sábado, 30 de octubre de 2021

(1554) Llegó a Chile con más soldados Juan Remón (antiguo protagonista de dos hechos vergonzosos), enviado por el nuevo gobernador, García de Mendoza, y lo primero que hizo fue apresar a Francisco de Villagra.

 

     (1144) La batalla en que murió Lautaro (que se ha convertido  en un personaje histórico), tuvo lugar junto al río Mataquito el día 30 de abril de 1557. Tras contar los hechos, el cronista Marmolejo va a hablarnos ahora de algunos incidentes que les ocurrieron a Francisco de Villagra y Francisco de Aguirre, pero lo relata con los tiempos ligeramente cambiados. Para no sembrar más confusión, seguiré el texto tal y como lo escribe, pero haciendo sobre la marcha algunas aclaraciones: "Quedando aquella provincia castigada y puesta en quietud, se fue Francisco de Villagra a Santiago, donde, estando oyendo misa en San Francisco (¿habría alguien entonces que no fuera a misa?), recibió una carta en la que decía un estanciero (propietario de una finca), que residía cerca de Santiago, que había llegado un capitán con muchos soldados avisando de que don García de Mendoza quedaba en la ciudad de la Serena. Tras esta carta, llegó a la ciudad de Santiago Juan Remón, que venía como maestre de campo, trayendo consigo treinta hombres, con orden de que fuese recibido en nombre de don García en aquella ciudad. Llegó a las casas de Villagra, y envió para avisarle a un hidalgo llamado Vicencio de Monte, natural de Milán, el cual entró en la iglesia, y le dio el recado. Después de oír misa, Villagra fue a su casa, en donde le estaban esperando".

     Hasta entonces, todo era normal. Estaba ocurriendo lo que Villagra ya esperaba. Y tampoco le extrañó lo que se tramitó después. Remón le pidió, por orden del gobernador García de Mendoza, cuyos poderes traía, que juntase a los miembros del cabildo para  mostrar a aquellas autoridades que el marqués de Cañete, virrey de Perú, había nombrado gobernador de Chile a su hijo, de lo que también traía comprobante. Y, como era natural, no hubo ninguna discrepancia. Pero ocurrió lo que Villagra no se imaginaba: "Juntos los del cabildo, dieron conformidad a todo lo que, en nombre de don García y por poder suyo, se les pedía, y, de inmediato, apresó a Francisco de Villagra, y le puso guardas para que no hablase con él ninguna persona. El día siguiente, por la mañana, lo llevó a la mar,  y lo embarcó en un navío que para tal efecto había enviado don García desde La Serena, lo entregó a quien estaba al mando y se hicieron a la vela con él. De esta manera fue Francisco Villagra abandonado entonces por la fortuna, que tan favorable le había sido siempre para darle cargos  honrosos (con el tiempo, volverá a sonreírle)".

     Después el cronista explica que el virrey Andrés Hurtado de Mendoza, tras decidir que su hijo, García de Mendoza, fuera gobernador de Chile, quiso que fuera bien acompañado de soldados, dada la inestabilidad que había en aquel territorio, sabiendo, además, que a Villagra y Aguirre les iba a costar digerir quedarse sin derecho a la gobernación del país. Si todo se controlaba bien, el conflicto que venía arrastrándose entre los dos aspirantes quedaría zanjado. También se comprende que resultara fácil encontrar soldados dispuestos a partir hacia Chile. Algunos por ser unos incorregibles aventureros, pero otros, y eran muchos, por haber sufrido los horrores de las guerras civiles de Perú, especialmente si figuraban en la lista de los que habían sido derrotados, y castigados por formar parte de las tropas rebeldes a la Corona. Podía contar asimismo con otro fichaje de militares ilustres, porque, a Jerónimo de Alderete, nombrado gobernador de Chile pero muerto durante el viaje, le acompañaba, como era habitual, un nutrido grupo de gente notable, todos hidalgos. Y, además, el  virrey motivó a la gente: "Con  esa intención, como era generoso,  gastó cien mil pesos para ayudar a muchos soldados que iban a partir con don García de Mendoza. Juntó para la campaña trescientos hombres, y, con tres navíos bien preparados, envió a su hijo a Chile para que gobernase aquel reino".

 

     (Imagen) Nos han salido sobre la marcha varios nombres con historia (de alguno de ellos  ya hablé hace tiempo). No vendrá mal recordar y añadir algunas cosas. Ahora vemos a JUAN REMÓN convertido en un hombre tan importante, que, además de tener el título de maestre de campo, el nuevo y linajudo gobernador de Chile GARCÍA HURTADO DE MENDOZA (quien más tarde será virrey de Perú) le encarga que se adelante a ir a Santiago con treinta hombres de a caballo, para anunciar  su llegada y pedir a los miembros del cabildo que lo reconozcan como su gobernador. Juan Remón tuvo una biografía intensísima, pero, al menos, un par de detalles bochornosos. Estando en Perú durante las guerras civiles, él y otros que eran del bando del rebelde Gonzalo Pizarro, planearon matar a su terrible maestre de campo, Francisco de Carvajal, pero, por salvar el pellejo, Remón y otro compañero se lo 'chivaron' a Carvajal, el llamado 'Demonio de los Andes', y así salvaron sus vidas a cambio de la de los demás implicados. Llegado a Chile, Juan Remón adquirió gran relieve político y militar. Fue a España en 1562 y se casó con la adolescente Francisca de Briviesca, luego convertida en la primera poetisa de Perú. Al fallecer Remón el año 1583, su mujer se casó con otro romántico, Diego Dávalos de Figueroa, y escribieron al alimón un libro en verso, titulado Miscelánea Austral y centrado en los misterios del amor, pero tan bella armonía, con el tiempo se fue al traste, rompiéndose la pareja. Solo nos queda un hueco para JUAN GODÍNEZ, quien, como hemos visto, fue protagonista en la batalla que acabó con la vida del gran cacique mapuche LAUTARO, y en la que, aunque Marmolejo no lo dice, participó también otro cronista de Chile importante, el gallego Pedro Mariño de Lobera. No parece que Juan Godínez, nacido en Úbeda (Jaén) en 1517, fuera pariente del rebelde y cruel Vasco Godínez, a quien, en 1553, también lo traicionó Juan Remón (lo cual le sirvió para seguir vivo). Juan llegó a Perú en 1530, y por primera vez a Chile el año 1536, en la tremenda y fracasada campaña de Diego de Almagro, con el que retornó a Perú. Su segundo viaje a Chile lo hizo el año 1540, acompañando a Pedro de Valdivia en su expedición inicial. Fue el día 30 de abril de 1557 cuando Godínez y Francisco de  Villagra derrotaron a Lautaro, quien falleció en la batalla. Ese mismo año se casó JUAN GODÍNEZ (se supone que tras la victoria) con Catalina de la Cueva, y tuvieron ocho hijos. Murió en Chile el año 1571. (Seguro que Marmolejo volverá a hablarnos de él).




viernes, 29 de octubre de 2021

(1553) La noticia de haber sido nombrado gobernador García de Mendoza dejó sin posibilidades de serlo a Villagra y a Aguirre. El cronista narra de manera muy escueta la muerte del gran Lautaro.

 

     (1143) El joven Lautaro se había convertido en un líder excepcional que convencía a los indios de su valentía y su inteligencia, por lo que no salieron a atacar a los españoles, sino que, como él les indicó, se quedaron en el fuerte: "Les dijo también a sus indios que, cuando tocase la trompeta, saliesen a pelear por donde él les señalase, y cuando la volviese a tocar, se retirasen. Con este orden esperó lo que Pedro de Villagra haría, el cual, cuando  llegó, se puso a caballo con toda su gente en un alto junto al fuerte. Luego mandó a quince soldados que se apeasen y fueran a ver de cerca cómo estaba. Los indios los dejaron acercarse y, cuando estuvieron junto al fuerte, salieron por dos partes, y, rodeándolos, pelearon unos y otros con lanzas, consiguiendo los cristianos matar a algunos con los arcabuces. Allí fue cosa de ver a un valentísimo soldado esclavón (Esclavonia es una región de Croacia), llamado Andrea, pelear tan bravamente, que al indio que con su espada alcanzaba, lo podía cortar por la mitad. De tal manera peleaba que, aunque quebró su espada, no osaban los indios llegar a él, por el mucho temor que le tenían".

     Al  final, Lautaro tuvo que disimular su fracaso, y también algunos soldados españoles criticaron la blanda actitud de su capitán: "Viendo Pedro de Villagra que le estaban hiriendo a su avanzadilla de soldados, los comenzó a retirar. Los indios, que serían unos seiscientos, fueron tras ellos, y,  a un soldado natural de Zamora, llamado Bernardino de Ocampo, que había peleado valientemente y llevaba la rodela a la espalda para protegerse de las flechas, un indio lo alcanzó y le asió de la rodela con tanta fuerza, que quebrantó la correa con que iba asida y se la llevó. Pedro de Villagra se retiró tanto como un tiro de arcabuz, pues ya era tarde y tenía intención de volver para pelear de otra manera. Lautaro, sabiendo que allí estaba perdido, marchó aquella noche del fuerte y se fue al río Maule. Pedro de Villagra fue por la mañana a ver el fuerte, y al  no hallarlos, se informó de que no los podía alcanzar, porque iban, para su seguridad, por el monte y por malos pasos para caballos. Después de haber hablado con algunos principales, decidió ir a Santiago. En esa jornada que habían llevado a cabo, perdió, entre los que competían con él, la reputación que tenía de ser un valioso hombre de guerra".

