(97) –Fíjate,
viejo amigo: Cortés nunca se permitía calentones.
-Es cierto, sabio ectoplasma. Todo lo que hacía estaba al servicio del
objetivo. Abroncaba, premiaba, adulaba, amenazaba, mentía, luchaba heroicamente
o escurría el bulto, pero mantenía sus sentimientos férreamente sujetos por un
enorme sentido práctico, con visión de futuro. Además, sus tropas iban
cimentando sin prisa la victoria definitiva: “Nuestros bergantines osaban ya ir
por doquiera de la laguna sin temor a las estacadas, y nos ayudaban muy bien
dando caza a las canoas que metían bastimentos.
Los soldados iban cada día conquistando albarradas (defensas), calzadas y puentes. Y desde que el cacique Esquesúchel
vio que nos recuperábamos muy bien, le dijo a su hermano que le enviase pronto
a Cortés todos los guerreros que pudiese sacar de Texcoco, y a los dos días
llegaron más de 2.000 guerreros”. ¿Hubo bronca?
-De eso nada, joven. Eran parte de los indios que, asustados, habían
dejado tirados a los españoles, y Cortés les afeó esa conducta, pero con el fin
de engrandecer su perdón: “Les hizo un parlamento con doña Marina y Jerónimo de
Aguilar diciéndoles que siempre les tuvo buena voluntad, y que, si quería que
fueran con nosotros a destruir a los mexicanos, era para que se vengasen de ellos
y volviesen ricos a sus tierras; y que, aunque por marcharse en el peor tiempo
dejando a sus capitanes desamparados eran dignos de muerte, que les perdonaba
porque no sabían nuestras leyes. Luego abrazó a los caciques y les prometió
darles tierras y vasallos, mostrándose muy agradecido con los que habían
permanecido a nuestro lado. A los lectores les parecerá prolijidad hablarles
tanto de batallas, y procuraré traerlo menos a la memoria, pero ha sido de esta
manera porque estuvimos 93 días luchando sin cesar. Entonces ya íbamos entrando
en la ciudad, y aunque los mexicanos nos daban muchas refriegas, las calles que
habíamos ganado estaban llanas y sin agua, corriendo por ellas los caballos muy
gentilmente. Y como vio Cortés que estábamos mejor, mandó a tres capitanes
mexicanos que teníamos presos que fuesen
a hablar a Cuauhtémoc, para que tuviese paces con nosotros”. Razonaba la
propuesta con su peculiar estilo: le haría mercedes y le perdonaría las muertes
de los españoles, recordándole de paso que no le quedaba otra porque carecían
de agua y alimentos. ¿Accedió?
Sigamos la versión de Bernal. Empieza por
describirnos a Cuauhtémoc, y como en el caso de Moctezuma, siempre lo valorará
positivamente: “Era mancebo y muy gentil hombre para ser indio, de buena disposición
y muy alegre, de unos 26 años, y casado con una muy hermosa mujer, hija del
gran Moctezuma, su tío. Cuando oyó el mensaje, al principio tuvo pasión (se enfadó) de que le viniesen con
aquellas pláticas, pero, según alcanzamos a saber, tenía voluntad de hacer las
paces”. Sin embargo la mayoría de los principales estaban en contra. “Y los
papas también decían que los ídolos les habían prometido la victoria cuando
sacrificaban. Entonces Cuauhtémoc dijo: ‘Pues así queréis que sea, muramos
todos peleando’. Y la respuesta fue que vinieron los mexicanos luego atacando
como leones muy bravos, metiéndose por las puntas de las espadas para echarnos
mano, y así siete días seguidos sin importarles nada morir peleando. Tuvimos
otra dificultad, y es que supimos que venían a atacarnos por detrás otros
pueblos amigos de los mexicanos, porque Cuauhtémoc les había enviado las
cabezas de nuestros compañeros sacrificados, diciéndoles que ya habíamos muerto
la mitad de nosotros. El capitán Andrés
de Tapia fue contra ellos con 120 soldados e muchos amigos tlaxcaltecas, y los
hizo huir, de lo que Cortés hubo mucho placer”. Incluso volvió a repetir los
jueguecitos diplomáticos liberando a varios presos importantes para que fueran
adonde Cuauhtémoc con otra petición de hacer las paces. Pero ni modo, cuate:
“Salieron los mexicanos con la mayor furia que les habíamos visto y nos dieron muy recia guerra; les heríamos y
matábamos, y parecía que deseaban morir peleando”.
(Foto: El año 1887 levantaron los mexicanos este monumento en la gran
plaza situada donde se cruzan las dos arterias principales de la ciudad, la
Avenida Insurgentes y el Paseo Reforma. El texto de la placa dice: “A la
memoria de Cuauhtémoc (suya es la estatua) y de los guerreros que combatieron
heroicamente en defensa de su patria. MDXXI (1521, año en que ocurrió lo que
estamos contando)”. En cada uno de los lados aparecen los nombres de Cuitláhuac
(hermano de Moctezuma y líder de la expulsión de los españoles), Cacama, Tetlepanquetzal y Coanacoch (caciques aztecas
que también se enfrentaron bravamente a
los españoles).
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