lunes, 18 de octubre de 2021

(1544) Salieron tan derrotados los españoles, que, tras sobrevivir la mitad de ellos, al llegar a Concepción, decidieron abandonar la ciudad con la conformidad de Francisco de Villagra. ¡Qué gran mujer Mencía de los Nidos!

 

     (1134) Según el cronista, luego se le echaba la culpa a Villagra de tanta muerte de españoles, ya que no le importó que la huida fuera en desbandada, sin poderse ayudar unos a otros. Sin embargo, él lo  justificaba porque, según su criterio, lo prioritario era llegar pronto al río que habían de pasar, porque, así, no morirían todos. Tuvieron, además, la fortuna de que los indios habían dejado sin quemar cuatro barcas: "Comenzaron a pasar dándose tan buena maña, que, cuando amaneció, ya estaban en la otra parte del río. Aquel día llegó Villagra a la ciudad de Concepción con ochenta hombres tan maltratados, que todos les tenían lástima. Después se dirigió a los vecinos diciéndoles que era imposible vencer a aquellos indios que estaban tan enardecidos, pero que, no obstante, él daría la cara, y les pedía que se preparasen para defender la ciudad, porque era de suponer que los enemigos habían de venir a atacarla".

     Pero la tiste realidad era otra cosa, y a Villagra empezó a afectarle la gravedad de la situación: "Viendo que los de la ciudad eran hombres mal armados, Villagra, que debía solucionarlo todo, lo hacía con tanta tibieza, que se entendía que tuviera pláticas con su maestre de campo, Gabriel de Villagra (que era su teniente en Concepción), y se supo de qué hablaban. Además, se enteraron de que en Santiago no le habían querido recibir a Villagra como gobernador, sino que llamaron a Francisco de Aguirre. Pareció también que había salido de la casa de Villagra una noticia falsa, según la cual, muchos escuadrones de indios pasaban el río de Biobío. Luego se extendió por el pueblo, y los hombres, desanimados, decían que, por conservar sus vidas, todo se había de posponer, y que, si se perdiese lo que tenían, eso no era nada en comparación de lo que se ganaba desamparando la ciudad para irse a Santiago. A pesar de que los que eran hombres discretos entendían que todo aquello debía decidirlo el capitán que allí mandaba, pareciéndoles que, aunque quisiesen, no les harían caso, se conformaban con los demás, y veían que Villagra no hacía diligencia alguna".

     Aunque es bastante confusa la narración del cronista, parece claro que Francisco de Villagra estaba tan desanimado, que, en el fondo, deseaba abandonar la ciudad por temor al ataque inminente de los mapuches, pero de manera que pareciese que él no había podido impedirlo: "Extendido el miedo por la ciudad, comenzaron algunos hombres y mujeres a irse hacia la ciudad de Santiago, unos tras otros. Sabido esto, Villagra, para que a él no le trajese perjuicio en algún tiempo, mandó al capitán Gabriel de Villagra que fuese al camino por donde iban, y ahorcase a todos los que se fuesen, el cual le contestó que eran muchos los que se iban, y que mandase lo que fuese servido. Villagra, con esta respuesta, juntó a los del cabildo, y les dijo que ya veían que los vecinos desamparaban la ciudad con los ánimos derribados, y que él tenía por cierto, por lo que había visto, que no podrían resistir en Concepción si los indios venían contra ellos. Y añadió que le parecía mejor, antes de que, sin orden, se fuese la gente una noche con riesgo de que sobreviniese algún caso adverso, marcharse ya todos juntos. Los del cabildo estuvieron de acuerdo con la voluntad que tenía, y enseguida se llevó a cabo, siendo  gran lástima ver a las mujeres a pie ir pasando los ríos descalzas".

 

     (Imagen) Ya le dediqué una imagen a Mencía de los Nidos, pero es ahora el cronista Alonso de Góngora Marmolejo quien nos la muestra en la escena que la hizo pasar a la Historia como la mujer que superó en valentía, a Francisco de Villagra y a todos los habitantes de la ciudad de Concepción, cuando decidieron abandonar la plaza por miedo al ataque de los mapuches: "Entre las mujeres de aquel lugar, hubo una tan valerosa, que, con ánimo más de hombre que de mujer, con un montante (espada larga) en las manos, se puso en la plaza de aquella ciudad diciéndoles a todos en general muchos oprobios y palabras de mucha valentía. Pero Francisco de Villagra no se interesó en ello, aunque en su presencia le había dicho: 'Señor general, ya que vuestra merced quiere nuestra destrucción sin tener respeto a lo mucho que perdemos todos, si este abandono de la ciudad es por algún provecho particular de vuestra merced, váyase en hora buena, que las mujeres sustentaremos nuestras casas, y no huiremos a las ajenas sin otra razón más que la de una noticia que se ha hecho circular por la ciudad, que debe de haber salido de algún hombrecillo cobarde. No permita vuestra merced que se nos haga a todos daño tan grande'. Villagra, como estaba deseando irse, no hizo caso a lo que dijo esta señora, llamada doña Mencía de los Nidos, natural de Extremadura, de un pueblo llamado Cáceres. Si esta matrona viviera en el tiempo en que Roma mandaba en el mundo, le habrían hecho un templo en el que fuera venerada para siempre. Los que iban huyendo por tierra, lo dejaron todo en sus casas para quien lo quisiere tomar, y en la casa de Pedro de Valdivia quedó la tapicería colgada, con gran cantidad de ropa y muchas mercaderías y herramientas, todo tan perdido, que ponía gran tristeza ver la destrucción que le llegó a aquella ciudad. Un vecino que se hallaba fuera, en su encomienda de indios, iba hacia la ciudad sin saber que estaba despoblada, y desde un alto vio que los indios andaban robando y saqueando lo que hallaban, y quemando las casas. Visto su daño, fue en dirección de Santiago, por el camino  que llevaba Villagra. El cual despobló aquella ciudad que cuatro años antes, en 1550, la había fundado Pedro de Valdivia con mucho trabajo. Francisco de Villagra fue recibido en Santiago con gran descontento del pueblo".




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