martes, 31 de enero de 2023

(1942) Los principales caciques rebelados en la zona del río Magdalena hicieron ataques espeluznantes, matando cruelmente a españoles, a sus indios amigos y a sus esclavos negros, que iban remando.

 

     (1542) Los grandes caciques se sentían poderosos y sus indios vivían enardecidos por las victorias. Se convirtieron en los máximos líderes Itupeque y Pipatón, quienes tomaron el mando general para continuar con la mayor crueldad los ataques contra los españoles: “Decidieron dar prioridad a hacer la guerra por el río Magdalena, acaudillando a los indios el Cacique Maldonado, porque era un experto en los puntos más vulnerables”.  Junto a Itupeque y Pipatón, iba a actuar Escárrega, aquel muchacho que mató bravamente a varios españoles. Se situaron, por consejo del cacique Maldonado, en un sitio cómodo, entre el Río de  Oro y el Río Sogamoso, y estaban al acecho porque subía un conjunto de canoas (ya no se permitía, por seguridad, que fueran de una en una): “En ellas iba al mando desde Cartagena (ver mapa, la distancia era muy larga) el Alguacil Mayor Pedro Jiménez de Bohórquez con muchas mercancías, y otros mercaderes con las suyas, siendo en total unos 25 españoles, más 140 negros e indios de servicio. Llegaron a una playa (que ha quedado con el nombre de Bohórquez) en la que estaban ocultos los indios, los cuales, durante la noche, les acometieron con tanto ánimo, que rápidamente mataron al Alguacil Mayor y  a todos los demás españoles y negros, escapando solamente algunos que fueron río abajo hasta legar a Mompox. Después, como  algunos murieron ahogados, solo se pudo hallar los cuerpos que quedaron en la playa, pero sin cabezas, pues, como hemos dicho, estos indios se las llevan para beber en ellas durante la celebración de sus fiestas mayores. Cuando marcharon los indios, quedaron todos los españoles tan atemorizados, que nadie se atrevía a navegar por el río Magdalena. Esto ocurrió el año 1596, y, después, no habiendo olvidado los indios la venganza que habían prometido por la muerte de Martinillo, se dieron una satisfacción Pipatón y Escárrega más otros ocho compañeros. Al saber que Juan Corso, a quien Martinillo odiaba, solía estar en Zaque, desde donde iba a una labranza de maíz, se emboscaron en el camino, y le clavaron tantas flechas, que,  aunque llegó a la ciudad de Vélez,  murió al cabo de tres días. También murieron otros muchos por las provincias circunvecinas a manos de estos y de los demás indios. Y fue aumentando el atrevimiento de todos los indios que moraban en las tierras del río Magdalena debido a los pillajes que les hacían ricos. El año 1597 acometieron en el río a Don Álvaro de Leiva y a Don Diego Ponce. Y también mataron río arriba a Diego Lomelín, a un hijo suyo, a  otros siete españoles, a algunos indios amigos  y a los negros que remaban”.




lunes, 30 de enero de 2023

(1941) El capitán Martín Gómez murió herido porque sus hombres huyeron, y porque el capitán Tamaris no quiso ir en su auxilio. Los indios empezaron a atacar en el río Magdalena, donde ya habían muerto españoles.

 

     (1541) Los siete soldados que se salvaron huyendo (lo cual le costó la vida al Capitán Martín Gómez, y, probablemente, a ellos también de no hacerlo) se dirigían hacia su campamento, y se encontraron con el Capitán Tamaris, el cual iba precisamente con diez soldados a reforzar al grupo de Martín Gómez. Los que huían le contaron que Martín Gómez había quedado atrás, solo y malherido. La reacción de Tamaris fue sospechosa, y el cronista lo critica duramente, porque, sin saber si ya lo habían matado a Martín Gómez, lo dio por hecho. Algunos de sus hombres manifestaron que no era cosa cierta y que sería una vergüenza no intentar salvarlo: “Pero Tamaris, como hombre vil y cobarde, decidió ir a la ciudad de Vélez, para reforzarse e ir a castigar a estos indios, con lo cual venció a los de contrario parecer”. Pero, antes que él y sus hombres, llegaron a Vélez algunos indios amigos que dieron cuenta  a las autoridades del triste final de Martín Gómez, y apresaron a su llegada a Tamaris y los suyos para juzgarlos. Se queja el cronista de que, utilizando influencias, lograron quedar libres de acusaciones, a pesar de haber sido auténticos desertores. Por su parte, los indios enemigos estaban exultantes por la victoria conseguida: “Para celebrarlo, se juntaron todas las tribus de aquella zona, siendo presididos los indios por el Cacique Itupeque y el Cacique Pipatón, ejecutores de este éxito. Lo celebraron con extraordinarios juegos, bailes y la bebida de chicha (generalmente hecha con maíz), que los enajena de su juicio”. Las celebraciones produjeron además una ampliación de sus zonas de ataque: “En estas fiestas, que duraron muchos días, los indios tomaron la decisión de luchar abiertamente en el gran río Magdalena, cosa que hasta entonces no la hacían”. El cronista nos cuenta que, ya anteriormente, hubo en estos ríos varias tragedias: “La primera desgracia fue el año 1574, pues ocurrió que los indios mataron a un mercader llamado Gonzalo del Castillo, y le robaron la mayor parte de sus mercancías. El año siguiente hubo otra mayor, pues los indios carares mataron a dos religiosos de nuestra Orden. Iban creciendo de tal suerte los daños, que fue forzoso enviar a soldados con el vasco Martín de Olarte Olavarrieta para castigarlos (vivía aún con unos 90 años en 1612, como se dice en la imagen). Después el Capitán Jerónimo Pérez fue a la isla en que habitaban los indios, atraído por la creencia de que en ella había mucho oro, y lo mataron. El año 1592 el Capitán Don Bernardino Vargas Machuca, que entró a la misma isla, prendió a algunos de los indios salteadores, y los colgó en las riberas del Río Magdalena, con lo que, por algún tiempo, dejaron de atacar”.




domingo, 29 de enero de 2023

(1940) Las mujeres de Itupeque eran bien tratadas por los españoles, y ellas engañaron al capitán Martín Gómez diciendo que fueran adonde el cacique porque quería la paz. El resultado fue una tragedia por ambas partes.