     Aunque los dos estaban privados del título de gobernador de Chile, seguía siendo muy tensa la relación entre Francisco de Villagra y Francisco de Aguirre, hasta el extremo de que Villagra, sacado de quicio, ya pensaba en atacar directamente a su competidor. Además se daba la circunstancia de que, jerárquicamente, Villagra había quedado favorecido, porque, como hemos visto, la Audiencia de Lima lo había nombrado corregidor  de todo el territorio de Chile. De nada servían los mensajes que Villagra le enviaba a Aguirre para que fuera a verlo con el fin de tratar cuestiones sobre el trato de los indios. Como  no contestaba, Villagra estaba decidido a recurrir a la fuerza:  "Viendo que en tres meses no había podido persuadirle para que viniese a verlo, determinó ir personalmente adonde él, y si estuviera todavía en Copiapó, castigarlo según justicia, porque tenía consigo la gente necesaria para hacerlo, y, además, iría como representante del Rey".

 

     (Imagen) ¿Qué hacer cuando hay dos gallos en un corral? Quizá lo mejor sea quitar a los dos y traer uno  nuevo: "Por entonces llegó un soldado que lo enviaba el marqués de Cañete, virrey del Perú, el cual les hizo saber la muerte de Jerónimo de Alderete (como sabemos, recién designado gobernador), y que, por esa razón, había nombrado gobernador de Chile a don García de Mendoza, su hijo. Aguirre recibió la carta del marqués, y escribió a Villagra diciéndole que mirase cómo eran tratados (quería un tratamiento más distinguido), porque en el sobre decía 'Muy noble señor'. Villagra le contestó que, de cualquier manera que el señor virrey lo tratase, sería mucha merced la que le hacía. Luego salió a recibir al mensajero con trompetas; y mandó que le dieran quinientos pesos de oro. Después Villagra escribió al virrey, y a don García, su hijo, y se volvió a Santiago con la gente que tenía, pasando por la ciudad Imperial para dar noticia sobre el nombramiento del nuevo gobernador de Chile. Siguiendo luego su camino, topó con el capitán Juan Godínez, que iba con veinte hombres en busca de Lautaro, porque este cacique, llegado a su tierra, dijo que los indios de Santiago estaban dispuestos a echar a los cristianos. Entonces se le juntaron a Lautaro muchos indios valientes,  con los cuales dio vuelta hacia Santiago y tenía desasosegada la ciudad. Al saberlo Francisco de Villagra, caminó junto a Godínez para ir contra Lautaro. Al amanecer, llegaron a un lugar pantanoso, donde estaba con sus indios durmiendo bien descuidado. De inmediato se apearon cincuenta soldados, y, con los indios amigos que llevaban, dieron contra ellos. Los indios de guerra tomaron las armas para luchar, y hallándose cercados de cristianos, pelearon con grande determinación, dando y recibiendo muchas heridas. Lautaro quiso salir de una choza pequeña donde estaba durmiendo, y fue su mala suerte que un soldado, hallándose cerca y sin conocerlo, le atravesó el cuerpo con la espada. Los indios, viéndose sin capitán que los acaudillase, pelearon tan valientemente sin quererse rendir, que un soldado, hombre noble, llamado Juan de Villagra, queriendo temerariamente atacarlos al pasar una ciénaga, confiado en el buen caballo que llevaba, fue muerto a vista de muchos que, aunque quisieron darle socorro, no pudieron. Murieron en este asalto más de trescientos indios, además de otros muchos rendidos y castigados". Evidentemente, esta vez el mítico líder mapuche LAUTARO tuvo un descuido en su hábil estrategia de guerra.




jueves, 28 de octubre de 2021

(1552) Ya vimos que Francisco Peña de la Fuente salvó la vida de milagro. Para mayor desgracia de los españoles, surgió entonces la mítica y brava figura de Lautaro, que enardeció a los mapuches.

 

     (1142)  Fue entonces cuando los mapuches tuvieron la suerte de que surgiera de entre ellos un gran líder, cuyo nombre a todos nos suena: "Estando en Santiago los españoles tratando estas cosas, y otras, y cuando los indios de Arauco celebraban los buenos éxitos que habían tenido en la guerra, surgió entre ellos un indio llamado Lautaro  (recordemos que era el criado de Pedro de Valdivia que participó en su muerte), mancebo belicoso. Este y otros, tan ensoberbecidos como él, juntaron a unos trescientos indios, y, sabiendo por mensajeros los deseos de alzarse que tenían los indios de Santiago, tomaron aquel camino con intención de hacer todo el mal que pudiesen a los cristianos. Fueron al río de Maule, donde sacaban oro algunos cristianos. Llegaron dando gritos, y, aunque los  mineros escaparon al monte, mataron a dos de ellos".

     El inteligente Lautaro habló a los indios que estaban allí al servicio de los mineros, din duda de manera forzada, y los convencieron para que fueran adonde sus caciques para que se unieran en su lucha por verse libres de los españoles. La propaganda tuvo un éxito inmediato: "Extendida la noticia por el territorio, vinieron muchos caciques e indios para ver a gente que tan grandes victorias habían tenido contra los cristianos. Estando todos juntos, Lautaro subió en su caballo (gracias a él, los mapuches fueron indios pioneros en su uso), y puesto en medio de todos, les dijo, con palabras recias y bravas, que tomasen las armas y se juntasen todos para pelear, porque, dejándose guiar por él, echarían a los cristianos de toda su tierra. Los indios, animados con sus palabras, le dieron por respuesta que en todo lo que les mandase le obedecerían y que le agradecían mucho el trabajo que había tomado para su remedio".

     El joven y estratega líder empezó de  inmediato a prepararse para la batalla: "Luego el Lautaro, tras examinar la disposición de aquellas tierras, les mandó a los indios, en un lugar conveniente, que hiciesen un foso cercado de hoyos grandes, para que los caballos no pudiesen llegar a él. Como era hombre de guerra, les dijo que, sin duda alguna, los cristianos vendrían a pelear con ellos, pero que, aunque eran valientes, no sabían hacerlo, pues andaban tan cargados de armas que, a pie, enseguida serían derrotados, y, aunque la fuerza que tenían eran los caballos, no podrían utilizarlos en aquel fuerte, y se verían obligados a luchar a pie".

     También los españoles estaban al tanto de los preparativos de los indios: "Francisco de Villagra tuvo enseguida noticia de lo que Lautaro hacía, y, para saber mejor lo que podían hacer, envió a Diego Cano con veinte hombres a caballo. Los indios pelearon con él al paso de una ciénaga en un monte y le mataron un soldado. Diego Cano se retiró a mejor lugar, los indios desollaron el muerto y, llena la piel de paja, lo colgaron de un árbol en el camino. Cuando lo supo Francisco de Villagra, envió con treinta y cuatro soldados al capitán Pedro de Villagra (primo suyo), que había sido su teniente en la ciudad Imperial y  era hombre entendido en cosas de guerra. Lautaro al saberlo, se recogió en su fuerte, y mandó que no les estorbasen el caminar, sino que los dejasen llegar adonde él estaba".

 

     (Imagen) La biografía de FRANCISCO PEÑA DE LA FUENTE está bastante enredada, pero he podido aclarar algunos datos importantes viendo dos documentos, ambos sobre sus méritos. El primero, presentado por él, es del año 1576, y el segundo, redactado por su nieto, de 1579. Hemos visto que Francisco se libró por los pelos en Chile de que lo mataran los indios alcanzando, con apuros, el único bajel que podía llevarle al barco salvador. Francisco nació en Valdepeñas (Ciudad Real) en 1515. Ya estaba en Perú el año 1537, y fue entonces  enviado por Pizarro con Alonso de Alvarado para enfrentarse a Diego de Almagro, que los derrotó en la batalla de Abancay. En 1542, siempre fiel a la Corona, luchó en la batalla de Chupas, bajo el mando de Cristóbal Vaca de Castro, contra el joven y trágico Diego de Almagro el Mozo (quien trataba de vengar a su padre), lo derrotaron y fue ejecutado. Un año después, fue con Diego de Rojas, Felipe Gutiérrez y Nicolás de Heredia a descubrir tierras e imposibles tesoros en la zona norte de Río de la Plata. Volvieron cuatro años después, y, al llegar a la peruana Potosí, se encontraron con que venía huyendo Lope de Mendoza, derrotado por el terrible Francisco de Carvajal, maestre de campo del rebelde Gonzalo Pizarro. Los tres se pusieron de inmediato a las órdenes de Lope de Mendoza, por constarles que era fiel al Rey, y siguieron luchando contra los rebeldes hasta vencerlos en Jaquijaguana. Fue entonces (año 1547), y no antes (como a veces se dice), cuando Francisco Peña fue a Chile. En algunas fuentes, para aclarar el enigma de que Francisco estuviera con Pedro de la Gasca en la batalla de Jaquijaguana, se ha dado por hecho que, estando en Chile, volvió a Perú, y finalizada la batalla, regresó, pero el documento de méritos presentado por su nieto no admite dudas: no había estado en Chile antes.  Luego, desde que llegó a este país, hizo extraordinarias proezas en la lucha contra los araucanos, y tuvo gran protagonismo político. Incluso le encargaron, en 1578, que expulsara de la costa de Valparaíso al pirata inglés Francis Drake. Solo queda otra duda: a pesar de que el documento de los méritos de FRANCISCO PEÑA DE LA FUENTE que presentó su nieto, el año 1579, da a entender que ya había muerto (ver imagen), algunos dicen que aún vivía entonces, y que redactó su testamento en 1590. Para saber más sobre su vida y  milagros, el cronista Marmolejo seguirá sacándolo a escena.




miércoles, 27 de octubre de 2021

(1551) Nuevo desastre: murieron 19 españoles, entre ellos, un sacerdote que también tuvo que pelear y el buen militar Pedro Gómez de Don Benito. La gente se quejaba de la indiferencia de Francisco de Villagra.

