viernes, 31 de marzo de 2023

(1993) El astuto Cortés le hizo creer a Moctezuma que no le echaba la culpa de lo de Cholula. Moctezuma aceptó que los españoles fueran a su encuentro, pero luego no quiso. Cortés y los suyos siguieron adelante.

 

     (46) –Vaya papelón, colega: entrar en  México tras lo de Cholula.

     -Ya sabes, maestro, que las mentiras diplomáticas suavizan la tensión, y, a veces, hasta cuelan. Cortés le mandó un mensaje a Moctezuma contándole lo traidores que habían sido los de Cholula, y que “lo peor de todo es que sus papas y caciques dijeron que por consejo e mandado de él (Moctezuma) habían hecho la guerra, lo cual nunca creímos de tan gran señor. E como Moctezuma oyó esta embajada, creyó que no le poníamos la culpa de lo de Cholula, y luego envió seis principales con un presente de oro y joyas, e diciendo que le pesa de lo de Cholula, e que  quisiera que  se les hubiese castigado más porque son malos y mentirosos”. Repetición de la pamema: agradecimiento afectuoso de Cortés y abrazos efusivos a los embajadores del tierno emperador, enviándolos de vuelta con el aviso de que los españoles iban directos a México. “Y cuando los caciques de Tlaxcala supieron de nuestra partida, les pesó en el alma y enviaron a decir a Cortés que ya le habían dicho muchas veces que se guardase de entrar en tan recia ciudad, pero que, por la buena voluntad que nos tienen nos quieren enviar diez mil hombres; Cortés se lo agradeció y les dijo que no es oportuno entrar con tantos guerreros en México, sobre todo siendo tan enemigos unos de otros, y que solamente necesitaba mil para llevar el fardaje y adobar los caminos”. Pero unos indios sí abandonaron: los amigos de Cempoala. Cuéntalo, deán de Sevilla.

     -Habían pasado ya demasiado miedo,  pizpireto veterano. “Los de Cempoala, que nos habían servido muy bien y muy lealmente, dijeron que querían volverse, porque tenían por cierto que si iban a México que habían de morir, ellos y nosotros. E por más que Cortés les rogó, y doña Marina se lo decía muy afectuosamente, que se quedasen, diciéndoles que no recibirían ningún daño y que les haría ricos, insistieron en  que se querían marchar. E desde que aquello vio Cortés, dijo: ‘Nunca Dios quiera que nosotros llevemos por fuerza a estos indios que tan bien nos han servido”. No sé a ti, secre, pero a mí me parece una buena muestra de que los españoles también  sabían tener un trato cordial y respetuoso con los indios. “Y mandó Cortés traer muchas mantas ricas para ellos e para el cacique gordo, señor de Cempoala; y envió una carta al teniente Juan de Escalante (capitán de la Villa Rica) contándole todo lo acaecido e dándole instrucciones”. Sigo, peque, que voy sin frenos.

     -Se acercaba, pues, el gran momento, el salto a México. Suspense a tope: “Salimos de Cholula, con gran concierto y bien apercibidos; no sé por qué lo traigo tanto a la memoria, puesto que andábamos siempre con la barba sobre el hombro (como los suricatos)”. Llevaban además una compañía inquietante: dos embajadores de Moctezuma. Eran conscientes de que espías mexicanos observaban su marcha, aunque, de momento, encontraron pueblos que les recibieron bien. Pero Moctezuma o sus ídolos estaban desquiciados, porque cambió de opinión una vez más y le mandó a Cortés nuevos mensajeros con regalos y una advertencia: “Malinche, este presente te envía nuestros señor, el gran Moctezuma, como tributo para vuestro emperador, pero te dice que no vengas a México y que tiene todos sus vasallos en armas para que no entréis. Cortés respondió que se maravillaba de que el señor Moctezuma tuviera tantas mudanzas, que unas veces dice uno, y otras lo contrario; y que él no se puede volver atrás quedando como cobarde ante su emperador, por lo que, como fuera, habíamos de entrar en su ciudad; de forma que en adelante no le envíe Moctezuma más excusas sobre aquel caso. E luego comenzamos a caminar para México”. ¡Mamma mía…!

     (Foto: Partieron, pues, de Cholula directos hacia México. Como el plano señala otros acontecimientos posteriores, los mencionaremos, aunque lo sabroso estará en los apasionantes y continuos incidentes que comentaremos a su tiempo. Llegaron a México en noviembre de 1519; salieron de allí machacados en junio de 1520. Pero Cortés era muchísimo Cortés: a base de heroicidad, tenacidad e ingenio, mucho ingenio, consiguió entrar de nuevo y para siempre en agosto de 1521).




jueves, 30 de marzo de 2023

(1992) La victoria de Cholula fue un golpe muy duro para Moctezuma. Bernal critica las exageraciones de Bartolomé de las Casas, y le da la razón fray Toribio Motolinía.

 

     (45) –Caro socio: por donde pasaba Cortés, cuajaba su autoridad.

     -El método era doble, reverendo, pero infalible: la zanahoria o el palo. Vamos a ver ahorita mismo un ejemplo a pequeña escala de lo que después sería habitual en niveles más altos. Tras la masacre militar de Cholula, “mandó a los caciques y papas que poblasen la ciudad (los habitantes habían huido), e que hiciesen tianguis (‘mercados’, palabra que se sigue utilizando en México) sin temor, porque no les haría enojo ninguno. Respondieron que así lo harían, e que tenían necesidad de que Cortés les nombrase cacique, porque el que había fue uno de los que murieron en el patio. E luego preguntó que a quién le venía el cacicazgo, e dijeron que a un hermano del muerto, al cual señaló por gobernador hasta que otra cosa les fuese mandado. Y desde que vio la ciudad poblada, llamó a los papas, principales y capitanes, y se les dio a entender todas las cosas tocantes a nuestra santa fe”. También en este caso el padre de la Merced le quitó de la cabeza a Cortés la idea de obligarles a destruir sus ídolos. Dice Bernal con precisión que “tenía la ciudad en aquel tiempo torres muy altas de adoratorios, y el cu mayor era de más altura que el de México (se trata del que tiene ahora encima un santuario católico). Y supimos que cuando Moctezuma conoció nuestra victoria sintió gran dolor y enojo, e que sacrificó a ciertos indios para que sus ídolos le hablasen sobre nuestra ida, e que le respondieron que con muestras de paz nos deje entrar en México, porque, con alzarnos los puentes, nos matarían e tendrían hartazgos de nuestros muslos e piernas, y con las tripas y todo lo demás se hartarían las culebras y tigres (jaguares) que tenían en unas casas de madera, como adelante diré”. ¿Qué tal la situación?

     -Está claro, insigne colaborador, que Bernal añade a lo que Moctezuma hizo lo que también pensaría, porque la realidad con toda la crudeza del ‘atractivo’ zoo no la vio hasta llegar a México. A pesar de lo tremebundo del panorama, la empresa no era tan demencialmente suicida como antes, porque ya contaban con la ayuda de un poderoso ejército de indios. Yo, desde luego, hijo mío, me volvería para casa. Y sigue Bernal: “Este castigo de Cholula fue sabido en todas las provincias de la Nueva España, y si antes teníamos fama de esforzados por saberse de las duras  guerras de Potonchán, Tabasco y Cingapacinga (vayan tomando nota vuesas mersedes), luego nos tuvieron por divinos”. (Déjame continuar). ¡Ay, secre!, Bernal va a perder los nervios con Bartolomé de las Casas: “No puedo dejar de traer a la memoria las redes de maderos que había en Cholula llenas de muchachos a cebo para sacrificar y comer sus carnes, las cuales quebramos para que los indios fueran adonde eran naturales. Estas fueron las grandes crueldades que nunca acaba de decir el obispo de Chiapas Bartolomé de las Casas (se conocían bien), y afirma que sin causa ninguna, sino por nuestro pasatiempo y porque se nos antojó, se hizo aquel castigo; pero no pasó como él escribe. Y también quiero decir que unos buenos franciscanos fueron a Cholula para saber de qué manera pasó aquel castigo, e los mismos papas e viejos de aquella ciudad les dijeron que todo fue como en esta relación escribo, y no como lo dice el obispo. Y si por ventura no se hiciera aquel castigo, nuestras vidas estarían en mucho peligro por los escuadrones que tenían de guerreros mexicanos y de Cholula; y que si allí, por nuestra desdicha, nos mataran, esta Nueva España no se ganaría tan presto”. Aunque solo el torero, en el ruedo y frente al toro, puede palpar la intensidad del peligro y la necesidad de actuar, se diría que Bernal busca amparo contra las críticas, y recurre a otro refugio: “Yo he oído decir a un fraile franciscano de buena vida, fray Toribio Motolinía (gran defensor de los indios), que si se hubiera podido evitar aquel castigo y los indios no dieran causa a que se hiciese, que mejor fuera; mas, ya que se hizo, resultó bueno para que todos los de las provincias de Nueva España conociesen que aquellos ídolos son malos y mentirosos”.