 

     (1540) Dice el cronista que Itupeque se acercó hasta donde los españoles tenían presos a los miembros de su familia y se comunicaba con ellos muy hábilmente imitando los cantos de las aves, con lo que conseguía pasar desapercibido. En el campamento, el Capitán Martín Gómez trataba afectuosamente a las mujeres de Itupeque, e incluso se movían con libertad, teniendo especial consideración con una de ellas, la cual lo aprovechó para enredarle con un engaño. Sabiendo que el Capitán iba a abandonar el campamento, le hizo creer que sería mejor que fuera adonde Itupeque, porque estaba dispuesto a concertar una paz, sobre todo por  el buen trato que los españoles habían dado a a sus familiares. A los españoles les pareció bien, y se pusieron en marcha hacia el encuentro con el gran cacique. Llegaron a un punto en el que se veían dos casas, y las indias, con grandes muestras de alegría, aseguraron que eran las de Itupeque. Luego llevaron a los españoles por un camino que era un trampa en la que estaban emboscados los indios: “Llegados a un paso muy estrecho, súbitamente los indios de Itupeque lanzaron un extraordinario alarido entre una inmensidad de flechas mortíferas por el veneno, hiriendo de inmediato a siete soldados. Para ponerse a salvo, empezaron a retroceder, pero las indias del cacique trataban de impedírselo, hasta que el Capitán mandó degollar  a todas, y se llevó a cabo a la vista de Itupeque, pero quedaron también muertos casi todos los indios amigos y trece soldados. El Capitán Martín Gómez mostró mucho valor, pero  tuvo la desgracia de que, ya casi a salvo, le atravesaron el muslo. Quiso luego poner orden en los soldados, pero ninguno le obedeció, pensando que la única solución era la huida, por parecerles que en la breve y presta retirada estaba el salvar sus vidas. Los indios siguieron matando españoles, aunque se les escaparon siete, pero después todo su furor cayó sobre el Capitán Martín Gómez, quien, al verse herido tan gravemente y tan desamparado, no consiguió proseguir su viaje, por lo que le fue forzoso arrimarse a un grueso árbol, y allí permaneció más de tres horas. Después lo hallaron los indios, y, aunque le acometieron con grandes gritos, se resistió con su valor acostumbrado. Como eran muchos, juntaron gran cantidad de piedras, con las cuales y con unos palos largos y delgados, le herían desde lejos, y lo mataron. Esto sucedió el segundo día después de Pascua de Navidad del año 1595”. Nunca sabremos si los siete soldados que abandonaron al capitán Martín Gómez pecaron de cobardes o no tuvieron más remedio que hacerlo.






viernes, 27 de enero de 2023

(1939) Hartos los vecinos de Vélez por el asedio de indios durante cuatro años, le encargaron al capitán Martín Gómez que los tuviera a raya, y lo consiguió. Lo que más le dolió al temible cacique Itupeque fue que apresara a su familia.

 

     (1539) La rebelión de los indios era general y tenían angustiadas a todas las poblaciones españolas por encontrarse indefensas. Cada tribu atacaba a las que tenía más cerca, y el cronista nos menciona nombres de muchas de ellas: los indios paeces, los pijaos, los gualíes, los colimas, los babures, los quiriquíes, los motilones, los giraras, los saparas, los guajiros y los bondas. En concreto, el cerco al que estaba sometida Vélez era especialmente intenso, porque sufrían el asedio de los agataes, los saboyaes, los suratenas, los sarayas, los guamacaes y los yariguíes. El acoso sobre Vélez duraba ya, como vimos, cuatro años. Pero los vecinos de esta ciudad reaccionaron con la intención de poner fin a tamaña pesadilla: “Viéndose ya con el agua a la garganta, y la poca ayuda que tenían de los que gobernaban el Nuevo Reino de Granada, decidieron nombrar a Martín Gómez para que intentase acabar con estos atrevimientos y daños. El cual, tras juntar una buena compañía de soldados en Vélez y en Tunja, partió a principios del año 1595. A su paso, los indios se escondían. Pasados seis meses, solamente habían conseguido aliviar la comarca de Vélez de las ordinarias muertes y robos que hacían los indios, y por  eso el Capitán Martín Gómez decidió ir a otro sitio en el que había mejores perspectivas. Enterado de que tres indios del gran cacique Itupeque estaban cerca, mandó a varios soldados que fueran a apresarlos. A uno lo mataron de un arcabuzazo, otro huyó herido y al tercero lo atraparon. Por medio de este supieron de un lugar en el que tenía Itupeque a sus mujeres e hijos, y, al saberlo el Capitán Gómez, partió muy contento con sus hombres para apresar a toda su familia. Se trataba de diez mozas y sus hijos, con los que estaban algunos indios muy viejos, que no valían ya para guerrear, y capturaron a todos, salvo a tres de los ancianos, que tuvieron energía suficiente para escapar por unos despeñaderos, y le pusieron a Itupeque al corriente de lo sucedido. El cual quedó fuera de sí, al ver  que los españoles habían sido capaces de impedir que su gente estuviese segura. Además, nuestros soldados hallaron en aquel sitio tanta abundancia de vituallas de toda suerte, en especial de frutas y maíz, por ser fertilísima la tierra para ello, y de muchas clases de pescado y raíces, con lindas aguas que rodeaban el lugar, siendo también muy apropiado para la defensa contra los indios, que todos estuvieron de acuerdo en que  era conveniente desplazar el campamento de donde lo tenían e instalarlo allí”. Pero esta campaña de españoles no acabará bien, porque los resultados eran siempre inciertos.