 

     (1141) Los indios vieron claro que los españoles estaban desmoralizados: "Comprendiendo que les tenían miedo y que trataban ya de huir al navío, los acometieron dentro de su propio fuerte, pero murieron muchos indios derribados a lanzadas. Estaba entre los cristianos un clérigo, natural de Lepe, llamado Hernando de Abrigo, valiente hombre, junto con un soldado de Medellín llamado Hernando Ortiz, para animar a los demás (está claro que era un caso de heroicidad generosa), y salieron del fuerte con intención de trabar pelea con los indios. A estos dos hombres valientes, mientras peleaban, y, aunque dieron muerte a muchos indios,  los cercaron por todas partes y los mataron a lanzadas. Viendo los demás que no podían dejar de perderse, salieron por una ladera abajo hacia la mar, y los indios mataron a seis cristianos, de los que iban a pie, al pasar un río pequeño. Francisco Peña, natural de Valdepeñas, como estaba tan mal herido de las lanzadas que en la empalizada le habían dado, se fue hacia el navío y pudo llegar a tiempo de subir al batel. Diego Cano, natural de Madrigal, cuando llegó a la playa vio que el batel se iba. Aunque los llamó, no querían volver porque estaba muy cargado. Entonces Cano espoleó a su caballo y fueron nadando tras el batel, y, cuando lo vieron acercarse, lo tomaron consigo, y el caballo, tras haberlo dejado libre, se volvió solo a tierra. Los demás españoles iban huyendo en dirección a Santiago, tomaron un camino por la costa del mar que era poco usado, y, aunque también lo hallaron cerrado por los indios, pudieron seguir adelante, pero a algunos los mataron".

     Por si no fuera bastante la desgracia de ser derrotados, con heridos y muertos, tuvieron que soportar críticas de los vecinos de cuando llegaron a la ciudad: "De esta desdicha y mal planteamiento, decían en Santiago que tenían ellos la culpa, y que les fue bien merecido, por querer poblar setenta hombres, sin artillería ni arcabuceo, una ciudad que ciento treinta se habían visto obligado a despoblar. Y, ciertamente, lo que les ocurrió, ya se lo habían avisado en la ciudad de Santiago algunos hombres que entendían de estos asuntos. Murieron en este enfrentamiento diecinueve soldados, y los que escaparon llegaron desbaratados a Santiago. Los que estaban en el navío, se fueron al puerto de Valparaíso, de donde habían partido. Decían que Francisco de Villagra no mostró pesarle esta derrota, pues, cuando él despobló Concepción, lo hizo pensando en el futuro, ya que, para no perder más de lo perdido, se retiró a tiempo, antes de que, queriendo, no pudiese". Recordemos que Francisco de Villagra no participó en este fracasado intento de repoblar Concepción, ya que, por el conflicto con Francisco de Aguirre, quedaron ambos al margen del mando, y fue la Audiencia de Lima la que dio la orden de que los vecinos de Santiago la repoblaran, los cuales pusieron al frente de la tropa al capitán Juan de Alvarado.  Pero hubo de repente un cambio, que tampoco le  satisfizo a Villagra: "Llegó entonces una provisión de la Audiencia de Lima, por la que aquellos señores nombraban a Francisco de Villagra corregidor de todo el reino de Chile. Pero también se supo entonces que Su Majestad había nombrado en España a Jerónimo de Alderete gobernador de Chile, por muerte de Valdivia, y le había concedido un Hábito de Santiago. Por lo cual Villagra no podía disimular el disgusto que recibía, porque había esperado que Gaspar Orense le negociaría la gobernación para él". No obstante, recordemos las rápidas carambolas ya conocidas: Jerónimo murió, Orense también, y años después, gracias a Agustín de Cisneros, Villagra será gobernador.

    

     (Imagen PEDRO GÓMEZ DE DON BENITO (también conocido como Pedro Gómez de las Montañas), nació en Don Benito (Badajoz) hacia el año 1492. Estaba ya en las Indias hacia año 1510 con Pánfilo de Narváez, el cual fue derrotado por Hernán Cortés en 1520, a quien después se unió Pedro Gómez. Luego le sedujo una nueva aventura: se trasladó a Perú en 1534, y un año más tarde participó con Diego  de Almagro en la primera expedición que fue a Chile. El viaje de ida fue un horror, muriendo por lo gélidos Andes gran cantidad de los indios que les acompañaban y bastantes españoles. Pero en Chile no encontraron lo que esperaban, y Almagro decidió regresar a Perú para reclamar a Pizarro competencias que consideraba suyas. El viaje de vuelta fue otro horror atravesando el terrible desierto de Atacama, y llegaron al Cuzco el año 1537. Poco después fue ejecutado Almagro, y Pedro Gómez se puso al servicio de Francisco Pizarro para luchar contra la rebelión de Manco Inca y sus indios. En 1540, partió de nuevo para Chile, yendo con Pedro de Valdivia y luciendo el importante cargo de maestre de campo. Fueron por Atacama, donde veían al pasar las cadáveres momificados de personas y caballos de la expedición de Almagro. El 12 de febrero de 1541 llegaron a un lugar apto para establecer un poblado, y así surgió Santiago, la capital de Chile. Como otros capitanes fundadores, ejerció allí cargos políticos, incluso el de corregidor, puesto de máximo relieve. Pedro Gómez se había casado pronto en Don Benito con Isabel Pardo Parraguez, y llegaron a tener seis hijos, pero un documento revela que, en un mismo día, el seis de mayo de 1553, legitimó a otros cinco, uno llamado como él, Pedro Gómez de Don Benito, más cuatro con los nombres de  Alonso, Diego, Inés y María, quizá tenidos con alguna nativa, y, sin duda, mientras convivía con su mujer. Se da la circunstancia de que en las biografías de PEDRO GÓMEZ DE DON BENITO hay, casi con seguridad, un evidente error en cuanto a la fecha en que murió. Algunos suponen que vivió más de cien años, y otros apuntan a unos setenta y cinco. Pero se debe a que lo confunden con su hijo del mismo nombre y apellidos. Prefiero apostar por lo que ha dicho anteriormente Marmolejo, quien, sin duda, lo conoció: "Luego salieron muchos indios con lanzas, y derribaron a cuatro cristianos, siendo uno de ellos Pedro Gómez de las Montañas, buen soldado, y los hicieron pedazos (y está refiriéndose al mes de diciembre del año 1556)".




martes, 26 de octubre de 2021

(1550) Bajo el mando de Juan de Alvarado, los españoles se fortificaron en la ciudad de Concepción. Se ejecutó a un soldado por haber herido a otro. Los indios fingieron amistad, y después atacaron en masa, matando a cuatro a españoles.

 

     (1140) De momento, los españoles  encontrarán a los indios de aquella zona pacíficos y amables: "los españoles llegaron a Concepción y escogieron un sitio donde hacer un fuerte, para lo que utilizaron unas casas de un vecino llamado Diego Díaz, las repararon pronto, y allí residían todos juntos. Los indios de la comarca les salieron a dar la paz y a servirles en todo lo que les mandaban. En este tiempo, tras saber cuántos eran y la defensa que habían preparado, los indios decidieron servirles aún mejor, para confiarlos. El capitán que tenían los españoles era un hidalgo llamado Juan de Alvarado, montañés, a quien Francisco de Villagra había dado un repartimiento de indios en aquella ciudad. Iba, como capitán, solamente para las cosas de guerra, pues, de acuerdo con la provisión de la Audiencia de Lima, eran los alcaldes quienes se ocupaban de hacer justicia. Ocurrió que, yendo caminando un soldado pobre con otro como él, se revolvieron contra un compañero importante y le dieron ciertas lanzadas, de las cuales sanó pronto; con el primer ímpetu el uno de los alcaldes llamado Francisco de Castañeda, prendió a uno de ellos, el más culpable, y enseguida lo mandó ahorcar". (Las localidades tenían dos alcaldes, y queda claro que, a los soldados, los acompañaban los dos que lo iban a ser de Concepción en cuanto quedase repoblada).

