viernes, 15 de octubre de 2021

(1541) La muerte atroz del gran líder Pedro de Valdivia llenó de orgullo y osadía a los mapuches, mientras los españoles, desconcertados por tan duro golpe, no se ponían de acuerdo para escoger un sustituto entre tres candidatos.

 

     (1131) Muerto Pedro de Valdivia, era necesario tomar su puesto para mantener la disciplina militar de los españoles frente a los temibles araucanos: "Luego que Pedro de Villagra tuvo por cierta la muerte de Valdivia, envió un hombre a caballo para que diese aviso a las autoridades de la ciudad de Valdivia del suceso, y avisasen a Francisco de Villagra para que, como principal persona, viniese a poner el remedio que convenía. Con esta noticia salió de La Imperial Gaspar Viera, y, cuando llegó, despachó a otro mensajero que fuese en busca de Villagra y le avisase de todo. Lo encontró visitando, con cuarenta soldados, la comarca de la ciudad  a la que después don García le puso por nombre Osorno, para poblar en la parte que les pareciese un pueblo. Luego Villagra les dijo  a sus hombres que Valdivia había muerto, y de qué manera, así como que lo llamaban desde La Imperial para que tomase a su cargo la defensa del reino. Después Francisco de Villagra partió para la ciudad de Valdivia, por el mes de febrero del año 1554. Allí fue recibido con gran amor de todos, que era en aquel tiempo muy querido en general, por buenas palabras y honra, y era amigo de personas nobles.  Con estas virtudes, atraía los hombres, aunque después, cuando fue nombrado gobernador por el Rey, mudó de costumbres y condición. Luego, Cristóbal de Quiñones, que había sido escribano en Potosí y al presente era justicia en Valdivia,  y hombre de negocios, ordenó que fuese nombrado justicia mayor y capitán general, hasta que Su Majestad otra cosa proveyere, y esto, condicionado a que Valdivia hubiese muerto".

     Como era de esperar, la muerte de Valdivia envalentonó a los indios: "Francisco de Villagra dejó  sesenta soldados en la ciudad, y, llevando consigo ochenta, partió luego hacia La Imperial, donde fue recibido con alegría increíble. Tenía allí Villagra sus casas y el repartimiento de indios, los cuales, que eran más de quinientos, le sacaban oro. Sus indios, en cuanto supieron que Valdivia había muerto, se rebelaron, y, de los almocafres (una especie de azadilla puntiaguda) con que sacaban el oro, prepararon hierros de lanzas, haciendo lo mismo todos los indios de la zona. Sin embargo Villagra no se desanimó, pues le parecía que, castigando a los que habían matado a Valdivia, todo lo demás se calmaría en breve. Enseguida, Francisco de Villagra  dejó en La Imperial como teniente  de la ciudad a Pedro de Villagra, pariente suyo, dejó contentos a los vecinos, y partió con presteza a la ciudad de Concepción. Según caminaba, no halló repartimiento alguno que le saliese a servir, pues todos los indios se habían alzado. Llegado a Concepción, halló el pueblo muy triste y con mucho temor, aunque se alegraron con su llegada, y lo recibieron como su capitán general. Comenzó entonces a preparar todo lo que convenía para salir a castigar la muerte de Valdivia. Halló que tenía doscientos  treinta hombres, todos de guerra, de cuales sacó ciento setenta, dejándoles al capitán Gabriel de Villagra, pariente suyo, como su teniente y capitán para lo que fuese necesario". (Gabriel, hijo de un Caballero de Santiago, peleó, antes de ir a Chile, en las guerras civiles de Perú, y era tío de Francisco de Villagra).

 

     (Imagen) La ambición de poder suele ser imparable, incluso en situaciones casi abocadas a la catástrofe, como ocurrió en Chile al morir Valdivia. Entonces surgió de inmediato un grave conflicto entre varios aspirantes al puesto de gobernador. Quien dio el primer paso fue Francisco de Villagra, y pronto obtuvo la conformidad de varias ciudades. Pero tropezó con la más importante, la capital de Chile: "Villagra envió a Santiago testimonios de que había sido aceptado en varias ciudades como justicia mayor (y gobernador provisional), para que, de la misma manera, también ellos lo reconociesen. El cabildo y vecinos no lo quisieron hacer, porque Valdivia había nombrado para el cargo en su testamento a Francisco de Aguirre mientras Su Majestad no proveyese otra cosa". En realidad, el nombrado en primer lugar por Valdivia era el carismático Jerónimo de Alderete, pero entonces se encontraba en España, y, aunque después le dieron el título de gobernador, de nada le sirvió, como ya vimos, porque, en el viaje de vuelta, murió enfermo en Panamá tras sufrir un naufragio. Resultaba evidente que quien, en esas circunstancias, tenía los derechos era Aguirre, pero las autoridades de Santiago adoptaron una decisión salomónica: le dieron el cargo de manera solamente provisional, el 11 de enero de 1554, a Rodrigo de Quiroga, "para evitar escándalos y alborotos que se suelen ofrecer en semejantes tiempos en estas partes de las Indias". Sin embargo, los otros dos pretendientes no renunciaban a sus aspiraciones. Villagra había conseguido que varias ciudades le dieran la razón, y, por su parte, Francisco de Aguirre la obtuvo sin dificultad en Santiago del Estero, población que él había fundado, pero lo verdaderamente importante para ambos era ser reconocidos en Santiago, la capital de Chile, donde los  vecinos temían que pudieran ser ser forzados por la armas. La tensa situación hizo que Rodrigo de Quiroga abandonara su puesto. Las autoridades de Santiago buscaron, inútilmente, soluciones diplomáticas, o que terciaran algunos letrados. En la Corte Española se conocía la situación, y le confiaron el asunto  al nuevo virrey de Perú, Andrés Hurtado de Mendoza, Marqués de Cañete. Llegó a Lima el día 28 de junio de 1556, y lo zanjó de forma inapelable: nombró Gobernador de Chile a su hijo GARCÍA DE MENDOZA.




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