jueves, 26 de enero de 2023

(1938) Un joven y valiente indio se quedó con el nombre de Escárrega porque así se apellidaba un español al que casi mató. Los bravos y crueles indios acosaron durante 4 años a las poblaciones españolas, principalmente a Vélez.

 

     (1538) El joven muchacho indio llegó a ser el gran líder Escárrega, y el cronista dice que “fue uno de los más valerosos indios que hubo, hallándose por espacio de más de veinte años en los mayores asaltos que se hicieron junto al Río Magdalena y en la provincia de Vélez, con muchas muertes de españoles, negros e indios amigos, y arruinó, además, gran cantidad de  haciendas y mercaderías”. Escapado el joven indio, los cuatro españoles huyeron heridos y temiendo que todo el territorio indígena estuviera contra ellos: “Para mayores oportunidades de salvación, algunos se separaron. Gregorio Delgado murió a los pocos días, y Juan de Escárrega, que se hallaba atravesado por tan penetrante herida, no desfalleció, sino que, con ánimo y valor prosiguió su viaje, sin armas y con escasa comida durante los 15 días  que tardó en volver al campamento. Andrés Arias y Diego de Zea, regresaron donde dejaron a Escárrega, y, al ver muertos a los indios, pensaron que les había sucedido lo mismo a sus compañeros”. En el trayecto hasta su llegada al campamento, vieron indios por todas partes, porque Pipatón, al saber que se había descubierto su traición, se escapó con sus indios antes de que se enterara el Capitán Benito Franco. Cada vez estaba más claro que los indios, unidos en diversas tribus, iban acorralando a los españoles, los cuales veían cómo se estaba complicando su situación. El Capitán Benito Franco, a pesar de su valentía, comprendió que era necesario salir de aquel territorio, y decidió volverse a la población que había fundado, la llamada Ciudad Franca de León, para, desde allí, reforzarse contra los indios. Pero tuvo la fatalidad de romperse una pierna al caer de su caballo, por lo que sus planes quedaron suspendidos durante dos años, y no hubo más remedio que abandonar también ese lugar. Los ya mencionados grandes líderes de los indios no desaprovecharon la oportunidad de arreciar sus ataques contra los españoles de forma organizada y en diferentes frentes: “Viendo los indios que los españoles no eran capaces de enfrentárseles, no se conformaban con las muertes y robos que hacían en pueblos pequeños, sino que atacaron a los de Chipatá y Guabatá, a menos de una legua de la ciudad de Vélez, matando con extraordinarias crueldades, sin perdonar siquiera a los niños que colgaban de los pechos de sus madres. La ciudad del Nuevo Reino de Granada a la que en mayores angustias han puesto los indios, ha sido esta de Vélez (actualmente con 20.000 habitantes), porque la han atacado por todos los lados sin cesar y a sus anchas los indios circunvecinos, durante cuatro años, desde 1589”.




miércoles, 25 de enero de 2023

(1937) Estaba naciendo en Colombia una de las rebeliones de indios más rabiosas, con varios caciques muy notables. El iniciador, Martinillo, fue ejecutado, pero surgieron Itupeque, Maldonado, Labogache, Pipatón y Escárrega.

 

     (1537) Martinillo se convirtió en otro cacique histórico, y fue el primero que, con otros líderes de su tiempo, desatará la rebelión indígena de una zona del gran río Magdalena: “Cuando lo iban a ejecutar, Martinillo les daba grandes voces a los suyos clamando venganza, y, como lo hacía en su lengua nativa con gestos dolorosos, los españoles creyeron que se debían a su angustia por la próxima muerte. Pero, cuando llegó el momento final, él  exhibió su gallardía, y los indios le aseguraron el cumplimiento de la venganza con un furioso alarido que causó gran admiración entre los españoles”. El cacique que le iba a suceder a Martinillo era Labogache, y el Capitán Benito Franco lo reconoció como tal, e incluso consiguió de él y de sus indios arayas que se mostraran receptivos a aceptar la paz. Pero, una vez más, se trataba de puras apariencias, porque el día siguiente ya habían desaparecido. Estaban ansiosos de venganza y, bajo el mando de Labogache, se pusieron de acuerdo con otro grupo de arayas, cuyo  cacique era el gran Pipatón, el cual se había quedado astutamente junto a los españoles fingiendo lealtad y rechazar la huida de Labogache con los suyos. Ambos caciques habían planeado un engaño con el fin de matar a los españoles, que lo puso en marcha Pipatón aconsejándole al Capitán Franco (con el fin de reducir su tropa) que enviase a algunos hombres para apresar desprevenido a Labogache (que estaba al tanto del plan). Al Capitán le pareció buena la propuesta, y envió a cuatro soldados, siendo el jefe el vasco Juan de Escárrega. Se encontraron con tres indios, uno de ellos  de unos quince años, que, conocedores del plan, se mostraron muy pacíficos, pero los atacaron por sorpresa. A Juan de Escárrega le dieron un golpe en la cabeza con una macana que casi lo mató, y le ocurrió lo mismo a Diego de Zea. Sin embargo Escárrega, a pesar del terrible golpe, consiguió alcanzar un cuchillo y mató a los dos indios adultos. Salieron los españoles a la calle y vieron que el indio adolescente venía a atacarles con una espada que había encontrado. Le hizo una herida a Gregorio Delgado de la que luego murió, y le atravesó la espalda con la espada a Escárrega. Aun así, los tres españoles vivos quisieron apresar al  muchacho, pero se les escapó de las manos. Curiosamente, por su hazaña, en su tribu le llamaron desde entonces Escárrega, y, con el tiempo, se convirtió en otro de los grandes caciques que lideraron la durísima rebelión de aquellos indios: Martinillo, Itupeque, Maldonado, Labogache, Pipatón (con su mujer Yarima, a quienes vemos en el monumento de la imagen) y Escárrega.