     Los indios seguían con una sonrisa de oreja a oreja, pero no era de amistad: "El capitán Alvarado después de establecerse allí, salió con quince hombres para considerar los repartimientos que iba a dar. Los indios, todos conformes, vinieron a Concepción a ver a sus amos y ponerse a su servicio, pero con la falsedad que tenían preparada. Vuelto, pues, a Concepción  la víspera de Santa Lucía (12 de diciembre) del año 1556, se juntaron todos los indios de guerra comarcanos. Fueron hacia la ciudad unos doce mil, y prepararon un fuerte, desde el que pensaban defenderse de la siguiente manera: cuando viniesen los españoles a atacarlos lanzarían unos garrotes a las caras de los caballos, pues ellos eran toda la fuerza que los cristianos tenían, y dándoles tanta lluvia de palos en las caras y cabezas, impedirían que llegasen hasta ellos. Además, tenían tomados los caminos, y si los españoles se retiraban, acabarían de matarlos en ellos porque eran pocos. Los cristianos, después de ver la situación, no se ponían de acuerdo, y unos contradecían a otros, hasta que se decidió atacar. Entonces fue el capitán Alvarado hacia los enemigos, y, al empezar el enfrentamiento, los indios lanzaron una gran tempestad de garrotillos que, dándoles en las cabezas a los caballos, los hacían retroceder. Luego salieron muchos indios con lanzas, y derribaron a cuatro cristianos, siendo uno de ellos Pedro Gómez de las Montañas, buen soldado, y los hicieron pedazos. Los cristianos de a pie pelearon frente a la empalizada, y los indios que la estaban defendiendo para que no entrasen, hirieron a Francisco Peña, valiente soldado, de dos lanzadas en la cara, y le hicieron otras muchas heridas. Con los cuatro cristianos que habían matado, los indios cobraron tanto ánimo, que salieron en tropel, y fueron empujando a los españoles hasta obligarlos a refugiarse en su fuerte".

 

     (Imagen) Vemos ahora a JUAN DE ALVARADO en apuros frente a los mapuches, pero fue digno de la brillante saga de conquistadores a la que pertenecía. Era sobrino de nuestro conocido mariscal Alonso de Alvarado, que tanto destacó en Perú, aunque terminó sumido en la depresión. Según Marmolejo, Juan era de la Montaña, y parece ser que nació (el año 1524) en Colindres (Cantabria). Desde muy joven, estuvo peleando en las guerras europeas hasta el año 1544. Marmolejo le da mucho mérito a Juan, pero afirma que, en sus inicios chilenos, le pasó factura no conocer bien las marrullerías de los mapuches. Llegado a Perú en 1546, luchó contra el rebelde Gonzalo Pizarro bajo las órdenes del gran Pedro de la Gasca, hasta que lo derrotaron en Jaquijaguana, y fue ejecutado (abril de 1548). Marchó después a Chile reclutado, como alférez general, por Francisco de Villagra. Asistió a la fundación de Valdivia y Villarrica. En  aquel viaje que Pedro de Valdivia utilizó para quitarse de encima la presencia entonces molesta de Francisco de Villagra, fue con él Juan de Alvarado. Iban en busca de una salida terrestre desde Chile hasta el Atlántico, y, como vimos, volvieron sin lograrlo. Hacia el año 1556 se casó en Santiago de Chile con María de Collados, hija de Diego Ortiz Nieto de Gaete (al que le dediqué una imagen), hermano de Marina Ortiz de Gaete, la triste viuda de Pedro de Valdivia (todos ellos, menos Juan, naturales de la comarca de La Serena-Badajoz). Tras ser arrasada Concepción, y haber efectuado Pedro de Villagra un castigo durísimo contra los indios (según hemos visto), Juan de Alvarado fue enviado en noviembre de 1556 a repoblar la ciudad (veremos que fue herido y derrotado por los mapuches). El año 1560, el nuevo gobernador, García Hurtado de Mendoza, hijo del virrey de Perú, Andrés Hurtado de Mendoza (marqués de Cañete), tuvo el mal gesto de quitarle sin justificación una encomienda de indios. Tras haber protestado Juan, el gobernador recibió una carta ofensiva, sospechó que era de Juan (aunque eran muchos los descontentos) y lo desterró. Entonces se trasladó a la ciudad de Osorno, donde ejerció cargos políticos en el cabildo. Luego Francisco de Villagra, nombrado nuevamente gobernador, le devolvió la encomienda arrebatada, lo que confirma que la decisión de García Hurtado de Mendoza había sido injusta. El año 1569, JUAN DE ALVARADO murió luchando contra los mapuches cerca de la ciudad de Cañete (actualmente con 35.000 habitantes), cuyo nombre se había puesto en honor del virrey de Perú.




lunes, 25 de octubre de 2021

(1549) La crueldad entre indios y españoles era de ida y vuelta, con especial ensañamiento por parte de los mapuches. El obispo AGUSTÍN DE CISNEROS, cuñado de Francisco de Villagra, fue un personaje extraordinario.

 

     (1139) Nunca sabremos si el cronista Marmolejo exagera, pero, aunque así sea, habrá que dar por hecho que la táctica de Pedro de Villagra (no esperar el ataque de los indios, sino ir a por ellos en constantes salidas desde La Imperial) había producido estragos en las poblaciones nativas. Además de lo que ya ha contado, sigue diciendo: "Les vino otro mal, y fue que los indios que escapaban, que eran pocos, como no tenían qué comer, se comían los unos a los otros, hasta el punto de que la madre mataba al hijo y se lo comía, y el hermano al hermano. Andaban tan cebados en carne humana, que traían el rostro de color amarillo". También se vieron en  apuros  los españoles en la ciudad de Valdivia, y nuevamente va a hacer el cronista un elogio de quien estaba al mando, y al que ya conocemos: "En aquel lugar se alzaron asimismo los indios, y les hizo la guerra el licenciado Altamirano, dándoles gran castigo. Estos indios, por tener montes en sus territorios, no tuvieron tantas muertes como los de la ciudad Imperial, aunque sufrieron la misma peste que los demás. Altamirano, por el buen orden que tuvo en las cosas de guerra, adquirió fama de buen capitán, al que se le podrían encargar cosas grandes".

     También nos confirma que en las ciudades se cumplía lo que habían ordenado desde la Audiencia de Perú: "Estando la guerra de estas ciudades en ese punto, llegó la provisión de la Audiencia de Lima, de la que dependía entonces Chile, y, de inmediato, los alcaldes tomaron todas las cosas a su cargo. Sucedió algo entonces que, por ser llamativo, lo quiero escribir. Cuando se alzaron los indios de la ciudad de Valdivia tomaron a una mujer negra de un vecino llamado Esteban de Guevara. La llevaron a la ribera de un río, le echaban cántaros de agua encima y, con arena, la fregaban con toda aspereza, creyendo que el color que tenía no era natural. Cuando vieron que no podían quitarle el color, la mataron. Como gente cruel, la desollaron, y llevaban por todas partes la piel llena de paja. Todo lo dicho acaeció en las dichas ciudades el año 1556. Desde entonces, da gran lástima ver despoblados aquellos hermosos campos fértiles y fructíferos. Quiera Dios que, en su santísimo nombre y servicio, se pueblen de cristianos". Será oportuno señalar que Marmolejo expresó su lamento mientras escribía su crónica (hacia el año 1574).

     Los españoles de Las Indias, tanto los soldados como los civiles, nunca estaban de brazos cruzados. Además, recibían las oportunas órdenes de las autoridades para ponerse manos a la obra, y ahora parece que van a actuar con demasiado optimismo: "Los señores de la  Audiencia de Lima mandaron a los vecinos de la Concepción (arrasada por los indios) que poblasen  de nuevo aquella ciudad, y que las autoridades de la ciudad de Santiago les diesen todo el auxilio necesario. Para llevarlo a cabo, comenzaron a prepararse, y con ellos algunos soldados voluntarios, a los cuales los ayudaron con dinero, porque yendo más gente, más efecto tendría su trabajo. Los oficiales del Rey que residían en Santiago les prestaron ocho mil pesos, de manera que, con esta ayuda y con lo que ellos pudieron aportar, se juntaron setenta hombres bien preparados, y para mayor utilidad, llevaron un navío con las cosas pesadas de su servicio y de las provisiones".

 

     (Imagen) El clérigo AGUSTÍN DE CISNEROS recibió de forma rocambolesca la 'antorcha' de Gaspar de Orense, el conquistador a quien Villagra le encargó que le consiguiera en la Corte Española el título  de Gobernador de Chile. Su barco naufragó cerca de Arenas Gordas, zona playera de Sanlúcar de Barrameda. Según el cronista Marmolejo, desaparecido Gaspar, la documentación que llevaba se la entregaron a Cisneros unos mercaderes que la encontraron en la playa. Pero lo más probable es que la vieran previamente los funcionarios que allí tenía la Casa de Contratación de las Indias de Sevilla, se dieran cuenta de su importancia por ser Villagra aspirante a gobernador de Chile, y se la entregaran al clérigo por ser cuñado suyo. Agustín de Cisneros  era un hombre resolutivo, y se dirigió de inmediato a Londres para gestionarle a Villagra su petición ante Felipe II en persona (entonces casado con María Tudor). AGUSTÍN DE CISNEROS nació el año 1521 en Medina de Rioseco (Valladolid). Se licenció como letrado en la universidad de Salamanca y ejerció como vicario episcopal en la iglesia mayor de Talavera de la Reina. Curiosamente, ya pensaba ir a Chile en 1553, pero no obtuvo el permiso hasta el año 1559, lo que le permitió hacer el viaje con dos regalos muy especiales para Francisco de Villagra: llevaba Cisneros su nombramiento oficial como gobernador del país, y a su mujer, Cándida de Montesa (hermana del sacerdote), con la que, si los datos no fallan, se había casado en España antes de 1537, y no la había visto desde entonces. Agustín de Cisneros fue, para varios obispos de Chile, su hombre de confianza. Delegaron sucesivamente poderes en él los máximos dignatarios de las iglesias de Santiago de Chile, Valdivia y La Imperial, con especial cercanía al obispo de esta última, quien lo tuvo como vicario durante veinte años. Como se veía venir, también a él lo consagraron obispo, precisamente de La Imperial, el año 1587, donde falleció en 1596, y, al parecer, después de una vida ejemplar y de intensa dedicación al servicio de los fieles. A lo mejor fue su influencia espiritual la que convirtió a su cuñado, el gobernador de Chile Francisco de Villagra, en un hombre muy religioso, pues, según dicen, lo era durante la última época de su vida, falleciendo el año 1563 en la ciudad de Concepción, y siendo allí lo enterrado con hábito de franciscano, como él quería.





sábado, 23 de octubre de 2021

(1548) Muchos españoles preferían que Francisco de Villagra no fuera gobernador, por considerarlo demasiado vulnerable. El gran peligro y la brutalidad de los mapuches, hizo que Pedro de Villagra llevara a cabo una cruel masacre con ellos.

