miércoles, 31 de mayo de 2023

(2045) Cortés consiguió refuerzos. Los españoles llegaron hasta la plaza de Tlatelolco, pero Cuauhtémoc no se rendía. Vieron con horror en un templo las cabezas de compañeros suyos. No obstante, luchando, colocaron en lo alto sus banderas.

 

     (98) - Como siempre, querido filósofo de salón: una de  cal y otra de arena.

     -No fallaba, altísimo funcionario real. En la última refriega “nos mataron diez soldados a los que les cortaron las cabezas e las manos, pero les íbamos ganando gran parte de la ciudad. Se nos había acabado ya la pólvora, y entonces llegó a la Villa Rica un navío que era de la armada desbaratada de Lucas Vázquez de Ayllón”. Fue un regalo del cielo, porque el teniente del puerto le mandó a Cortés la pólvora, las armas y los soldados del barco.

     -Y déjame recordar brevemente, secre, “a los curiosos lectores” (como diría Bernal) quién era Lucas y lo que le pasó. Era el oidor, colega de mi sobrino Juan Ortiz de Matienzo, que medió inútilmente a favor de Cortés y fue encarcelado por Pánfilo de Narváez (tremenda osadía). Poco después, saltándose los derechos de mi sobrino, consiguió una licencia real para explorar por la zona de Florida: fracasó la expedición, murió Lucas, y acabamos de ver que una de sus naves le vino de perlas al amado de los dioses, Cortés. Y ahora, ¿qué? Lo siento, hijos míos, pero de nuevo Bernal nos mete en el museo de los horrores: siguieron las batallas y “acordamos llegar hasta Tlatelolco (allí se refugiaba Cuauhtémoc con sus principales), y entramos primero en una plazuela donde tenían unos adoratorios; en una de aquellas casas había unas vigas, y en ellas muchas cabezas de nuestros españoles que habían matado, y tenían las barbas y cabellos muy crecidos, mucho más que cuando estaban vivos. Yo conocí a tres soldados compañeros míos, y desde que los vimos de aquella manera se nos entristecieron los corazones. En aquella sazón, quedaron las cabezas donde estaban, mas a los doce días las quitamos y las enterramos en una iglesia que hicimos, que se llama ahora de los Mártires”. Estaban con el alma triste, pero también esperanzada, porque los mexicanos se iban debilitando. Bernal llegó a la plaza mayor  de Tlatelolco dentro del grupo mandado por Alvarado, que marcó un objetivo muy simbólico: “Ordenó al capitán Gutierre de Badajoz que fuese a lo alto del cu de Huichilobos -que son 114 gradas- y pelearon muy bien, pero como los contrarios les hacían retroceder gradas abajo, fuimos en su ayuda y lo subimos del todo, poniendo fuego a los ídolos, y levantamos nuestras banderas, siguiendo después peleando con los mexicanos en lo llano hasta la noche”.

     -Gran victoria, reverendo.

     -Bien dices, hijo mío. Esa victoria fue, probablemente, el principio del fin de Cuauhtémoc. Alvarado se hizo con el templo mayor de Tlatelolco: “Desde donde batallaba, Cortés vio a lo lejos cómo ardía el cu mayor y nuestras banderas puestas encima, y se holgó mucho de ello. Cuatro días después se juntó con nosotros, y el Cuauhtémoc ya se iba retrayendo dentro de la ciudad más hacia la laguna, porque los palacios en que vivía estaban por el suelo”. Los combates seguían siendo feroces, aunque los mexicanos se llevaban, con mucho, la peor parte. El cronista Gómara cuenta algo que Bernal pasa por alto: “En esta celada murieron 500 mexicanos. Tuvieron bien de qué cenar aquella noche nuestros indios amigos, porque no se les podía quitar el comer carnes de hombres”. Cada vez era más favorable la situación para negociar las paces, y Cortés, tan partidario de la vía diplomática, lo intentó dos veces. Cuauhtémoc se mostró receptivo, pero fue una simple estratagema para atacar a los españoles con la guardia baja. Era tan desesperada la vida de los sitiados que “cada noche muchos pobres indios se venían a nuestro real porque no tenían qué comer y estaban hartos de pasar hambre”.  Cuauhtémoc se encontraba atrapado: enfrente los españoles; a sus espaldas, la laguna, con los bergantines vigilantes. ¿Jaque mate?

     (Foto.- Un céntrico lugar en la capital de México: la Plaza de las Tres Culturas –la precolombina, la española, y la del mestizaje-, donde el 2 de octubre de 1968 –poco después del famoso Mayo del 68-, el ejército mexicano disolvió una gran manifestación de protesta matando a más de 300 estudiantes. Ahí estaba la población de Tlatelolco: se ven los cimientos y las gradas del templo al que se subieron Bernal y sus compañeros, quemando los ídolos y colocando sus banderas. Poco tiempo después construyeron encima la iglesia actual, dedicada al apóstol Santiago).




martes, 30 de mayo de 2023

(2044) Cortés, porque no conocían las leyes militares, perdonó a unos indios amigos que le habían abandonado. 93 días durará la lucha que van ganando los españoles. Bernal muestra su afecto por Cuauhtémoc, que deseaba la paz.

 

     (97) –Fíjate, viejo amigo: Cortés nunca se permitía calentones.

     -Es cierto, sabio ectoplasma. Todo lo que hacía estaba al servicio del objetivo. Abroncaba, premiaba, adulaba, amenazaba, mentía, luchaba heroicamente o escurría el bulto, pero mantenía sus sentimientos férreamente sujetos por un enorme sentido práctico, con visión de futuro. Además, sus tropas iban cimentando sin prisa la victoria definitiva: “Nuestros bergantines osaban ya ir por doquiera de la laguna sin temor a las estacadas, y nos ayudaban muy bien dando caza a las canoas que metían bastimentos.  Los soldados iban cada día conquistando albarradas (defensas), calzadas y puentes. Y desde que el cacique Esquesúchel vio que nos recuperábamos muy bien, le dijo a su hermano que le enviase pronto a Cortés todos los guerreros que pudiese sacar de Texcoco, y a los dos días llegaron más de 2.000 guerreros”. ¿Hubo bronca?

     -De eso nada, joven. Eran parte de los indios que, asustados, habían dejado tirados a los españoles, y Cortés les afeó esa conducta, pero con el fin de engrandecer su perdón: “Les hizo un parlamento con doña Marina y Jerónimo de Aguilar diciéndoles que siempre les tuvo buena voluntad, y que, si quería que fueran con nosotros a destruir a los mexicanos, era para que se vengasen de ellos y volviesen ricos a sus tierras; y que, aunque por marcharse en el peor tiempo dejando a sus capitanes desamparados eran dignos de muerte, que les perdonaba porque no sabían nuestras leyes. Luego abrazó a los caciques y les prometió darles tierras y vasallos, mostrándose muy agradecido con los que habían permanecido a nuestro lado. A los lectores les parecerá prolijidad hablarles tanto de batallas, y procuraré traerlo menos a la memoria, pero ha sido de esta manera porque estuvimos 93 días luchando sin cesar. Entonces ya íbamos entrando en la ciudad, y aunque los mexicanos nos daban muchas refriegas, las calles que habíamos ganado estaban llanas y sin agua, corriendo por ellas los caballos muy gentilmente. Y como vio Cortés que estábamos mejor, mandó a tres capitanes mexicanos que teníamos presos que  fuesen a hablar a Cuauhtémoc, para que tuviese paces con nosotros”. Razonaba la propuesta con su peculiar estilo: le haría mercedes y le perdonaría las muertes de los españoles, recordándole de paso que no le quedaba otra porque carecían de agua y alimentos. ¿Accedió?