     (Foto: Fray Toribio inmortalizado en un relieve que le ha dedicado su pueblo natal, Benavente. Ejemplar franciscano, gran historiador y decidido protector de los indios; no soportaba las exageraciones de Bartolomé de las Casas, pero, aunque fueron partidarios de dos líneas de actuación muy diferentes, sin embargo los dos consiguieron que mejorara considerablemente la situación de los nativos. En una carta que le escribió a Carlos V, se atrevió a decirle que se maravillaba de que ‘aguantara a Bartolomé de las Casas, ese hombre tan pesado’).




miércoles, 29 de marzo de 2023

(1991) Enterado Cortés de que los de Cholula iban a atacar, los derrotó en una batalla que resultó muy sangrienta, sobre todo por la participación de los tlaxcaltecas. Luego consiguió que ambas tribus se hicieran amigas.

 

     (44) -¡Ay, pequeñín!: nuestra doña Marina rompía los corazones.

     - Lo tenía todo, romántico abad: inteligencia, simpatía y belleza; además los indios también valoraban su posición. Por esas circunstancias, y sin pretenderlo, obtuvo la confirmación definitiva de que cholultecas y mexicanos iban a atacar de inmediato: “Una india vieja, mujer de un cacique, como sabía que nos matarían a todos y vio que doña Marina era moza, de buen parecer y rica, vino secretamente y le aconsejó que se fuera con ella a su casa si quería salvar la vida, diciéndole que tenía pena de ella, y que allí la casaría con su hijo. E como lo entendió doña Marina, que en todo era muy avisada, le dijo: ‘¿Pues cómo lo sabes, siendo tan secreto?’. Contestó que su marido se lo había dicho, que era capitán de guerreros”. Buena discípula del experto en tretas, aparentó estar de acuerdo y que iba a recoger sus cosas, pero de inmediato se lo contó a Cortés, que retuvo a la anciana custodiada y aceleró sus preparativos de guerra”. A la mañana siguiente, los de Cholula les trajeron un regalo envenenado: los guerreros que Cortés les había pedido como refuerzo para la campaña de México. “Era cosa de ver la priesa con que traían los caciques y los papas los indios de guerra que les habíamos demandado, con muchas risas y muy contentos como si ya nos tuvieran metidos en el garlito. Y trajeron tantos que no cupieron en los patios, por muy grandes que son, que todavía están sin deshacer por memoria de lo pasado. Y desde que vio Cortés que habían venido tan de mañana, dijo: ‘¡Qué voluntad tienen estos traidores de vernos entre las barrancas (atrapados) para hartarse de nuestras carnes! ¡Mejor lo hará Nuestro Señor!’. E como Cortés estaba a caballo e doña Marina junto a él, comenzó a hablarles a los caciques”. Siga su reverencia.

     -Pues, juvenil jubilado, Cortés se despachó a gusto con una larga parrafada: les hizo saber que estaba al corriente de sus taimadas intenciones, recordándoselas detalladamente, y que “en pago de que veníamos a tenerlos por hermanos y decirles lo que Dios y el rey mandan nos querían matar e comer nuestras carnes, y que ya habían sacrificado a siete indios para tener victoria. Luego les dijo que las leyes reales mandan que tales traiciones no han de quedar sin castigo, e que por su delito han de morir”.  Bernal está justificando lo que va a ocurrir de inmediato. Déjame seguir, querido secre.

     -Fue una catástrofe. “E luego mandó Cortés disparar una escopeta, que era la señal que teníamos acordada, y se les dio una mano que se les acordará para siempre porque matamos muchos de ellos”. Pero faltaba lo peor: “Y no tardaron dos horas en llegar nuestros amigos los tlaxcaltecas después de desbaratar a dos compañías de cholultecas que les impedían el paso, e iban por la ciudad robando y cautivando, que no los podíamos detener. Y al otro día vinieron otras capitanías de las poblazones de Tlaxcala y les hicieron mucho daño porque estaban muy mal con los de Cholula. Y desde que vimos aquello, por pena que hubimos de ellos, detuvimos a los de Tlaxcala para          que no hicieran más mal”. Después Cortés hizo otro sainete  diplomático con las embajadores mexicanos diciéndoles que, “aunque Cholula merecía ser asolada, por respeto a su señor Moctezuma, cuyos vasallos son, la perdonaba; e luego llamó a los caciques de Tlaxcala e les dijo que devolviesen los hombres y mujeres que habían cautivado, que bastaban los males que habían hecho”. Termina Bernal con una frase que muestra las increíbles habilidades componedoras del astuto jefe: “Y además de esto, Cortés hizo a los tlaxcaltecas amigos de los de Cholula, que, a lo que yo después supe, jamás quebraron la amistad”. De ver y no creer.

     (Foto: El municipio más importante del valle de Cholula es San Pedro de Cholula, que quizá lleve ese nombre por la gran devoción que Cortés le tenía al santo. La vista es del centro de la ciudad, cuya población actual ronda los 120.000 habitantes. Era un lugar ceremonial, lleno de adoratorios. Fue donde ocurrió lo que nunca perdonarán los mexicanos a los españoles. Hay un dato que no se debe olvidar: los cholultecas eran tributarios de Moctezuma, pero con un régimen suavizado, y los tlaxcaltecas se unieron a los españoles para librarse de los mexicanos y vengarse de los de Cholula, a los que odiaban por suponer una esclavitud añadida a la que ya sufrían bajo el dominio directo de Moctezuma).




martes, 28 de marzo de 2023

(1990) Moctezuma dudaba mucho. Anuló una invitación que les hizo a los españoles, pero Cortés decidió ir a su encuentro. Cuando llegó a Cholula, vio claramente que los indios se preparaban para atacar a los españoles y a los tlaxcaltecas.

 

   (43) –Y llegaron otros cuatro embajadores de Moctezuma: ¡qué pesado!

     -Era el pánico, monseñor. Estaba bien informado y quería romper la alianza con los tlaxcaltecas. Los enviados venían cargados de regalos, y le dijeron a Cortés “que su señor Moctezuma se maravillaba mucho de que estuviéramos tantos días entre aquellas gentes pobres y sin policía (groseras), que aun para esclavos no son buenos y que nos matarían para robarnos”. Esta vez (cambiante como la luna) les invitaba a ir a México. Con su habitual tacto, Cortés se mostró muy agradecido, y creyó oportuno aprovechar la oferta mandando por delante a Pedro de Alvarado y Bernardino Vázquez de Tapia a hablar con Moctezuma y ver la gran ciudad de México, quedando como rehenes los recién llegados. “Y porque había enviado así a la aventura a aquellos caballeros, se lo reprochamos. Y les escribió que se volviesen. Y como Moctezuma quiso saber cómo eran, parece ser que le dijeron sus embajadores que Pedro de Alvarado era de muy linda gracia en el rostro como en su persona, y que  se parecía al sol. Y demás de esto llevaban figurado su dibujo muy al natural, y desde entonces le pusieron el nombre de Tonatio, que quiere decir sol. Y tuvieron razón en así compararlo, porque así en el rostro como en el hablar era agraciado, que parecía que  se estaba riendo (se le olvida comentar que era muy rubio). Y desde que volvieron a nuestro real, nos holgamos mucho, y les decíamos que no era cosa acertada lo que Cortés les mandó”. Comienzan ahora los tanteos con Cholula.