 

     (1138)  Después de presentar en Santiago la orden de la Audiencia de Lima, la llevaron a la ciudad de Valdivia, y sorprende la reacción de los vecinos: "Los vecinos que en ella estaban se alegraron  con su mandamiento, porque tenían a Villagra por hombre mohíno (triste), y al que le salían mal las cosas de guerra (al parecer, quizá por la mala racha, tenía fama de 'gafe'). Pero se estaban complicando aún más las cosas: "Al saber los indios en general que Valdivia había muerto y que los españoles abandonaron Concepción, se alzaron todos, y como eran tantos los que había en la zona de La Imperial,   Pedro de Villagra (que estaba allí al mando por encargo de su primo Francisco de Villagra) tuvo temor de que viniesen a ponerle cerco, aunque contaba con buenos soldados y caballos, pero todo sería nada si los indios quisieran pelear".

     La situación era de un riesgo enorme, y Pedro de Villagra no se anduvo con contemplaciones. Los españoles iban a ser tan crueles como los mapuches. En lugar de esperar su ataque, fue directamente a por ellos: "Pedro de Villagra,  para ponerles temor a los indios y darles a entender que estaba dispuesto a destruirlos, salió de la ciudad, fue quemándoles sus casas con la comida que tenían dentro, y a los indios que tomaban los alanceaban, sin perdonarle a ninguno la vida. En este tiempo tenían unos perros valientes cebados en indios, cosa de gran crueldad (solía ser muy mal visto por los mismos españoles), que los despedazaban fieramente, y les hizo la guerra más cruel que se había hecho. De esta manera desbarató algunos fuertes de los indios entrando en ellos, y, de tal manera los mataban, que, viendo su destrucción, huían sin saber dónde meterse ni qué hacer. Hubo unos que se metieron en una isla que había dentro de una laguna (donde tenía un repartimiento Pedro de Olmos de Aguilera, vecino de la Imperial) adonde les siguió Pedro de Villagra con muchos indios que llevaba por amigos y con perros, los cuales mataron tantos indios, que, con los que se ahogaron, pasaron de mil personas, como después se supo, y se diría que la pretensión era destruirlos a todos para quedar ellos seguros. Les hizo la guerra de esta manera durante el verano, y en invierno, retirado a la ciudad, salía con cuadrillas y les hacía el daño posible, andando fuera diez días más o menos cada vez, hasta que llegó el verano".

     Da la sensación de que las cifras de los cronistas suelen ser exageradas, pero, aunque se reduzcan, estremecen: "Los indios, como les habían quemado sus casas y las provisiones que tenían, y ellos solían andar en borracheras y banquetes, gastaron pronto lo que les había quedado, y cuando vino el tiempo de sembrar, no tuvieron con qué, y si algo les quedaba, no se arriesgaban a hacerlo por temor a que los sorprendieran mientras trabajaban la tierra. Se les juntó otro gran mal, pues, entrando la primavera, les entró en general una enfermedad de pestilencia que ellos llamaban chavalongo, que en nuestra lengua quiere decir dolor de cabeza. Cuando la sufrían, como se encontraban sin casas ni provisiones, murieron tantos millares, que quedó despoblada la mayor parte de la zona, y donde había un millón de indios, no quedaron más de seis mil". Se diría que la terrible muerte de Pedro de Valdivia fue una catástrofe para indios y españoles.

 

     (Imagen) Ya hemos visto que GASPAR DE ORENSE acabó ahogándose cerca de la costa andaluza cuando llegaba a España enviado por Francisco de Villagra para que intentara conseguirle la gobernación de Chile. Si lo escogió a él, era porque valía mucho, y sus andanzas anteriores dan prueba de ello. A pesar de su apellido, Gaspar había nacido en Burgos, hacia el año 1519. En Santiago de Chile, como a otros conquistadores (los chilenos respetan  y valoran sus hazañas), le han dedicado una importante calle, muy cerca de la Basílica de Lourdes (ver imagen). Gaspar, antes del año 1543, ya se encontraba en Perú, y estaba al servicio de Gonzalo Pizarro, el cual había vuelto de su desastrosa campaña en zona amazónica, y, se enteró traumáticamente de que habían asesinado a su hermano Francisco Pizarro. Entonces tomó, momentáneamente, por consejo de Vaca de Castro, la sensata decisión de abandonar la milicia y vivir tranquilamente de sus ricas encomiendas de indios y explotando minas de oro y plata. En ese  tiempo, Gaspar de Orense tuvo la suerte de marchar a Chile, librándose así de verse arrastrado por la trágica deriva de rebeldía a la que se entregó pronto Gonzalo Pizarro, quien, además, le había dado cartas de recomendación para que lo recibiera bien Pedro de Valdivia. Tras darle un cargo de confianza, estuvieron juntos luchando contra los mapuches, y Gaspar lo hizo de forma notable. A finales de 1547, Valdivia volvió a Perú, donde consiguió de Pedro de la Gasca que lo nombrar gobernador de Chile. Al partir, había dejado en su puesto a Francisco de Villagra, quien pronto sintonizó con Gaspar, y le confió la delicada misión de apresar a Pedro Sancho de la Hoz. Tras entregárselo Gaspar, de inmediato Villagra ejecutó al detenido por amotinarse, cosa  que no se había atrevido a hacerle nunca Valdivia, a pesar de que ocurrió con frecuencia. A su vuelta de Perú, Valdivia, que siempre había apreciado a Gaspar, se distanció de él, e incluso lo obligó a permutar una encomienda de indios con otra de peor calidad. Muerto Valdivia a finales de 1553, se estrechó el lazo entre Villagra y GASPAR DE ORENSE, y fue el año 1554 cuando le confió la delicada misión de ir a la Corte de España llevando pruebas de sus méritos, para convencer al Rey de que lo nombrara gobernador. Ya sabemos que Gaspar murió ahogado en enero de 1555 muy cerca de la costa española, que los papeles fueron recogidos en la playa, y que acabaron en manos del clérigo AGUSTÍN DE CISNEROS, de quien veremos en la siguiente imagen la gran importancia que tuvo en las Indias.








viernes, 22 de octubre de 2021

(1547) Los oidores de la Audiencia de Lima, de momento, no reconocieron como gobernador de Chile a Villagra ni a Aguirre, los cuales, quizá marcados por los horrores de las guerras civiles de Perú, acataron lo dispuesto, pero el cronista cuenta una curiosa anécdota.

 

     (1137) Francisco de Villagra seguía maniobrando para ganarse voluntades mientras permanecía a la espera de lo que decidiesen en Perú sobre el nombramiento del gobernador de Chile:  "Usando de una precaución diabólica, según la cual, como la debía de tener ya pensada anteriormente, manifestó que los repartimientos de indios que daba y había dado no tenían carácter de definitivos, con el fin de que la persona que, en nombre del rey, fuese gobernador de Chile pudiese repartirlos como le pareciese (quizá lo hiciera con la intención de que los favorecidos desearan que él fuera el nombrado), aunque después se arrepintió, porque don García de Mendoza, al llegar como gobernador a Chile, basándose en lo que había dicho Villagra, dio los repartimientos como quiso. Y, para más sujetar las voluntades de los que consigo había de llevar en la salida de ataque a los indios, Villagra abrió la caja del Rey y sacó de ella dieciséis mil pesos, y los repartió entre los soldados que más necesidad tenían (lo cual parece una clara ilegalidad)".

     Y se pusieron en marcha: "Por el mes de enero del año 1555, salió de la ciudad de Santiago con ciento sesenta hombres camino de La Imperial, con gran cuidado, porque el territorio estaba lleno de indios alzados. No supieron si estaba poblada la ciudad hasta que entraron por sus puertas, y fue grande la alegría de los vecinos cuando los vieron llegar a la plaza. Luego se lo comunicaron a la ciudad de Valdivia, y envió Villagra como teniente suyo al licenciado Altamirano (otra prueba de amistad entre los dos), con algunos soldados a los que había dado repartimientos de indios en ella. Después de haber agradecido a Pedro de Villagra (era su primo y su teniente en la ciudad) el trabajo que había tenido, y disfrutado con juegos de cañas, cosa que a ninguno pareció bien, salió con cien hombres, se fue adonde había quedado abandonada la ciudad de Angol, haciendo de camino la guerra a los indos y quitándoles las sementeras hasta que llegó el otoño. Como esperaba impaciente noticias del Perú sobre el nombramiento del gobernador, envió a seis soldados a la ciudad de Santiago para que le informasen al respecto. Como volvieron sin ninguna novedad, partió hacia Santiago con sesenta soldados de su confianza".