Sigamos la versión de Bernal. Empieza por describirnos a Cuauhtémoc, y como en el caso de Moctezuma, siempre lo valorará positivamente: “Era mancebo y muy gentil hombre para ser indio, de buena disposición y muy alegre, de unos 26 años, y casado con una muy hermosa mujer, hija del gran Moctezuma, su tío. Cuando oyó el mensaje, al principio tuvo pasión (se enfadó) de que le viniesen con aquellas pláticas, pero, según alcanzamos a saber, tenía voluntad de hacer las paces”. Sin embargo la mayoría de los principales estaban en contra. “Y los papas también decían que los ídolos les habían prometido la victoria cuando sacrificaban. Entonces Cuauhtémoc dijo: ‘Pues así queréis que sea, muramos todos peleando’. Y la respuesta fue que vinieron los mexicanos luego atacando como leones muy bravos, metiéndose por las puntas de las espadas para echarnos mano, y así siete días seguidos sin importarles nada morir peleando. Tuvimos otra dificultad, y es que supimos que venían a atacarnos por detrás otros pueblos amigos de los mexicanos, porque Cuauhtémoc les había enviado las cabezas de nuestros compañeros sacrificados, diciéndoles que ya habíamos muerto la mitad de nosotros.  El capitán Andrés de Tapia fue contra ellos con 120 soldados e muchos amigos tlaxcaltecas, y los hizo huir, de lo que Cortés hubo mucho placer”. Incluso volvió a repetir los jueguecitos diplomáticos liberando a varios presos importantes para que fueran adonde Cuauhtémoc con otra petición de hacer las paces. Pero ni modo, cuate: “Salieron los mexicanos con la mayor furia que les habíamos visto y  nos dieron muy recia guerra; les heríamos y matábamos, y parecía que deseaban morir peleando”.

     (Foto: El año 1887 levantaron los mexicanos este monumento en la gran plaza situada donde se cruzan las dos arterias principales de la ciudad, la Avenida Insurgentes y el Paseo Reforma. El texto de la placa dice: “A la memoria de Cuauhtémoc (suya es la estatua) y de los guerreros que combatieron heroicamente en defensa de su patria. MDXXI (1521, año en que ocurrió lo que estamos contando)”. En cada uno de los lados aparecen los nombres de Cuitláhuac (hermano de Moctezuma y líder de la expulsión de los españoles), Cacama,  Tetlepanquetzal y Coanacoch (caciques aztecas que también se enfrentaron  bravamente a los españoles).

 



lunes, 29 de mayo de 2023

(2043) Muchos indios amigos huyeron amedrentados por Cuauhtémoc. Pero uno de los caciques que se quedaron le hizo ver a Cortés que, lo más acertado, era armarse de paciencia y mantener cercados a los aztecas.

 

     (96) –El gran Cuauhtémoc, peque, hizo una propaganda siniestra.

     -Estaba crecido, reve, por la paliza que le acababa de dar a Cortés: “Cuando tuvo aquella victoria, envió por todos nuestros pueblos amigos pies y manos de nuestros soldados, y caras desolladas con sus barbas, y las cabezas de los caballos que mataron, diciéndoles que si no dejaban nuestra amistad, les irían a destruir; pero no ayudaron a los mexicanos porque estaban a mal con ellos, aunque luchando a nuestro lado creyeron llevar lana y volvieron trasquilados (otra vieja expresión), porque muchos de nuestros amigos perdieron la vida”. Cortés les dio un respiro a sus soldados para que descansaran unos días, “y para tomar maduro consejo de lo que habíamos de hacer en adelante”. Pero lo que no cesaba era el horrendo ritual: “Hacían cada noche grandes sacrificios y fiestas en el cu mayor de Tlatelolco, y sacrificaban compañeros nuestros a sus malditos ídolos”. Siguieron las luchas, pero con otra dificultad.

     -Y no pequeña, delicioso tertuliano. El porvenir era negrísimo, así que: “Sin avisar,  se fueron a sus tierras los más de nuestros indios amigos de Tlaxcala, Cholula, Guaxacingo, Texcoco, Chalco e Tamanalco, que no quedaron más que Estesúchel y otros caciques, como dos hijos de Xicoténcatl el Viejo (a pesar de que Cortés había ahorcado a su belicoso hermano), y el esforzado Chichimecatecle, más sobre 170 guerreros suyos. Y desde que nos quedamos solos con tan pocos amigos, recibimos mucha pena”. Sin embargo, el cacique Estesúchel (después bautizado con el nombre de don Carlos) era oro molido y buen estratega; hasta apuntaló la moral de Cortés. Le dijo: “Señor Malinche, no recibas pena por no  batallar cada día con los mexicanos; que los bergantines no dejen que entren bastimentos ni agua en la ciudad, porque son tantos que pronto acabarán los que tienen. ¿Qué pueden hacer si les quitas la comida y el agua? Tendrán peor guerra con el hambre y la sed”. Cortés le abrazó agradecido, y se decidió a seguir esa táctica, que ya  tenían pensada los españoles, aunque les había podido la impaciencia: “que somos de tal calidad que no queríamos aguardar tanto tiempo sin entrarles en la ciudad”. Así que, dicho y hecho: Cortés se dispuso a sacar el máximo partido a los bergantines utilizándolos pacientemente en el asedio. Además, habían encontrado la manera de que no los encallaran. (Con tu permiso, joven, sigo contando). Los bergantines corrían ya menos peligro: “Una cosa nos ayudó mucho, y es que ya osábamos romper las estacadas que los mexicanos tenían en la laguna para que encallasen. Remando con fuerza, y viniendo desde algo atrás para que mejor fuerza trajesen los bergantines, y si hacía viento, mejor, eran señores de la laguna; y cuando los mexicanos vieron aquello, se les quebró algo su braveza”. Eso no quería decir que los españoles dejaran de pelear, y con un esfuerzo nuevo: el de trabajar como peones para cegar los pasos de agua, porque tenían ahora poca mano de obra; casi valoraban más a sus indios amigos por esa ayuda manual que como guerreros, porque a veces les estorbaban en la lucha. Y con el propio estilo de Bernal, digamos que vuelve a tocar en la misma tecla que lo dejó traumatizado de por vida: “Los mexicanos tañían de noche en sus grandes cúes el maldito tambor, que digo otra vez que era el más maldito sonido y más triste que jamás se podría inventar, y tenían grandes lumbres y daban grandísimos gritos y silbos. Y era porque estaban sacrificando a nuestros compañeros de los que le habían tomado  a Cortés, que supimos luego que en diez días de arreo (seguidos) acabaron de sacrificarlos a todos, y dejaron como postrero a Cristóbal de Guzmán, que lo tuvieron vivo doce o trece días, según dijeron tres capitanes mexicanos que prendimos”. ¿Recuerdan vuesas mersedes aquel triste graffiti que decía: “Aquí estuvo preso el sin ventura Juan Yuste, y sus compañeros”? ¿Recuerdan al valiente mancebo Cristóbal de Olea, que salvó a Cortés, pero le mataron a él y al caballo que le llevaba? ¿Recuerdan que le trajo otro caballo su mayordomo, con el que pudo huir pero le costó la vida al fiel criado? ¿Recuerdan el nombre de ese nuevo héroe?: se trataba de Cristóbal de Guzmán.

     (Foto: La pintura muestra el encuentro de los aztecas (o mexicas) con su tierra prometida; según su tradición, estaría allá donde vieran un águila devorando una serpiente sobre un nopal. Ocurrió en una isla situada en medio del lago de Texcoco, y en ella fundaron Tenochtitlán el año 1325. Se asentaron en el lugar, crearon una poderosa civilización, y estamos asistiendo en 1521 al drama que se desarrolla sobre esas aguas, a sangre y fuego, entre dos culturas incompatibles que se disputan una soberanía única).




domingo, 28 de mayo de 2023

(2042) EL HORROR. Bernal nos estremece. Luchaban los españoles y los tlaxcaltecas contra una masa ingente de aztecas, que mostraban cuál era el destino de los apresados: les hacían bailar y arrancaban en vivo sus corazones.

 

     (95) –Fíjate en la expresión, secre: “estaba de bote en bote”.

