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Después de presentar en Santiago la orden de la Audiencia de Lima, la
llevaron a la ciudad de Valdivia, y sorprende la reacción de los vecinos:
"Los vecinos que en ella estaban se alegraron con su mandamiento, porque tenían a Villagra
por hombre mohíno (triste), y al que le salían mal las cosas de guerra (al
parecer, quizá por la mala racha, tenía fama de 'gafe'). Pero se estaban
complicando aún más las cosas: "Al saber los indios en general que
Valdivia había muerto y que los españoles abandonaron Concepción, se alzaron
todos, y como eran tantos los que había en la zona de La Imperial, Pedro de Villagra (que estaba allí al
mando por encargo de su primo Francisco de Villagra) tuvo temor de
que viniesen a ponerle cerco, aunque contaba con buenos soldados y caballos, pero
todo sería nada si los indios quisieran pelear".
La situación era de un riesgo enorme, y
Pedro de Villagra no se anduvo con contemplaciones. Los españoles iban a ser
tan crueles como los mapuches. En lugar de esperar su ataque, fue directamente
a por ellos: "Pedro de Villagra, para
ponerles temor a los indios y darles a entender que estaba dispuesto a destruirlos,
salió de la ciudad, fue quemándoles sus casas con la comida que tenían dentro,
y a los indios que tomaban los alanceaban, sin perdonarle a ninguno la
vida. En este tiempo tenían unos perros valientes cebados en indios, cosa
de gran crueldad (solía ser muy mal visto por los mismos españoles), que
los despedazaban fieramente, y les hizo la guerra más cruel que se había hecho.
De esta manera desbarató algunos fuertes de los indios entrando en ellos, y, de
tal manera los mataban, que, viendo su destrucción, huían sin saber dónde meterse
ni qué hacer. Hubo unos que se metieron en una isla que había dentro de una
laguna (donde tenía un repartimiento Pedro de Olmos de Aguilera, vecino de la
Imperial) adonde les siguió Pedro de Villagra con muchos indios que llevaba por
amigos y con perros, los cuales mataron tantos indios, que, con los que se
ahogaron, pasaron de mil personas, como después se supo, y se diría que la
pretensión era destruirlos a todos para quedar ellos seguros. Les hizo la
guerra de esta manera durante el verano, y en invierno, retirado a la ciudad,
salía con cuadrillas y les hacía el daño posible, andando fuera diez días más o
menos cada vez, hasta que llegó el verano".
Da la sensación de que las cifras de los
cronistas suelen ser exageradas, pero, aunque se reduzcan, estremecen: "Los
indios, como les habían quemado sus casas y las provisiones que tenían, y ellos
solían andar en borracheras y banquetes, gastaron pronto lo que les había
quedado, y cuando vino el tiempo de sembrar, no tuvieron con qué, y si algo les
quedaba, no se arriesgaban a hacerlo por temor a que los sorprendieran mientras
trabajaban la tierra. Se les juntó otro gran mal, pues, entrando la primavera,
les entró en general una enfermedad de pestilencia que ellos llamaban
chavalongo, que en nuestra lengua quiere decir dolor de cabeza. Cuando la
sufrían, como se encontraban sin casas ni provisiones, murieron tantos millares,
que quedó despoblada la mayor parte de la zona, y donde había un millón de
indios, no quedaron más de seis mil". Se diría que la terrible muerte de
Pedro de Valdivia fue una catástrofe para indios y españoles.
(Imagen) Ya hemos visto que GASPAR DE
ORENSE acabó ahogándose cerca de la costa andaluza cuando llegaba a España
enviado por Francisco de Villagra para que intentara conseguirle la gobernación
de Chile. Si lo escogió a él, era porque valía mucho, y sus andanzas anteriores
dan prueba de ello. A pesar de su apellido, Gaspar había nacido en Burgos, hacia
el año 1519. En Santiago de Chile, como a otros conquistadores (los chilenos
respetan y valoran sus hazañas), le han
dedicado una importante calle, muy cerca de la Basílica de Lourdes (ver imagen).
Gaspar, antes del año 1543, ya se encontraba en Perú, y estaba al servicio de
Gonzalo Pizarro, el cual había vuelto de su desastrosa campaña en zona
amazónica, y, se enteró traumáticamente de que habían asesinado a su hermano
Francisco Pizarro. Entonces tomó, momentáneamente, por consejo de Vaca de
Castro, la sensata decisión de abandonar la milicia y vivir tranquilamente de
sus ricas encomiendas de indios y explotando minas de oro y plata. En ese tiempo, Gaspar de Orense tuvo la suerte de marchar
a Chile, librándose así de verse arrastrado por la trágica deriva de rebeldía a
la que se entregó pronto Gonzalo Pizarro, quien, además, le había dado cartas
de recomendación para que lo recibiera bien Pedro de Valdivia. Tras darle un
cargo de confianza, estuvieron juntos luchando contra los mapuches, y Gaspar lo
hizo de forma notable. A finales de 1547, Valdivia volvió a Perú, donde
consiguió de Pedro de la Gasca que lo nombrar gobernador de Chile. Al partir, había
dejado en su puesto a Francisco de Villagra, quien pronto sintonizó con Gaspar,
y le confió la delicada misión de apresar a Pedro Sancho de la Hoz. Tras
entregárselo Gaspar, de inmediato Villagra ejecutó al detenido por amotinarse,
cosa que no se había atrevido a hacerle
nunca Valdivia, a pesar de que ocurrió con frecuencia. A su vuelta de Perú,
Valdivia, que siempre había apreciado a Gaspar, se distanció de él, e incluso lo
obligó a permutar una encomienda de indios con otra de peor calidad. Muerto
Valdivia a finales de 1553, se estrechó el lazo entre Villagra y GASPAR DE
ORENSE, y fue el año 1554 cuando le confió la delicada misión de ir a la Corte
de España llevando pruebas de sus méritos, para convencer al Rey de que lo
nombrara gobernador. Ya sabemos que Gaspar murió ahogado en enero de 1555 muy
cerca de la costa española, que los papeles fueron recogidos en la playa, y que
acabaron en manos del clérigo AGUSTÍN DE CISNEROS, de quien veremos en la
siguiente imagen la gran importancia que tuvo en las Indias.
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