(1135) A pesar de la crítica situación en
que se encontraban los españoles contra los mapuches, a pesar de haber tenido
que abandonar la ciudad de Concepción, a pesar de la humillante bronca que le
echó la brava Mencía de los Nidos en medio de la plaza pública y a pesar de que
los vecinos de Santiago lo recibieron con mala cara, Francisco de Villagra solo
tenía una obsesión, la de alcanzar el poder: "Después de haber llegado
Villagra a la ciudad de Santiago (la más importante de Chile), juntó a los
del cabildo y les pidió lo reconociesen como gobernador, pues ya lo habían
hecho las demás ciudades. Le respondieron que Pedro de Valdivia había nombrado
a Francisco de Aguirre por su sucesor y no a él, y que por ese motivo, no había
lugar a que fuera reconocido".
A partir de ese momento, vamos a ver lo
que tantas veces vimos en los conflictos de mando entre los conquistadores más
poderosos, con tiras y aflojas que terminaban siempre por la vía de la fuerza.
Ahora Villagra va a mencionar una prueba de sus derechos 'que no la tenía a
mano': "Les respondió, con algunos hombres principales que lo apoyaban,
que Pedro de Valdivia, después de haber hecho el testamento en el que nombraba
a Francisco de Aguirre, hizo otro en el que lo anulaba, y que de ello daría fe
su secretario Cárdenas, que era el escribano ante quien se hizo, en el cual
nombraba a Francisco de Villagra gobernador del reino, pero que este testamento
lo llevaba consigo Valdivia en un cofre pequeño, en donde tenía sus escrituras".
Alegaba, pues, que desapareció cuando los
mapuches masacraron a Valdivia, y habría que fiarse de lo que dijera el
secretario de Villagra. No faltaron otros que lo apoyaron con un argumento
peregrino: "Algunos hombres de ropa larga (¿letrados?) decían que,
aunque el nombrado fuese Aguirre, no había lugar a cumplirlo, por cuanto estaba
fuera del reino y Villagra reconocido en la mayor parte de él. Anduvieron en
estas pláticas algunos días, hasta que los vecinos le pidieron a Villagra el parecer de letrados, y, para
determinarlo, se juntaron el licenciado de las Peñas, natural de Salamanca, y
el licenciado Altamirano, natural de Huete. Estando Villagra en cabildo tratando
de su nombramiento, acudieron armados sus amigos a la puerta del ayuntamiento
con palabras bravas y amenazas que hacían. Temerosos por la situación, los
vecinos reconocieron a Villagra como gobernador, pero contra su voluntad y por
ser hombre poderoso".
Pero, como era de esperar, aquello no
zanjaba el asunto. Había otro gallo en el corral: "En este
tiempo, Francisco de Aguirre, al tener noticia de la muerte de Valdivia, partió
de Los Juríes (la zona argentina donde había fundado Santiago del Estero),
y, en llegando a La Serena, envió aviso a los del cabildo de Santiago de que,
pues él era legítimo sucesor en el gobierno por nombramiento de Valdivia, lo
reconociesen como tal, con título de señoría. Villagra, para que no se metiese
en Santiago, envió a quince soldados que
impidiesen la llegada de cartas de Aguirre, y le comunicaran si alguno de sus
soldados estaba ya con él en la ciudad de La Serena".
(Imagen) Hemos visto que las autoridades
de la ciudad de Santiago, sin saber a quién reconocer, entre Aguirre y
Villagra, como legítimo gobernador, buscaron la opinión de dos licenciados,
Peñas y Altamirano. Luego resultará que el usurero Peñas exigió pago previo a
su dictamen, y aceptaron sus exigencias. Pero el otro, JUAN GUTIÉRREZ DE
ALTAMIRANO, se limitó a decir que lo haría por el bien de todos, porque el
conflicto era muy peligroso. Con razón comentará más tarde el cronista Marmolejo que
Altamirano era un hombre ejemplar en todo. Además de ser una persona admirable,
lo demostró en cargos muy variados. A veces se le confunde con otro de idéntico
nombre y brillante biografía (fue gobernador en Cuba), también licenciado, nacido
en Medellín (Badajoz) y primo de Hernán Cortés. El 'nuestro', que vino al mundo,
de familia noble, en Huete (Cuenca), hacia el año 1520, tuvo que llegar muy
joven a las Indias, y con valía demostrada, porque el trágico virrey Blasco
Núñez Vela, en 1544, le dio el cargo de maestre de campo. Unos años después
estuvo al servicio del gran Pedro de la Gasca, luchando y venciendo a Gonzalo
Pizarro. Además de conquistador, fue, como letrado, oidor de Audiencia, y,
desde que llegó en torno al año 1550 a Chile, corregidor y protagonista en la
fundación de varias ciudades. Es posible que lo trajera Valdivia de Perú cuando
consiguió de Pedro de la Gasca que lo nombrara gobernador de Chile. Los dos
asistieron juntos a la fundación de la ciudad de Concepción, y luego Juan
Gutiérrez Altamirano vivió en La Serena con el cargo de teniente de gobernador.
Poco después de que mataran salvajemente los mapuches a Pedro de Valdivia, el
día de Navidad del año 1553, se produjeron los terribles ataques de los indios,
y, como acabamos de ver, Francisco de Villagra, que actuaba ya como gobernador
interino, decidió, con la enérgica protesta de Mencía de los Nidos, que todos
los vecinos de Concepción, en su mayoría aterrorizados por la amenaza india,
abandonaran la ciudad y fueran a la de Santiago. Dio la casualidad de que JUAN
GUTIÉRREZ ALTAMIRANO, había ido a
defender Concepción, y, al encontrarla abandonada y arrasada, fue a Santiago,
donde le vemos ahora en medio del conflicto entre Francisco de Villagra y
Francisco de Aguirre. A él le quedará una larga e intensa vida por delante
(murió el año 1592 en un ataque indio a la ciudad de Valdivia), pero ahora nos
resta por saber qué deriva toma la pelea de los dos gallitos.
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