     -Es curioso, docto clérigo, que ya se utilizara en tu tiempo: “Los mexicanos venían hasta las casas en que estábamos amparados; con dos tiros gruesos (cañoncitos) que pusimos, como llenaban la calzada de bote en bote matábamos muchos de ellos, y quien  nos ayudó mucho aquel día fue el artillero y  muy esforzado soldado Pedro Moreno Medrano, que agora vive en Puebla”. Los aztecas repitieron la macabra estrategia de lanzar cabezas de los sacrificados a cada uno de los destacamentos de españoles, gritando que habían aniquilado a los demás. Era tan desmoralizador que Cortés “mandó a Andrés de Tapia con tres de caballo muy en posta para que, aventurando las vidas, viniesen a nuestro real de Tacuba y supiesen si estábamos vivos”. Hasta los bergantines estaban en peligro, “que ya  habían encallado en tierra uno los mexicanos, y le habían puesto sogas para meterlo en la ciudad, y como nos vio  el Sandoval a mí y otros seis metidos en el agua tratando de echarlo a lo hondo, nos dijo: ‘¡Oh, hermanos, poned fuerza para que no se lo lleven!’. Y tomamos tanto esfuerzo que lo sacamos a salvo. Los marineros salieron heridos, y dos soldados muertos; me dieron un flechazo y una cuchillada en la pierna, y a Sandoval una buena pedrada en la cara”. Y volvió el horror…

     -Tanto sufrimiento, pequeñuelo, tuvo que lavarles todos los pecados, porque el Purgatorio no puede ser peor. Ciertamente, volvió el horror: “Estando ya a salvo y contando cada capitán a Cortés lo que había sucedido, tornó a sonar el tambor muy doloroso del Huichilobos. Y miramos al alto cu y vimos que llevaban por fuerza, gradas arriba, para sacrificarlos, a  nuestros compañeros que le tomaron a Cortés. Y cuando estaban en lo alto, a muchos de ellos les ponían plumaje en la cabeza, y con unos como aventadores les hacían bailar delante del Huichilobos. Y luego los ponían de espalda encima de unas piedras, y con unos navajones de pedernal les aserraban por los pechos, y les sacaban los corazones bullendo y se los ofrecían a los ídolos. Y a los cuerpos los tiraban con los pies por las gradas, y estaban aguardando abajo otros indios carniceros que les cortaban brazos y pies, y las  caras las desollaban. Y las adobaban después como guantes, y con sus barbas las guardaban para hacer fiestas con ellas cuando hacían borracheras y se comían las carnes con chimocle (salsa de chile)”. Lo siento, hijos míos, pero vamos a seguir con el espanto: “Y desta manera los sacrificaron y les comieron las piernas y los brazos, y los corazones, y ofrecían sangre a sus ídolos, como he dicho. Y los cuerpos, que eran las barrigas y tripas, echaban a los tigres y culebras que tenían en la casa de las alimañas. Cuando vimos aquellas crueldades, miren los curiosos lectores qué lástima tendríamos de ellos, y decíamos entre nosotros: ‘¡Oh, gracias a Dios que  no me llevaron a mí hoy a sacrificar!’. Y también tengan atención en que, aunque no estábamos lejos de ellos, no les podíamos remediar, sino que solo rogábamos a Dios que nos guardase de tan cruelísima muerte”. El cronista Sahagún añade un dato aclaratorio: “Mataron primeramente a los españoles y después a todos sus indios amigos. Habiéndolos muerto, pusieron las cabezas en unos palos delante de los ídolos, todas espetadas por las sienes; las de los españoles más altas, las de los indios más bajas, y las de los caballos más bajas”.

     (Foto: La muerte es algo que espanta; pero nada temían más los soldados que ser apresados vivos. En su extenso libro, lo que más repite Bernal es el pánico que les daba  morir de forma tan cruel, tan humillante y tan inhumana, devorados por sus propios enemigos; el principal protagonista de esta pintura, recién capturado por los aztecas, sabía muy bien lo que le esperaba).




viernes, 26 de mayo de 2023

(2041) Bernal no puede evitar hacer una alabanza especial a su heroico paisano Cristóbal de Olea, muerto mientras salvaba a Cortés (lo mismo le ocurrió a un criado suyo). Bernal se emociona pensando en otro horror.

 

     (94) –Recordemos, tierno cronista, al olvidado Cristóbal de Olea.

     -Aunque Cortés, querido doctor, le contó al rey con emoción y agradecimiento la proeza  del joven soldado (26 añitos), se echa en falta un homenaje más extenso. Como siempre, es Bernal el que habla con el corazón y trata de hacer justicia a los méritos de cada uno. Cuando lleguemos casi al final de su libro, veremos unas larguísimas listas de sus compañeros y de las batallas que presenció; nos dará dolor de corazón tener que resumirlas.

     -Como lo hagas, débil pecador, te pondré una severa penitencia. En la lista de nombres aparecen primeramente los capitanes. Y Bernal tiene el detalle de meter entre ellos a Cristóbal de Olea, dándose el gustazo de ascenderle de rango; tuvieron que ser muy amigos porque eran de edad parecida y los dos de Medina del Campo. Como nos advierte Bernal, no hay que confundir a este Cristóbal de Olea con Cristóbal de Olid, uno de los principales capitanes de Cortés. Y ahora, todos en pie e humildemente destocados para escuchar a Bernal hablando de un gran héroe:  “Estuvo también entre nosotros un esforzado soldado que se decía Cristóbal de Olea, natural de Medina del Campo, y bien se puede decir que, después de Dios, por Cristóbal de Olea salvó la vida don Hernando Cortés (le trata de ‘don’ porque, cuando escribe, ya le habían nombrado marqués): la primera vez en lo de Xochimilco, cuando le derribaron a Cortés de su caballo, y este Olea llegó de los primeros a socorrerle e logró que don Hernando pudiera cabalgar, quedando el Olea muy mal herido; y la postrera vez cuando nos desbarataron en México y tenían ya los mexicanos asido a Cortés para llevarle a sacrificar, y el buen Olea peleó tan valientemente que lo liberó; y allí perdió la vida este animoso varón, que agora que lo estoy escribiendo (unos 47 años después) se me enternece el corazón, porque me parece que agora lo veo, y se me representa su persona y gran ánimo”. Murió, pues, el dignísimo Cristóbal de Olea, pero otro español más sacrificó su vida por la de Cortés; su mayordomo, Cristóbal de Guzmán: le facilitó otro caballo a su jefe con el que pudo escapar, pero él fue apresado y llevado vivo por los mexicanos. Luego Bernal cuenta lo que pasaba en su propio destacamento: “Dejemos de hablar de Cortés y de su desbarate (ya sabemos que se equivocó de táctica) y volvamos a los que íbamos con Pedro de Alvarado”. ¿Recuerdan sus mersedes a J. Conrad? Pues bien, en su novela “El corazón de las tinieblas”, con su grito (“¡el horror, el horror!”), nos enfrentó a la crueldad humana. Bernal nos muestra ese mismo horror sin tapujos, tal y como lo vivió: “Íbamos muy victoriosos con Pedro de Alvarado por la calzada de Tacuba, y entonces vimos venir contra nosotros muchos escuadrones de mexicanos, y  nos echaron delante cinco cabezas que habían cortado a los que habían tomado a Cortés. Pero nosotros no perdíamos el orden retrayéndonos, mientras oíamos con el más triste sonido, como instrumento de demonios, el tambor del cu mayor, donde estaban sus ídolos, Huichilobos y Tezcatepuca;  retumbaba tanto que se oiría a dos leguas. Según supimos después, estaban ofreciendo diez corazones y mucha sangre a los ídolos que dicho tengo. Luego tocaron la trompeta de ataque, y agora pienso en ello y lo veo como si estuviese luchando, pero no sé escribir la rabia y esfuerzo con que se metían entre nosotros para echarnos mano, que era cosa de espanto. Mas torno a afirmar que, si Nuestro Señor no nos diera esfuerzo, no nos habríamos salvado; y le doy muchas gracias y loores por ello, que me escapó aquella vez y otras muchas del poder de los mexicanos”.

     (Foto: La escena es de la película Apocalypto, y muestra a los mayas llevando al ‘matadero’ de sus templos una fila de indios cautivos. Pero tanto da: los aztecas tenían los mismos ritos bestiales, en templos casi gemelos, y muchos españoles acabaron igualmente sacrificados. Es curioso que Bernal menciona numerosas veces algo que se le quedó grabado en lo más hondo como símbolo de aquel horror: el fúnebre y demoníaco sonido de los tambores cuando les arrancaban el corazón a sus compañeros).




jueves, 25 de mayo de 2023

(2040) Algunas tribus hicieron las paces. Por una estrategia equivocada de Cortés, murieron 66 españoles. Él estuvo a punto de ser apresado, y le salvó la vida, una vez más, el heroico soldado Cristóbal de Olea, pero a costa de la suya.

 

     (93) -Nueva  bronca de Cortés, peque: esta vez  a Alvarado.