     -El hueso va a ser muy duro de roer, caro figliolo. Cortés presionó a los de Cholula para que le visitaran en Tlaxcala, pero le devolvieron el guante: ni hablar de ir allá porque era territorio peligroso para ellos; que fuera él a Cholula. “E viendo nuestro capitán que la causa que decían era muy justa, acordamos ir allá. E dijeron los caciques de Tlaxcala que, puesto que no les creíamos e íbamos a Cholula, que lleváramos  10.000 de sus hombres de guerra. Cortés les dio muchas gracias por ello, pero como vimos que no estaría bien que fuésemos con tantos guerreros adonde queríamos procurar amistades, les dijo que  bastaría con 2.000. Una mañana comenzamos nuestra marcha, e los caciques de Cholula nos mandaron mensajeros a darnos la bienvenida a su tierra”. Sin embargo no quisieron que los tlaxcaltecas armados entraran en su ciudad. Cortés estuvo de acuerdo, y cuando vio que los de Cholula se tranquilizaron, les lanzó el repetitivo sermón religioso-político.

     -Y, naturalmente, le dieron la respuesta habitual. Prosiga el mosén.

     -Siempre se irritaban los indios cuando Cortés pretendía llegar y cambiar sus costumbres. Y ese mismo malestar mostraron los de Cholula, pero rubricaron su respuesta con una promesa que resultaría pura chatarra: “que dar la obediencia a ese vuestro rey que decís, les place”. Les llevaron entre una multitud de curiosos “y nos dieron de comer muy bien y en abundancia”. Pero poco a poco su actitud se fue haciendo extraña y huidiza. Los embajadores mexicanos les dijeron abiertamente que Moctezuma (ahora sí, ahora no) ya no quería verlos, de manera que Cortés preparó a sus hombres: “Muy desconcertada veo a esta gente. Estemos muy alerta, que alguna maldad hay entre ellos”. Habló con el cacique principal y le dijo “que por la mañana íbamos a partir para México, e que le tengan aparejados porteadores y que nos dieran comida (era una cortesía habitual). Y el cacique estaba tan cortado que no acertaba a hablar”. Los indios amigos habían observado que los de Cholula estaban preparando un ataque, y que, además, en los alrededores había una multitud de guerreros de Moctezuma. Se fueron acumulando detalles muy alarmantes que iban acrecentando la tensión de la espera, como cuando las nubes van bajando, agrupándose y volviéndose cada vez más negras: aquello iba a explotar…

     (Foto: Lo que vemos es una maqueta de la gran pirámide de Cholula, la de mayor extensión y volumen de México -no la más alta-, sobre la que se construyó el santuario cristiano. Esa ciudad era la más importante después de la capital del imperio azteca, Tenoctitlán, y un lugar de peregrinación lleno de pirámides religiosas, pero también un avispero de 100.000 almas, en el que se van a meter Cortés, sus soldados y los indios amigos, tlaxcaltecas y totonacos de Cempoala. A cara o cruz, como siempre, pero más dramáticamente que nunca).




lunes, 27 de marzo de 2023

(1989) Los tlaxcaltecas creían descender de gigantes. Cortés liberó a indios que ellos tenían para sacrificarlos. Llegó el momento de partir hacia la capital de México, y los españoles cometieron el trágico error de escoger la ruta de Cholula.

 

     (42) –Veamos, my dear, cómo surgían los mitos de gigantes.

     -Es que la naturaleza es engañosa, my honest priest. Dice Bernal que les preguntaron a los tlaxcaltecas de dónde procedían, “pues tan diferentes y enemigos eran de los mexicanos. Y contaron que les dijeron sus antepasados que antiguamente había entre ellos hombres muy altos y de grandes huesos, y porque eran muy malos los mataron peleando con ellos. Y para que lo viésemos, nos trajeron un hueso de ellos, que va de la rodilla a la cadera, del altor de un hombre. Yo me medí con él, y tenía tan gran altor como yo, que soy de razonable cuerpo; todos nos espantamos y tuvimos por cierto haber habido gigantes en esta tierra. Y aquel gran hueso lo mandamos a  Castilla para que lo viese Su Majestad”. Esta historieta del fósil nos sirve para saber que Bernal no era un canijo.

     -Razonaron con lógica, secre, pero tenían de todo menos paleontólogos para poder saber que se trataba de fósiles de animales ya desaparecidos. También habían asimilado, como Moctezuma, la creencia de que “vendrían unos hombres desde donde nace el sol a les sojuzgar y señorear, y dijeron que si somos nosotros, que se holgarán de ello, pues tan esforzados y buenos somos”. Pero, como todos aquellos pueblos, los de Tlaxcala tenían su parte siniestra: “Había unas casas de madera hechas de redes y llenas de indios e indias encarcelados y a cebo engordándolos para sacrificar y comer,  las cuales cárceles las deshicimos para que se fueran los presos. Y los tristes indios no osaban ir a sitio ninguno sino estarse allí con nosotros (terrible: único refugio), y así escaparon las vidas. Y en adelante, en todos los pueblos en que entrábamos lo primero que mandaba nuestro capitán era quebrarles las cárceles y echarles fuera los prisioneros. Y Cortés mostró tener mucho enojo de los caciques de Tlaxcala y se lo riñó bien enojado, y prometieron que no matarían ni comerían de aquella manera más indios”. Bernal termina la historia con el desencanto de la realidad. “Digo yo, ¿qué aprovechaba todos aquellos prometimientos si, en volviendo la cabeza, hacían las mismas crueldades?”. Y llegó, por fin, el gran momento.

     -No sin discordias, querido Sancho. “Viendo Cortés que hacía 17 días que estábamos holgando en Tlaxcala, acordó con los que le teníamos buena voluntad partir en breve hacia México, pero hubo en el real muchas pláticas de disconformidad por los grandes poderes que tenía Moctezuma. Cuéntanos la réplica de Cortés.

     -Para Cortés y sus entusiastas era impensable renunciar ya  a México, y dijo que “sobraban otros consejos; y viendo su determinación, y sintiendo sus contrarios que muchos de los soldados le ayudábamos a Cortés y decíamos ‘¡adelante, en buena hora!’, no hubo más contradicción. Los que andaban en pláticas contrarias eran los que tenían haciendas en Cuba; que yo e otros pobres soldados teníamos siempre ofrecidas nuestras ánimas para Dios, que las creó, y los cuerpos a heridas y trabajos en servicio de Nuestro Señor Dios y de Su Majestad. Viendo los caciques de Tlaxcala que queríamos ir a México, pesábales en el alma”. Se hartaron de decirles que era un desatino, y que, si iban, que nunca se fiaran, y que “so color de paces, los mexicanos les harían mayores traiciones”. Curiosamente, todavía estaban allí los embajadores de Moctezuma, “y decían que  el mejor camino para ir a México era por la ciudad de Cholula, y nos pareció bien, por lo que los caciques se entristecieron y nos dijeron que no fuéramos por allí porque en Cholula siempre tiene Moctezuma sus tratos dobles encubiertos; pero, por más que nos dijeron, acordamos ir por Cholula”. Pésima decisión.

     (Foto: zona arqueológica de la gran pirámide de Cholula, con el santuario de Nª Sª de los Remedios encima).




domingo, 26 de marzo de 2023

(1988) Feliz romance de una hija del cacique Xicoténcatl con el bravo (y guaperas) Pedro de Alvarado. La temible Cholula se menciona por primera vez. Ordaz hace la proeza de subir a la cima del Popocatépetl.

 

     (41) –Afortunadamente, nocturno ruiseñor, Cortés renunció a hacer papilla los ídolos, y se conformó con instalar un altar.

     -Y en él, piadoso clérigo, “se dijo misa al otro día e bautizaron a las cacicas, y se puso a la hija de Xicoténcal el Viejo el nombre de doña Luisa, y Cortés la tomó por la mano (era para él) y se la dio a Pedro de Alvarado (el rubio “Toniatu”), y le dijo a Xicoténcal que lo tuviera por bien porque era su hermano y capitán y la trataría muy bien”.