martes, 24 de enero de 2023

(1936) El joven capitán Benito Franco logró calmar tres años a los indios, pero luego se rebelaron, y cometió el error de ejecutar a Martinillo, un cacique muy respetado. Tomará la antorcha el mítico indio Pipatón.

 

     (1536) Vamos a entrar en una época turbulenta, por el espíritu rebelde de los indios. Fallecieron los caciques que hemos visto en danza, y empezaron a actuar sus sucesores. A Caciquillo le sucedió su hermano Maldonado (era frecuente que los nativos tomaran nombres o apellidos españoles). El cronista dice que este nuevo cacique fue el más pernicioso de cuantos hubo en las orillas del gran río Magdalena. Al morir Suamacá, quedaron de momento sin líder los indios yariguíes. Fallecido Beto, el jefe de los guamacaos, lo sustituyó un pariente suyo muy bravo, llamado Itupeque. Pero Beto tenía un hijo que iba a ser una figura legendaria: el feroz Pipatón, que lideró a los indios arayas como heredero de su madre. Dice el cronista que todas estas tribus tenían frecuentes conflictos entre ellas, aunque no muy duraderos. Sin embargo, se mantenían en perfecta y constante hermandad cuando se trataba de atacar a los españoles: “Por estas amenazas, el año 1586 los vecinos de la ciudad de Vélez escogieron para capitanear una tropa contra los indios al Capitán Benito Franco, que, aunque solo tenía unos veinte años, era muy respetado por los nativos en general, porque casi se había criado entre ellos”. Al llegar al territorio de los indios yariguíes, Benito Franco consiguió, mediante mensajes, que se le acercaran en son de paz, pero era consciente de que, para que esa tranquilidad persistiera, había que establecer en la zona un asiento para los españoles, y reedificó allí la despoblada ciudad de León, poniéndole el nombre de Ciudad Franca de León. Hizo reparto de encomiendas, y los indios se mantuvieron pacíficos durante tres años, al cabo de los cuales empezaron a hartarse de los trabajos que tenían que hacer para los españoles, siendo los más resentidos los de la tribu de los arayas: “Su principal cacique era Martinillo a quien tenían gran veneración porque, además de  ser hombre muy sensato y  diestro en cosas de la guerra, mantenía constante comunicación con el Demonio. Por este principio de alzamiento de Martinillo, los españoles fueron tras él, que había huido en un caballo, pero le siguieron el rastro y lo apresaron. Fue sometido a juicio, y, pareciéndole a Benito Franco que con su muerte se aquietarían los indios de la zona (cosa que sucedió bien al contrario), se le condenó a la horca. Cuando le sacaron para la ejecución, acompañado de sus vasallos y de otros indios del territorio, estuvo hasta el último momento de su vida pidiendo a los suyos la venganza de su muerte”. Martinillo morirá, como veremos, enardeciendo a sus indios. La imagen muestra parte de un extenso informe que hizo BENITO FRANCO el año 1606 sobre estas campañas.




lunes, 23 de enero de 2023

(1935) La india infiel apareció muerta, y hubo gran riesgo de peleas entre los indios yariguíes. Casualmente, surgió otro serio conflicto porque un cacique yarigui se negaba a que su hija fuera criada de españoles.

 

     (1535) Como una bola de nieve que se convirtiera en una terrible avalancha, el drama de los amores de la india Doña Francisca con el cacique Montecinos va a ser la causa de otras rebeliones de indígenas: “Cuando regresó a su casa el cacique Suamacá, encontró muerta a su hija Doña Francisca. Algunos creyeron que murió de pena por la huida de Montecinos, pero se tuvo por más cierto que el cacique Beto la envenenó secretamente, por parecerle que no estaba del todo vengada la injuria que le había hecho su prometida”. Por su parte, Suamacá, que había matado a varios españoles, se mantuvo retirado con su tribu de yariguíes durante más de un año para vivir protegido de su venganza, e incluso se alió con otras tribus. Pero esto también le inquietó al cacique Beto, temiendo que Suamacá tratara de castigarle a él por la muerte de su hija. El miedo le llevó a Beto a aliarse también con otras tribus. En la ciudad de Vélez le pidieron al capitán Benito Franco que se encargara de aplacar a las tribus rebeldes. En su salida, reedificó la ciudad de León, pero no se tomó en serio efectuar un castigo sobre los indios rebelados. Tampoco los caciques Suamacá y Beto se atrevieron a enfrentarse entre ellos. Incluso Suamacá decidió pedirle perdón a Juan Vizcaíno por los graves daños que había hecho contra los españoles, y, curiosamente, se lo concedió a él y al cacique Beto, protagonistas principales de los males que ocurrieron a raíz del trágico romance de Doña Francisca: “Esta paz duró unos años, pero, en 1583, se repitió otro drama parecido, con una rebelión de los indios que aún no se ha aplacado. Todo empezó porque un tal Juan Fernández de León, encomendero de indios yariguíes, quiso llevar a su casa, para que sirviera a su mujer y fuera mejor adoctrinada en las cosas de la fe, a una hija de un indio principal al que llamaban el Caciquillo. Fue con el encargo un mayordomo llamado Juan García, y el Caciquillo, sintiendo mucha pena, le ofreció, a cambio de su hija, a seis indias. Pero el mayordomo no lo aceptó de ninguna manera, y  se pusieron todos en camino hacia la casa de  Juan Fernández. Cuando, tras un descanso, se levantaba Juan García de la cama, el Caciquilllo le dio con una macana un golpe tan fuerte en la cabeza, que cayó muerto, e hizo otro tanto con los indios amigos que acompañaban al mayordomo”. Luego el Caciquillo, regresó a su tierra, pero solamente para huir a otra en la que se sentía seguro, y, desde allí, se dedicó habitualmente a hacer la vida imposible a los españoles que tenía más cercanos. Siguió así durante tres años, hasta que murió, pero ya había encendido la hoguera de una rebelión general de los indios.