     -Era necesaria, reverendo, porque  no aseguró debidamente la retirada: murieron varios soldados y casi perdemos a Bernal: “Cortés se enojó mucho, y le mandó un mensaje a Pedro de Alvarado para que  ni en bueno ni en malo fuéramos adelante sin haber cegado antes con adobes y madera el paso de agua; y como vimos que por  culpa nuestra había acaecido aquel desmán, tapamos en cuatro días aquella abertura, aunque fue con harto trabajo, y con heridas que nos dieron los contrarios,  muriendo seis soldados”. Y cada día era lo mismo, lucha continua (‘¡Sus!, y a pelear’, dice Bernal), con la particularidad de que la multitud de indios amigos muchas veces era un estorbo: “Querían pelear con los mexicanos, pero como eran muchos nos embarazaban, y no podíamos hacer frente en todas partes, por lo que les echábamos fuera de la calzada, dejándoles donde estuvieran a salvo”. Unos por tierra y otros en los bergantines, peleaban sin descanso inclinando poco a poco la balanza a su favor: “Como vieron los pueblos de la laguna, Iztapalapa, Vichilobusco, Coyoacán, Mezquique y otros, que todos los días teníamos victorias, y veían que los de Chalco, Texcoco y Tlaxcala eran  nuestros amigos, acordaron venir de paz ante Cortés, y con  mucha humildad le demandaron perdón. Y Cortés se holgó mucho de ello, y con buen semblante y muchos halagos, los perdonó”. No solo destruían las casas para cegar los pasos de agua con el escombro, sino también porque se dieron cuenta de que era la única manera de evitar los ataques desde las azoteas y acortar la duración de la guerra desmoralizando a los indios. El día de San Juan se cumplía un año desde la terrible fecha en que salieron derrotados de México, con el negro balance de más de 800 españoles y cerca de 2.000 tlaxcaltecas muertos en la batalla o sacrificados a los dioses. Y Cuauhtémoc lo celebró con un ataque masivo a las tres capitanías españolas, las de Sandoval, Alvarado y Olid; lo pudieron resistir, pero Cortés se quedó pensativo. “Como vio que cada día  cegábamos los pasos de agua y de noche los volvían a abrir los mexicanos, y que ya se habían muerto veinte soldados, habló con todos  nosotros para decidir lo que hacer”. Pero en realidad fue él quien propuso algo que resultó equivocado. Proceda vuecencia.  

     -Esta fue la idea de Cortés: “Nos dijo que entrásemos en la ciudad muy de golpe hasta llegar a Tlatelolco, que es la plaza mayor de México (la del mercado), muy más ancha y grande que la de Salamanca,  que sentáramos allí los tres reales, y así poder batallar por las calles de Tenochtitlán sin tener tantos trabajos al retirarnos”. Se dispararon los pareceres, pero la mayoría, Bernal incluido, estaban en contra de la propuesta, “porque seríamos nosotros los cercados, y no queríamos que nos aconteciese como cuando salimos huyendo de México”. Cortés escuchó, pero no le convencieron, y, como le corresponde a un líder, decidió: “Dio la orden de que al otro día  saliésemos todos con la mayor pujanza hasta ganar la plaza de Tlatelolco”. Fue una tragedia, y el mismísimo Cortés se llevó el susto más grande de su vida. Comenzaron avanzando bien, y hasta con moral de triunfo, pero una vez más se metieron en una encerrona. Los indios, que parecían huir, se volvieron de repente; los tlaxcaltecas que iban con Cortés dieron la espantada, “dejando sin cegar un paso, y los mexicanos le hirieron en una pierna, le mataron 8 caballos y le llevaron vivos 66 soldados (qué desastre); y a Cortés ya le tenían agarrado 7 capitanes mexicanos, pero quiso Dios que en aquel instante llegara a él Cristóbal de Olea, peleando tan bravosamente que mató a estocadas a 4 de los capitanes que lo retenían; y también ayudó un soldado llamado Lerma, e hicieron tanta lucha que lo soltaron. Pero por defenderle  allí perdió la vida el Olea”.

     (Foto: Era la segunda vez que Cristóbal de Olea le salvaba la vida a Cortés, pero él murió en el intento, y el caballo que traía para sacarlo de aquella trampa también. Lo derribaron agarrando su lanza, y terminaron la faena con la temible espada macáhuitl, que llevaba lascas de obsidiana incrustadas, y que, según Bernal, cortaba más que las navajas).




miércoles, 24 de mayo de 2023

(2039) Serán 93 días de ruido infernal y batallas continuas. Ni siquiera en los bergantines estaban totalmente seguros. Bernal salvó su vida de milagro, y, mientras peleaba, pedía angustiosamente ayuda a Dios y a la Virgen.

 

     (92) –Tenochtitlán, secre, era un gigante atacado por bacterias.

     -Certo, dottore; y segregaba una masa enorme de anticuerpos: lucha a vida o muerte durante tres meses de agonía. Bernal, inevitablemente, tiene que ser muy repetitivo. Él lo explica muy bien: “Ya sé que los curiosos lectores se hartarán de ver tantos combates, y no puedo hacer otra cosa, porque estuvimos 93 días en esta tan fuerte ciudad teniendo guerra de día y de noche, y he de recitar lo que hicimos, pero no lo pongo por detalle porque sería cosa para nunca acabar, y se parecería a los libros de Amadís o de caballerías”. De manera que, venerable patriarca, si te parece, iremos a lo esencial y más llamativo, aunque procurando ser claros.

     -Sabias palabras, luminoso doncel. Anticipemos que habrá tres aspectos fundamentales en la táctica de ataque. Los puentes eran de vital importancia. Se conquistaban y los indios volvían a recuperarlos; hubo que cegar trabajosamente los pasos; y costó mucho también encontrar la manera de inutilizar las enormes estacas que, clavadas en el fondo,  ponían en serio peligro a los bergantines. Tenían también que andar  muy atentos para impedir que las canoas llevaran agua y alimentos a la ciudad asediada. Lo dice Bernal añadiendo un dato de crueldad utilizada como arma militar: “Y como los mexicanos andaban descuidados en sus canoas metiendo bastimentos, no había día que no traían los bergantines canoas apresadas y muchos indios colgados de las entenas”. A su vez, los españoles pagaron un alto precio con una trampa de los nativos. Unas piraguas simularon huir; las siguieron dos bergantines, y tropezaron de repente con un ‘invento’ nuevo de los mexicanos. “Habían hincado de  noche muchos maderos gruesos; cuando encallaron los bergantines, atacaron los indios, hiriendo a todos los españoles, por manera que mataron al capitán Portillo, gentil soldado que había luchado en Italia, y al capitán Pedro Barba”. (Y lo vamos a mencionar  nosotros, porque Bernal no lo hace: ya vimos que este Pedro era teniente en Cuba, y le echó a Cortés un capote, protegiéndole del gobernador Velázquez en el comienzo de la larguísima lista de angustias, sinsabores y peligros que siempre le acompañaron). Sigamos con la interminable guerra: Cortés ordenó que por nada del mundo se avanzara sin cegar los pasos de los puentes; y por poco se nos muere Superbernal. (Mostrémoslo, baby). Alvarado cumplió la orden de Cortés, y empezaron a destruir edificios para utilizar los escombros: “Con los adobes y las maderas de las casas que derrocábamos, cegábamos los pasos de los puentes, pero los mexicanos acordaron pelear de otra manera; tenían hechos muchos hoyos dentro del agua que no los podíamos ver, y salió tanta multitud de ellos a atacarnos que acordarnos retraernos, sin que pudiésemos hacerlo por el sitio que teníamos cegado, haciéndonos ir por la parte donde estaban los hoyos; pasábamos el agua a nado y a vuelapié, y la mayoría caímos en los hoyos; apañaron los mexicanos cinco de nuestros compañeros, y vivos los llevaron a Cuauhtémoc. De mí digo que me habían echado mano muchos indios, y tuve manera para desembarazar el brazo, y Nuestro Señor Jesucristo me dio esfuerzo para que a buenas estocadas que les di me salvara. Y desde que me vi fuera del agua, me quedé sin sentido, sin me poder sostener en mis pies y sin aliento, por causa de la fuerza que hice para escabullirme de aquella gentecilla y de la mucha sangre que me salió. Cuando me tenían agarrado, en el pensamiento yo me encomendaba a  Nuestro Señor y a Nuestra Señora, su bendita madre, por donde me salvé. ¡Gracias a Dios por las mercedes que me hace!”.

     (Foto: Toda su longeva vida se la pasó Bernal dando gracias a Dios por ser de los pocos que escaparon de la muerte en las numerosísimas batallas de México, y presumió, con muy justa razón, del orgullo de haber sido el conquistador más antiguo de aquellas tierras, puesto que ya anduvo por allí en las dos expediciones anteriores a la de Cortés. Ahora nos cuenta que tenía en su pensamiento a Nuestro Señor cuando le agarraron los indios. Yo creo, hijos míos, que también pensaba con horror en estos magníficos pero siniestros templos de Tenochtitlán, y  en el tzompantli que está a la derecha: esa tremebunda “estantería” de calaveras).




martes, 23 de mayo de 2023

(2038) Cortés aplaca un pique entre los propios españoles. Comienza el durísimo y larguísimo cerco a los aztecas. Se comprueba que los bergantines serán eficaces. Bernal menciona a la Virgen de Guadalupe.

