domingo, 10 de octubre de 2021

(1537) El joven Lautaro, sobrado de inteligencia y valentía, preparó una estrategia con la que derrotó a los españoles, acabando con toda la tropa, y matando también con refinado sadismo a su odiado Pedro de Valdivia.

 

     (1127) Lautaro, reconocido ya como cacique e inspirado en las técnicas militares españolas, les dio unas instrucciones a sus indios: "Mandó que se colocase  delante un escuadrón, y que los demás escuadrones estuviesen esperando el resultado del ataque inicial, y, cuando el primero se viese rechazado, se echase a un lado, para evitar los caballos, y saliese luego otro escuadrón a pelear, y, tras de aquel, otro, pues, haciéndolo así, los desbaratarían. Mandó asimismo dar aviso a todos los indios de la comarca para que, si veían a Valdivia ir retirándose, fuesen tras él para cerrarle los pasos por donde había de huir derrotado (para que no pudiera dar la vuelta). Los indios lo hicieron así y despacharon mensajeros por toda la provincia para que acudiesen con sus armas tras de Valdivia, y en pasando él, tomasen luego el paso. De esta manera, en todas las partes donde el paso era dificultoso lo fortificaban con gente, dándoles por aviso que en viendo un humo que en tal parte se haría, entenderían por él que estaban peleando".

     El cronista Marmolejo tardará en decir que este líder era Lautaro, pero se ensaña con él: "Con estas órdenes que les dio este indio, que no debía de ser sino un demonio enemigo de la próspera fortuna que Valdivia había tenido, quedaron tan animados sus seguidores por el discurso que les hizo este demonio, que, puestos en sus escuadrones más de cincuenta mil indios, fueron al lugar que les estaba señalado, que estaba el camino por donde Valdivia venía, el cual había enviado por delante a cuatro hombres para que observasen el territorio. Pero ellos se adelantaron tanto, que cayeron en una emboscada. Llegados a ella los dejaron entrar, y los indios, como los tenían cercados por todas partes, los hicieron pedazos. A uno de ellos le cortaron el brazo y, con su manga de jubón y camisa, se lo echaron a Valdivia por donde había de pasar. El cual, llegado allí y visto el brazo, un yanacona (criado indio) que había criado y era ya hombre, llamado Agustinillo, le dijo muchas veces que se volviese y mirase que llevaba poca gente. Pero Valdivia, como era hombre de gran ánimo, lo despreció todo. Siguiendo adelante, llegó cerca del fuerte de Tucapel, que había abandonado Martín de Ariza, y vio que aún estaba humeando".

     De repente, una multitud de indios salió dando gritos de donde estaban escondidos. Viendo la avalancha, Valdivia puso en orden a su hombres, y se produjeron choques sucesivos, con muertos  y heridos. A pesar de su valentía, Valdivia no pudo contener a los indios, y viendo que iban a ser derrotados, decidió emprender la retirada:  "Los españoles volvieron las espaldas por el camino que habían traído creyendo que pudieran llegar a Arauco, pero los indios les habían cerrado todos los pasos por donde habían de volver y las ciénagas que habían de pasar, que donde quiera que llegaban lo hallaban cerrado y a los indios a la defensa. Y, si dejaban el camino era peor, porque, como los caballos iban cansados, los indios que los seguían, viéndolos embarazados buscando caminos, los alcanzaban cobrando más ánimo del que ya tenían,  y los derribaban de los caballos a lanzadas".

 

     (Imagen) PEDRO DE VALDIVIA no se imaginaba que, quien fue su paje de niño, el indio LAUTARO, le odiaba furibundamente, se había convertido con solo 19 años en un admirado y carismático cacique, y ansiaba vengarse de la crueldad que él tuvo con sus familia y con los araucanos. Logró derrotar en Tucapel a Valdivia, quien, en su huida, fue apresado por los indios, y se ensañaron con él. Cuenta Marmolejo: "Los araucanos iban alcanzando a los españoles y matándolos. Valdivia, como llevaba tan buen caballo, pudo pasar algo más adelante, siguiéndole un capellán que consigo traía, llamado padre Pozo. Llegado a una ciénaga, quedó atrapado en el lodo el caballo con él. Acudieron los indios que la guardaban, y, como estaba fatigado en aquella situación, lo derribaron del caballo a lanzadas y golpes de macanas. Teniéndolo en su poder, lo desarmaron, lo desnudaron y ataron sus manos con unos bejucos (parecidos al mimbre), y así atado lo llevaron a pie casi media legua sin quitarle la celada borgoñona que llevaba, y, aunque lo probaron muchas veces, no acertaron a hacerlo. Como era hombre gordo y no podía andar tanto como querían, lo llevaban algunas veces arrastrando, diciéndole muchos vituperios y burlándose de él hasta llegar a un bebedero, donde se juntaron todos los indios y repartieron su ropa los caciques, y, al yanacona Alonso (fue criado de Valdivia), que después se llamó Lautaro y resultó ser muy belicoso, le dieron la parte que él quiso tomar, porque fue quien les dio la orden de pelear. Allí le trajeron a Valdivia a su yanacona (criado indio) Agustinillo, el cual le quitó la celada. Viéndose Valdivia con intérprete, les comenzó a hablar, diciéndoles que sacaría a los cristianos de sus tierras, despoblaría las ciudades fundadas y les daría dos mil ovejas si le daban la vida. Los indios, para darle a entender que no querían concierto alguno, le hicieron pedazos al yanacona Agustinillo delante de él. Viendo el padre Pozo que no servían de nada las amonestaciones con aquellos bárbaros, hizo de dos pajas que halló una cruz, y le persuadía a Valdivia a bien morir, diciéndole muchas cosas de buen cristiano, y pidiendo a Dios misericordia de sus culpas. Mientras en esto estaban, hicieron los indios un fuego delante de él, y con una cáscara de almejas de la mar, le cortaron los lagartos (músculos) de los brazos desde el codo a la muñeca, y los comieron asados en su presencia. Aunque tenían cuchillos, quisieron hacerlo así para darle mayor martirio. Hechos otros muchos vituperios, lo mataron a él y al capellán, y pusieron su cabeza en una lanza, juntamente con las de los demás cristianos, pues no se libró ninguno".




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