(83) –Se diría,
galán mancebo, que fue una obra casi faraónica.
-El seductor eras tú, reverendo. Según Bernal, lo de los bergantines fue
algo magnífico: “Yendo Sandoval camino de Tlaxcala, se topó con toda la madera
y tablazón que traían a cuestas unos ocho mil indios, y otros tantos en su defensa
con armas y penachos, y otros dos mil que traían los bastimentos. Por capitán
dellos venía el gran cacique Chichimecatecle. Y a cargo de todo estaba Martín
López, el maestro carpintero de ribera. Y cuando Sandoval los vio, hubo mucho
placer. Caminando con ese concierto durante dos días, entraron en tierras
mexicanas, y les daban muchos silbos y gritos desde lejos. Sandoval repartió a
sus soldados para la defensa, y mandó que los tlaxcaltecas se quedasen con él
en la retaguardia, lo cual afrentó al cacique Chichimecatecle creyendo que no
les tenía por esforzados, pero lo dio por bueno cuando le hicieron ver que los
mexicanos siempre atacaban donde estaba el fardaje, en la parte de atrás (aunque no hubo batalla)”. Dos días más
de marcha, “y entraron en Texcoco con sus penachos puestos, con tambores y
cornetas, caminando en orden, dando voces y silbos, y diciendo: ‘¡Castilla,
Castilla! y ¡Tlaxcala, Tlaxcala!’. Y
Cortés les salió a recibir con algunos capitanes, haciéndole grandes
ofrecimientos a Chichimecatecle. Luego se dio tanta prisa Martín López en hacer
los 13 bergantines que pronto estuvieron
armados. Y teníamos mucho cuidado en guardarlos porque los mexicanos procuraron
ponerles fuego tres veces, pero les prendimos 15 indios, de los que Cortés supo
largamente todo lo que concertaba Cuauhtémoc; y era que tenía firme intención
de quitarnos las vidas o morir todos ellos peleando”. Hay dos cosas que no
cuenta Bernal sobre el maravilloso trabajo de los bergantines. Antes de partir
desde Tlaxcala, Martín López mandó ensamblar las piezas y probó en una pequeña
laguna la calidad del resultado, teniendo, lógicamente, que desmontarlo todo
para poder transportarlo. Conocemos también, a través de las cartas de Cortés,
lo orgulloso que se sentía de lo que habían hecho: “Era cosa maravillosa de
ver, y así me parece que es de oír, llevar trece fustas (bergantín pequeño) 18 leguas por tierra (unos 100 km), que certifico a Vuestra Majestad que desde la
vanguardia hasta la retaguardia había dos leguas de distancia (11 km)”. Siga su merced.
- La masa de tlaxcaltecas era enorme y, “pasados ya 5 días en Texcoco,
carecían de mantenimientos, y como su capitán, Chichimecatecle, era muy
esforzado y orgulloso, le dijo a Cortés que quería ir a hacer algún servicio a
nuestro gran emperador y batallar contra mexicanos, para mostrar sus fuerzas y
vengarse de las muertes y robos que habían hecho a sus hermanos y vasallos, así
en México como en sus tierras. Y Cortés le dijo que iría con ellos a un pueblo
de la laguna llamado Saltocan, que tenía entrada por tierra, al cual había
llamado de paz tres veces y no quiso venir. Mandó a Sandoval y a Martín López
que en 15 días tuviesen los bergantines muy a punto para echarlos al agua. Y
después de oír misa, salió para Saltocan con Alvarado, 230 soldados, los
tlaxcaltecas y una capitanía de guerreros de Texcoco”. Como siempre estaban
vigilados por los mexicanos, les salieron al encuentro unos escuadrones, pero
les respondieron con orden, yendo Cortés al frente de la caballería, “y mataron
solo algunos mexicanos, porque los de a caballo no les pudieron seguir por el
monte, mas nuestros amigos tlaxcaltecas prendieron e mataron unos treinta”.
Iban a pasar 15 días dedicados a estos objetivos un poco absurdos, quizá porque
Cortés viera la necesidad de dar salida a la energía de aquella enorme masa
humana; pero el caso es que se llevarían más de un susto.
(Foto: Así debió de ser la cosa, aunque hay cierta confusión en la
pintura. Parece que mezcla el transporte con el ensamblaje, ya que Cortés se
quedó en Texcoco esperando que llegara el maderamen. Ahí le vemos con su
acostumbrado penacho en el sombrero –a no ser que el representado sea Alvarado
o Sandoval-. El que está dentro del casco es Martín López, ese increíble
personaje todoterreno, carpintero naval y buen soldado, del que dice Bernal que
fue imprescindible para conquistar definitivamente México, porque el obispo
Fonseca, con mala intención (pobre padrino mío), no les habría enviado de
Castilla a nadie capaz de construir los
bergantines).
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