     Pero no necesitó andar mucho para enterarse de que lo decidido en Lima era sorprendente: "Llegado a mitad de camino, supo que el mensajero que había enviado a Lima (Arnao Segarra) había regresado, y que los señores de la Audiencia de Lima mandaban, porque ansí convenía para evitar pasiones entre sus vasallos, que Villagra y Aguirre  licenciasen de inmediato a la gente que tenían y se fuesen a sus casas, de manera que dejaban sin efecto los nombramientos hechos por los cabildos y por su gobernador, Pedro de Valdivia, y, en consecuencia, ordenaban que fueran los alcaldes ordinarios quienes, cada uno en su jurisdicción, administrasen justicia. Cuando lo supo Villagra, mandó quitar su estandarte, y, a los que iban con él, les dijo que él tenía que obedecer lo que su rey mandaba, por lo que les rogaba que cada uno se fuera adonde quisiese. Él se quedó con sus criados, y siguió con ellos hacia Santiago. Francisco de Aguirre, cuando conoció la provisión, la obedeció e hizo lo mismo que Villagra". Habrá luego más complicaciones, pero, de momento, actuaron los dos de forma civilizada.

 

     (Imagen) La decisión de la Audiencia de Lima era tajante: cerraron el paso a los dos que pretendían el cargo de gobernador de Chile, Francisco de Villagra y Francisco de Aguirre. Pero no tenía sentido dejar sin cabeza temporalmente la administración del país cuando los peligrosísimos mapuches seguían llenos de odio y con ansia de destruir a los españoles. Además, se sentían invencibles después de haber logrado el gran triunfo de derrotar y matar a Pedro de Valdivia, lo que trajo de paso la desmoralización de los soldados españoles porque continuaban fracasando frente a los nativos, hasta el punto de tener que abandonar varias ciudades. Ambos candidatos obedecieron. Quizá el desastre de las guerras civiles de Perú dejara a los españoles inmunizados frente a la tentación de rebelarse contra la Corona, teniendo también en cuenta que todos los cabecillas acabaron ejecutados. El cronista Marmolejo añade una anécdota que se refiere a cómo llegó a ser el maniobrero Francisco de Villagra gobernador de Chile, años después, gracias a una gestión que había realizado poco antes de que ocurriera lo que ahora estamos viendo: "Antes de que estas cosas sucedieran, hizo Francisco de Villagra una diligencia por la cual vino después a ser gobernador. Y fue que hizo a su manera una probanza de sus méritos, con la cual y con cartas favorables de los cabildos en las que solicitaban que fuese gobernador, le envió a España a un hidalgo llamado Gaspar de Orense, natural de Burgos, para que lo negociase con el rey don Felipe, y, como compensación por su trabajo, le dio seis mil pesos de oro (unos dieciocho kilos). Con este encargo, navegó hacia España, y, saliéndole mal el viaje, se ahogó cerca de Arenas Gordas, que está junto a Sanlúcar. Algunas cartas las llevó el mar a tierra. Como la pérdida fue grande, y la armada llevaba gran cantidad de plata y oro, acudieron allí algunos mercaderes, y, entre otras muchas cartas que llegaron a tierra mojadas, hallaron aquellas. Las cuales terminaron en manos de un pariente de Villagra, hermano de su mujer, clérigo de misa, llamado licenciado Agustín de Cisneros, el cual pidió favores a algunos hombres importantes, y fue a negociar la gobernación con Su Majestad, que estaba en Inglaterra. De esta manera, abrió el camino para que, cuatro años más tarde, el Rey se la concediera, y, de esa forma, llegó a ser gobernador, como más adelante diremos".




 

miércoles, 20 de octubre de 2021

(1545) Disputa por el poder. Valdivia había designado como sucesor suyo a Francisco de Aguirre, pero Francisco de Villagra, absurdamente y con amenazas, alegaba que, en otro testamento que se perdió, le daba a él la gobernación.

 

     (1135) A pesar de la crítica situación en que se encontraban los españoles contra los mapuches, a pesar de haber tenido que abandonar la ciudad de Concepción, a pesar de la humillante bronca que le echó la brava Mencía de los Nidos en medio de la plaza pública y a pesar de que los vecinos de Santiago lo recibieron con mala cara, Francisco de Villagra solo tenía una obsesión, la de alcanzar el poder: "Después de haber llegado Villagra a la ciudad de Santiago (la más importante de Chile), juntó a los del cabildo y les pidió lo reconociesen como gobernador, pues ya lo habían hecho las demás ciudades. Le respondieron que Pedro de Valdivia había nombrado a Francisco de Aguirre por su sucesor y no a él, y que por ese motivo, no había lugar a que fuera reconocido".

     A partir de ese momento, vamos a ver lo que tantas veces vimos en los conflictos de mando entre los conquistadores más poderosos, con tiras y aflojas que terminaban siempre por la vía de la fuerza. Ahora Villagra va a mencionar una prueba de sus derechos 'que no la tenía a mano': "Les respondió, con algunos hombres principales que lo apoyaban, que Pedro de Valdivia, después de haber hecho el testamento en el que nombraba a Francisco de Aguirre, hizo otro en el que lo anulaba, y que de ello daría fe su secretario Cárdenas, que era el escribano ante quien se hizo, en el cual nombraba a Francisco de Villagra gobernador del reino, pero que este testamento lo llevaba consigo Valdivia en un cofre pequeño, en donde tenía sus escrituras".

     Alegaba, pues, que desapareció cuando los mapuches masacraron a Valdivia, y habría que fiarse de lo que dijera el secretario de Villagra. No faltaron otros que lo apoyaron con un argumento peregrino: "Algunos hombres de ropa larga (¿letrados?) decían que, aunque el nombrado fuese Aguirre, no había lugar a cumplirlo, por cuanto estaba fuera del reino y Villagra reconocido en la mayor parte de él. Anduvieron en estas pláticas algunos días, hasta que los vecinos le pidieron  a Villagra el parecer de letrados, y, para determinarlo, se juntaron el licenciado de las Peñas, natural de Salamanca, y el licenciado Altamirano, natural de Huete. Estando Villagra en cabildo tratando de su nombramiento, acudieron armados sus amigos a la puerta del ayuntamiento con palabras bravas y amenazas que hacían. Temerosos por la situación, los vecinos reconocieron a Villagra como gobernador, pero contra su voluntad y por ser hombre poderoso".

     Pero, como era de esperar, aquello no zanjaba el asunto. Había otro gallo en el corral: "En este tiempo, Francisco de Aguirre, al tener noticia de la muerte de Valdivia, partió de Los Juríes (la zona argentina donde había fundado Santiago del Estero), y, en llegando a La Serena, envió aviso a los del cabildo de Santiago de que, pues él era legítimo sucesor en el gobierno por nombramiento de Valdivia, lo reconociesen como tal, con título de señoría. Villagra, para que no se metiese en Santiago, envió a quince soldados  que impidiesen la llegada de cartas de Aguirre, y le comunicaran si alguno de sus soldados estaba ya con él en la ciudad de La Serena".

 

     (Imagen) Hemos visto que las autoridades de la ciudad de Santiago, sin saber a quién reconocer, entre Aguirre y Villagra, como legítimo gobernador, buscaron la opinión de dos licenciados, Peñas y Altamirano. Luego resultará que el usurero Peñas exigió pago previo a su dictamen, y aceptaron sus exigencias. Pero el otro, JUAN GUTIÉRREZ DE ALTAMIRANO, se limitó a decir que lo haría por el bien de todos, porque el conflicto era muy peligroso. Con razón comentará  más tarde el cronista Marmolejo que Altamirano era un hombre ejemplar en todo. Además de ser una persona admirable, lo demostró en cargos muy variados. A veces se le confunde con otro de idéntico nombre y brillante biografía (fue gobernador en Cuba), también licenciado, nacido en Medellín (Badajoz) y primo de Hernán Cortés. El 'nuestro', que vino al mundo, de familia noble, en Huete (Cuenca), hacia el año 1520, tuvo que llegar muy joven a las Indias, y con valía demostrada, porque el trágico virrey Blasco Núñez Vela, en 1544, le dio el cargo de maestre de campo. Unos años después estuvo al servicio del gran Pedro de la Gasca, luchando y venciendo a Gonzalo Pizarro. Además de conquistador, fue, como letrado, oidor de Audiencia, y, desde que llegó en torno al año 1550 a Chile, corregidor y protagonista en la fundación de varias ciudades. Es posible que lo trajera Valdivia de Perú cuando consiguió de Pedro de la Gasca que lo nombrara gobernador de Chile. Los dos asistieron juntos a la fundación de la ciudad de Concepción, y luego Juan Gutiérrez Altamirano vivió en La Serena con el cargo de teniente de gobernador. Poco después de que mataran salvajemente los mapuches a Pedro de Valdivia, el día de Navidad del año 1553, se produjeron los terribles ataques de los indios, y, como acabamos de ver, Francisco de Villagra, que actuaba ya como gobernador interino, decidió, con la enérgica protesta de Mencía de los Nidos, que todos los vecinos de Concepción, en su mayoría aterrorizados por la amenaza india, abandonaran la ciudad y fueran a la de Santiago. Dio la casualidad de que JUAN GUTIÉRREZ ALTAMIRANO, había  ido a defender Concepción, y, al encontrarla abandonada y arrasada, fue a Santiago, donde le vemos ahora en medio del conflicto entre Francisco de Villagra y Francisco de Aguirre. A él le quedará una larga e intensa vida por delante (murió el año 1592 en un ataque indio a la ciudad de Valdivia), pero ahora nos resta por saber qué deriva toma la pelea de los dos gallitos.




lunes, 18 de octubre de 2021

(1544) Salieron tan derrotados los españoles, que, tras sobrevivir la mitad de ellos, al llegar a Concepción, decidieron abandonar la ciudad con la conformidad de Francisco de Villagra. ¡Qué gran mujer Mencía de los Nidos!

