(87) –Cortés
estaba ya harto, secre: quería terminar las batallitas.
-Da la sensación, querido ectoplasma, de que trataba de aniquilar la
moral de los mexicanos, pero si estaban tan pesados era porque Cuauhtémoc
ordenó un acoso constante. Llegaron los españoles a un pueblo fortificado sobre
una peña, y Bernal señala la dificultad de aquella batalla con datos muy
concretos de los apuros que él mismo pasó: “Cortés mandó que fuésemos subiendo
hacia ellos, pero echaban tantos peñascos que fue cosa espantosa cómo se venían
saltando. A mis pies murió un soldado que se llamaba Martínez, e no dijo ni
habló palabra. Luego mataron a otros tres. E como yo entonces era suelto, no
dejaba de seguir al alférez Corral, y a él le descalabraron, y me dijo, con el
rostro lleno de sangre y la bandera rota: ‘¡Oh, Bernal, que no es poca cosa
pasar más adelante!; estese protegido en esa concavidad’. Y dio voces para que le dijeran a Cortés que no se podía subir
más arriba, y como pudimos, bajamos, teniendo ocho muertos. De manera que ese
día no ganamos ninguna reputación, sino que la victoria fue de los mexicanos y
sus confederados. E pasada la noche, les volvimos a atacar, hiriendo y matando
a algunos. Y quiso Dios que acordaron darse de paz, y fue porque no tenían agua
ninguna. Estando platicando Cortés con el fraile Melgarejo (el de las bulas) y el tesorero Alderete
sobre las guerras que habíamos tenido y de todas las cosas pasadas hasta
entonces, decían que si el emperador fuese informado de la verdad, nos haría
grandes mercedes”. Siguieron sometiendo pueblos, “y fuimos a uno muy bueno que
se dice Cuanahuac, que agora comúnmente corrompemos y le llamamos Cuernavaca (nos hace ver en vivo la transformación de un
topónimo), donde había dentro mucha gente de guerra que nos tiraba varas,
flechas y piedras más espesas que granizo, y no podíamos entrar porque tenían
quebrados los puentes. Pero avisaron a Cortés de que más adelante había entrada
para los caballos, y pudimos atacarles por la espalda a los mexicanos, y se
fueron huyendo por los montes. Y los caciques de aquel poblado vinieron
pidiéndole a Cortés que les recibiera de paz, y diciendo que han visto que no
habrá cosa por fuerte que sea que no la señoreemos. Y Cortés les mostró buena
cara”. Sigue veloz con las batallitas, reve: ya llegaremos a México.
-Como calentando motores andaban los españoles, con sus amigos
tlaxcaltecas, haciendo correrías de castigo y sometimiento de poblados, hasta
que llegara el gran momento del asalto definitivo a México-Tenochtitlán; pero
arriesgaban mucho, quizá demasiado, y al precio de bastantes muertos. Hasta el
extremo de que Cortés estuvo a puntito de perder la vida. Fue en Xochimilco (sí, aciertan vuesas mersedes: ese lugar
donde las aguas de la laguna siguen sin cubrir, para disfrute de los turistas
románticos). Les tocó en mala suerte una batalla tremenda: “Nos estaba
esperando una multitud de guerreros que llevaban lanzas como guadañas, hechas
con las espadas que cogieron de los españoles que mataron cuando huimos de
México, y todas las armas que suelen usar; y lo peor de todo es que ya venían
otros escuadrones dándonos guerra por la espalda, pero a grandes cuchilladas
les hicimos retroceder. Otros mexicanos que venían de refresco pelearon con los
nuestros de caballo, y el de Cortés, o por muy gordo o por cansado, desmayó, y
los indios, como eran muchos, le echaron mano y le derribaron del caballo,
queriendo llevárselo vivo. Y como lo vieron unos tlaxcaltecas e un soldado muy
esforzado que se decía Cristóbal de Olea, natural de Castilla la Vieja, de
Medina del Campo (paisano de Bernal), de presto llegaron, y a buenas
estocadas y cuchilladas hicieron sitio. Y tornó Cortés a cabalgar, aunque bien
herido en la cabeza, y quedó el Olea muy mal herido de tres cuchilladas”. Lo
que es la fatalidad: el joven Olea
volvió a salvarlo a Cortés después en México, sin otra recompensa que su propia
muerte. Bernal siempre lo recordará con especial emoción, y tuvo el detalle de
incluirlo, siendo un simple soldado, en
la sabrosa descripción que hace, al final del libro, de los capitanes más
notables de aquella gloriosa aventura.
(Foto: Si van vuesas mersedes a Xochimilco, disfruten del paseo en
barca, a ser posible bien acompañados, pero no olviden que Cortés se llevó ahí
tal susto, que debe de andar todavía rondando esos parajes su acongojado
ectoplasma).
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