 

     (91) –Sorprendente, secre: una estúpida reyerta entre capitanes.

     -Y más todavía, reve, porque parece casi una bronca entre adolescentes, pero que pudo costar muy cara. “Como los de Cristóbal de Olid y los de Pedro de Alvarado habíamos de llevar el mismo camino, salimos juntos, y fuimos a dormir a un poblado. Cristóbal de Olid envió por delante a gente suya para tomar posada, y cuando llegamos con Pedro de Alvarado, no teníamos dónde quedarnos, de manera que echamos mano a las armas los dos bandos, y también nuestros capitanes, pero se pacificó algo el ruido porque no faltaron caballeros de entrambas partes que se metieron entre nosotros, aunque quedamos resabiados. Cuando lo supo Cortés, nos escribió reprendiéndonos por la cuestión, haciéndonos con ello amigos, aunque desde entonces  no se llevaron bien Alvarado y Olid”. Llegaron a Tacuba, y empezó el gran baile: “Fuimos a quebrarles a los mexicanos el agua de Chapultepec, de donde se proveía su ciudad, y nos estaban esperando en el camino muchos guerreros e hirieron a 3 de los nuestros, mas presto les hicimos volver la espalda, y les siguieron nuestros amigos tlaxcaltecas, que mataron a 20 y prendieron a 7. Luego les quebramos los caños, y desde entonces nunca llegó el agua a México mientras duró la guerra”. Gravísimo problema para UN ASEDIO DE 93 DÍAS.

     -Y que lo digas, mon petit: los mexicanos ya solo pudieron surtirse de agua a duras penas mediante canoas. Pronto empezó la melodía de gritos constantes que iban a oír los españoles durante esos 93 días (tan intensos que lo primero que impresionó a Bernal cuando se acabó todo fue, simplemente, el silencio que se hizo de súbito). “Acordaron nuestros capitanes que entráramos en la calzada que va de Tacuba a Tenochtitlán para intentar ganarles un puente”. Fue el primer aperitivo de las toneladas de quina que iban a tener  que tragar: “Cargaron contra nosotros por la calzada y en canoas tantos guerreros que yo no lo sé escribir, porque llenaron toda la calzada de la vara, flecha y piedra que  nos tiraban, teniendo que retirarnos, y desde que nos vimos en tierra firme, dimos gracias a Dios, pero 8 de los nuestros quedaron de aquella vez muertos y más de 50 heridos. Y los mexicanos se hacían señales de humo para que todas las canoas de México y los demás pueblos de la laguna se juntaran, porque vieron que Cortés ya había salido con los 13 bergantines”. Confiaban en ‘el invento naviero’, pero la práctica podía arruinar sus esperanzas. Llegó el momento de poner las embarcaciones a prueba en acción: “Cuando vio Cortés que se juntaban las canoas, las temió en gran manera porque eran más de mil, y se puso en una parte de la laguna en la que pudiera correr adonde quisiese en caso de aprieto. Mandó a sus capitanes que no embistieran hasta que refrescase más el viento que venía de tierra. Los indios creían que por temor de ellos se apartaban, y todos fueron a atacarnos. En aquel instante vino un viento muy recio y bien aparejado, y Cortés mandó embestir a la flota de canoas, y trastornaron muchas de ellas, y se mataron y perdieron muchos indios. Por manera que fue el primer combate que hubo en la laguna, y Cortés tuvo victoria”. ¡Funcionó! Y Bernal lo rubrica: “Y gracias a Dios por todo, amén”. Así que, de momento, uno a cero; pero el larguísimo partido acababa de  empezar. El grupo de Alvarado, peleando en la calzada de Tacuba, perdió 3 hombres. Sandoval había entrado por la de Iztapalapa, y Cuauchtémoc intentaba cortarle el paso por detrás para que no pudiera volver, sacándole del apuro una actuación conjunta de Olid y los bergantines de Cortés. Terminemos rezando piadosamente de rodillas porque Bernal (que escribe en 1568) menciona lo más querido de todos los mexicanos (ateos incluidos): “Le mandó Cortés a Sandoval que fuese a poner cerco a otra calzada que sale de Tepeaquilla (Tepellac), que ahora llaman Nuestra Señora de Guadalupe, donde hace y ha hecho muchos y muy santos milagros”.

     (Foto.- Gran  momento histórico: Cortés y los suyos entraron la primera vez en Tenochtitlán temblando de miedo como si subieran a la guillotina, pero sin oposición y reventando de orgullo. Ahora, para poder repetir esa escena, les va a tocar una lucha de más de tres meses, con la amenaza constante de verse atrapados entre los puentes).




lunes, 22 de mayo de 2023

(2037) Aunque Cortés tuvo que ejecutar por terca rebeldía a Xicoténcatl el Mozo, los tlaxcaltecas lo vieron justificado. Empieza el largo y muy arriesgado cerco de México con una sabia estrategia de Cortés.

 

     (90) –Tuvo Cortés, dolce poverello, un problemilla de dignidades.

     -Veramente, caro Sancio; pero lo resolvió eliminando tonterías en plan mandón: “Como vio Cortés que no había para los 13 bergantines suficientes marineros que supiesen remar, y muchos de ellos se rehusaban, hizo pesquisa sobre quiénes eran de algún puerto de mar, y les mandó, so graves penas, que entrasen en los bergantines. Y aunque por más hidalgos que dijesen que eran, los obligó, saliendo después mejor librados que los que estábamos batallando en las calzadas”. Nombró luego a un capitán por cada bergantín. Bernal cita los nombres, y así sabemos que uno de ellos era Juan Jaramillo, que se convertiría después en marido de la deliciosa doña Marina.

      -Qué penuca, socio. Pero sigamos adelante. Llegaron refuerzos de indios amigos: muchísimos tlaxcaltecas, capitaneados por el revoltoso Xicoténcatl el Mozo, “y unos pocos de Cholula, que desde que los sometimos no nos fueron contrarios, ni cuando nos echaron de México. Y Cortés les hizo mucho acato y los abrazó al Xicoténcatl y los demás capitanes, que habían llegado con los tlaxcaltecas en buen orden y gritando: ‘¡Viva el emperador, nuestro señor! y ¡Castilla, Castilla, Tlaxcala, Tlaxcala!’. Cortés hizo tres escuadrones para organizar la batalla. Uno (del que formaba parte Bernal), mandado por Pedro de Alvarado, sitiaría Tacuba; otro, con el capitán Cristóbal de Olid, haría lo mismo en Coyoacán; y el tercero, a las órdenes de Gonzalo de Sandoval (cómo ascendía el jovenzuelo), se encargaría de Iztapalapa. Al frente de los 13 bergantines, con 300 soldados, estaba el propio Cortés. Iban a partir el día siguiente, y (ya ni siquiera es sorpresa) surgió un grave problema. “Se enviaron por delante todas las capitanías de los tlaxcaltecas, y los capitanes vieron que no les acompañaba Xicoténcatl el Mozo. Supieron que se había vuelto a Tlaxcala y que pretendía tomar por la fuerza el cacicazgo. El cacique Chichimecatecle volvió a Texcoco a hacérselo saber a Cortés. Y enterado, mandó que fueran 5 principales de Texcoco y 2 de Tlaxcala, amigos de Xicoténcatl, para que volviera, rogándole que no infamara con lo que hacía a los de Tlaxcala, porque eran grandes servidores de Su Majestad, ni a su padre, ni a los demás caciques. Respondió que si su padre le hubiese creído, no nos habríamos señoreado tanto  de ellos, y que  no quería venir”. ¿Qué hará Cortés?