 

     (1134) Según el cronista, luego se le echaba la culpa a Villagra de tanta muerte de españoles, ya que no le importó que la huida fuera en desbandada, sin poderse ayudar unos a otros. Sin embargo, él lo  justificaba porque, según su criterio, lo prioritario era llegar pronto al río que habían de pasar, porque, así, no morirían todos. Tuvieron, además, la fortuna de que los indios habían dejado sin quemar cuatro barcas: "Comenzaron a pasar dándose tan buena maña, que, cuando amaneció, ya estaban en la otra parte del río. Aquel día llegó Villagra a la ciudad de Concepción con ochenta hombres tan maltratados, que todos les tenían lástima. Después se dirigió a los vecinos diciéndoles que era imposible vencer a aquellos indios que estaban tan enardecidos, pero que, no obstante, él daría la cara, y les pedía que se preparasen para defender la ciudad, porque era de suponer que los enemigos habían de venir a atacarla".

     Pero la tiste realidad era otra cosa, y a Villagra empezó a afectarle la gravedad de la situación: "Viendo que los de la ciudad eran hombres mal armados, Villagra, que debía solucionarlo todo, lo hacía con tanta tibieza, que se entendía que tuviera pláticas con su maestre de campo, Gabriel de Villagra (que era su teniente en Concepción), y se supo de qué hablaban. Además, se enteraron de que en Santiago no le habían querido recibir a Villagra como gobernador, sino que llamaron a Francisco de Aguirre. Pareció también que había salido de la casa de Villagra una noticia falsa, según la cual, muchos escuadrones de indios pasaban el río de Biobío. Luego se extendió por el pueblo, y los hombres, desanimados, decían que, por conservar sus vidas, todo se había de posponer, y que, si se perdiese lo que tenían, eso no era nada en comparación de lo que se ganaba desamparando la ciudad para irse a Santiago. A pesar de que los que eran hombres discretos entendían que todo aquello debía decidirlo el capitán que allí mandaba, pareciéndoles que, aunque quisiesen, no les harían caso, se conformaban con los demás, y veían que Villagra no hacía diligencia alguna".

     Aunque es bastante confusa la narración del cronista, parece claro que Francisco de Villagra estaba tan desanimado, que, en el fondo, deseaba abandonar la ciudad por temor al ataque inminente de los mapuches, pero de manera que pareciese que él no había podido impedirlo: "Extendido el miedo por la ciudad, comenzaron algunos hombres y mujeres a irse hacia la ciudad de Santiago, unos tras otros. Sabido esto, Villagra, para que a él no le trajese perjuicio en algún tiempo, mandó al capitán Gabriel de Villagra que fuese al camino por donde iban, y ahorcase a todos los que se fuesen, el cual le contestó que eran muchos los que se iban, y que mandase lo que fuese servido. Villagra, con esta respuesta, juntó a los del cabildo, y les dijo que ya veían que los vecinos desamparaban la ciudad con los ánimos derribados, y que él tenía por cierto, por lo que había visto, que no podrían resistir en Concepción si los indios venían contra ellos. Y añadió que le parecía mejor, antes de que, sin orden, se fuese la gente una noche con riesgo de que sobreviniese algún caso adverso, marcharse ya todos juntos. Los del cabildo estuvieron de acuerdo con la voluntad que tenía, y enseguida se llevó a cabo, siendo  gran lástima ver a las mujeres a pie ir pasando los ríos descalzas".

 

     (Imagen) Ya le dediqué una imagen a Mencía de los Nidos, pero es ahora el cronista Alonso de Góngora Marmolejo quien nos la muestra en la escena que la hizo pasar a la Historia como la mujer que superó en valentía, a Francisco de Villagra y a todos los habitantes de la ciudad de Concepción, cuando decidieron abandonar la plaza por miedo al ataque de los mapuches: "Entre las mujeres de aquel lugar, hubo una tan valerosa, que, con ánimo más de hombre que de mujer, con un montante (espada larga) en las manos, se puso en la plaza de aquella ciudad diciéndoles a todos en general muchos oprobios y palabras de mucha valentía. Pero Francisco de Villagra no se interesó en ello, aunque en su presencia le había dicho: 'Señor general, ya que vuestra merced quiere nuestra destrucción sin tener respeto a lo mucho que perdemos todos, si este abandono de la ciudad es por algún provecho particular de vuestra merced, váyase en hora buena, que las mujeres sustentaremos nuestras casas, y no huiremos a las ajenas sin otra razón más que la de una noticia que se ha hecho circular por la ciudad, que debe de haber salido de algún hombrecillo cobarde. No permita vuestra merced que se nos haga a todos daño tan grande'. Villagra, como estaba deseando irse, no hizo caso a lo que dijo esta señora, llamada doña Mencía de los Nidos, natural de Extremadura, de un pueblo llamado Cáceres. Si esta matrona viviera en el tiempo en que Roma mandaba en el mundo, le habrían hecho un templo en el que fuera venerada para siempre. Los que iban huyendo por tierra, lo dejaron todo en sus casas para quien lo quisiere tomar, y en la casa de Pedro de Valdivia quedó la tapicería colgada, con gran cantidad de ropa y muchas mercaderías y herramientas, todo tan perdido, que ponía gran tristeza ver la destrucción que le llegó a aquella ciudad. Un vecino que se hallaba fuera, en su encomienda de indios, iba hacia la ciudad sin saber que estaba despoblada, y desde un alto vio que los indios andaban robando y saqueando lo que hallaban, y quemando las casas. Visto su daño, fue en dirección de Santiago, por el camino  que llevaba Villagra. El cual despobló aquella ciudad que cuatro años antes, en 1550, la había fundado Pedro de Valdivia con mucho trabajo. Francisco de Villagra fue recibido en Santiago con gran descontento del pueblo".




domingo, 17 de octubre de 2021

(1543) Fue tal la derrota de los desmoralizados españoles, que murieron ochenta y seis. En las disputas por la gobernación de Chile, Cristóbal de Quiñones apoyó a Francisco de Villagra.

 

     (1133) Se diría que el cronista Marmolejo, veterano conquistador, siente vergüenza por la poco airosa huida (cada uno solo pensaba en salvarse) de los españoles ante la sangrienta persecución de los araucanos, ya que, como contraste, saca a relucir la hazaña que, antes de la desbandada general, protagonizó un soldado: "En aquella retirada, no había amigo que favoreciese a otro. Y, por no dejar sin gloria a quien lo merece, diré lo que acaeció a un soldado llamado Diego Cano, natural de Málaga. Cuando estaba Villagra peleando en la cuesta antes de ser desbaratados, andaba un indio tan desvergonzado y tan valiente, que, con su ánimo y determinación, causaba en los suyos acrecentamiento de ánimo. Villagra, no pudiendo sufrir verlo, llamó a este soldado Diego Cano y le dijo que alanceara a aquel indio. Diego Cano le respondió: 'Señor general, vuesa merced me manda que pierda mi vida entre estos indios, pero por la profesión que he hecho de buen soldado, me aventuraré a perderla'. Puestos los ojos en el indio que andaba animando a los suyos, lo vio un poco apartado de su escuadrón, y, demostrando sobre su caballo que era un valiente soldado, fue a atacarlo. El indio se vio tan sorprendido y turbado, que ni se dispuso a pelear ni a retirarse, dando la sensación de querer huir. Diego Cano llegó hasta él, que iba ya hacia los suyos, que venían en su ayuda, y Diego Cano, en medio de todos ellos, que lo defendían con muchas lanzas, le dio una lanzada que le atravesó todo el cuerpo. Aunque Diego Cano resultó herido,  no murió porque llevaba el cuerpo bien protegido".