domingo, 22 de enero de 2023

(1934) La infidelidad de una india yariguíe bautizada provocó con sus falsas excusas una tragedia sumamente complicada.

 

     (1534) El enamorado cacique Beto pidió a otro cacique, Suamacá, permiso para casarse con su hija, Doña Francisca (sin duda, bautizada), y se lo concedió. Pero el amor es caprichoso. Como era casi una niña, quedaron de acuerdo ambos caciques en que siguiera en casa de Juan Vizcaíno madurando junto a sus criadas españolas. Pero, pasado más de un año, a principios de 1578, Doña Francisca y el indio Montecinos, criado de Alonso Romero, sintieron una atracción mutua, y se veían muchas veces a solas. Cuando llegó el día del casamiento acordado, el franciscano Pedro Ordóñez unió a los dos prometidos en sagrado matrimonio. Y nos sigue contando Fray Pedro Simón: “Tras la boda, Beto llevó a su esposa a su tierra, pero allí comprobó que ya no era virgen, y fue tanta su alteración, que, con la conformidad de los demás caciques, decidió que su mujer fuese azotada sin piedad, y que la ultrajasen diez indios de los más asquerosos de sus vasallos”. También decidieron devolver a Doña Francisca a su padre, Suamacá, el cual, cuando llegó a su casa, reaccionó furiosamente, pero, por si su hija pudiera darle otra explicación menos humillante, quiso saber la verdad. Para mayor enredo, a Doña Francisca, como quería mucho a Montecinos, le pareció bien acusar del agravio padecido al amo del indio, Alonso Romero. Para Suamacá fue un alivio creerla y, al mismo tiempo, quiso vengarse del español. Entonces enardeció a los indios yariguíes, y quedaron de acuerdo en matar a Alonso Romero y a quienes estuvieran con él: “Y así lo hicieron,  pues, a principios del año 1579, yendo a la casa de Juan Vizcaíno, que estaba ausente, encontraron en ella al amanecer a Alonso Romero, y le atacaron con tanta furia, que le quitaron la vida rápidamente. Luego lo llevaron arrastrando por el patio de la casa con mil ignominias, y mataron también a otro español, a tres indios y a seis indias, e intentaron buscar a Montecinos, aunque en vano, porque se había marchado. Nunca imaginó Doña Francisca que se produjeran tan graves daños, y, como mujer mal instruida en la ley cristiana, sabiendo que el indio Montecinos la había abandonado, decidió con rabia declararle a su padre que fue Montecinos y no Romero el responsable de aquellas desgracias. Entonces la reacción de Suamacá fue ir con una tropa de unos 300 indios persiguiendo el rastro del indio Montecinos, que tuvo la habilidad de escabullirse, y el cacique decidió regresar a su casa, donde le esperaba otra tragedia”. En imagen, tribus de indios colombianos, entre ellas, subrayada, la de los yariguíes. Las más civilizadas eran las de chibchas y muiscas, y allí se fundó Santa Fe de Bogotá.




viernes, 20 de enero de 2023

(1933) Don Juan de Borja, nieto de San Francisco de Borja, hizo una gran labor pacificando a los indos pijaos. También acertó enviando a buscar minas de oro a Diego de Ospina, quien, de paso, fundó a ciudad de La Concepción.

 

