miércoles, 17 de agosto de 2016

(Día 360) FRANCISCO DE LAS CASAS intenta tomar tierra para enfrentarse a OLID, pero un temporal le hace naufragar, siendo apresado, con los supervivientes, por su enemigo. Parecía que iba a ganar OLID porque regresó un grupo de soldados suyos con otro capitán preso, GIL GONZÁLEZ DE ÁVILA. Pero fue su perdición.

(112) –Cristóbal de Olid, alegre cronista,  se sabía sentenciado.
     -Con tanto tiempo al lado de Cortés, my dear priest, en las más extremas situaciones, lo conocía como a sí mismo; por eso rechazó las paces de Francisco de las Casas: venía, sin duda, con orden de matarlo. Cortés se había alzado contra Velázquez, pero nunca perdonaría al que se alzara contra él. “Desque el de las Casas, que era hombre animoso, vio que le hacía frente Olid, mandó echar al agua sus bateles, para de una manera o de otra, tomar tierra, y en el enfrentamiento hundió una de las carabelas de su contrario y le mató 4 soldados”. Olid se vio en serios apuros, sobre todo porque a algunos de sus hombres los había mandado “a prender a otro capitán que estaba conquistando en aquella provincia, que se llamaba Gil González de Ávila”. El tal Gil va a tener gran protagonismo en este episodio, y, si andaba por allí tratando de hacer sus conquistas, era por las frecuentes discusiones sobre los límites de las licencias de exploración concedidas por el rey: en la Corte se hacía el diseño con poca precisión, y sobre el terreno cada uno intentaba aumentar su tajada (ya vimos el caso de Francisco de Garay con Cortés). Viéndose limitado de fuerzas, “Cristóbal de Olid acordó demandar paces a Francisco de las Casas, pero fue su ventura y la desdicha del de las Casas que un viento norte muy recio dio con los navíos de este al través en tierra, de manera que se perdió cuanto traía, se ahogaron 30 soldados y todos los demás fueron presos”. ¿Y luego?
     -Pues parece, divino rapsoda, que le iba sonriendo la fortuna a Olid, porque no solo tenía en sus manos a Francisco de las Casas, sino que también le trajeron sus soldados al susodicho Gil: “Y al verse con dos prisioneros que eran capitanes, estaba muy contento, y como tenía fama de esforzado, y ciertamente lo era, para que se supiese en todas las islas, se lo escribió a su amigo el gobernador Diego Velázquez (por esas fechas murió el ilustre rensoroso); y luego se fue con los prisioneros y con muchos soldados a un buen pueblo que en aquel tiempo estaba muy poblado, llamado Naco, y que ahora está destruido”. Pero la risa va por barrios,  y, al alzado, se le alzó un capitán: “Desde allí envió Olid de expedición al capitán Briones, uno de los que le dijeron que se alzase contra Cortés, y de suyo era bullicioso, que tenía parte de las orejas cortadas por rebelde, al cual le ahorcaron después en Gautemala por amotinador”. Pero ahora… Ahora Briones iba a demostrar su mala condición: “Se supo en el real de Cristóbal de Olid que el Briones se había alzado con todos los soldados que llevaba en su compañía. Y viendo esto Francisco de las Casas y Gil González de Ávila, que estaban presos, muy secretamente se concertaron con los soldados amigos de Cortés para darle de cuchilladas a Olid, que se tenía por muy valiente y, a ellos, en nada (con tan poca precaución que hasta los invitaba a comer). Estando sentados a una mesa y habiéndose alzado los manteles, platicaba Olid con ellos muy confiado de las conquistas de México, y el Francisco de las Casas le echó mano de las barbas y le dio por la garganta con un cuchillo que traía oculto, y Gil González de Ávila y los soldados de Cortés le dieron de presto tantas heridas que  no se pudo valer, y como era muy recio, membrudo y de muchas fuerzas, se escabulló dando voces”. Nadie acudió en su auxilio y se escondió entre los matorrales. Pronto su tropa comprendió que los de Cortés se habían hecho con la situación y que representaban la legalidad del rey. Francisco de las Casas tomó el mando. “Luego se supo dónde estaba Olid y le prendieron, y se hizo proceso contra él, y, por sentencia que dieron entrambos capitanes (las Casas y Gil, brazos ejecutores de Cortés), lo degollaron en la plaza de Naco (ejecución para los nobles). Y así murió por haberse alzado por malos consejeros, a pesar de ser hombre muy esforzado, y sin mirar que Cortés le había hecho su maestre de campo y dado muy buenos indios”.

     Foto: Así es la condición humana, pequeño filósofo: ni siquiera el buenazo de Bernal puede ser equitativo. Casi justifica la muerte de Olid, pero se olvida de que su admirado Cortés, con todos sus soldados, él incluido, se alzaron contra el representante del rey, Diego Velázquez. Honremos a Cristóbal de Olid comparándole, respetando las categorías, con el gran Julio César, también ejecutado por llegar al poder saltándose las leyes; en el cuadro, el dato humano lo pone Bruto, que apuñala a César sin atreverse a  mirarlo; en su narración, también Bernal pone un detalle tierno recordando que Olid “estaba casado con una portuguesa que se decía doña Felipa de Arauz, y tenía una hija”.


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