     -Y tan bien que la trató, poético socio: fue un bello  romance que lo alargaron cuanto pudieron. “Y a las demás se les pusieron nombres de pila, y todas con sus dones”. El título de ‘don’ era muy distinguido: obsérvese que Cortés no lo tenía. A Bernal se le pone a tiro una digresión, y allá se lanza: “Aquella cacica, doña Luisa, era acatada y tenida por señora en la mayor parte de Tlaxcala. E della tuvo el Pedro  de Alvarado, siendo soltero, un hijo, don Pedro, e una hija, doña Leonor, que agora es mujer de don Francisco de la Cueva, buen caballero, primo del duque de Alburquerque; y es muy excelente señora, en fin, como hija de tal padre, que llegó a ser comendador de Santiago, gobernador de Guatemala, y es el que fue a Perú con una gran armada. Dejémoslo e volvamos a Cortés”.

     -Recuperado el hilo, dottore, Bernal dice que Hernán se reunió con varios caciques para que le hablaran de México. “Y Xicoténcal, como era muy avisado y gran señor, tomó la mano a hablar, y dijo que Moctezuma era tan poderoso que, cuando quería tomar un pueblo, ponía en campo 150.000 hombres. Y Cortés le dijo: ‘Pues con tanto guerrero, ¿cómo nunca os acabaron de vencer?”. Xicoténcal le dio varias razones: también ellos les mataban a muchos, había otros pueblos que odiaban a  Moctezuma, y, además, gran parte de sus soldados iban forzados a la guerra y luchaban sin ganas. Justo entonces, el cacique mencionó algo premonitorio, que sería el mayor obstáculo en el avance hacia México, y donde se daría el ataque español más criticado por los indigenistas: ¡CHOLULA! Le dijo Xicoténcal a Cortés “que de donde más mal les ha venido continuamente es de una ciudad muy grande que está de ahí a un día de andadura, que se llama Cholula, que son grandes traidores; y que allí metía Moctezuma secretamente sus capitanías, y como estaba cerca, les asaltaban de noche”. Añadió datos sobre Tenoctitlán.  Pero subamos al Popocatépetl.

     -Lo viste humear hace tres años con esos tus ojos pecadores, jubiloso corretón, y quieres que nos acerquemos con Bernal al volcán Popocatépetl. Nos cuenta una historia: “En aquella sazón que estábamos en Tlaxcala, el volcán que llaman Popocatépetl echaba mucho fuego, y un capitán nuestro que se decía Diego de Ordaz (ya saben, el que, según falsos rumores, fue asesinado por mi sobrino Pedro Ortiz de Matienzo) tomó codicia de ir a ver qué cosa era, y demandó licencia a Cortés para subir a él, y se la dio; llevó consigo dos soldados y ciertos indios principales, que le dijeron que no se atreverían a subir más arriba de donde  tienen unos cúes de sus ídolos”. En el ascenso pararon una hora hasta que se calmó algo una llamarada envuelta en ceniza y humo, y después los tres españoles continuaron adelante. “Subieron luego hasta la boca, que era muy redonda y que tendría el anchor de un cuarto de legua (no resulta muy exagerado, porque mide 840 metros), y que desde allí se aparecía toda la ciudad de México y la laguna y los pueblos que  están en ella. Y está este volcán obra de 13 leguas de México (casi exacto: son 70 km). Y después de bien visto, muy gozoso el Ordaz y admirado de haber visto México y sus ciudades, volvió a Tlaxcala, teniéndolo los indios en mucho atrevimiento, y nosotros nos admiramos de ello. Y cuando llegó Diego de Ordaz a Castilla lo demandó como armas (para su escudo) a Su Majestad, y así lo tiene ahora un su sobrino que vive en Puebla”.

     (Foto del Popocatépetl tomada desde Cholula. En esta ciudad quedó un pésimo recuerdo de las tropas formadas por españoles y tlaxcaltecas; era una población considerada especialmente sagrada por sus numerosos templos, y sobre una de esas pirámides-adoratorio se construyó la bella iglesia del primer plano: el santuario de Nuestra Señora de los Remedios).




viernes, 24 de marzo de 2023

(1987) Cuajó la gran alianza con los tlaxcaltecas, ayuda fundamental para vencer a Moctezuma. Pero Cortés, más papista que el papa, pensó en obligarles a abandonar sus ídolos. Disparate que el fraile mercedario le quitó de la cabeza.

 

     (40) –Lo nunca visto, secre: estaremos ¡17 días! de vacaciones, pero intensos, en Tlaxcala; aunque Cortés jamás descansa.

     -Fue apoteósico, monseñor: las calles llenas de expectación, agasajos continuos de todos los caciques y principales, e incluso de los siniestros sacerdotes: “Vinieron los papas de toda la provincia, que había muchos, con sus inciensos sahumándonos a todos, y los cabellos muy largos y engreñados, llenos de sangre que les salía hasta de las orejas, porque en aquel día habían hecho sacrificios, y traían las uñas muy largas; oímos decir que los tenían por religiosos y de buena vida”. Luego les llevaron a unos aposentos, donde también entraron los enviados de Moctezuma. Pero el ‘mosqueo’ era inevitable: “Y aunque estábamos en tierra que veíamos muy de paz, no nos descuidábamos de estar muy apercibidos, como era nuestra costumbre”. A un capitán le pareció excesiva tanta precaución, y Cortés le dijo: “Aunque los indios sean muy buenos, no hemos de creer en su paz, sino como si nos quisiesen dar guerra, que muchos capitanes fueron desbaratados por confiarse, y peor estamos nosotros por ser tan pocos”. Los grandes caciques Xicoténca el Viejo y Maseescasi captaron la desconfianza y se sintieron ofendidos. Incluso le ofrecieron a Cortés rehenes para que estuviera tranquilo, “y todos estábamos asombrados de la gracia y amor con que lo decían, pero respondió que no hacían falta rehenes, y que en cuanto a estar apercibidos, que siempre lo teníamos por costumbre, y que no lo tuviesen a mal”. Después dijo el viejo Xicoténcal: “Malinche, para que más claramente conozcáis que os queremos bien, os queremos dar hijas nuestras para que sean vuestras mujeres y hagáis generación; yo tengo una hija muy hermosa y quiérola para vos; y los demás caciques dijeron que traerían a sus hijas”. Y el reportero del detalle que es Bernal añade: “Como era ciego el viejo Xicoténcal, con las manos tentaba a Cortés en la cabeza, en las barbas y en el rostro, y se la llevaba por todo el cuerpo. Y estaba allí presente el padre de la Merced y Cortés le dijo: ‘Señor padre, paréceme que será ahora bien que demos un tiento a estos caciques para que dejen sus ídolos y no sacrifiquen’. Y el fraile dijo. ‘Dejémoslo hasta que traigan a sus hijas, y dirá vuestra merced que no las quiere recibir hasta que prometan de no sacrificar’. Al otro día trajeron 5 indias hermosas…”.

     -Sigue, maestro, que la cosa se pone interesante.

     -Cortés hizo el teatro que le aconsejó el fraile y les dijo que no recibiría a las mujeres hasta que renunciaran los indios a sus horribles costumbres religiosas, “y a las torpedades malas que suelen hacer”. Como si estuviera en el púlpito de la catedral de Toledo, les adoctrinó a fondo sobre las creencias cristianas. Y el bueno de Xicoténcal no pudo contestarle otra cosa: “Malinche, bien creemos que vuestro Dios y esa gran Señora son muy buenos; pero ¿cómo quieres que  dejemos a nuestros dioses a los que desde muchos años nuestros antepasados han adorado y sacrificado?; ¿qué harán nuestros papas y todos los vecinos y mozos de esta provincia sino levantarse contra nosotros?’. Así que  dieron por respuesta que no habláramos más de aquella cosa, porque no habían de dejar de sacrificar aunque los matasen. Y entonces dijo el padre de la Merced, que era buen teólogo: ‘Señor, no es justo que por la fuerza les hagamos cristianos. Y aun lo que hicimos en Cempoal, derrocarles sus ídolos, no quisiera yo que se hiciese aquí hasta que tengan conocimiento de nuestra fe. ¿Qué aprovecha quitarles ahora sus ídolos de un adoratorio, si los pasan luego a otro?”. Parece que Cortés titubeaba, porque solo cedió cuando dos de sus capitanes le dijeron que el consejo del fraile era muy sensato. Cuesta creer que el prudentísimo Hernán estuviera poniendo en peligro por segunda vez una valiosísima alianza que tanto esfuerzo había costado.