     (1533) El cronista Fray Pedro Simón hace referencia a la extraordinaria labor que hizo, sometiendo, tras 15 años de lucha (1605-1615), a los indios pijaos, DON JUAN DE BORJA Y ARMENDIA, quien, entre otros muchos cargos, tuvo el de Presidente de la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá y Capitán General de todo el Nuevo Reino de Granada. Había nacido en Gandía (Valencia) el año 1564, siendo hijo natural (legitimado) de Fernando de Borja y Aragón, y, a su vez, nieto de San Francisco de Borja, el tercer Padre General de los Jesuitas. Morirá en Santa Fe el mes de febrero de 1628, siendo enterrado en la Catedral. Fray Pedro Simón nos cuenta: “La derrota de los pijaos terminó con sus grandes robos, asesinatos e incendios de pueblos, y Don Juan de Borja dejó aquellas extensas tierras vacías de aquellos salvajes tan carniceros y enemigos de españoles, para que se pudiera ir a ellas y descubrir, si, como se decía, eran ricas en oro, plata y azogue (mercurio para la extracción del oro y la plata). Los vecinos de Santa Fe le pidieron después al Presidente Don Juan de Borja que encargase ir al descubrimiento de esas minas al Capitán Diego de Ospina, ya que era la persona más apropiada para ello, por su experiencia en conquistas y haber descubierto las minas de oro de Los Remedios. El Presidente Don Juan de Borja le concedió el permiso para dirigir la expedición, y, tras descubrir nuevas minas de gran riqueza, fundó una ciudad, a la que le puso el nombre de La Concepción, para explotarlas satisfactoriamente. Luego él le pidió a Don Juan de Borja que lo nombrara Gobernador de dicha ciudad, se lo concedió, en nombre del Rey, el día 8 de febrero de 1614, y allí sigue Diego de Ospina gozando de las minas”. Después cambia de tema Fray Pedro Simón y se centra en otros incidentes complicados. Nos recuerda que, cuando se despobló la ciudad de León, se quedó en el lugar Juan Vizcaíno con algunos criados indios y españoles. Uno de estos se llamaba Alonso Romero, quien, a su  vez, tenía un criado indio que lucía el nombre de Montesinos. El cronista nos dice que muchos indios amigos de los españoles tomaban sus apellidos, como Maldonado, Campos, Escarregas y otros. Montesinos era un cacique importante de los indios yariguíes, y estaba en la zona también un nativo llamado Suamacá, que destacó por su valentía y destreza en el manejo de las armas. Una de su hijas, a la que se conocía como Doña Francisca, era de belleza tan extraordinaria, que Beto, el cacique de los guamacaes, se enamoró perdidamente de ella. Y todo se complicará dramáticamente.




jueves, 19 de enero de 2023

(1932) Se fundaron dos conventos en Santa Fe de Bogotá. El sentimiento religioso estaba muy arraigado, y hay que reconocer que muchos clérigos fueron heroicos, como el martirizado Fray Andrés de Arrufate.

 

     (1532) Nos habla el cronista de dos ciudades que fueron fundadas por los españoles a finales del año 1591, Gibraltar y Pedraza, dependiendo jurídicamente de la ciudad de Mérida: “En cuanto a Pedraza, diré que, en los años 1617 y 1618, los indios girabaras, gente belicosísima, valiente e inquieta, arruinaron valles próximos a esta ciudad, destruyendo pueblos de indios pacíficos y matando a muchos españoles.  En el valle de Miricao entraron con tanta furia, que, no dejando de ellos alma viva, llegaron al aposento donde dormía Fray Andrés de Arrufate, de la Orden de San Agustín, y sin darle lugar a levantarse de la cama, lo cosieron en ella a puñaladas y lo acabaron de matar a macanazos, dejándolo allí, aunque se llevaron los cuerpos de otros. El año 1622, envió el corregidor de Mérida, Juan Pacheco, algunos soldados para castigar a indios que habían matado cerca de Pedraza. Al pasar por el pueblo de Miricao, dieron con la casa donde mataron al Padre, hallaron sus huesos, y, unos rezando y otros cantando a la usanza cristiana, los enterraron donde había estado el altar. Siguieron adelante para cumplir su misión, encontraron a los indios en una casa bailando y cantando, y mataron a trece de los más culpables, pues habían sido los principales que habían quemado la ciudad de Pedraza, destruido sus valles convecinos, y matado al Padre Arrufate”. Luego el cronista nos explica cómo se llegaron a fundar algunas instituciones religiosas, dejando claro que solía haber ricos donantes muy cristianos. Así, un mercader vecino de Santa Fe de Bogotá, llamado Luis López Ortiz y que carecía de herederos, fue el promotor del primer convento de la ciudad, el de Nuestra Señora de la Concepción, inaugurado en septiembre de 1595, y fue deseo de Luis López que la institución fuera de monjas. Don Francisco de Porras Mejía, Maestrescuela de la Catedral, entregó públicamente el hábito a las religiosas, hallándose presente todos los Oidores de la Real Audiencia. Las que recibieron los hábitos fueron Úrsula de Villagómez, su hermana Doña Isabel Campuzano, y Doña Catalina de Céspedes, que entraron de inmediato en el  convento. El cronista Fray Pedro Simón añade datos de otra fundación: “Asimismo se fundó el convento de las Descalzas Carmelitas,  también en la ciudad de Santa Fe, el año 1606, en una casa que regaló para esto Doña Elvira de Padilla, viuda, ingresando ella, con dos hijas suyas, y donando también una renta anual y de por vida de 400 pesos que había recibido del Rey como merced. Tiene hoy el convento el número de religiosas que manda su regla, y  florecen en virtud y santidad”.




miércoles, 18 de enero de 2023

(1931) El cronista habla de diversas epidemias. Luego cuenta que los indios mataron al capitán Pedro Daza (criollo nacido en Tunja) por haber abofeteado a un cacique.