     -Conociendo al personaje y la acuciante situación, era fácil preverlo. “Y así que Cortés supo aquella respuesta, dio un mandamiento a un alguacil para que,  con 4 de a caballo y 5 indios principales de Texcoco, fuesen muy en posta (con la máxima rapidez), y doquiera que lo alcanzasen, lo ahorcasen; y dijo: ‘Ya en este cacique  no hay enmienda, sino que siempre nos ha de ser traidor y malo y de malos consejos, y ya no es tiempo de disimular más lo pasado’. Cuando Pedro de Alvarado lo supo, rogó mucho por él, y Cortés le dio buena respuesta, pero secretamente mandó al alguacil que no le dejasen con la vida. Y así se hizo, de manera que en un pueblo sujeto a Texcoco le ahorcaron, y en esto fue a parar su traición. Algunos tlaxcaltecas dijeron que Xicoténcatl el Viejo envió  a decir a Cortés que su hijo era malo, que  no se confiase de él y que procurase de le matar”. Como es lógico, Xicoténcatl el Mozo se ha convertido en otro de los héroes nacionales de México, pero tampoco se puede olvidar que los tlaxcaltecas permanecieron siendo fieles aliados de los españoles. Y añade Bernal: “Por esta causa nos detuvimos aquel día sin salir de Texcoco. Y al otro día, que fue 13 de mayo  de 1521, nos pusimos en marcha”. Y allá que se fueron, con una sola alternativa: vencer o morir.

     (Foto: Al ver el plano del lago de Texcoco, se entiende la estrategia de Cortés. Él se encargaría de la escuadra de bergantines. Por tierra atacarían la gran ciudad: Sandoval desde Ixtapalapa; Olid, desde Coyoacán, y Sandoval desde Tacuba (Tlacopán). Tiene mucha lógica el plan porque las tres poblaciones enlazaban con Tenochtitlán por calzadas que atravesaban el lago; la pesadilla era que en todas había puntos en los que se podía cortar el paso quitando los puentes. Pero, como contrapartida, los españoles aislaban a la población taponando las salidas del lago).




domingo, 21 de mayo de 2023

(2036) Últimos y detallados preparativos para introducir los bergantines en la laguna. El perfeccionista Cortés dio unas órdenes muy estrictas para el comportamiento de los soldados. Total colaboración de los tlaxcaltecas.

 

     (89) –El miedo paraliza, peque; así que Cortés se puso en acción.

     -Tú le conocías bien,  jefazo de la Casa de la Contratación de Indias. Su ambición producía daños colaterales (le perdía el ansia de oro), pero todos sabían que nadie les podía guiar como él: valiente, astuto, previsor, diligente, y hasta simpático en las horas de ocio. Y falta otra cosa en la que le veremos brillar: era un organizador de primera. Había llegado el Día D y la Hora H: la tarea difícil, la preparación de los bergantines y del canal de acceso a la laguna ya estaba terminada. Quedaba algo más por ‘ensamblar’: ultimar la intendencia, distribuir a la gente y trazar el plan de ataque a la mítica Tenochtitlán. Ya había hecho un alarde de habilidades de ingeniero para acondicionar una vía que permitiera sacar flotando los bergantines desde su astillero. Fue una proeza y se lo contó al rey: “Había media legua hasta la laguna (casi 3 km), y en esta obra anduvieron 50 días más de 8.000 indios, porque la zanja tenía más de 2 estados de hondura (unos 7 m) y otros tantos de anchura, e iba toda la zanja chapada y estacada, de manera que las fustas (pequeños bergantines) se podían llevar por el agua sin peligro y sin trabajo, que fue obra grandísima y muy de ver”. Mano de obra no le faltaba, y, además, era aportada voluntariamente por los caciques amigos. Se hicieron 8.000 saetas, “mandó que los caballos estuviesen herrados, e que cada día corriesen y escaramuzasen; y mandó aviso a nuestro amigo el cacique de Tlaxcala, Xicoténcatl el Viejo, y a su hijo Xicoténcatl el Mozo (de momento, colaborador), y a otros principales, diciéndoles que ya se iba a partir hacia México para ponerle cerco, y que le enviasen 20.000 guerreros. Y también se les dijo a todos los demás pueblos amigos, respondiendo todos a una que lo harían muy cumplidamente. El día 28 de abril de 1521 Cortés mandó que se hiciese alarde (formación de las tropas para hacer recuento), y había 84 de a caballo, 650 soldados, más 194, ballesteros y escopeteros”. Cortés los distribuye: por cada bergantín, 1 capitán, 12 entre ballesteros y escopeteros, 12 remeros y  25 soldados. Faltaba algo para que quedara satisfecho su espíritu perfeccionista y controlador: todo el mundo tenía que ajustarse a unas normas estrictas. Y se sacó de la manga unas ordenanzas hechas a medida para el tinglado en el que se iban a meter. Haz un resumen, daddy.

     -Siempre gocé con las leyes, my dear son. Y estas normas de Cortés antes del gran ataque eran sabrosas: “Que ninguna persona fuese osada de blasfemar de  Nuestro Señor Jesucristo, ni de Nuestra Señora, su bendita madre, ni de los Santos Apóstoles, ni de otros santos, so penas graves. Que ningún soldado tratase mal a nuestros amigos, pues iban ayudarnos, ni les tomasen cosa ninguna. Que ningún soldado fuese osado de salir de día ni de noche de nuestro real para ir a ningún pueblo de nuestros amigos, so graves penas. Que todos los soldados llevasen muy buena protección contra la multitud de vara, piedra, flecha y lanza que echaban los enemigos. Que ninguna persona hiciese destreza de caballo o armas (torneos) por vía ninguna, so gran pena. Que ningún soldado, ni hombre de caballo, ni ballestero, ni escopetero duerma sin tener todas sus armas puestas y calzado. Y demás de esto se ordenó guardar las leyes que obligan en lo militar, que es que hay pena de muerte para el que se duerme en la guardia, o se va del puesto que le ponen. Y se ordenaba que ningún soldado vaya de un real a otro sin licencia de su capitán, so pena de muerte. Y asimismo se recordó que tendría pena de muerte el soldado que abandonara a su capitán en la batalla y huyera”. Amén.

     (Foto: Esa maqueta representa lo que era Tenochtitlán sobre la laguna de Texcoco. Lo que vemos alrededor llena de simbolismo toda la escena. A la izquierda aparece el impresionante Palacio Nacional de México, que es una ampliación de las dependencias que mandó edificar Cortés; se asoma a la enorme Plaza del Zócalo, que tiene el mismo trazado que le dieron los españoles. No podía haber más que un vencedor en el enfrentamiento definitivo de dos ejércitos aterrorizados; la foto nos muestra el resultado, mestizaje incluido).




viernes, 19 de mayo de 2023

(2035) Los aztecas acosaban a los españoles y capturaron a varios. Cortés estaba deprimido por ello, y porque ya se acercaban de nuevo a Tenochtitlán. También tuvo que ahorcar al cabecilla de un motín contra él.

 

     (88) –Pasó algo más en Xochimilco, secre, por lo que lloró Cortés.

     -Las oleadas de guerreros que mandaba Cuauhtémoc, reve, eran demoledoras; los españoles se veían rodeados por todas partes,  y tuvieron que decidir la vuelta hacia Texcoco. Pero nunca faltan insensatos: “Xochimilco era una ciudad rica, y algunos soldados fueron a unas casas donde sabían que había buenas mantas y cosas de oro, y estando sacando mucho botín, vino una gran flota de canoas de guerreros e hirieron a muchos, y apañaron a cuatro soldados y vivos se los llevaron a México, que uno se llamaba Juan de Lara, otro Alonso Hernández, y los otros no me acuerdo”. Llegaron a Tacuba, y por tercera vez, Cortés pica el anzuelo de una huida fingida. Aclaremos que, por lo que cuenta Bernal, se desprende que debía de ser costumbre militar que el jinete (se supone que de cierta categoría) llevase al lado unos ‘mozos de espuela’, soldados jóvenes que lucharan a su lado: “Los mexicanos, que simulaban huir, se volvieron contra los de caballo, de manera que apañaron a dos de los cuatro mozos que llevaba Cortés, y vivos los llevaron a Cuauhtémoc e los sacrificaron. Cuando volvió Cortés a Tacuba estaba bien triste y como lloroso por la pérdida de sus mozos de espuela. Subimos al cu de la ciudad, y el fraile y el tesorero Alderete (los recién llegados) cuando vieron la grandeza de México, con toda la laguna y las poblaciones sobre el agua, dijeron que nuestra venida a esta Nueva España no era cosa de hombres humanos, y que nunca supieron de vasallos que hicieran tan gran servicio a su rey. Y nosotros mirábamos el gran cu de Huichilobos y los aposentos donde solíamos estar, y los puentes y la calzada por donde salimos huyendo. Y en este instante suspiró Cortés con una muy gran tristeza, muy mayor que la que traía por los mozos que le habían matado. Entonces le dijo un soldado que se decía el bachiller Alonso Pérez: `Señor capitán, no esté vuestra merced tan triste, que en las guerras esas cosas suelen acaecer´. Y Cortés le dijo que la tristeza no la tenía por una sola cosa, sino en pensar en los grandes trabajos en que nos habíamos de ver hasta señorear México, y que, con la ayuda de Dios, presto lo pondríamos por obra”.  El  mismo Cortés le comentó en una carta al rey su tristeza por los mancebos: “Creo que les darían muy cruel muerte, de lo que hube mucho sentimiento”. Continuaron su retirada siempre a la defensiva, y llegaron, por fin, a Texcoco, siendo calurosamente recibidos…, pero no por todos. Triste cosa, Sancho.