     (En el mapa se ve claramente que, hecha la paz con los tlaxcaltecas, los españoles tenían toda su retaguardia pacificada, pudiendo viajar hasta la costa del Atlántico sin encontrar un solo enemigo; México estaba -casi- al alcance de la mano).




jueves, 23 de marzo de 2023

(1986) Moctezuma teme las victorias de Cortés y trata de evitar su presencia, así como de romper su amistad con los tlaxcaltecas. En el proceso de la conquista, la Malinche (Doña Marina) fue una mujer excepcional y de gran importancia.

 

     (39) –Digamos ya, fiel escribano, que Moctezuma va a resultar un personaje desconcertante, pero muy apreciado por los españoles.

     -Choca ciertamente, docto abad, el contraste de la tiranía de su poder con la vulnerabilidad de su carácter. Escribe Bernal: “Tras darnos Nuestro Señor la victoria de las batallas de Tlaxcala, voló nuestra fama por todas aquellas comarcas y fue a oídos del gran Moctezuma. Y si de antes nos tenían por teúles, puso espanto en todas las tierras cómo, siendo nosotros tan pocos y los tlaxcaltecas de muy grandes poderes, los vencimos. Por manera que Moctezuma temió nuestra ida a su ciudad, y nos envió cinco principales con un presente de oro y joyas muy ricas, y a decirnos que  se holgaba mucho de nuestra gran victoria y que quería ser vasallo de nuestro gran emperador”. Era, sin duda, una hipócrita oferta, porque se mostraba dispuesto a pagar tributo a Carlos V “con tal que no fuésemos a México, porque la tierra era fragosa”.

     -Como ves, jovencito, un argumento pueril. Los embajadores tuvieron ocasión de presenciar otro hecho preocupante para los mexicanos. “Vino el capitán Xicoténcal el Mozo con muchos caciques y muy de paz, y le hizo mucho acato a Cortés, que, con gran amor, le mandó sentar cabe sí”. Pidió perdón por las batallas, diciendo que había creído que los españoles estaban al servicio de Moctezuma. Y sigue Bernal: “Era Xicoténcal alto de cuerpo y de gran espalda y bien hecho, y tenía la cara larga e como hoyosa y robusta; era de unos 35 años, y mostraba en su persona gravedad. Y dijo que tenía por cierto que, con nuestra compañía, serían guardadas sus personas, mujeres e hijos, y no estarían con sobresalto de los traidores mexicanos. Y Cortés le dio las gracias muy cumplidas y con halagos”. Partieron los tlaxcaltecas, “y a los embajadores mexicanos les pesó en gran manera las paces, y le dijeron a Cortés que todo lo que le habían dicho era burla y palabras engañosas de hombres muy traidores”. Sin que Cortés diera importancia al comentario,  tras partir los mexicanos con la promesa de traer pronto más noticias de Moctezuma, y aprovechando el remanso de paz después  del triunfo logrado, lo primero que hizo fue mandar las maravillosas noticias a los de la Villa Rica, y darles algunas instrucciones, entre ellas las de que “siempre favoreciesen a los pueblos totonacas, nuestros amigos (desde Veracruz hasta Tlaxcala todo quedaba pacificado)”.

     -Sigue con la copla, santo clérigo, que también pensaba en la misa.

     -Así es, puritano joven. Entonces, aunque pecadores, éramos muy creyentes. Por eso pidió además Cortés a los de la villa Rica “que le enviasen pronto dos botijas de vino que había dejado soterradas en su aposento, y asimismo trajesen hostias de las que habíamos traído de la isla de Cuba, porque ya se habían acabado”. Vuestras malisiosas y poco piadosas mersedes sepan que las botijas de vino eran para celebrar la santa misa, y que aquellos toscos soldados se sentían medio perdidos si faltaba la eucaristía. Bernal al habla: “Volvieron de México seis principales y trajeron un rico presente del gran Moctezuma, que le rogaba a Cortés que no confiase en los de tlaxcaltecas”. Era otra ingenua trampilla; casualmente los de Tlaxcala, ansiosos porque Cortés no se decidía a visitarlos, llegaron entonces en masa con sus caciques principales, “y nos hicieron gran acato”. Al decir Cortés que no había ido aún porque le faltaba gente para llevar a cuestas la artillería, “sintieron tanto placer que en los rostros se les conoció, y dijeron: ‘Malinche (Cortés), ¿por eso has esperado y no lo has dicho?’. Y trajeron al otro día sobre 500 indios de carga, y comenzamos a marchar con mucho orden camino de Tlaxcala”. Bernal, en boca de los nativos, llamará Malinche repetidamente a Cortés, y lo explica: “La causa de haberle puesto este nombre los indios es que, porque Doña Marina, nuestra lengua, estaba siempre en su compañía, le llamaban a Cortés ‘el capitán de Marina’, y para más breve, le llamaron Malinche”. Tiene razón Bernal, pero lo deja confuso. En realidad se debía a que el nombre real de esa mujer sin par era Malinchin.

     (Foto: escena del Lienzo de Tlaxcala, cuyo original, de mediados del XVI, se perdió, pero pudo ser reproducido en esta copia del XVIII; narra la toma de México con la colaboración de los tlaxcaltecas, y en él aparece con mucha frecuencia Doña Marina al lado de Cortés como su intérprete de la lengua náhuatl).




miércoles, 22 de marzo de 2023

(1985) Aunque Cortés ya había conseguido la amistad de los tlaxcaltecas, Xicoténcatl el Mozo preparó una celada para atacar a los españoles. Cortés castigó a sus tramposos emisarios, y Xixoténcatl, de momento, renunció a la pelea.

 

     (38) –Es curioso, paisano, el contraste entre un viejo y un joven. Las razones del corazón de un mancebo no suelen ser razonables.

     -Ya sabes, tierno abad, aquello de que se empieza pirómano y se termina bombero. “Xicoténcal el  Mozo dijo que ya había muerto (matado) muchos teúles (españoles endiosados) y la yegua, y que quería acabarnos de vencer y matar. Desde que oyeron la respuesta su padre y los demás caciques (los ‘ancianos’), se enojaron y mandaron a todos los capitanes que no fuesen con el Xicoténcal a darnos guerra”. Pero no se presentaron adonde Cortés para hacer las paces, al parecer por miedo al irascible y joven caudillo. Entre tanto, volvieron a flaquear los partidarios de Velázquez, ansiosos por acabar aquella pesadilla volviendo a Cuba. “Uno de ellos, que habló por todos y que tenía buena expresiva, le dijo a Cortés que mirase cuán mal andábamos todos”. No tuvo difícil amontonar argumentos basados en las dificultades y peligros pasados, presentes y futuros. Tras contestarles que “en todos esos peligros no me habréis conocido tener pereza, que en ellos me hallaba con vosotros; e tuvo razón de lo decir porque en todas las batallas se hallaba entre los primeros”, elaboró una brillante réplica mostrándoles la botella medio llena, y apelando, entre otras cosas, a la riqueza, el honor y la gloria. “Y además de lo hablado por Cortés, todos los que le habíamos alzado por capitán y aconsejado dar al través con los navíos dijimos en alta voz que no se preocupase de corrillos ni de oír semejantes pláticas, sino de que estemos con buen concierto para hacer lo que convenga. Y así cesaron todas las pláticas”. Xiconténcal el Joven por su parte, como estrategia de despiste, mandó varios indios con comida a los españoles, “y supo doña Marina (porque lo decían los totonacas) que eran espías, y se lo dijo a Cortés, que consiguió que confesaran que así era y que Xicoténcal iba a dar aquella noche con todas sus capitanías contra nosotros, por lo que mandó que  se les cortaran, a unos las manos, y a otros los pulgares, y se los enviamos a Xicoténcal. Y como vio llegar a sus espías de aquella manera, perdió el  brío y la soberbia; además se le había ido del real un capitán con su gente porque tuvieron discusiones desde las batallas pasadas”. Santo remedio: aunque, pasado el tiempo, habrá otro grave conflicto con aquel rebelde (quizá con sincera causa), los tlaxcaltecas fueron por fin a negociar la paz.

