(1128) Total que el padre Pozo se mostró más realista que Pedro de Valdivia,
consciente de que los indios los iban a matar. Sirve también para constatar que
en todas, o en la mayoría de las expediciones de conquista, había algún
religioso que acompañaba a la tropa para darles un consuelo espiritual,
sin participar en la lucha, pero
arriesgando su vida como cualquier soldado. Casi unca se habla de ellos, salvo
cuando su protagonismo era el de morir como mártires. Es de justicia reconocer
su gran mérito.
Tras hablar de la dramática muerte de
Pedro de Valdivia, el cronista Marmolejo
nos regala una semblanza del personaje, al que conocía muy bien, pero
siempre con la mirada de un hombre de profunda fe religiosa, que no puede transigir
con actitudes pecadoras: "Este fue el fin que tuvo Pedro de Valdivia,
hombre valeroso y bien afortunado hasta aquel momento. ¡Grandes secretos de
Dios que deben tener en cuenta los cristianos! Un hombre como éste, tan
obedecido, tan temido, tan señor y respetado, murió de una muerte tan cruel a
manos de bárbaros. Por donde cada cristiano ha de entender que el estado que
Dios le da es el mejor, y, si no le levanta más, es para mayor bien suyo,
porque muchas veces vemos a los hombres ambiciosos procurar cargos grandes por
muchas vías y rodeos, haciendo laxa su conciencia para alcanzarlos, pero
después es voluntad de Dios que, tras haberlos conseguido, los pierdan con
ignominia y gran castigo hecho en sus personas, como a Valdivia le acaeció
cuando tomó el oro (de soldados suyos) en el navío y se fue con él al Perú,
y fue voluntad de Dios que, por aquel camino que utilizó para ser señor, por
aquel mismo perdiese su encumbramiento y la vida". De donde, según
Marmolejo, se deduce que Valdivia no cumplió la promesa, que le hizo a Pedro de
la Gasca, de devolver el oro requisado a sus soldados (con la cual logró que lo
nombrara gobernador de Chile), sino que estafó a todos, de la misma manera que lo
había hecho con el vulnerable y desmoralizado Francisco Pinel, el cual, hundido
porque Valdivia le negaba con desprecio
una y otra vez la devolución de lo que
le había robado, se suicidó.
Luego Marmolejo describe al personaje sin
dejar de lado su parte positiva: "Era Valdivia, cuando murió, de edad de
cincuenta y seis años, natural de un lugar de Extremadura pequeño, llamado
Castuera (de La Serena-Badajoz), hombre de buena estatura, de rostro
alegre, la cabeza grande conforme al cuerpo, que se había hecho gordo,
espaldudo, ancho de pecho, hombre de buen entendimiento, aunque de palabras no
bien limadas, liberal, y hacía mercedes graciosamente. Cuando llegó a ser señor
(importante) recibía gran contento en dar lo que tenía (mejoró su
carácter), y era generoso en todas sus cosas, amigo de andar bien vestido y
lustroso, y de los hombres que así andaban, y de comer y beber bien, así como
afable y humano con todos. Pero tenía dos cosas con las que oscurecía todas
estas virtudes: que aborrecía a los hombres nobles, y de ordinario estaba
amancebado con una mujer española". Es curioso que Marmolejo no diga jamás
que se trataba de Inés Suárez, ni hable de las grandes virtudes y méritos
extraordinarios que esa mujer tenía.
(Imagen) El cronista Alonso de Góngora
Marmolejo, además de narrar el triste final de Pedro de Valdivia, explica quién
fue su fuente de información: "El
cómo murió me lo dijo un señor principal
en la ciudad de Santiago, que se llamaba don Alonso y servía a Valdivia
de guardarropa, que hablaba en lengua española (lo que quiere decir que era
indígena), y de mucha razón, que estuvo presente a todo, y escapó en hábito
de indio de guerra sin ser conocido, y aquella noche llegó al fuerte de Arauco y dio noticia de todo lo
sucedido a los que en él estaban, los cuales se fueron a Concepción, que estaba
de allí a nueve leguas, antes de que los indios les cerrasen el camino".
Daré algunos datos biográficos del vasco MARTÍN DE ARIZA. Ya vimos que él y seis
más salvaron su vida porque salieron pitando del fuerte de Tucapel, adonde,
para su desgracia, llegó enseguida Pedro de Valdivia. Martín de Ariza había
nacido en tierras vascas el año 1518. Hay constancia de que, en 1542, estaba en
Perú formando parte de las tropas del representante del Rey, Cristóbal Vaca de
Castro, en la batalla de Huarina, donde resultó derrotado y muerto el joven y
trágico Diego de Almagro el Mozo. Pero más tarde fue hecho prisionero por
Gonzalo Pizarro, quien lo obligó a formar parte de sus rebeldes tropas. A pesar
de que, en el último enfrentamiento, el de Jaquijaguana, se pasó al bando real,
fue considerado traidor a la Corona y desterrado a Chile. Se casó allí con
María de Valdivia, quien, casi con seguridad, era hermana de Pedro de Valdivia.
Actuó como capitán en luchas feroces contra los mapuches, siendo recordado por Alonso
de Ercilla en La Araucana, su poema épico. Vivió situaciones extremas, como la
derrota sufrida en Marihueñu el año 1554, donde tuvo que huir de Concepción
mientras los araucanos arrasaban eufóricos la ciudad. Luego pudo salvar la de
La Imperial. Ya en 1562, y en agradecimiento a sus servicios, se le concedió a
Martín de Ariza una extraordinaria encomienda de indios, pero el nuevo
gobernador, Francisco de Villagra, con quien no se llevaba bien, se la anuló.
Hartos de sinsabores, MARTÍN DE ARIZA y su mujer, MARÍA DE VALDIVIA, se
retiraron, hasta el final de sus vidas, a un lugar próximo a Santiago de Chile.
La imagen ilustra bien acerca del emplazamiento de aquellas ciudades fundadas
por los españoles. No solo destruían: asombra ver lo que crearon en tan poco tiempo
(quince años escasos).
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