     -Ya no sé si reír o llorar, sensible mancebo: esta historia es un sobresalto continuo, y en los momentos menos oportunos. Dice Bernal: “Un gran amigo del gobernador de Cuba, que se llamaba Antonio de Villafaña, concertó con otros soldados de los de Narváez –que por su honor no nombro- entregarle a Cortés una carta sellada, como que era de su padre, Martín Cortés, y cuando la estuviese leyendo, darle de puñaladas a él y a todos los capitanes y soldados que saliésemos en su defensa. Pero Nuestro Señor quiso que esto no pasase, porque un soldado se lo descubrió a Cortés y le certificó que había muchas personas de calidad en el asunto. En cuanto lo supo, se lo comunicó a nuestros capitanes y a todos los que éramos de su parte. Y sin más tardar fuimos a la posada de Antonio de Villafaña, estando con él muchos de los que eran en la conjuración”. Una vez  más, el prudente Cortés controló su sed de venganza, castigando solamente a uno: “Desde que tuvimos preso a Villafaña, le sacó del seno  el memorial que tenía con las firmas de los que estaban en el concierto, y echó fama de que no lo había leído porque se lo comió Villafaña. Luego se le juzgó y se le sentenció, y después de confesarse con el padre Juan Díaz, le ahorcaron. Cortés no quiso que otro ninguno fuese infamado, porque la ocasión no se prestaba a ello,  y se disimuló, pero acordó entonces tener guardia personal”.

     (Foto: Al llegar a Tacuba, vieron de nuevo, desde lo alto de un cu, la temible Tenochtitlán. Alderete y el fraile de las bulas se quedaron petrificados, porque no la conocían. Cortés y sus soldados sintieron una profunda angustia recordando lo pasado, las intensas emociones que habían vivido en esa espantosa trampa, con el horror de la huida por las calzadas y sus puentes, y sobre todo pensando en el terrible reto que les esperaba).




jueves, 18 de mayo de 2023

(2034) Bernal se libró de morir milagrosamente. Lo mismo le pasó a Cortés en Xochimilco. No pudieron matarle gracias al soldado Cristóbal de Olea, el cual lo hará de nuevo tiempo después, pero muriendo en el empeño.

 

     (87) –Cortés estaba ya harto, secre: quería terminar las batallitas.

     -Da la sensación, querido ectoplasma, de que trataba de aniquilar la moral de los mexicanos, pero si estaban tan pesados era porque Cuauhtémoc ordenó un acoso constante. Llegaron los españoles a un pueblo fortificado sobre una peña, y Bernal señala la dificultad de aquella batalla con datos muy concretos de los apuros que él mismo pasó: “Cortés mandó que fuésemos subiendo hacia ellos, pero echaban tantos peñascos que fue cosa espantosa cómo se venían saltando. A mis pies murió un soldado que se llamaba Martínez, e no dijo ni habló palabra. Luego mataron a otros tres. E como yo entonces era suelto, no dejaba de seguir al alférez Corral, y a él le descalabraron, y me dijo, con el rostro lleno de sangre y la bandera rota: ‘¡Oh, Bernal, que no es poca cosa pasar más adelante!; estese protegido en esa concavidad’. Y dio voces para que le dijeran a Cortés que no se podía subir más arriba, y como pudimos, bajamos, teniendo ocho muertos. De manera que ese día no ganamos ninguna reputación, sino que la victoria fue de los mexicanos y sus confederados. E pasada la noche, les volvimos a atacar, hiriendo y matando a algunos. Y quiso Dios que acordaron darse de paz, y fue porque no tenían agua ninguna. Estando platicando Cortés con el fraile Melgarejo (el de las bulas) y el tesorero Alderete sobre las guerras que habíamos tenido y de todas las cosas pasadas hasta entonces, decían que si el emperador fuese informado de la verdad, nos haría grandes mercedes”. Siguieron sometiendo pueblos, “y fuimos a uno muy bueno que se dice Cuanahuac, que agora comúnmente corrompemos y le llamamos Cuernavaca (nos hace ver en vivo la transformación de un topónimo), donde había dentro mucha gente de guerra que nos tiraba varas, flechas y piedras más espesas que granizo, y no podíamos entrar porque tenían quebrados los puentes. Pero avisaron a Cortés de que más adelante había entrada para los caballos, y pudimos atacarles por la espalda a los mexicanos, y se fueron huyendo por los montes. Y los caciques de aquel poblado vinieron pidiéndole a Cortés que les recibiera de paz, y diciendo que han visto que no habrá cosa por fuerte que sea que no la señoreemos. Y Cortés les mostró buena cara”. Sigue veloz con las batallitas, reve: ya llegaremos a México.

     -Como calentando motores andaban los españoles, con sus amigos tlaxcaltecas, haciendo correrías de castigo y sometimiento de poblados, hasta que llegara el gran momento del asalto definitivo a México-Tenochtitlán; pero arriesgaban mucho, quizá demasiado, y al precio de bastantes muertos. Hasta el extremo de que Cortés estuvo a puntito de perder la vida. Fue en Xochimilco (sí, aciertan vuesas mersedes: ese lugar donde las aguas de la laguna siguen sin cubrir, para disfrute de los turistas románticos). Les tocó en mala suerte una batalla tremenda: “Nos estaba esperando una multitud de guerreros que llevaban lanzas como guadañas, hechas con las espadas que cogieron de los españoles que mataron cuando huimos de México, y todas las armas que suelen usar; y lo peor de todo es que ya venían otros escuadrones dándonos guerra por la espalda, pero a grandes cuchilladas les hicimos retroceder. Otros mexicanos que venían de refresco pelearon con los nuestros de caballo, y el de Cortés, o por muy gordo o por cansado, desmayó, y los indios, como eran muchos, le echaron mano y le derribaron del caballo, queriendo llevárselo vivo. Y como lo vieron unos tlaxcaltecas e un soldado muy esforzado que se decía Cristóbal de Olea, natural de Castilla la Vieja, de Medina del Campo (paisano de Bernal), de presto llegaron, y a buenas estocadas y cuchilladas hicieron sitio. Y tornó Cortés a cabalgar, aunque bien herido en la cabeza, y quedó el Olea muy mal herido de tres cuchilladas”. Lo que es la fatalidad: el  joven Olea volvió a salvarlo a Cortés después en México, sin otra recompensa que su propia muerte. Bernal siempre lo recordará con especial emoción, y tuvo el detalle de incluirlo, siendo un simple soldado,  en la sabrosa descripción que hace, al final del libro, de los capitanes más notables de aquella gloriosa aventura.

     (Foto: Si van vuesas mersedes a Xochimilco, disfruten del paseo en barca, a ser posible bien acompañados, pero no olviden que Cortés se llevó ahí tal susto, que debe de andar todavía rondando esos parajes su acongojado ectoplasma).




miércoles, 17 de mayo de 2023

(2033) La contradicción imperaba. Los españoles perdonaban la vida a los indios derrotados, pero todavía se practicaba la esclavitud, y no se atrevían a impedir el canibalismo de los indios amigos.

 

     (86) -Volvemos, virtuoso escribano, a la barbarie del esclavismo.

     -Lo justificaban, santo padre, como botín de guerra; pero era demasiado cínico el planteamiento, y se prohibiría más tarde totalmente. Bernal mostrará de nuevo sin paliativos el egoísmo económico de Cortés: “Como había ya muchos esclavos de las luchas pasadas, fue acordado que se herrasen. La mayoría de los soldados llevamos nuestras piezas para que las marcasen, creyendo que nos  devolverían las mismas, pero se hizo peor que en Tepeaca, de manera que después de repartirlas a Cortés y los capitanes, nos desaparecían las mejores indias. Y desde entonces muchos soldados que teníamos buenas indias, las escondíamos y no las llevábamos a herrar, diciendo que se habían huido, o las dejábamos en  nuestros aposentos como que eran naborías (sirvientes) que habían venido de paz”. Da también un detalle de lo importante que era qué clase de amo les tocaba: “Como las esclavas conocían a los soldados y sabían si trataban bien o mal a las indias, y si tenían fama de caballeros o no, si en el reparto se quedaba con ellas algún soldado que  no las contentaba o las había tratado mal, de presto desaparecían y no las veían más, y preguntar por ellas era como buscar a Mahoma (Mohamed) en Granada, o escribir a ‘mi hijo el bachiller en Salamanca’  (o preguntar por Pedro en Burgos)”.