     -Y sería, dulce trovador, el principio de un bello amor eterno. Estamos asistiendo a una encrucijada esencial en el viaje hacia el enfrentamiento con Moctezuma. Españoles, totonacas y tlaxcaltecas vencerán, serán derrotados y, siempre juntos, lograrán la victoria definitiva. Cuando llegaron los caciques de Tlaxcala acompañados de una muchedumbre de indios, la primera reacción de los españoles fue de alarma, pero pronto vieron que venían en son de paz y con muchos regalos. Hicieron señales de amistad y gestos protocolarios de sumisión, “y dijeron que venían a meterse bajo la amistad de Cortés y de todos  sus hermanos teúles, y que les perdone por la guerra que nos habían dado, porque tuvieron por cierto que éramos amigos de Moctezuma viendo en nuestra compañía a muchos de sus vasallos que le dan tributos. Cortés se hizo el enojado por las tres veces que nos dieron guerra, pero dijo que los recibía en nombre de nuestro rey y señor. Y desde entonces nos traían muy bien de comer. Y cuando aquello vimos y nos parecieron las paces ser verdaderas, dimos muchas gracias a Dios, porque estábamos ya tan flacos y trabajados con las guerras, y sin saber el fin que habría dellas”. Le saca a Bernal de quicio que el cronista Gómara comente que los soldados se le querían amotinar a Cortés. Dice que “nunca capitán fue obedecido con tanto acato y puntualidad, y las palabras que le decían era para bien aconsejarle y porque les parecía que estaban bien dichas”.

     (En la foto, una estatua situada también en Tlaxcala-Xicohténcatl, pero de otro de sus héroes patrios: Tlahuicole. Su lucha fue contra Moctezuma, y anterior a la llegada de los españoles; quizá, de haber tenido la oportunidad, se hubiese unido a Cortés para tomarse la revancha contra los aztecas).




(1984) Los españoles tuvieron otra victoria pero al precio de perder unos 48 hombres. Cundió el pesimismo y fue Doña Marina la más animosa. Cortés, enfermo, envió mensajeros de paz a los tlaxcaltecas, y hubo suerte: la aceptaron.

 

     (37) -¿Te has dado cuenta, discípulo mío, que somos colegas?: yo fui Tesorero Real, y tú Secretario Real; altísimos funcionarios.

     -Habla por ti, mi señor, que yo jugaba en tercera división. Continuemos en compañía de Bernal, ese ilustrísimo soldado raso. Dice que en la peligrosísima batalla apresaron a tres indios principales (imaginemos que fuera para comérselos; se derrumbaría toda la cultura europea, tan amante del ‘buen salvaje’). Lo que hizo Cortés con ellos fue mandarlos de vuelta a su pueblo “para que rogaran a los caciques de Tlaxcala que vengan de paz y nos den paso por su tierra para ir a México”. Pero, aunque tristes y desmoralizados por la derrota, los indios pensaron que podrían vencer luchando de noche, y Xicoténcatl lanzó un tremendo ataque por sorpresa, “y como estábamos tan acostumbrados a dormir siempre calzados y vestidos, y los caballos ensillados y enfrenados, con todo género de armas muy a punto, les resistimos con las escopetas y ballestas y estocadas, y de presto les hicimos volver las espaldas; mataron a un indio de nuestros amigos de Cempoal e hirieron a dos soldados y un caballo”. ¿Fatigoso, no?

     -Y que lo digas, piccolino. A Bernal le viene vivísimo el recuerdo del estado de ánimo de toda la tropa en aquel preciso momento: “Cuando amaneció, nos vimos todos con heridas (muchas, anteriores) y muy cansados, y otros enfermos y entrapajados (vendados con trapos), y ya se habían muerto sobre 45 soldados, y aun nuestro capitán, Cortés, tenía calenturas. Y dábamos en pensar qué fin tendría esta guerra, y si acabase, qué sería de nosotros, porque entrar en México lo teníamos por cosa recia. Y no sabíamos nada de los que quedaron en la Villa Rica, ni ellos de nosotros”. Y de repente, soñador poeta, el sin duda enamorado Bernal nos agasaja con una loa a nuestra india preferida: “E doña Marina, aun siendo mujer de la tierra, qué esfuerzo tan varonil tenía, que oyendo cada día que nos habían de matar y comer nuestras carnes con ají (chile mexicano), y habernos visto cercados en las batallas, y agora todos heridos y dolientes, jamás vimos flaqueza en ella, sino un muy mayor esfuerzo que de mujer”. Se queja después de que el cronista Gómara, que siempre ensalza a Cortés, nunca habla del mérito de los soldados, “sino que todo lo que escribe es como de quien va a bodas y lo hallábamos todo hecho”. Sigo yo, peque. 

     -Recordemos que Bernal escribió su magnífico libro al sentirse ‘cabreado’ por la crónica de Gómara, encargada por Martín Cortés para mayor gloria de su padre. Por eso, sin quitarle ningún mérito al gran capitán (ni perdonarle merecidas críticas), pone siempre de relieve la heroica contribución de toda la tropa. Dice después Bernal que mandaron de nuevo un mensaje de paz con otros tres indios que habían apresado: “Cuando llegaron a Tlaxcala los mensajeros, estaban en consulta los dos caciques principales, que se decían Maseescasi y Xicoténcal el Viejo (padre del apasionado rebelde). Y desde que oyeron la embajada, estuvieron suspensos un rato, y quiso Dios inspirar en sus pensamientos que hiciesen paces con nosotros. Y luego fueron a llamar a todos los caciques que había en sus poblaciones. Y ya todos juntos, les hicieron un razonamiento”. Básicamente, les hablaron de las buenas maneras de los españoles, que devolvían a los presos, y de la crueldad con que eran tratados por los mexicanos; y de que lo más acertado era aliarse con gente tan poderosa en la batalla para poder liberarse del yugo de Moctezuma. “Y a todos los caciques les pareció bien, y decidieron que se hicieran paces, y que se avisara a los capitanes que  dejaran de luchar”. Cortés y los suyos están a punto de conseguir uno de sus mayores logros, la llave para alcanzar México. ¿Pero…?: “Enviaron cuatro principales con el mensaje para los capitanes, y Xicoténcal el (complicado) Mozo no los quiso escuchar, y  mostró tener enojo y los trató mal de palabras”.

     (Foto: a cada uno lo suyo; para los mejicanos Xicoténcal se ha convertido en un héroe del indigenismo, y le han colocado esa estatua en Tlaxcala, que, desde 1932, se llama Tlaxcala-Xicohténcatl).




martes, 21 de marzo de 2023

(1983) Llegará el día en que los tlaxcaltecas serán para siempre grandes amigos de los españoles, pero, de momento, habrá enfrentamientos entre ambos. Y tan duros, que los españoles se confesaban por temor a la muerte.

 

     (36) –No nos olvidemos de nuestra querida doña Marina, soñador.

     -Tú y yo sabemos, poético abad, que permanece en la sombra, pero influyendo con su presencia al lado de Cortés; ahora más que nunca, porque se ha convertido en su amante desde que Puertocarrero partió para España. El mancebo Bernal no aguantará mucho sin  hablar de ella. Pero dejémosle que siga con la batalla contra los tlaxcaltecas: “Y tengo para mí que les matamos entonces 4 capitanes; luego se retiraron y se llevaron la yegua, a la que hicieron pedazos para  mostrarlos en todos sus pueblos (como prueba de que los caballos eran vulnerables)”. Siguió durísima la pelea, pero más tarde supieron que serían derrotados “porque les matamos muchos indios, y entre ellos 8 capitanes muy principales; y desde que nos vimos con victoria, dimos muchas gracias a Dios Nuestro Señor; y con el unto del indio que ya he dicho, se curaron nuestros heridos, que fueron 15, y murió uno de ellos, y también se curaron 4 caballos. Y al otro día, dijo Cortés que era mejor ir nosotros a acometerlos, para que no sintieran nuestra flaqueza”. Salieron 7 jinetes, unos 200 soldados y sus amigos totonacas,  dejando una reserva en el ‘real’ (acuartelamiento).

