viernes, 1 de octubre de 2021

(1536) El cronista Marmolejo censura el amancebamiento del gran Pedro de Valdivia (sin decir nunca con quién), y atribuye su cercana muerte a un castigo de Dios. Fue una venganza del gran Lautaro, quien también morirá trágicamente.

 

     (1126) El  cronista Alonso de Góngora Marmolejo, otra vez sin morderse la lengua, va a censurar a Pedro de Valdivia, y vamos a comprender por qué nunca menciona a Inés Suárez, de la que hay que reconocer que fue una mujer excepcional: "En estos mismos días, Valdivia salió de Concepción con cuarenta soldados, casi todos capitanes, muy en orden. No llevó más gente porque en aquel tiempo se tenía en poco a los indios, pues no sabían pelear ni aun tenían ánimo para ello, pero cuando conocieron los caballos (lo dice en el sentido de que aprendieron a manejarlos) y trataron a los cristianos, supieron defender sus tierras. Valdivia fue al lugar donde sacaban el oro, y dio orden a un vecino de Concepción, llamado Diego Díaz y natural de Sanlúcar, de que pusiese allí la defensa conveniente. Luego se  fue a Arauco, donde tenía otro fuerte. Siendo allí informado de lo de Tucapel, partió luego con treinta y seis soldados. No llevó más porque había escrito a la ciudad Imperial que para tal día se juntasen con él en la casa de Tucapel veinte hombres principales, aunque habría podido llevar mucha gente, pero, cuando las cosas están ordenadas por el Divino Juez, no se puede ir contra ellas.  Y es de suponer que quiso castigar a Valdivia por sus culpas y su vida pública, dando mal ejemplo a todos por estar siempre amancebado con una mujer de Castilla". Marmolejo se muestra implacable, pero nos revela algo sorprendente, si es cierto lo que dice. Pedro de la Gasca le exigió a Valdivia, para ser gobernador, que abandonara a Inés Suárez, y lo cumplió rápidamente casándola con Rodrigo de Quiroga. Pero, como lo cuenta Marmolejo, parece que seguía amancebado con ella porque su mujer, Marina Ortiz de Gaete, no había llegado todavía de España. También puede ser que lo que le interesaba subrayar a Marmolejo era que Dios lo castigó por eso, aunque con efecto retardado.

     En cualquier caso, el 'castigo'  va a ser terrible. "Dejados estos secretos para el Juez Justo que lo sabe, diré que Valdivia fue camino de Tucapel, confiado en su ventura y buenos éxitos. Los indios, que tuvieron noticia de su venida, se juntaron en grandísimo número, y fueron al fuerte de Tucapel y lo quemaron. Estando todos juntos, se levantó de entre ellos un yanacona (criado indio, apresado por los españoles), llamado Alonso (era el gran Lautaro, al que también llamaban Felipe los españoles), que había sido criado de Valdivia y le había servido de mozo de caballos. Estando atentos a a sus palabras, les comenzó a decir que los cristianos eran mortales como ellos y los caballos también, y que, si ellos peleaban bien, no dudasen de que los desbaratarían, y que deberían preferir tener como hombres una muerte noble defendiendo sus casas, a vivir siempre muriendo. Luego añadió que, si querían seguir sus consejos, él les indicaría cómo habían de pelear y qué habían de hacer para desbaratarlos. Los indios principales le dijeron que en todo guardarían cualquier precepto de guerra que les diese. Luego les mandó que le esperasen en una loma rasa que había cerca del fuerte de Tucapel".

 

     (Imagen) Hemos visto surgir de la nada, pero como un fogonazo, al gran LAUTARO, a quien en mala hora lo tuvo Pedro de Valdivia como criado, aunque es probable que lo apreciara. Las palabras del cronista dan a entender que, por entonces, ni siquiera los indios lo consideraban un líder. Nació hacia 1534 y era hijo del cacique Curiñancu. Cuando tenía unos once años fue capturado por los españoles, con los cuales permaneció otros seis, estando al servicio directo de Pedro de Valdivia, quien, sin duda, sentiría afecto por aquel niño, dado que, además, valía mucho. Pero Lautaro tenía motivos para odiar a Valdivia, ya que, no  solo acababa de derrotar a su padre, sino que aunque no lo mató, mandó cortarle a él, a la madre de Lautaro y a todos los guerreros mapuches los dedos de los pies, para que no persiguiesen a los españoles. Valdivia convirtió al muchacho en su propio paje, y todo apunta a que les caía simpático a sus soldados. En ese ambiente agradable, Lautaro asimiló el estilo de vida de los españoles, y fue aprendiendo todas las habilidades militares de los soldados, incluida la equitación (algo que durante muchos años estuvo prohibido para los nativos en todas las Indias), el uso de las armas y las estrategias de ataque. Valdivia, incluso, le dio el cargo de caballerizo suyo. Nadie se daba cuenta de que habían metido al zorro en el gallinero. Llegado el año 1552, Lautaro, el casi 'graduado' militar, se escapó de los españoles, y, naturalmente, montado a caballo como experto jinete. Sus intenciones estaban claras: luchar al lado de su pueblo enseñándoles todo lo que había aprendido. Consiguió que, por primera vez en las Indias, los nativos crearan un escuadrón de caballería, y tuvieran un jefe ducho en tácticas militares modernas. Si a eso añadimos que Lautaro mostraba una extraordinaria capacidad de liderazgo, el resultado fue espectacular. En diciembre de 1553, tuvo una importante participación en la batalla de Tucapel, donde fue derrotado Valdivia, y luego salvajemente matado. Protagonizó, además, otros duros enfrentamientos con los españoles: contra los Catorce de la Fama, en la batalla de Marihueñu, en la primera y segunda destrucción de Concepción, en la batalla de Peteroa y en la de Mataquito. Pero también a Lautaro le llegó su hora. Y fue en esta última batalla (abril de 1557), la de Mataquito, donde Francisco de Villagra lo derrotó, y Lautaro resulto muerto. Su cadáver fue descuartizado, y su cabeza quedó expuesta durante largo tiempo en la plaza de Santiago de Chile.




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