo que
hacía estaba al servicio del objetivo. Abroncaba, premiaba, adulaba, amenazaba,
mentía, luchaba heroicamente o escurría el bulto, pero mantenía sus
sentimientos férreamente sujetos por un enorme sentido práctico, con visión de
futuro. Además, sus tropas iban cimentando
sin prisa la victoria definitiva: “Nuestros bergantines osaban ya ir por
doquiera de la laguna sin temor a las estacadas, y nos ayudaban muy bien dando
caza a las canoas que metían bastimentos.
Los soldados iban cada día conquistando albarradas (defensas), calzadas y puentes. Y desque el cacique Esquesúchel vio
que nos recuperábamos muy bien, le dijo a su hermano que le enviase pronto a
Cortés todos los guerreros que pudiese sacar de Texcoco, y a los dos días
llegaron más de 2.000 guerreros”. ¿Hubo bronca?
-De eso nada, joven. Eran parte de los
indios que, asustados, habían dejado tirados a los españoles, y Cortés les afeó
esa conducta, pero con el fin de engrandecer su perdón: “Les hizo un parlamento
con doña Marina y Jerónimo de Aguilar diciéndoles que siempre les tuvo buena
voluntad, y que, si quería que fueran con nosotros a destruir a los mexicanos,
era para que se vengasen dellos y volviesen ricos a sus tierras; y que, aunque
por marcharse en el peor tiempo dejando a sus capitanes desamparados, eran
dignos de muerte, que les perdonaba porque no sabían nuestras leyes. Luego
abrazó a los caciques y les prometió darles tierras y vasallos, mostrándose muy
agradecido con los que habían permanecido a nuestro lado. A los lectores les
parecerá prolijidad hablarles tanto de batallas, y procuraré traerlo menos a la
memoria, pero ha sido desta manera porque estuvimos 93 días luchando sin cesar.
Entonces ya íbamos entrando en la ciudad, y aunque los mexicanos nos daban
muchas refriegas, las calles que habíamos ganado estaban llanas y sin agua,
corriendo por ellas los caballos muy gentilmente. Y como vio Cortés que
estábamos mejor, mandó a tres capitanes mexicanos que teníamos presos que fuesen a hablar a Cuauhtémoc, para que
tuviese paces con nosotros”. Razonaba la propuesta con su peculiar estilo: le haría
mercedes y le perdonaría las muertes de los españoles, recordándole de paso que
no le quedaba otra porque carecían de agua y alimentos. ¿Accedió?
Sigamos
la versión de Bernal. Empieza por describirnos a Cuauhtémoc, y, como en el caso
de Moctezuma, siempre lo valorará positivamente: “Era mancebo y muy gentil
hombre para ser indio, de buena disposición y muy alegre, de unos 26 años, y
casado con una muy hermosa mujer, hija del gran Moctezuma, su tío. Cuando oyó
el mensaje, al principio tuvo pasión (se
enfadó) de que le viniesen con aquellas pláticas, pero, según alcanzamos a
saber, tenía voluntad de hacer las paces”. Sin embargo la mayoría de los
principales estaban en contra. “Y los papas también decían que los ídolos les
habían prometido la victoria cuando sacrificaban. Entonces Cuauhtémoc dijo:
‘Pues así queréis que sea, muramos todos peleando’. Y la respuesta fue que
vinieron los mexicanos luego atacando como leones muy bravos, metiéndose por
las puntas de las espadas para echarnos mano, y así siete días seguidos sin
importarles nada morir peleando. Tuvimos otra dificultad, y es que supimos que
venían a atacarnos por detrás otros pueblos amigos de los mexicanos, porque
Cuauhtémoc les había enviado las cabezas de nuestros compañeros sacrificados,
diciéndoles que ya habíamos muerto la mitad de nosotros. El capitán Andrés de Tapia fue contra ellos
con 120 soldados e muchos amigos tlaxcaltecas, y los hizo huir, de lo que
Cortés hubo mucho placer”. Incluso volvió a repetir los jueguecitos
diplomáticos liberando a varios presos importantes para que fueran adonde
Cuauhtémoc con otra petición de hacer las paces. Pero ni modo, cuate: “Salieron
los mexicanos con la mayor furia que les habíamos visto y nos dieron muy recia guerra; les heríamos y
matábamos, y parecía que deseaban morir peleando”.
Foto: El año 1887 levantaron los mexicanos
este monumento en la gran plaza situada donde se cruzan las dos arterias
principales de la ciudad, la Avenida Insurgentes y el Paseo Reforma. El texto
de la placa dice: “A la memoria de Cuauhtémoc (suya es la estatua) y de los
guerreros que combatieron heroicamente en defensa de su patria. MDXXI (1521,
año en que ocurrió lo que estamos contando)”. En cada uno de los lados aparecen
los nombres de Cuitláhuac (hermano de Moctezuma y líder de la expulsión de los
españoles), Cacama, Tetlepanquetzal y Coanacoch (caciques aztecas
que también se enfrentaron bravamente a
los españoles).
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