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-Lo de siempre, secre: al casi noqueado Cortés, le salvó la campana.
-Sin duda, sagrado presbítero, se
encontraba en una situación desesperada, por dos razones: 1.- La muy airada
reacción del joven monarca. Bernal pone estas palabras en su boca: “Yo quiero
enviar a castigar a Cortés, de quien tanto mal dicen que ha hecho, por mucho
oro que envíe, porque más riqueza es
hacer justicia que todos los tesoros que pueda enviar”. 2.- Su orden de
que fuera a Indias el almirante de Santo Domingo con soldados para que, si
hallaba culpable a Cortés, le cortase la cabeza, era prácticamente una
sentencia de muerte, porque dejaba en sus manos la decisión en un lejanísimo
México, donde, para los poderosos
enemigos del gran capitán, sería muy sencillo lograr que fuera
decapitado. Pero el astuto Cortés supo escapar del tremendo aprieto, y, aunque
ya no con tanta gloria, le quedaban aún 23 años de ajetreada vida, en los que
no le iban a faltar honores y la permanencia de su extraordinaria fama. Esta
vez, quienes le salvaron el pellejo fueron sus procuradores en la Corte y,
especialmente, la intervención a su favor ante el emperador del duque de Béjar.
Más un golpe de suerte: el almirante encargado de ir a examinar a Cortés, y
cortarle la cabeza si lo viera culpable, empezó a titubear: “Recibidas ya las
provisiones reales, parece ser que el almirante no se atrevía a venir a México
porque no tenía dineros y porque le aconsejaron que mirase la buenaventura de
Cortés, que había desbaratado a Narváez y su gran armada, y le decían que no
hallaría en él ni en ninguno de sus compañeros culpa ninguna, sino mucha
lealtad”. Sin embargo se dispuso a partir. “Al saberlo los procuradores de
Cortés (entre ellos, su padre) fueron
adonde el duque de Béjar, quien hubo gran sentimiento de todo porque ya estaba
concertado casar a Cortés con su sobrina, doña Juana de Zúñiga. Y sin más dilación fue a ver a Su Majestad con
algunos condes deudos suyos, humillándose ante él, y le dijo el duque que le
suplicaba que no diese oídos a la carta de un
hombre como Rodrigo de Albornoz, que era contrario a Cortés, hasta que
hubiese otras informaciones de fe y de
creer, y que no enviase la
armada”. El duque se empleó a fondo, desacreditando a Albornoz e
insistiendo en la valía de Cortés y en sus enormes servicios prestados a la
corona. ¿Y cómo reaccionó el rey, cósmico abad?
-El joven monarca (24 años), aunque luego
resultó un extraordinario estadista, debía de acusar todavía el vaivén de las
influencias de una corte llena de lobos, engrosada por los que se trajo de
Flandes, que no eran mancos. No
obstante, se diría que esta vez su decisión fue sensata, quizá porque el duque
de Béjar fuera muy convincente: “Y viendo Su Majestad la justicia clara que
Cortés y todos nosotros teníamos, mandó proveer que le fuese a tomar residencia
una persona que fuese de calidad y ciencia y temeroso de Dios. Y mandó llamar
al licenciado Luis Ponce de León, ordenándole que fuese luego a la Nueva España y le tomase residencia a Cortés,
y que, si en algo fuese culpante de lo que le acusaban, que con rigor de
justicia le castigase”. Fue una decisión salomónica: ya no era una expedición
armada la que iba a ocuparse de Cortés, sino un letrado; pero seguía en pie la
posibilidad de que resultara condenado en juicio. En cualquier caso, la
situación había mejorado considerablemente. Y mejoró aún más: “El licenciado
Ponce de León dijo que cumpliría el real mandado, y comenzó a prepararse para
el camino, pero no vino con tanta prisa, porque tardó en llegar a la Nueva España
más de dos años”. ¡Ay, Cortesito!, no sé si te merecías tanta suerte: ¡otros
dos años de respiro! Terminemos diciendo que Bernal, para mostrar la
maledicencia de Albornoz, cuenta que, pasado el tiempo, trató también de
desprestigiar ante el rey al primer Virrey de México, el competente don Antonio
de Mendoza, que le paró los pies al chismoso, “y quedó muy avergonzado y
afrentado”.
Foto.- Un flash para no liarnos con cuatro
importantes Ponce de León:
1.- Juan, vallisoletano; el más notable:
conquistador de Florida.
2.- Juan, hijo del anterior; luchó al lado de
Cortés con extraordinario valor, y se portó como un héroe en la Noche Triste.
3.- Hernán, sevillano, amigo de Pizarrro;
recogió su cadáver decapitado.
4.- Luis, el encargado de juzgar a Cortés.
Como era de Córdoba, ponemos en su honor una foto de esa maravillosa ciudad, de
la que vemos el puente romano y la mezquita-catedral.
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