(1127) Lautaro, reconocido ya como cacique
e inspirado en las técnicas militares españolas, les dio unas instrucciones a
sus indios: "Mandó que se colocase delante
un escuadrón, y que los demás escuadrones estuviesen esperando el resultado del
ataque inicial, y, cuando el primero se viese rechazado, se echase a un lado,
para evitar los caballos, y saliese luego otro escuadrón a pelear, y, tras de
aquel, otro, pues, haciéndolo así, los desbaratarían. Mandó asimismo dar aviso a
todos los indios de la comarca para que, si veían a Valdivia ir retirándose,
fuesen tras él para cerrarle los pasos por donde había de huir derrotado (para
que no pudiera dar la vuelta). Los indios lo hicieron así y despacharon
mensajeros por toda la provincia para que acudiesen con sus armas tras de
Valdivia, y en pasando él, tomasen luego el paso. De esta manera, en todas las
partes donde el paso era dificultoso lo fortificaban con gente, dándoles por
aviso que en viendo un humo que en tal parte se haría, entenderían por él que
estaban peleando".
El cronista Marmolejo tardará en decir que
este líder era Lautaro, pero se ensaña con él: "Con estas órdenes que les
dio este indio, que no debía de ser sino un demonio enemigo de la próspera
fortuna que Valdivia había tenido, quedaron tan animados sus seguidores por el
discurso que les hizo este demonio, que, puestos en sus escuadrones más de
cincuenta mil indios, fueron al lugar que les estaba señalado, que estaba el
camino por donde Valdivia venía, el cual había enviado por delante a cuatro
hombres para que observasen el territorio. Pero ellos se
adelantaron tanto, que cayeron en una emboscada. Llegados a ella los dejaron
entrar, y los indios, como los tenían cercados por todas partes, los hicieron
pedazos. A uno de ellos le cortaron el brazo y, con su manga de jubón y camisa,
se lo echaron a Valdivia por donde había de pasar. El cual, llegado allí y
visto el brazo, un yanacona (criado indio) que había criado y era ya
hombre, llamado Agustinillo, le dijo muchas veces que se volviese y mirase que
llevaba poca gente. Pero Valdivia, como era hombre de gran ánimo, lo despreció
todo. Siguiendo adelante, llegó cerca del fuerte de Tucapel, que
había abandonado Martín de Ariza, y vio que aún estaba humeando".
De repente, una multitud de indios salió
dando gritos de donde estaban escondidos. Viendo la avalancha, Valdivia puso en
orden a su hombres, y se produjeron choques sucesivos, con muertos y heridos. A pesar de su valentía, Valdivia
no pudo contener a los indios, y viendo que iban a ser derrotados, decidió
emprender la retirada: "Los
españoles volvieron las espaldas por el camino que habían traído creyendo que
pudieran llegar a Arauco, pero los indios les habían cerrado todos los pasos
por donde habían de volver y las ciénagas que habían de pasar, que donde quiera
que llegaban lo hallaban cerrado y a los indios a la defensa. Y, si dejaban el
camino era peor, porque, como los caballos iban cansados, los indios que los
seguían, viéndolos embarazados buscando caminos, los alcanzaban cobrando más
ánimo del que ya tenían, y los
derribaban de los caballos a lanzadas".
(Imagen) PEDRO DE VALDIVIA no se imaginaba
que, quien fue su paje de niño, el indio LAUTARO, le odiaba furibundamente, se
había convertido con solo 19 años en un admirado y carismático cacique, y
ansiaba vengarse de la crueldad que él tuvo con sus familia y con los
araucanos. Logró derrotar en Tucapel a Valdivia, quien, en su huida, fue
apresado por los indios, y se ensañaron con él. Cuenta Marmolejo: "Los araucanos
iban alcanzando a los españoles y matándolos. Valdivia, como llevaba tan buen
caballo, pudo pasar algo más adelante, siguiéndole un capellán que consigo
traía, llamado padre Pozo. Llegado a una ciénaga, quedó atrapado en el lodo el
caballo con él. Acudieron los indios que la guardaban, y, como estaba fatigado
en aquella situación, lo derribaron del caballo a lanzadas y golpes de macanas.
Teniéndolo en su poder, lo desarmaron, lo desnudaron y ataron sus manos con
unos bejucos (parecidos al mimbre), y así atado lo llevaron a pie casi
media legua sin quitarle la celada borgoñona que llevaba, y, aunque lo probaron
muchas veces, no acertaron a hacerlo. Como era hombre gordo y no podía andar
tanto como querían, lo llevaban algunas veces arrastrando, diciéndole muchos vituperios
y burlándose de él hasta llegar a un bebedero, donde se juntaron todos los
indios y repartieron su ropa los caciques, y, al yanacona Alonso (fue criado
de Valdivia), que después se llamó Lautaro y resultó ser muy belicoso, le
dieron la parte que él quiso tomar, porque fue quien les dio la orden de
pelear. Allí le trajeron a Valdivia a su yanacona (criado indio)
Agustinillo, el cual le quitó la celada. Viéndose Valdivia con intérprete, les
comenzó a hablar, diciéndoles que sacaría a los cristianos de sus tierras, despoblaría
las ciudades fundadas y les daría dos mil ovejas si le daban la vida. Los
indios, para darle a entender que no querían concierto alguno, le hicieron pedazos
al yanacona Agustinillo delante de él. Viendo el padre Pozo que no servían de
nada las amonestaciones con aquellos bárbaros, hizo de dos pajas que halló una
cruz, y le persuadía a Valdivia a bien morir, diciéndole muchas cosas de buen
cristiano, y pidiendo a Dios misericordia de sus culpas. Mientras en esto
estaban, hicieron los indios un fuego delante de él, y con una cáscara de
almejas de la mar, le cortaron los lagartos (músculos) de los brazos
desde el codo a la muñeca, y los comieron asados en su presencia. Aunque tenían
cuchillos, quisieron hacerlo así para darle mayor martirio. Hechos otros muchos
vituperios, lo mataron a él y al capellán, y pusieron su cabeza en una lanza,
juntamente con las de los demás cristianos, pues no se libró ninguno".
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