viernes, 19 de agosto de 2016

(Día 362) LOS ESPAÑOLES no iban protegidos a la europea, sino al estilo indio. Nuevamente está BERNAL a punto de morir. Le dan a BERNAL una recompensa por sus méritos. Tiene, asimismo, dos gestos nobles: no falsear datos y defender, casi con su vida, a los indios.

(114) -Tienes que explicar, sabio cronista, que los españoles no iban protegidos como se supone: armadura, casco, guanteletes, etc.
     -Por inercia, querido preceptor, se los representa así, como si pertenecieran a los tercios de Flandes. En realidad copiaron el sistema de los indios, por ser mucho más ligero; se forraban bien todo el cuerpo con algodón, y llevaban en la cabeza una gorra de lo  mismo: el conjunto tenía que ser muy poco ‘caballeresco’. En el siguiente enfrentamiento que tuvieron, lo dice bien claro Bernal. Fueron contra los indios de Chamula, un pueblo fortificado: “y aquel día hirieron a cinco de los nuestros, y aun a mí me dieron un golpe de lanza que me pasaron las armas (la protección), y si no fuera por el mucho algodón y por lo bien colchadas que eran, me mataran, porque, aunque eran buenas, las pasaron y echaron fuera buen pelote de algodón, y la herida fue chica; nuestro capitán se apartó del combate porque llovía mucho, e como yo estaba acostumbrado a las guerras pasadas de  México, bien entendí que los indios querían irse. Entonces entré por un portillo con un compañero; nos atacaron unos 30 guerreros, y si no fuera porque, oyendo nuestras voces, entraron pronto nuestros compañeros, allí perdiéramos la vida”. Los de Chamula huyeron, pero consiguieron apresarles a “muchas mujeres, muchos niños y 30 hombres, que sirvieron para negociar las paces; al otro día vinieron de paz y se llevaron toda su gente”. Veámosle prosperar a Bernal, ilustre y famosísimo menés.
     -A ti te debo el reconocimiento, lucerito. Bernal se nos muestra orgulloso del premio recibido por sus heroicas acciones: “Después de haber dado obediencia los chamultecas a Su Majestad, el capitán Luis Marín me depositó a mí aquel pueblo, porque desde México le había escrito Cortés que me diesen una buena cosa de lo que se conquistase, y también porque yo era amigo del Luis Marín, y porque fui el primer soldado que entró dentro de la fortaleza de los indios. Y Cortés me envió cédula de la encomienda de los indios, que todavía la tengo guardada, y me tributaron más de ocho años”. El capitán Marín tuvo un problema serio con otro capitán y con el escribano Diego de Godoy, de lo que mandó un informe a México. Bernal no tenía ninguna simpatía por los dos últimos, pero “me rogaron que, de mi parte, le escribiese a Cortés para que les disculpase, porque decía el Godoy que, viendo mi carta, le daría crédito, y que no hablase bien del Marín. E yo escribí lo que me pareció que era verdad, y no culpé al capitán Marín”. Bravo por Bernal.
     Sigo con la copla, jovenzuelo. Nunca les faltaba trabajo: había que seguir pacificando. La táctica se repetía: apresaban indios, principalmente mujeres, y conseguían así que los rebeldes se rindieran. En un caso concreto, los indios aceptaron las paces, “y pidieron que se les dieran sus mujeres e hijos, como se les había prometido, pero el escribano  Diego Godoy aconsejó al capitán Luis Marín que no se los diese, sino que se herrasen con el hierro del rey, que solo se echaba a los que, una vez dada la obediencia a Su Majestad, se tornaban a levantar sin ninguna causa. Yo repliqué que  no se herrasen, e que no era justo, porque vinieron de paz”. La situación provocó una reyerta, algo que debía de ser frecuente entre soldados: “E, sobre ello, yo y el Godoy tuvimos grandes debates y palabras, y aun cuchilladas, que entrambos salimos heridos, hasta que nos separaron y nos hicieron amigos. Y el capitán Luis Marín, como era muy bueno y no era malicioso, y vio que era justo hacer lo que le pedí por merced, mandó que se diesen todas las mujeres y los demás presos a los caciques de aquellos pueblos”. Aunque bastante rudimentario, tenían un código ético para el trato de los indios, y ahí vemos cómo Bernal los defiende arriesgando el pellejo. Cada vez me cae mejor.

     Foto: En su pueblo de origen, Medina del Campo, se le ha dedicado a  Bernal este solemne busto. Al final de su libro, tuvo el  humano gesto de acordarse de más de 500 de sus compañeros, con precisos detalles. No podía faltar Cristóbal de Olea, su paisano, el que salvó la vida dos veces a Cortés al precio de la suya. Es un acierto que, detrás del monumento, figure la lista de todos los nombres que cita Bernal.


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