 

     (1531) Añade algo interesante el cronista Fray Pedro Simón acerca del daño que hacían las epidemias: “La enfermedad de viruelas ataca a toda suerte de gente, y llamo la atención sobre esto porque suele haber en estas tierras enfermedades que solo las padecen los indios, otras, solo los negros, otras, afectan solo a los españoles criollos, como sucedió el año 1617 con el sarampión, del que murieron más de la quinta parte de los indígenas, algunos criollos, y ninguno de los nacidos en España. Siendo yo aquel año Guardián del convento de Santa Fe, cayeron enfermos de sarampión en dos días 22 religiosos, todos mancebos criollos, y, aunque estaban sirviéndoles otros nacidos en España, a ninguno se le pegó. Ha habido otras enfermedades en estas tierras, como la sarna, y algunas más que han traído los españoles, pero ninguna ha producido tantos estragos como las mencionadas”. Dicho lo cual, Fray Pedro vuelve a conectar con la narración de los hechos protagonizados por los españoles, y nos cuenta otro asunto lamentable: “En septiembre de 1588, habiendo tomado el Capitán Pedro Daza, natural de Tunja (o sea criollo), un acuerdo con el Gobernador de la ciudad de La Grita, Don Francisco de Cáceres, para pacificar ciertas provincias de indios, pobló entre ellos una ciudad a la que llamó Santiago de las Atalayas (de lo cual ya hablamos anteriormente, pero el cronista añade una tragedia), a pocas leguas de la de Tunja, y estando Pedro Daza en ella gobernándola, en febrero del año 1591,  lo mataron los indios, debido, según se dijo, a un bofetón que le dio a un cacique principal, porque defendía a una muchachuela, hija suya, que Daza quería llevar a su casa como lavandera para su mujer. Quedó tan afrentado el cacique, que rebeló contra los españoles a todos los indios de aquella provincia. Primeramente, se propuso matar al que le había agraviado, para lo cual, juntando consigo otros cuatro de sus parientes, se emboscaron entre los árboles de una quebradilla. No tardó en salir Pedro Daza solo y descuidado, de manera que pudieron embestirle tan inopinada y furiosamente los cinco indios, que lo atravesaron con más de veintisiete flechas, y, con unos tres macanazos, quedó allí muerto.  Luego los indios incendiaron la ciudad, de donde ya habían huido los españoles, los cuales dieron aviso a la ciudad de Tunja, desde donde se envió  a Don Alonso Carrillo para castigar a los indios. Habiéndolo hecho con los  más culpables, se volvió para reedificar la ciudad. A la cual fueron los vecinos de otra, llamada Medina de las Torres, abandonándola tras ser fundada por el mismo Capitán Pedro Daza”.




martes, 17 de enero de 2023

(1930) La epidemia de viruela en Colombia fue espantosa. Solo se libró la ciudad de Pamplona porque se encargó el Corregidor Antonio José de que nadie entrara en ella.

 

     (1530)  Nos ha dado  el cronista el sorprendente dato de que, en Las Indias, también los españoles eran víctimas muy abundantes de las epidemias de viruela. Y nos dice, asimismo, que había costumbre de  practicar aislamientos como único modo de protegerse. Por otra parte, ya sabemos por el Decameron, de Bocaccio (año 1351), que lo mismo se hacía en Europa con las epidemias de peste: “Sólo se libró en este Nuevo Reino de Ganada la ciudad de Pamplona, por el vigilante cuidado que tuvo el Corregidor de Tunja, Antonio José, que se ocupó en aquella ciudad de hacer con rigor que no entrasen en ella los de fuera. Fue tan grande en general la mortandad de este contagio pestilente, que no daban abasto los sacerdotes y religiosos de todas Ordenes, y solían meter en una fosa hasta doscientos cuerpos (ni que decir tiene que los clérigos arriesgaban heroicamente su vida). Y era cosa maravillosa ver cómo también los infieles pedían el santo Bautismo, buscando la vida eterna, asustados por los temores de la muerte. Estas prisas fueron causa, como lo cuenta el Padre Fray Luis López, de la Orden de Santo Domingo, en un libro suyo, de que un labrador ignorante que se hallaba cerca de algunos pueblos de indios, viendo la falta que había de sacerdotes, se dispusiese a bautizar a los infieles que le pedían el Baptismo”. Sabiendo que era un laico, el labrador se puso a bautizar a indios en masa, pero luego se sintió preocupado temiendo que su ceremonia no tuviera valor de salvación. Lo extraño fue que el propio Fray Luis López dio entonces por no válidos aquellos bautismos. El cronista Fray Pedro Simón se limita a decir que tiene dudas al respecto, pero lo cierto es que, al menos en tiempos posteriores, si no había un clérigo presente, cualquier laico tenía la grave obligación de bautizar a quien lo pidiese estando en peligro de muerte. Los médicos no conseguían dar con ningún remedio definitivo para la enfermedad, y, como solía ocurrir, la desesperación les llevaba a confiar en un último recurso, el deseo de un  milagro divino: “Los vecinos de la ciudad de Tunja decidieron llevar a su iglesia la imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá, que es famosísima en milagros. Fue tanta la devoción de los indios por donde se iba pasando con la Virgen, que salían en masa a a recibirla y guardaban como reliquias las gotas de cera que caían de la velas. La ciudad de Tunja recibió con gran aplauso la imagen de la Virgen, colocándola en una capilla de la Iglesia Mayor. Españoles e indios acudían de todas partes pidiéndole socorro con angustias tan de muerte, que, como Princesa de la vida, tuvo a bien concederlo, poniendo  fin a la enfermedad, que no duró más de seis meses”.




lunes, 16 de enero de 2023

(1929) El Gobernador Berrio, fracasado, dio la vuelta a Colombia. En otra campaña, fundó poblaciones en Venezuela, estableciendo las bases de Ciudad Bolívar. En 1588 una gran epidemia de viruela afectó también a los españoles.