     -No te hagas el tonto, liante, que otra vez me dejas sufrir el bochorno de los abusos de mi casta clerical. Pues allá vamos, y me tragaré el sapo: “En aquella sazón vino un navío de Castilla, llegando en él por tesorero de Su Majestad un Julián de Alderete, y también un fraile de San Francisco que se decía fray Pedro Melgarejo de Urrea, que trajo unas bulas del señor San Pedro (del Vaticano), para que con ellas nos compusiéramos (o sea, purificación total) si algo éramos en cargo por las guerras en que andábamos, por manera que en pocos meses el fraile fue rico y compuesto (qué guasón) a Castilla”. Y Bernal, que no lo puede evitar, da de nuevo en la ‘tecla’ de mi padrino: “No me acuerdo de las nuevas que de Castilla trajeron, mas paréceme que dijeron que Fonseca, el obispo de Burgos, ya había perdido algo de poder, y Su Majestad no estaba a bien con él desde que supo de  nuestros buenos servicios”. De ahí que el barco fuera una bendición por sus muchas provisiones de todo tipo y, además, porque suponía ya un reconocimiento oficial de la empresa de Cortés. (Sigo, sigo, no paro). Era el baile interminable: parecía que se entrenaban con aperitivos para darse luego el gran atracón de tragarse Tenochtitlán. Una vez más llegaron los de Chalco pidiendo ayuda por la pesadilla azteca. Así que Cortés quiso zanjar el asunto yendo a luchar contra los mexicanos con unos 360 soldados y un buen grupo de indios amigos, más un refuerzo impresionante: “Mandó llamar a todos los caciques amigos de aquella provincia, y les hizo un parlamento con nuestras lenguas, doña Marina y Aguilar”. Les soltó un discurso ciceroniano con hábiles argumentos que le harían ver a un ciego lo que todos se estaban jugando en aquellos momentos: “Y les pidió que al otro día estuvieran aparejados sus guerreros para ir con nosotros; desde que lo entendieron, todos a una dijeron que así lo harían. De manera que vinieron después  más de 20.000 amigos, que tantos  nunca vi en las entradas que estuve en Nueva España”.

Terminemos, para no variar, con una cruda explicación de Bernal, seguida de un ejemplo que  nos eriza el cabello: “Ya he dicho otra vez que iba tanta multitud de ellos a causa de los despojos que se tendrían, y, lo más cierto, por hartarse de carne humana. Y son, a manera de decir, como cuando en Italia salía un ejército de una parte a otra, y le siguen cuervos y milanos y otras aves de rapiña que se mantienen de los cuerpos muertos que quedan en el campo al darse una batalla muy sangrienta; así lo pensaba yo cuando nos seguían tantos millares de indios”. La anotación es espeluznante, pero de una fuerza narrativa insuperable.

     (Foto: Un buen artista de raíces tlaxcaltecas, y con buenos conocimientos históricos, Desiderio Hernández Xochitiotzin, ya fallecido, pintó un gran mural en el Palacio del Gobierno de Tlaxcala, y ahí vemos parte del mismo; probablemente el cacique central sea el viejo Xicoténcatl el Viejo, quizá recibiendo a su rebelde hijo. Todos los pueblos de México compartían la misma cultura refinada, pero con la crueldad que simboliza la pirámide del fondo. La alianza entre tlaxcaltecas y españoles fue inquebrantable y definitiva).




martes, 16 de mayo de 2023

(2032) Los indios amigos, si eran atacados, pedían ayuda y los españoles siempre se la daban. Cortés se equivoca al enfadarse con el ejemplar Sandoval por una retirada. Los españoles eran compasivos con los derrotados.

 

     (85) –Bernal, querido socio, siempre tan amigo de la verdad.

     -Certo, caro dottore: su admiración por Cortés no le impide ver sus errores. Deja bien claro que había metido la pata: “Y en aquella refriega mataron 5 caballos e hirieron a muchos de los nuestros. Y Cortés, viendo la mala consideración que había hecho entrando por la calzada, y cómo los mexicanos se habían cebado en ellos, mandó que todos se retirasen, haciéndolo muy ordenadamente y sin volver la espalda; y de esta manera se escapó Cortés aquella vez del poder de México”. Mientras, en Texcoco el resto de los españoles, Bernal entre ellos, estaban preocupados: “Y cuando volvió Cortés, nos alegramos mucho porque hacía más de 15 días que no sabíamos qué le había acaecido”. Pero Cortés no solo se metía en fregados por iniciativa propia, sino que también se prestaba a ayudar a poblaciones de nativos en apuros: “Los de Chalco y Tamanalco le dijeron que les enviase socorro porque les iban a dar guerra grandes escuadrones de mexicanos. Y tantas lástimas le dijeron que mandó a Gonzalo de Sandoval que fuese allí con 230 soldados. E yendo por el camino vieron venir a los enemigos como leones bravos, pero les respondieron con tanta fuerza que huyeron. Pero a uno que se decía Gonzalo Domínguez, como era mal camino, le rodó el caballo y le tomó debajo, y a los pocos días murió de aquella caída. Era uno de los mejores y más esforzados jinetes, y teníamosle en tanto en las guerras, que todos sentimos mucho su muerte. Y yo no fui testigo porque estaba muy mal herido de un golpe de lanza que me dieron en la garganta, que estuve a peligro de muerte”. Una vez más queda acreditada la fiabilidad de Bernal, porque añade: “mas todo lo que escribo pasó al pie de la letra, porque luego se sabe en el real la manera en que las entradas se hacen”. La huida de los mexicanos no les dejó tranquilos del todo a los de Chalco, porque tenían miedo de ser atacados por los de otro pueblo próximo y fortificado. Sandoval, al estilo Cortés, decidió echarles una mano en la difícil tarea, y se dispuso a tomar el lugar. Era una subida muy dura, “en la que recibieron muchas heridas, y hasta al capitán le descalabraron, pero se entró en el pueblo, donde se les hizo mucho daño, sobre todo por parte de los de Chalco y los tlaxcaltecas, pues nuestros soldados solo intentaban hacerlos huir, procurando no acuchillar a ninguno porque les parecía crueldad”. Es significativo, reverendo.

     - Y que lo digas, observador plumífero. El detalle de que evitaran el ensañamiento  es de agradecer, y probablemente era su tónica general. Pero va mezclado con la insensibilidad al hacer esclavos. “En lo que más se empleaban los soldados era en buscar una buena india o tener algún despojo (botín), y lo que comúnmente hacían era reñir a los naturales amigos porque eran tan crueles, y para quitarles algunos indios o indias para que no los matasen”. Sandoval se volvió confiado a Texcoco, pero llegó pronto un mensaje de los de Chalco pidiendo de nuevo ayuda porque estaban sufriendo otro ataque de los mexicanos. Cortés le echó la bronca a Sandoval (Bernal va a defender a su admirado Gonzalo) “creyendo que por su descuido recibían mala obra nuestros amigos, y sin quererle oír, le mandó volver. Sandoval recibió mucha pena de que no le escuchara, y partió. Se encontró con que los de Chalco ya les habían perdido el miedo a los mexicanos y pelearon muy como varones, matando a muchos, y prendiendo a numerosos enemigos, entre ellos, quince principales. Sandoval se volvió a Texcoco llevando los mexicanos presos y mostrando  gran enojo por lo pasado, y aunque se holgó mucho Cortés y le envió recado de que no había entendido bien las cosas, no le fue a ver ni a hablar con él. Pero luego tornaron a ser amigos, y no había placer que Cortés no le diera para tenerle contento”. Buen ejemplo de un gran líder que sabe reconocer sus errores.

     (Foto: Imagen de la catedral de Chalco, como un remanso de paz; el tiempo ha borrado las amarguras pasadas, y  nos regala una urbanización bella y serena que fue el resultado de un parto muy doloroso. Tampoco es justo que se olvide la extraordinaria labor de los religiosos, representados por ese frailuco que aparece de espaldas).