     -Alto, socio, porque tenemos que fijarnos en un detalle importante: la forma de actuar de los indios amigos. Vamos a ver un pequeño aperitivo de la ‘vista gorda’ que harán los españoles sobre su comportamiento, dependiendo de las circunstancias: en las batallas decisivas, les recompensaban su valor y sacrificio ‘disimulando’ (como decían ellos) verdaderas salvajadas. Sigue Bernal: “Por los  pueblos prendimos veinte indios e indias sin hacerles ningún mal; y nuestros amigos, como son crueles, quemaron muchas casas. Y llegados al real, Cortés mandó que se soltasen los prisioneros, se les dio de comer y doña Marina y Aguilar les halagaron y les dijeron que no fuesen locos, que viniesen de paz”. Cortés los envió después, con los otros dos principales que tenían apresados, adonde el cacique Xicoténcatl (hijo) con el mensaje de que solo querían pasar por Tlaxcala para llegar adonde Moctezuma. La respuesta no fue muy educada: “Que fuésemos, y que harían las paces hartándose con nuestras carnes y honrando a sus dioses con nuestros corazones y sangre”. Supieron también que el ejército tlaxkalteca estaba unido y era terrorífico: 50.000 hombres.

     -Nunca lo tuvieron más difícil. ¿Cómo lo vieron, daddy?

     -Bernal no puede esconder el terror que sentían: “Y desque aquello supimos, como somos hombres y temíamos la muerte, nos confesamos con el padre de la Merced y con el clérigo Juan Díaz, que toda la noche estuvieron en oír de penitencia y encomendándonos a Dios que no fuésemos vencidos”. Fue tan importante el día de la batalla, que da la fecha, 5 de setiembre de 1519, y explica el perfecto orden con que diseñaron el ataque, “y supimos cierto que vendrían con intención de no dejar ninguno de nosotros con vida y sin que fuera sacrificado a sus ídolos”. La lucha fue feroz, “y una cosa nos daba la vida, y era que como estaban muy amontonados, los tiros les hacían mucho mal, y demás desto el Xicotenca no era obedecido por dos capitanes que le eran contrarios, y como ya peleaban de mala gana y veían que les hacíamos mucho daño, comenzaron a aflojar. Y desque nos vimos libres de aquella multitud, dimos muchas gracias a Dios. Nos mataron a un soldado e hirieron a más de setenta y a todos los caballos. A mí me dieron dos heridas, una pedrada en la cabeza y un flechazo en el muslo, mas no eran para dejar de pelear, y asimismo lo hacían todos los que estaban heridos”.

     (En la foto, la habitual misa antes de la batalla: eran brutales, pero creyentes, y solo podían mantener a raya el pánico con el consuelo de la fe. Aunque estuvieran en la retaguardia, también muchos clérigos acababan masacrados).




lunes, 20 de marzo de 2023

(1982) De camino a México, los amigos totonacas le aconsejaron a Cortés que fueran por Tlaxcala, donde los indios odiaban a Moctezuma, los cuales desconfiaron de los españoles y hubo un enfrentamiento.

 

     (35) –Y Cortés, querido secre, seguía ganándose  a los indios.

     -Aprovechaba hasta la peor oportunidad, reverendo. Los de Zocotlán estaban llenos de curiosidad por los extraños visitantes; así que utilizó su asombro de ‘pardillos’ para exagerar la fiereza de los perros, el poder de los caballos y la fuerza destructiva de las armas de fuego. Para rematar la faena, los indios de Cempoala les contaron al detalle lo que les habían visto hacer a los españoles, y cómo gracias a ellos se encontraban libres del yugo de Moctezuma. Terminaron diciéndoles: “Andad presto y traedles algún presente. De manera que traíamos con nosotros buenos echacuervos (liantes), porque de seguido trajeron adornos de oro, aunque era muy bajo. Y también trajeron 4 indias que fueron buenas para moler pan”. Pero luego vieron otra cara del horror.

     -Así es, florido poeta. Resultó nuevo para ellos: “Acuérdome que tenían puestos en una plaza tantos rimeros (conjuntos) de calaveras que se podían contar por miles, y en otra parte muchos rimeros de zancarrones (Bernal habla con propiedad: huesos grandes descarnados), y tenían en unas vigas muchas cabezas colgadas, y lo estaban guardando tres papas. Esto lo tuvimos que mirar después en todos los pueblos”.  Así que era típica de la cultura azteca esa ‘instalación’, conocida con el nombre de ‘tzompantli’. Pero el ‘simpático’ cacique les dio un consejo envenenado, y tanto que, de haberlo seguido, es muy probable que todos los españoles terminaran como los que acababan de ver ensartados. Trataron de convencerles de que se olvidaran de la ruta de Tlaxcala y fueran directos a México por Cholula, con el argumento de que el camino era más corto. Menos mal que los totonacas dejaron las cosas claras: “Y los de Cempoala le dijeron a Cortés: ‘Señor, no vayas por Cholula, que son muy traidores y tiene allí siempre Moctezuma sus guarniciones de guerra’; y que fuésemos por Tlaxcala que eran sus amigos, y enemigos de los mexicanos. Y así acordamos tomar el consejo de los de Cempoal, que Dios lo encaminaba todo”.

     -Sí, reverendo; pero parece que el Señor escribía derecho con renglones muy torcidos, porque en Tlaxcala se complicaron estúpidamente las cosas, y después, aunque mucho mejor preparados, habrían de pasar forzosamente por la temible Cholula. Seguro, dottore, que nos explicas bien el laberinto que fue Tlaxcala.

     -Siempre tan precavido, Cortés hizo alto en un pequeño pueblo, desde donde envió a dos totonacas con un mensaje pacificador para los tlaxcaltecas. La cosa salió tan mal que apresaron a los dos infelices. “Y esto fue porque, como sabían que  llevábamos en nuestra compañía muchos amigos indios que daban tributo a Moctezuma, tuvieron por cierto que íbamos contra ellos”. Los dos totonacas lograron escapar, pero trayendo pésimas noticias del ambiente de guerra que habían visto. “Y desde que lo supimos, dijimos todos: ‘Pues que así es, adelante en  buena hora’ E yendo así, nos vinieron de frente hasta 6.000 indios (Bernal no era de los cronistas que más exageraban), con gritos, tambores y trompetilla, flechando y tirando varas, con su capitán, que se decía Xicotencal (era el soberbio y terco hijo del cacique principal; se convertiría en la  peor pesadilla para los españoles)”. El encontronazo fue terrible: “Decidieron cogernos algún caballo, y echaron mano a una muy buena yegua y al buen jinete que se decía Pedro Morón; le agarraron de la lanza y le hirieron malamente; y entonces  dieron una cuchillada a la yegua que le cortó el pescuezo en redondo, y colgado del pellejo (buen pintor expresionista), allí quedó muerta; y todavía pudimos salvar al Morón y quitárselo de poder, que ya lo llevaban medio muerto, y quitamos la cincha de la yegua para que no quedase allí la silla”.

     (Eso que ven vuesas mersedes en la foto es un muro del Templo Mayor de México: ahí dejaron los aztecas reproducido en piedra cómo quedaban ensartadas en los tzompantlis las calaveras de sus víctimas ritualmente sacrificadas; era el atractivo reclamo que los españoles iban viendo por el camino).




viernes, 17 de marzo de 2023

(1981) Serio conflicto porque hombres de Juan de Garay intentaban conquistar en la zona de Cortés. Evitado de momento, siguió avanzando hacia Tenochtitlán-México, y fray Bartolomé de Olmedo le aconsejó que tratara con prudencia a los indios.

 

     (34) –Un susto tras otro, secre: ¿quién ha enviado esa nave?

     -Nos lo cuenta Bernal, Sancho, y te va a tocar de cerca. “Cortés mandó  que quedaran  al mando en Cempoal a Pedro de Alvarado y a Gonzalo de Sandoval, que ya daba muestras de varón muy esforzado (Bernal lo adora) y fue el primer cargo que tuvo”, y salió disparado hacia Veracruz “mandando que  le siguiésemos 50 soldados de los más sueltos. Y al llegar a la Villa Rica, topamos con 4 españoles que venían a tomar posesión de aquella tierra por orden de Francisco de Garay, gobernador de Jamaica”.

