martes, 26 de octubre de 2021

(1550) Bajo el mando de Juan de Alvarado, los españoles se fortificaron en la ciudad de Concepción. Se ejecutó a un soldado por haber herido a otro. Los indios fingieron amistad, y después atacaron en masa, matando a cuatro a españoles.

 

     (1140) De momento, los españoles  encontrarán a los indios de aquella zona pacíficos y amables: "los españoles llegaron a Concepción y escogieron un sitio donde hacer un fuerte, para lo que utilizaron unas casas de un vecino llamado Diego Díaz, las repararon pronto, y allí residían todos juntos. Los indios de la comarca les salieron a dar la paz y a servirles en todo lo que les mandaban. En este tiempo, tras saber cuántos eran y la defensa que habían preparado, los indios decidieron servirles aún mejor, para confiarlos. El capitán que tenían los españoles era un hidalgo llamado Juan de Alvarado, montañés, a quien Francisco de Villagra había dado un repartimiento de indios en aquella ciudad. Iba, como capitán, solamente para las cosas de guerra, pues, de acuerdo con la provisión de la Audiencia de Lima, eran los alcaldes quienes se ocupaban de hacer justicia. Ocurrió que, yendo caminando un soldado pobre con otro como él, se revolvieron contra un compañero importante y le dieron ciertas lanzadas, de las cuales sanó pronto; con el primer ímpetu el uno de los alcaldes llamado Francisco de Castañeda, prendió a uno de ellos, el más culpable, y enseguida lo mandó ahorcar". (Las localidades tenían dos alcaldes, y queda claro que, a los soldados, los acompañaban los dos que lo iban a ser de Concepción en cuanto quedase repoblada).

     Los indios seguían con una sonrisa de oreja a oreja, pero no era de amistad: "El capitán Alvarado después de establecerse allí, salió con quince hombres para considerar los repartimientos que iba a dar. Los indios, todos conformes, vinieron a Concepción a ver a sus amos y ponerse a su servicio, pero con la falsedad que tenían preparada. Vuelto, pues, a Concepción  la víspera de Santa Lucía (12 de diciembre) del año 1556, se juntaron todos los indios de guerra comarcanos. Fueron hacia la ciudad unos doce mil, y prepararon un fuerte, desde el que pensaban defenderse de la siguiente manera: cuando viniesen los españoles a atacarlos lanzarían unos garrotes a las caras de los caballos, pues ellos eran toda la fuerza que los cristianos tenían, y dándoles tanta lluvia de palos en las caras y cabezas, impedirían que llegasen hasta ellos. Además, tenían tomados los caminos, y si los españoles se retiraban, acabarían de matarlos en ellos porque eran pocos. Los cristianos, después de ver la situación, no se ponían de acuerdo, y unos contradecían a otros, hasta que se decidió atacar. Entonces fue el capitán Alvarado hacia los enemigos, y, al empezar el enfrentamiento, los indios lanzaron una gran tempestad de garrotillos que, dándoles en las cabezas a los caballos, los hacían retroceder. Luego salieron muchos indios con lanzas, y derribaron a cuatro cristianos, siendo uno de ellos Pedro Gómez de las Montañas, buen soldado, y los hicieron pedazos. Los cristianos de a pie pelearon frente a la empalizada, y los indios que la estaban defendiendo para que no entrasen, hirieron a Francisco Peña, valiente soldado, de dos lanzadas en la cara, y le hicieron otras muchas heridas. Con los cuatro cristianos que habían matado, los indios cobraron tanto ánimo, que salieron en tropel, y fueron empujando a los españoles hasta obligarlos a refugiarse en su fuerte".

 

     (Imagen) Vemos ahora a JUAN DE ALVARADO en apuros frente a los mapuches, pero fue digno de la brillante saga de conquistadores a la que pertenecía. Era sobrino de nuestro conocido mariscal Alonso de Alvarado, que tanto destacó en Perú, aunque terminó sumido en la depresión. Según Marmolejo, Juan era de la Montaña, y parece ser que nació (el año 1524) en Colindres (Cantabria). Desde muy joven, estuvo peleando en las guerras europeas hasta el año 1544. Marmolejo le da mucho mérito a Juan, pero afirma que, en sus inicios chilenos, le pasó factura no conocer bien las marrullerías de los mapuches. Llegado a Perú en 1546, luchó contra el rebelde Gonzalo Pizarro bajo las órdenes del gran Pedro de la Gasca, hasta que lo derrotaron en Jaquijaguana, y fue ejecutado (abril de 1548). Marchó después a Chile reclutado, como alférez general, por Francisco de Villagra. Asistió a la fundación de Valdivia y Villarrica. En  aquel viaje que Pedro de Valdivia utilizó para quitarse de encima la presencia entonces molesta de Francisco de Villagra, fue con él Juan de Alvarado. Iban en busca de una salida terrestre desde Chile hasta el Atlántico, y, como vimos, volvieron sin lograrlo. Hacia el año 1556 se casó en Santiago de Chile con María de Collados, hija de Diego Ortiz Nieto de Gaete (al que le dediqué una imagen), hermano de Marina Ortiz de Gaete, la triste viuda de Pedro de Valdivia (todos ellos, menos Juan, naturales de la comarca de La Serena-Badajoz). Tras ser arrasada Concepción, y haber efectuado Pedro de Villagra un castigo durísimo contra los indios (según hemos visto), Juan de Alvarado fue enviado en noviembre de 1556 a repoblar la ciudad (veremos que fue herido y derrotado por los mapuches). El año 1560, el nuevo gobernador, García Hurtado de Mendoza, hijo del virrey de Perú, Andrés Hurtado de Mendoza (marqués de Cañete), tuvo el mal gesto de quitarle sin justificación una encomienda de indios. Tras haber protestado Juan, el gobernador recibió una carta ofensiva, sospechó que era de Juan (aunque eran muchos los descontentos) y lo desterró. Entonces se trasladó a la ciudad de Osorno, donde ejerció cargos políticos en el cabildo. Luego Francisco de Villagra, nombrado nuevamente gobernador, le devolvió la encomienda arrebatada, lo que confirma que la decisión de García Hurtado de Mendoza había sido injusta. El año 1569, JUAN DE ALVARADO murió luchando contra los mapuches cerca de la ciudad de Cañete (actualmente con 35.000 habitantes), cuyo nombre se había puesto en honor del virrey de Perú.




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