     Tras contar la anécdota (ocurrida poco antes de la derrota), el cronista Marmolejo continúa hablando de la patética retirada de los españoles: "Pues volviendo a Villagra, diré que llevaba a su lado veinte hombres, y, viendo la desvergüenza que mostraban unos treinta indios que los iban siguiendo por tierra llana, les mandó a los suyos que se volvieran para alancearlos. Ninguno se atrevió a volver el rostro hacia ellos, porque llevaban los caballos tan cansados, que solo servían para andar, y poco a poco. Pero iba entre estos caballeros un soldado portugués, natural de la isla de Madeira, con una yegua ligera, el cual se revolvió contra los indios, y, con determinación de un valiente hombre, lanceó a dos de ellos, y los demás no se atrevieron a seguir adelante. Gracias a este lance y a la buena suerte que tuvo este soldado, escaparon de la muerte algunos de los españoles que allí iban desanimados. Poco más adelante, hallaron indios al paso de un puente, y mataron al capitán Maldonado sin que ningún amigo suyo lo socorriese, pudiéndolo hacer, no siendo más de diez los indios que lo guardaban, pero actuaron como gente vencida que solo se ocupa de salvar su propia vida. En aquella derrota, murieron ochenta y seis soldados, y, entre ellos, gente principal que habían ayudado a ganar y poblar todo el reino de Chile, muchos de los cuales eran hidalgos conocidos, como el capitán Sancino, Hernando de Alvarado, Mogrovejo, Alonso de Zamora, Alvar Martínez, Diego de Vega, el capitán Maldonado, Francisco Garcés y otros que dejo de mencionar por no ser prolijo".

 

     (Imagen) La muerte de Pedro de Valdivia fue un terremoto para los españoles de Chile. En medio de un vacío inmenso, la amenaza de los implacables mapuches creció de repente. Hubo que tomar decisiones precipitadas, que trajeron enfrentamientos entre los candidatos al puesto. Francisco de Villagra, por ser el primero que se enteró del trágico final de Valdivia, jugó con ventaja, y, en algunas ciudades lo admitieron como 'heredero'. Pero su gran rival, Francisco de Aguirre, no se iba a conformar. La primera 'mano' de la partida la ganó Villagra en la ciudad de Valdivia. Quien lo reconoció como gobernador (provisional) fue el que más mandaba allí, CRISTÓBAL DE QUIÑONES, y los vecinos lo aceptaron. Aunque Cristóbal fue importante en las Indias, hay pocos datos sobre él, pero interesantes. Era un multiusos: conquistador, escribano en Potosí, jurista y hasta, como dice Marmolejo, hombre de negocios. Cristóbal de Quiñones nació en León. Luego veremos que tuvo que ser, como más tarde, hacia el año 1510. Solo se habla de él en relación a sus andanzas por Chile, donde, entre otras cosas, parece seguro que acompañaba a Pedro de Valdivia cuando fundó la ciudad a la que le puso su mismo nombre. Hay en los archivos de PARES un documento muy poco conocido (el de la imagen) que revela una historia curiosa. Es del año 1541, y en él se ve que  María Arias, mujer de Santos de Saavedra, presentaba una querella en el Consejo de Indias contra Juan de San Martín, Juan de Céspedes, CRISTÓBAL DE QUIÑONES y otras personas acusándolos de la muerte de su marido. La cosa suena fuerte, pero, por pura casualidad, he visto una referencia a lo que ocurrió. Fue lo siguiente: García de Lerma, Gobernador de Santa Marta (en Colombia), había organizado en 1531 una expedición para impedir la deserción de sus soldados, deseosos de irse a Perú. Nombró teniente suyo al clérigo Viana, maestre de campo a Cristóbal Quiñones, caudillos de la tropa a los capitanes San Martín y Céspedes, y, a Santos de Saavedra, jefe de la cuadrilla de azadoneros. A los ocho días murió el clérigo, el cual expresó en el testamento su voluntad de que asumieran su cargo San Martín y Céspedes. Pero Santos de Saavedra, que tenía la misma ambición, intentó amotinar a la gente. San Martín y Céspedes lo sometieron a juicio, Quiñones lo condenó a muerte, y fue ejecutado. Es de suponer que la viuda no conseguiría su propósito, ya que parece bastante claro que el desarrollo de los hechos estuvo ajustado a las leyes militares.




sábado, 16 de octubre de 2021

(1542) La moral de los mapuches estaba muy alta y su valentía era suicida. Eso y la terquedad de Villagra frente a los consejos de su maestre de campo, ALONSO DE REINOSO, les costó a los españoles una humillante derrota.

 

     (1132) A pesar de la incertidumbre sobre si Francisco de Villagra contaría con el reconocimiento general como gobernador, él siguió centrado en organizar el enfrentamiento contra los envalentonados araucanos: "Nombró como maestre de campo al capitán Alonso de Reinoso, que lo había sido en su compañía cuando partió del Perú, hasta que entró en Chile, hombre de grande práctica de guerra por ser muy antiguo en las Indias y haber tenido siempre cargos. Llegado al río de Biobío, lo  atravesó con sus hombres, y llegó a un valle que se llama Andalicán (iban a castigar a los indios). Allí salió el maestre de campo a cortarles las sementeras y arrancarles los maíces, destruyéndoles todo lo sembrado. Después fueron a otro valle que se llama Chivilinguo, e hicieron lo mismo. Los indios tampoco estaban descuidados, pues daban por cierto que la muerte de Valdivia la habían de querer vengar los españoles. Sabiendo los indios que pasarían por el valle de Arauco, los caciques decidieron juntarse, nombraron capitanes, y, como principal de todos, al señor de Arauco, llamado Peteguelen, y acordaron  esperar a Villagra en una cuesta grande del valle".

     La armonía entre  Villagra y Reinoso  se va a romper por no estar de acuerdo en la estrategia: "Como Villagra, tras haber cortado las sementeras de los indios en este valle, no batalló con ellos, aunque lo sabía hacer, y a pesar de habérselo aconsejado su maestro de campo, después nunca se llevaron bien. Lo que Villagra quería era ir hasta el valle de Arauco,  pues le parecía mala señal no haber visto indios, y dijo que no había necesidad de atacar antes. El día siguiente al de su llegada a Arauco, tomó el maestre de campo la vanguardia cuesta arriba. Llegó al llano donde se encontraban los indios, los cuales dieron una gran grita. Reinoso asentó la artillería, y los cristianos que a caballo estaban fueron contra los indios y los echaron por una ladera abajo. Entonces Villagra, animando a su gente, llegó con ciento  sesenta que pelearon con gran determinación. Ocurrió que, mientras iniciaba otro ataque Villagra, uno de sus soldados, llamado Cardeñoso, queriendo en público mostrar su valentía, se arrojó solo contra un escuadrón de muchos indios. Mientras peleaba, lo derribaron del caballo, y en presencia de todos, lo hicieron pedazos sin que pudieran socorrerlo. Fue cosa admirable cómo quiso este hombre acometer una hazaña  tan grande. Y, ciertamente, es de creer que si todos tuvieran su ánimo habrían conseguido la victoria".

     Con la última frase, Marmolejo nos ha anticipado el desastre de los españoles: "Para esta batalla hicieron los indios una invención de guerra diabólica. En unas varas largas como una lanza, ataban un lazo que estaba abierto, y, echándoselo por la cabeza a los que iban a caballo, los sacaban de la silla, daban con ellos en tierra y los mataban a lanzadas y golpes de porras que traían. Y así, en una arremetida que hizo Villagra, lo sacó un indio del caballo, y, si no fuera rápidamente socorrido, lo habrían matado. Algunos indios tomaron su caballo y se lo llevaban, pero cargaron tantos soldados sobre ellos, que se lo quitaron y volvió a subir en él".

 

     (Imagen) Los temibles araucanos (también llamados mapuches), que estaban poniendo en peligro todo lo conquistado por los españoles en Chile, les hicieron sufrir una humillante derrota. Era el año 1554, poco después de que mataran 'refinadamente' al gran Pedro de Valdivia: "Francisco de Villagra, viendo que la situación era muy apurada, entró en consejo de guerra para decidir qué se podría hacer para no perderse. Estando él en esta plática con algunos hombres principales, los indios se sentaron y descansaron comiendo de lo que allí les traían sus mujeres. Habiendo descansado un poco, posponiendo todo temor, atacaron tan determinadamente a los cristianos, que les obligaron a volver las espaldas. A unos doce soldados de a pie, que no tenían el amparo de los de a caballo, los hicieron pedazos. Los indios les tomaron a los españoles la artillería, y los persiguieron hasta otra cuesta, donde se encontraron con un gran escuadrón de nativos bien armados, que los esperaban en gran manera animosos. Como los españoles iban desbaratados y el camino de huida era muy estrecho, al bajar por allí, se apretaron de tal manera que, por pasar unos delante de otros, se estorbaban temiendo a los indios que alanceaban y mataban. Viéndose morir sin poder pelear, y como los apretaban tanto,  fueron por la ladera abajo para llegar a lo llano por aquel camino de peñas, malo para descender a pie, y peor a caballo. Por allí iban despeñándose los caballos, con gran lástima para los que veían cómo llegaban abajo ellos por una parte y sus amos por otra. Como alcanzaban el pie de la cuesta aturdidos, se dejaban matar por los indios con grandísima crueldad, habiendo sido mejor morir peleando, pues habrían tenido alguna posibilidad de salvarse, pero no huyendo entre gente tan cruel, que a ninguno dejaron vivo. De los demás españoles, cada uno huyó por donde pudo, camino de la ciudad de Concepción, sin tener en cuenta a su capitán (Villagra) ni su capitán a ellos, pues así de medrosos iban. Y fue su pesadumbre tanta, que la fortuna parecía perjudicar a Francisco de Villagra y ser favorecedora de los indios, pues, por dondequiera que iban los españoles, hallaban cerrados los caminos con madera y los indios preparados para el ataque.  En aquellos pasos, mataron a muchos cristianos, y hubo otros que, por habérseles cansado los caballos, murieron a manos de los enemigos que los iban siguiendo.