domingo, 28 de mayo de 2023

(2042) EL HORROR. Bernal nos estremece. Luchaban los españoles y los tlaxcaltecas contra una masa ingente de aztecas, que mostraban cuál era el destino de los apresados: les hacían bailar y arrancaban en vivo sus corazones.

 

     (95) –Fíjate en la expresión, secre: “estaba de bote en bote”.

     -Es curioso, docto clérigo, que ya se utilizara en tu tiempo: “Los mexicanos venían hasta las casas en que estábamos amparados; con dos tiros gruesos (cañoncitos) que pusimos, como llenaban la calzada de bote en bote matábamos muchos de ellos, y quien  nos ayudó mucho aquel día fue el artillero y  muy esforzado soldado Pedro Moreno Medrano, que agora vive en Puebla”. Los aztecas repitieron la macabra estrategia de lanzar cabezas de los sacrificados a cada uno de los destacamentos de españoles, gritando que habían aniquilado a los demás. Era tan desmoralizador que Cortés “mandó a Andrés de Tapia con tres de caballo muy en posta para que, aventurando las vidas, viniesen a nuestro real de Tacuba y supiesen si estábamos vivos”. Hasta los bergantines estaban en peligro, “que ya  habían encallado en tierra uno los mexicanos, y le habían puesto sogas para meterlo en la ciudad, y como nos vio  el Sandoval a mí y otros seis metidos en el agua tratando de echarlo a lo hondo, nos dijo: ‘¡Oh, hermanos, poned fuerza para que no se lo lleven!’. Y tomamos tanto esfuerzo que lo sacamos a salvo. Los marineros salieron heridos, y dos soldados muertos; me dieron un flechazo y una cuchillada en la pierna, y a Sandoval una buena pedrada en la cara”. Y volvió el horror…

     -Tanto sufrimiento, pequeñuelo, tuvo que lavarles todos los pecados, porque el Purgatorio no puede ser peor. Ciertamente, volvió el horror: “Estando ya a salvo y contando cada capitán a Cortés lo que había sucedido, tornó a sonar el tambor muy doloroso del Huichilobos. Y miramos al alto cu y vimos que llevaban por fuerza, gradas arriba, para sacrificarlos, a  nuestros compañeros que le tomaron a Cortés. Y cuando estaban en lo alto, a muchos de ellos les ponían plumaje en la cabeza, y con unos como aventadores les hacían bailar delante del Huichilobos. Y luego los ponían de espalda encima de unas piedras, y con unos navajones de pedernal les aserraban por los pechos, y les sacaban los corazones bullendo y se los ofrecían a los ídolos. Y a los cuerpos los tiraban con los pies por las gradas, y estaban aguardando abajo otros indios carniceros que les cortaban brazos y pies, y las  caras las desollaban. Y las adobaban después como guantes, y con sus barbas las guardaban para hacer fiestas con ellas cuando hacían borracheras y se comían las carnes con chimocle (salsa de chile)”. Lo siento, hijos míos, pero vamos a seguir con el espanto: “Y desta manera los sacrificaron y les comieron las piernas y los brazos, y los corazones, y ofrecían sangre a sus ídolos, como he dicho. Y los cuerpos, que eran las barrigas y tripas, echaban a los tigres y culebras que tenían en la casa de las alimañas. Cuando vimos aquellas crueldades, miren los curiosos lectores qué lástima tendríamos de ellos, y decíamos entre nosotros: ‘¡Oh, gracias a Dios que  no me llevaron a mí hoy a sacrificar!’. Y también tengan atención en que, aunque no estábamos lejos de ellos, no les podíamos remediar, sino que solo rogábamos a Dios que nos guardase de tan cruelísima muerte”. El cronista Sahagún añade un dato aclaratorio: “Mataron primeramente a los españoles y después a todos sus indios amigos. Habiéndolos muerto, pusieron las cabezas en unos palos delante de los ídolos, todas espetadas por las sienes; las de los españoles más altas, las de los indios más bajas, y las de los caballos más bajas”.

     (Foto: La muerte es algo que espanta; pero nada temían más los soldados que ser apresados vivos. En su extenso libro, lo que más repite Bernal es el pánico que les daba  morir de forma tan cruel, tan humillante y tan inhumana, devorados por sus propios enemigos; el principal protagonista de esta pintura, recién capturado por los aztecas, sabía muy bien lo que le esperaba).




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