(45) –Caro
socio: por donde pasaba Cortés, cuajaba su autoridad.
-El método era doble, reverendo, pero infalible: la zanahoria o el palo.
Vamos a ver ahorita mismo un ejemplo a pequeña escala de lo que después sería
habitual en niveles más altos. Tras la masacre militar de Cholula, “mandó a los
caciques y papas que poblasen la ciudad (los
habitantes habían huido), e que hiciesen tianguis (‘mercados’, palabra que se sigue utilizando en México) sin temor,
porque no les haría enojo ninguno. Respondieron que así lo harían, e que tenían
necesidad de que Cortés les nombrase cacique, porque el que había fue uno de
los que murieron en el patio. E luego preguntó que a quién le venía el
cacicazgo, e dijeron que a un hermano del muerto, al cual señaló por gobernador
hasta que otra cosa les fuese mandado. Y desde que vio la ciudad poblada, llamó
a los papas, principales y capitanes, y se les dio a entender todas las cosas
tocantes a nuestra santa fe”. También en este caso el padre de la Merced le
quitó de la cabeza a Cortés la idea de obligarles a destruir sus ídolos. Dice
Bernal con precisión que “tenía la ciudad en aquel tiempo torres muy altas de
adoratorios, y el cu mayor era de más altura que el de México (se trata del que tiene ahora encima un
santuario católico). Y supimos que cuando Moctezuma conoció nuestra
victoria sintió gran dolor y enojo, e que sacrificó a ciertos indios para que
sus ídolos le hablasen sobre nuestra ida, e que le respondieron que con
muestras de paz nos deje entrar en México, porque, con alzarnos los puentes,
nos matarían e tendrían hartazgos de nuestros muslos e piernas, y con las
tripas y todo lo demás se hartarían las culebras y tigres (jaguares) que tenían en unas casas de madera, como adelante diré”.
¿Qué tal la situación?
-Está claro, insigne colaborador, que Bernal añade a lo que Moctezuma
hizo lo que también pensaría, porque la realidad con toda la crudeza del
‘atractivo’ zoo no la vio hasta llegar a México. A pesar de lo tremebundo del
panorama, la empresa no era tan demencialmente suicida como antes, porque ya
contaban con la ayuda de un poderoso ejército de indios. Yo, desde luego, hijo
mío, me volvería para casa. Y sigue Bernal: “Este castigo de Cholula fue sabido
en todas las provincias de la Nueva España, y si antes teníamos fama de
esforzados por saberse de las duras guerras de Potonchán, Tabasco y Cingapacinga (vayan tomando nota vuesas mersedes),
luego nos tuvieron por divinos”. (Déjame continuar). ¡Ay, secre!, Bernal va a
perder los nervios con Bartolomé de las Casas: “No puedo dejar de traer a la
memoria las redes de maderos que había en Cholula llenas de muchachos a cebo
para sacrificar y comer sus carnes, las cuales quebramos para que los indios
fueran adonde eran naturales. Estas fueron las grandes crueldades que nunca
acaba de decir el obispo de Chiapas Bartolomé de las Casas (se conocían bien), y afirma que sin causa ninguna, sino por
nuestro pasatiempo y porque se nos antojó, se hizo aquel castigo; pero no pasó
como él escribe. Y también quiero decir que unos buenos franciscanos fueron a
Cholula para saber de qué manera pasó aquel castigo, e los mismos papas e
viejos de aquella ciudad les dijeron que todo fue como en esta relación
escribo, y no como lo dice el obispo. Y si por ventura no se hiciera aquel
castigo, nuestras vidas estarían en mucho peligro por los escuadrones que
tenían de guerreros mexicanos y de Cholula; y que si allí, por nuestra
desdicha, nos mataran, esta Nueva España no se ganaría tan presto”. Aunque solo
el torero, en el ruedo y frente al toro, puede palpar la intensidad del peligro
y la necesidad de actuar, se diría que Bernal busca amparo contra las críticas,
y recurre a otro refugio: “Yo he oído decir a un fraile franciscano de buena
vida, fray Toribio Motolinía (gran
defensor de los indios),
que si se hubiera podido evitar aquel castigo y los indios no dieran causa a
que se hiciese, que mejor fuera; mas, ya que se hizo, resultó bueno para que
todos los de las provincias de Nueva España conociesen que aquellos ídolos son
malos y mentirosos”.
(Foto: Fray Toribio inmortalizado en un relieve que le ha dedicado su
pueblo natal, Benavente. Ejemplar franciscano, gran historiador y decidido
protector de los indios; no soportaba las exageraciones de Bartolomé de las
Casas, pero, aunque fueron partidarios de dos líneas de actuación muy
diferentes, sin embargo los dos consiguieron que mejorara considerablemente la
situación de los nativos. En una carta que le escribió a Carlos V, se atrevió a
decirle que se maravillaba de que ‘aguantara a Bartolomé de las Casas, ese
hombre tan pesado’).
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