viernes, 22 de octubre de 2021

(1547) Los oidores de la Audiencia de Lima, de momento, no reconocieron como gobernador de Chile a Villagra ni a Aguirre, los cuales, quizá marcados por los horrores de las guerras civiles de Perú, acataron lo dispuesto, pero el cronista cuenta una curiosa anécdota.

 

     (1137) Francisco de Villagra seguía maniobrando para ganarse voluntades mientras permanecía a la espera de lo que decidiesen en Perú sobre el nombramiento del gobernador de Chile:  "Usando de una precaución diabólica, según la cual, como la debía de tener ya pensada anteriormente, manifestó que los repartimientos de indios que daba y había dado no tenían carácter de definitivos, con el fin de que la persona que, en nombre del rey, fuese gobernador de Chile pudiese repartirlos como le pareciese (quizá lo hiciera con la intención de que los favorecidos desearan que él fuera el nombrado), aunque después se arrepintió, porque don García de Mendoza, al llegar como gobernador a Chile, basándose en lo que había dicho Villagra, dio los repartimientos como quiso. Y, para más sujetar las voluntades de los que consigo había de llevar en la salida de ataque a los indios, Villagra abrió la caja del Rey y sacó de ella dieciséis mil pesos, y los repartió entre los soldados que más necesidad tenían (lo cual parece una clara ilegalidad)".

     Y se pusieron en marcha: "Por el mes de enero del año 1555, salió de la ciudad de Santiago con ciento sesenta hombres camino de La Imperial, con gran cuidado, porque el territorio estaba lleno de indios alzados. No supieron si estaba poblada la ciudad hasta que entraron por sus puertas, y fue grande la alegría de los vecinos cuando los vieron llegar a la plaza. Luego se lo comunicaron a la ciudad de Valdivia, y envió Villagra como teniente suyo al licenciado Altamirano (otra prueba de amistad entre los dos), con algunos soldados a los que había dado repartimientos de indios en ella. Después de haber agradecido a Pedro de Villagra (era su primo y su teniente en la ciudad) el trabajo que había tenido, y disfrutado con juegos de cañas, cosa que a ninguno pareció bien, salió con cien hombres, se fue adonde había quedado abandonada la ciudad de Angol, haciendo de camino la guerra a los indos y quitándoles las sementeras hasta que llegó el otoño. Como esperaba impaciente noticias del Perú sobre el nombramiento del gobernador, envió a seis soldados a la ciudad de Santiago para que le informasen al respecto. Como volvieron sin ninguna novedad, partió hacia Santiago con sesenta soldados de su confianza".

     Pero no necesitó andar mucho para enterarse de que lo decidido en Lima era sorprendente: "Llegado a mitad de camino, supo que el mensajero que había enviado a Lima (Arnao Segarra) había regresado, y que los señores de la Audiencia de Lima mandaban, porque ansí convenía para evitar pasiones entre sus vasallos, que Villagra y Aguirre  licenciasen de inmediato a la gente que tenían y se fuesen a sus casas, de manera que dejaban sin efecto los nombramientos hechos por los cabildos y por su gobernador, Pedro de Valdivia, y, en consecuencia, ordenaban que fueran los alcaldes ordinarios quienes, cada uno en su jurisdicción, administrasen justicia. Cuando lo supo Villagra, mandó quitar su estandarte, y, a los que iban con él, les dijo que él tenía que obedecer lo que su rey mandaba, por lo que les rogaba que cada uno se fuera adonde quisiese. Él se quedó con sus criados, y siguió con ellos hacia Santiago. Francisco de Aguirre, cuando conoció la provisión, la obedeció e hizo lo mismo que Villagra". Habrá luego más complicaciones, pero, de momento, actuaron los dos de forma civilizada.

 

     (Imagen) La decisión de la Audiencia de Lima era tajante: cerraron el paso a los dos que pretendían el cargo de gobernador de Chile, Francisco de Villagra y Francisco de Aguirre. Pero no tenía sentido dejar sin cabeza temporalmente la administración del país cuando los peligrosísimos mapuches seguían llenos de odio y con ansia de destruir a los españoles. Además, se sentían invencibles después de haber logrado el gran triunfo de derrotar y matar a Pedro de Valdivia, lo que trajo de paso la desmoralización de los soldados españoles porque continuaban fracasando frente a los nativos, hasta el punto de tener que abandonar varias ciudades. Ambos candidatos obedecieron. Quizá el desastre de las guerras civiles de Perú dejara a los españoles inmunizados frente a la tentación de rebelarse contra la Corona, teniendo también en cuenta que todos los cabecillas acabaron ejecutados. El cronista Marmolejo añade una anécdota que se refiere a cómo llegó a ser el maniobrero Francisco de Villagra gobernador de Chile, años después, gracias a una gestión que había realizado poco antes de que ocurriera lo que ahora estamos viendo: "Antes de que estas cosas sucedieran, hizo Francisco de Villagra una diligencia por la cual vino después a ser gobernador. Y fue que hizo a su manera una probanza de sus méritos, con la cual y con cartas favorables de los cabildos en las que solicitaban que fuese gobernador, le envió a España a un hidalgo llamado Gaspar de Orense, natural de Burgos, para que lo negociase con el rey don Felipe, y, como compensación por su trabajo, le dio seis mil pesos de oro (unos dieciocho kilos). Con este encargo, navegó hacia España, y, saliéndole mal el viaje, se ahogó cerca de Arenas Gordas, que está junto a Sanlúcar. Algunas cartas las llevó el mar a tierra. Como la pérdida fue grande, y la armada llevaba gran cantidad de plata y oro, acudieron allí algunos mercaderes, y, entre otras muchas cartas que llegaron a tierra mojadas, hallaron aquellas. Las cuales terminaron en manos de un pariente de Villagra, hermano de su mujer, clérigo de misa, llamado licenciado Agustín de Cisneros, el cual pidió favores a algunos hombres importantes, y fue a negociar la gobernación con Su Majestad, que estaba en Inglaterra. De esta manera, abrió el camino para que, cuatro años más tarde, el Rey se la concediera, y, de esa forma, llegó a ser gobernador, como más adelante diremos".




 

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