(43) –Y llegaron otros cuatro embajadores de
Moctezuma: ¡qué pesado!
-Era el pánico, monseñor. Estaba bien
informado y quería romper la alianza con los tlaxcaltecas. Los enviados venían
cargados de regalos, y le dijeron a Cortés “que su señor Moctezuma se
maravillaba mucho de que estuviéramos tantos días entre aquellas gentes pobres
y sin policía (groseras), que aun
para esclavos no son buenos y que nos matarían para robarnos”. Esta vez
(cambiante como la luna) les invitaba a ir a México. Con su habitual tacto,
Cortés se mostró muy agradecido, y creyó oportuno aprovechar la oferta mandando
por delante a Pedro de Alvarado y Bernardino Vázquez de Tapia a hablar con
Moctezuma y ver la gran ciudad de México, quedando como rehenes los recién
llegados. “Y porque había enviado así a la aventura a aquellos caballeros, se
lo reprochamos. Y les escribió que se volviesen. Y como Moctezuma quiso saber
cómo eran, parece ser que le dijeron sus embajadores que Pedro de Alvarado era
de muy linda gracia en el rostro como en su persona, y que se parecía al sol. Y demás de esto llevaban
figurado su dibujo muy al natural, y desde entonces le pusieron el nombre de
Tonatio, que quiere decir sol. Y tuvieron razón en así compararlo, porque así
en el rostro como en el hablar era agraciado, que parecía que se estaba riendo (se le olvida comentar que era muy rubio). Y desde que volvieron a
nuestro real, nos holgamos mucho, y les decíamos que no era cosa acertada lo
que Cortés les mandó”. Comienzan ahora los tanteos con Cholula.
-El hueso va a ser muy duro de roer, caro
figliolo. Cortés presionó a los de Cholula para que le visitaran en Tlaxcala,
pero le devolvieron el guante: ni hablar de ir allá porque era territorio
peligroso para ellos; que fuera él a Cholula. “E viendo nuestro capitán que la
causa que decían era muy justa, acordamos ir allá. E dijeron los caciques de
Tlaxcala que, puesto que no les creíamos e íbamos a Cholula, que
lleváramos 10.000 de sus hombres de
guerra. Cortés les dio muchas gracias por ello, pero como vimos que no estaría
bien que fuésemos con tantos guerreros adonde queríamos procurar amistades, les
dijo que bastaría con 2.000. Una mañana
comenzamos nuestra marcha, e los caciques de Cholula nos mandaron mensajeros a
darnos la bienvenida a su tierra”. Sin embargo no quisieron que los tlaxcaltecas
armados entraran en su ciudad. Cortés estuvo de acuerdo, y cuando vio que los
de Cholula se tranquilizaron, les lanzó el repetitivo sermón
religioso-político.
-Y, naturalmente, le dieron la respuesta
habitual. Prosiga el mosén.
-Siempre se irritaban los indios cuando
Cortés pretendía llegar y cambiar sus costumbres. Y ese mismo malestar
mostraron los de Cholula, pero rubricaron su respuesta con una promesa que
resultaría pura chatarra: “que dar la obediencia a ese vuestro rey que decís,
les place”. Les llevaron entre una multitud de curiosos “y nos dieron de comer
muy bien y en abundancia”. Pero poco a poco su actitud se fue haciendo extraña
y huidiza. Los embajadores mexicanos les dijeron abiertamente que Moctezuma
(ahora sí, ahora no) ya no quería verlos, de manera que Cortés preparó a sus
hombres: “Muy desconcertada veo a esta gente. Estemos muy alerta, que alguna
maldad hay entre ellos”. Habló con el cacique principal y le dijo “que por la
mañana íbamos a partir para México, e que le tengan aparejados porteadores y
que nos dieran comida (era una cortesía
habitual). Y el cacique estaba tan cortado que no acertaba a hablar”. Los
indios amigos habían observado que los de Cholula estaban preparando un ataque,
y que, además, en los alrededores había una multitud de guerreros de Moctezuma.
Se fueron acumulando detalles muy alarmantes que iban acrecentando la tensión
de la espera, como cuando las nubes van bajando, agrupándose y volviéndose cada
vez más negras: aquello iba a explotar…
(Foto:
Lo que vemos es una maqueta de la gran pirámide de Cholula, la de mayor
extensión y volumen de México -no la más alta-, sobre la que se construyó el
santuario cristiano. Esa ciudad era la más importante después de la capital del
imperio azteca, Tenoctitlán, y un lugar de peregrinación lleno de pirámides
religiosas, pero también un avispero de 100.000 almas, en el que se van a meter
Cortés, sus soldados y los indios amigos, tlaxcaltecas y totonacos de Cempoala.
A cara o cruz, como siempre, pero más dramáticamente que nunca).
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