     -¡Ay, Dios: Garay! No Juan (el fundador de Buenos Aires), sino Francisco, natural de Sopuerta  (Vizcaya); entonces, mientras yo era el abad de  Jamaica, él tenía allí el cargo de gobernador. Bernal cuenta qué hacía por allí un barco suyo. Cortés apresó a los 4 intrusos “y les preguntó con qué títulos venían”. Le contestaron que, como era tan prometedora la zona por lo que se sabía de los viajes de Hernández de Córdoba y de Grijalva, “Francisco de Garay, que tenía en la Corte quien le favoreciera, que eran el obispo Fonseca (¡otra vez!), el licenciado Zapata y el secretario Conchillos, consiguió nombramientos para ser adelantado y gobernador desde el río S. Pedro y S. Pablo por la banda del norte”. Cortés intentó hacerse con el barco del que habían bajado, pero, salvo otros dos despistados, la tripulación no picó y se alejaron, “por manera que se tuvieron de aquel navío seis soldados (todo es bueno para el convento), y así nos volvimos a la Villa Rica (Veracruz)”. Garay nunca tuvo suerte con Cortés, ni entonces, ni más tarde, cuando murió a su lado, como veremos. Todo despejado: vámonos a México.

     -Pasado el susto, querido Abad de Jamaica, sus amigos indios le indicaron a Cortés la mejor ruta, aunque el resultado estuvo a punto de ser catastrófico (siempre al borde del abismo). “Los principales de Cempoala dijeron que el camino más conveniente era por la provincia de Tlaxcala, porque eran sus amigos y mortales enemigos de los mexicanos; y nos dieron doscientos tamemes (porteadores) para llevar la artillería”. Pongamos punto de partida y fecha para el histórico viaje: “E partimos de Cempoala mediado el mes de agosto de mil y quinientos y diez y nueve años. Y fuimos a Jalapa, y de allí a Socochima (Xicochimalco), y como eran amigos de los de Cempoala y no tributaban ya a Moctezuma, nos tenían buena voluntad”. Cuente su merced lo que aconsejó un sensato fraile.

     -Siguieron Cortés y los suyos hacia México por la ruta de Tlaxcala, reposando en pueblos de indios amigos, y llegaron a Zocotlán, donde fueron acogidos de mala gana, “y estábamos muy apercibidos y con gran orden porque eran vasallos de Moctezuma”. El cacique les dio datos impresionantes y detallados de la ciudad de México. “Y con todo cuanto contaba de su fortaleza y puentes, que levantando cualquiera no se podía entrar en ella, somos de tal calidad los soldados españoles (autoestima a tope), que ya queríamos estar probando la aventura, aunque parecía cosa imposible. Y verdaderamente México era más fuerte que todo lo que decía, porque una cosa es haber visto la manera y fuerzas que tenía, y otra como yo lo escribo. Y dijo que Moctezuma todo lo señoreaba y que no sabía si estaría contento de que nos hubiesen aposentado sin su licencia”. Cortés le respondió que venían a que eso cambiara, y les dijo que también ellos deberían hacerlo (dejar los sacrificios, el canibalismo y la sodomía); luego dio orden a sus soldados de poner una cruz. Pero fray Bartolomé de Olmedo le dijo: ‘Paréceme, señor, que en estos pueblos no es tiempo para dejarles una cruz en su poder. Y esto que se les ha dicho basta hasta que tengan más conocimientos de nuestra santa fe’. Y así, quedó sin poner la cruz”. (Bravo por el frailuco).

     (El plano de la foto es muy didáctico: lo usaremos varias veces. El verdadero inicio del gran ‘asalto’ fue Cempoala (el viaje de ida y vuelta a Veracruz lo habían tenido que hacer para que Cortés resolviera una de sus típicas contrariedades). Hemos pasado por Jalapa, Xico Viejo e Ixhuacán; estamos ahora en Zocotlán (Xocotla). La primera gran meta va a ser Tlaxcala, donde Cortés confía en encontrar grandes amigos).




jueves, 16 de marzo de 2023

(1980) Duros castigos de Cortés a quienes trataron de ir a denunciarlo ante el gobernador de Cuba. Para evitar huidas, destrozó las naves que tenía en Veracruz. Luego se dispuso a partir al encuentro de Moctezuma.

 

     (33) –Avante con la tragicomedia diaria, escribano: Cortés vivía en un campo minado y  necesitó ser valiente, ingenioso e implacable.

     -Además, querido maestro, tenía enemigos en el exterior y en su propia casa. En cuanto partieron para España Puertocarrero y Montejo (donde se quedarían dos años enredando sin tregua en la corte para defender la causa de Cortés), un grupo de partidarios del acuciante Diego Velázquez, “acordaron tomar uno de los navíos e irse a Cuba a dar cuenta al gobernador de cómo podía apresar a nuestros procuradores; Cortés lo supo cuando se iban a embarcar,  les tomó confesiones (no sería suavemente) y confesaron la verdad. Y por sentencia, mandó ahorcar a Pedro Escudero e a Juan Cermeño, y cortar los pies al piloto Gonzalo de Umbría, y dar 200 azotes a los hermanos Peñates; y al padre Juan Díaz, si no fuera de misa, también le castigara, mas le metió harto temor”. Durillo, ¿no?

     -¿Y qué remedio?, hijo mío. Hasta al páter le debería haber sacudido, pero ya ves cómo se nos respetaba a los consagrados. Fiel a su estilo, Bernal añade un comentario (yo diría que aprobatorio) sobre los sentimientos de Hernán. “Acuérdome que cuando Cortés firmó aquella sentencia dijo con grandes suspiros: ‘¡Oh, quién no supiera escribir, por no firmar muertes de hombres!’, como lo hacía el cruel Nerón en el tiempo que dio muestras de buen emperador. Y cuando se hubo ejecutado la sentencia, se fue (el hiperactivo) Cortés a matacaballo  a Cempoal, y mandó que luego le siguiésemos los demás”. Juntos ya en Cempoal, se llegó al acuerdo de destruir los navíos que tenían en Veracruz, y Cortés le encargó el trabajo a un fiel compañero, Juan de Escalante. Deja claro Bernal que los navíos no fueron quemados, sino que “se dieron al través”, y que lo ordenó por dos razones, imposibilitar la vuelta a Cuba (quedando en Veracruz una pequeña guarnición, con los viejos y enfermos) e incorporar como soldados a los marineros. Habló Cortés con el cacique gordo y con sus indios de Cempoala, recordándoles sus compromisos con el rey español y la necesidad de que se mantuvieran alejados de las malas costumbres pasadas, porque los españoles iban a dar el gran paso: emprender, por fin, el ansiado y temible viaje al encuentro de Moctezuma en Tenochtitlán.

     -Luego, reverendo, Cortés alimentó con unas frases épicas el fuego y el ansia que llevaban sus soldados dentro ante la perspectiva de la heroica y productiva proeza que tenían por delante. ¿Qué dijo?

     -Se puso grandilocuente, a tono con el crucial momento: “Y entonces Cortés nos dijo que ya habíamos entendido a qué jornada íbamos (¡México!), y que mediante nuestro Señor Jesucristo, habíamos de vencer todas las batallas, y estar prestos para ello como convenía, porque en cualquier parte donde fuésemos desbaratados, lo cual Dios no permitiese, no podríamos alzar cabeza, por ser muy pocos y no tener otra ayuda sino Dios y nuestro buen  pelear y corazones fuertes. Y dijo otras muchas comparaciones y hechos heroicos de los romanos. Y habló con muy buen razonamiento, con otras palabras más melosas y otra elocuencia mejor que lo que yo digo. Y todos a una respondimos que haríamos lo que nos ordenase, que echada estaba la suerte de la buenaventura, como dijo Julio César en el Rubicón. Y estando de esta manera para partir…” ¿Será posible?: surge otro serio inconveniente. Cortés y sus fieles han tenido de todo: luchas con los indios, problemas internos con algunos protestones, ejecución de traidores, el incordio constante de Velázquez, apoyado por mi poco recomendable ‘padrino’, el obispo Fonseca… Pues, bien, tienen que aplazar la salida: llega un mensajero desde Veracruz diciendo que andaba un navío rondando por la costa. ¿De quién será?

     (En la foto, el italiano río Rubicón. Julio César se la jugó –‘alea jacta est’- : el hecho de atravesarlo era una ilegalidad que le iba a enfrentar contra todo el poder de Roma; no es extraño que Bernal viera con los mismos ojos la decisión de “dar con las naves al través”, saltarse la autoridad del gobernador Velázquez y dirigirse en un desesperado viaje a México, donde les aguardaba  la poderosa fuerza militar del imperio de  Moctezuma).