(24) –Veamos,
alegre carrozón, cómo siguen los acontecimientos.
-Otro paso muy significativo, tierno ectoplasma, fue la visita, en plan
de primer tanteo, de dos embajadores de Moctezuma con algunos regalitos
protocolarios. Ocurrió poco después de que la expedición española llegara a San
Juan de Ulúa, y se trataba nada menos
que de dos gobernadores, Pitalpitoque y Tendile, acompañados de muchos indios.
Abrazo va, abrazo viene, se interrumpe el idilio para celebrar religiosamente
la gran fecha del día, Pascua de Resurrección: “Dijo misa cantada fray
Bartolomé de Olmedo, que era gran cantor, y estuvieron presentes los dos
gobernadores”. Después de comer con ellos, Cortés les soltó el rollo habitual
sobre el gran emperador cristiano que quería tener amistad con su señor, “e que
querría saber dónde manda Moctezuma que se vean; y el Tendile respondió algo
soberbio: ¿Acabas de llegar y ya le quieres hablar?”. Mostró los regalos que
traía, y Cortés le entregó una silla muy lujosa para Moctezuma. “Y el Tendile
traía consigo grandes pintores y pintaron la cara de Cortés, de capitanes y
soldados, navíos, caballos, a doña Marina y Aguilar, y hasta dos lebreles y
armas que teníamos”. Cortés no perdió la ocasión de montar su show de cañonazos
y caracoleo de caballos. “Se puso fuego a las lombardas y fueron las piedras
retumbando con gran ruido, de lo que se espantaron los gobernadores y los
indios, y todo lo mandaron pintar para su señor Moctezuma”.
-Prosigo yo, discípulo mío, porque lo que viene me toca de cerca. El
ilustre Tendile, supongo que obnubilado por lo visto, se fue a México a
contarlo, y Moctezuma le mandó de vuelta con regalos a lo grande, que cargaban
más de 100 indios, con muchas provisiones, que es lo de menos, y un gran
tesoro. Bernal detalla lo más espectacular: “Una rueda de hechura de sol de oro
muy fino, del tamaño de una rueda de carreta…”; sigue con una relación de joyas
de muy variadas figuras, pero termina diciendo: “e fueron tantas cosas que,
como ha ya tantos años que pasó, no me acuerdo de todo”. Pero yo sí me acuerdo,
y me resulta inapreciable saber en qué momento y cómo llegó a manos de los
españoles ese primer tesoro que les regaló Moctezuma, porque lo recibí intacto
en la Casa de la Contratación para su envío al rey. Hablaremos de ello.
-Qué momentos viviste, querido maestro. ¿Cómo sigue la historia?
-Decía el cronista Sahagún que “cada día aumentaba la desazón de
Moctezuma”. La respuesta que le había dado para Cortés a su gobernador Tendile
era que le gustaría conocer al emperador español, pero “en cuanto a que le vieran Cortés y los suyos, que no
había para qué y que no le hablaran más
de ello, poniendo muchos inconvenientes”. Luego, por orden de Moctezuma se
marchó toda la comitiva de sus indios, “porque parece ser que sus ídolos de la
guerra y el infierno, al que sacrificaba muchachos cada día para saber qué
hacer con nosotros, le respondieron que no oyera más a Cortés y que no lo trajese a la ciudad”. En cuanto
desparecieron los mexicanos, se acercaron otros indios de lengua distinta, pero
que conocían el náhuatl y pudieron entenderse con doña Marina. Bernal captó la
importante conclusión que sacó el astuto Hernán: “Y de plática en plática supo
Cortés cómo tenía Moctezuma enemigos e contrarios, de lo cual se alegró”.
Seguro que los indios le revelaron que no solo ellos, sino otros muchos pueblos
odiaban a muerte a los aztecas.
(En la foto, el conocido como “Penacho de Moctezuma”. Es muy probable
que sea el mismo que formaba parte del tesoro que yo recibí en la Casa de la
Contratación, aunque quizá se trate de una copia. Lo llevó Carlos V a Flandes y
permaneció desaparecido durante siglos, hasta que ese ejemplar fue restaurado y
colocado donde está actualmente, el Museo de Etnología de Austria. Las plumas
son de quetzal, y la bella orfebrería, de oro y piedras preciosas).
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