 

     (1529) Los oidores de la Real Audiencia, recibida la desesperada petición de ayuda del Gobernador Berrio contra los indios, le enviaron a Fulgencio de Meneses con 40 hombres para solucionar el problema. Yendo de camino, se encontró con otros 40 que habían salido huyendo del campamento del Gobernador, y Fulgencio los obligó a retornar. Sumando ya algo más de 80 soldados, porque alistaron a otros en la población de Chita (actualmente con 10.000 habitantes), continuaron la marcha en medio de enormes dificultades: “Por fin hallaron al Gobernador junto al río Casanare, pero con muy pocos hombres y enfermos, estando él tan decidido a marcharse de allí hacia Chita, que le resultó imposible a Fulgencio de Meneses convencerlo de que cambiara de idea. El Gobernador Berrio dio orden de partir echando la culpa a los soldados de haber estropeado la campaña, y estando además muy irritado con el Capitán Gonzalo de Pino Ludeña porque había huido, hasta el punto de que puso después contra él una demanda criminal ante la Real Audiencia. Pasados algunos años, decidió el Gobernador Berrio encabezar otra campaña, y, descendiendo por las márgenes del gran río Orinoco, fundó en sus orillas, a 30 leguas de su desembocadura, la ciudad de Santo Tomé de Guayana y, la de San José de Oruño, en la Isla de Trinidad”. Resulta asombroso que anduvieran tan lejos, ya que Santo Tomé, hoy convertida en la importante Ciudad Bolívar (cuenta con 400.000 habitantes), está en Venezuela, a 1.600 km de Bogotá,  y la isla de Trinidad, en la costa atlántica. Según el cronista Fray Pedro Simón, lo que les movió a tan larga aventura fue, una vez más, el mito de El Dorado, pues se decía que el gran cacique de aquella zona celebraba los sacrificios rituales revestido completamente de oro. Por otra parte, es bien sabido que las epidemias hicieron estragos entre los nativos de Las Indias, pero ahora el cronista nos lo va a mostrar con toda la crudeza: “Fue este año de 1588 uno de los más desgraciados de los que tienen noticia los nativos en estas tierras y el peor que han conocido los españoles desde que entraron en ellas, por la llegada de una enfermedad de viruelas universal para toda suerte de gentes, naturales y españoles (llama la atención que estos no tuvieran inmunidad), que había comenzado en la ciudad de Mariquita, simplemente porque una negra que llegó infectada, trayéndola de Guinea, no fue detectada para no dejarla entrar. Y así, se infectó todo el Nuevo Reino de Granada ,y pasó a  Perú, a Chile y a la parte del Norte llegando hasta Caracas, de manera que destruyó, tanto a naturales como a españoles, a más de la tercera parte de la gente”.




domingo, 15 de enero de 2023

(1928) Después de tres años de durísimas y casi estériles batallas, el Gobernador Berrio pidió ayuda a la Audiencia de Santa Fe. Se le perdonó la vida a un indio que, con las tripas fuera, seguía luchando contra los españoles.

 

     (1528) Antonio de Berrio y los suyos, tras haber pasado lo peor, vieron frente a ellos, más o menos a seis leguas, unas encrespadas sierras, y decidió enviar gente para examinarlas. Seleccionó 24 soldados de los que estaban menos enfermos, y partieron a hacer la inspección: “Estuvieron veinte días recorriendo caminos, pero, como las enfermedades les iban aumentando, se vieron obligados a regresar con el único provecho de haber visto algunos indios, hombres y mujeres, y comprobado  la gran valentía de los nativos, a juzgar por lo que le sucedió a un soldado que persiguió a caballo a uno de estos bárbaros para apresarlo. Cuando le dio alcance, se abrazó el indio tan fuertemente al pescuezo del caballo, que dio con el caballero en tierra. Al llegar otros tres españoles para ayudarle, el indio les hacía frente con tan gallardo brío, que, habiendo recibido de uno una estocada en la barriga tan fuerte que se le salían las tripas, con una mano se las metía, y con la otra usaba la macana tan diestramente, que atacaba a los cuatro. Entonces llegó  a caballo el Capitán portugués Álvaro Jorge, y, al ver que el indio vendía cara su vida, se arrimó a él e impidió que lo matasen los españoles. Luego se lo llevó consigo y, al cabo de ocho días, lo entregó ya curado. Después el indio, en agradecimiento por este buen servicio al Capitán, dio importantes noticias a todos, como también lo hicieron otros indios apresados acerca de las grandes y ricas tierras de la gran laguna de Manoa. Con estas noticias, y a pesar de las enfermedades y trabajos que padecían, empleó unos tres años el Gobernador Berrio en el descubrimiento y pacificación de estas tierras. Un día, y por forzarles el hambre a cuatro soldados, se atrevieron a apartarse del campamento. Como no volvían, envió el Gobernador a otros siete soldados a buscarlos, y lo único que encontraron algunos de ellos fue su muerte, porque los indios también los mataron”. Aunque heridos de flechazos, pudieron regresar los demás, e, informado de lo ocurrido el Gobernador Berrio, se preparó para ir a castigar a los autores de la matanza. Sin  embargo, desistió de hacerlo porque una india, que había escapado con los heridos, le avisó de que vio a una muchedumbre de indios preparados para atacar a los españoles: “Entonces el Gobernador, con la conformidad de sus hombres, decidió retirarse a las márgenes del río. Estaban ya en este tiempo tan reducidos los soldados por muertes y tan agotados por los trabajos, que no se atrevían a seguir con la conquista. Era el año 1588, y el Gobernador Berrio envió al Capitán Hernando de la Parra, con ocho soldados, para pedir ayuda a la Real Audiencia de Santa Fe”.




viernes, 13 de enero de 2023

(1927) Alonso Esteban Rangel fundó el año 1583 la ciudad de Salazar de las Palmas. En 1579 murió Gonzalo Jiménez de Quesada, heredando el mando (también en 1583) su sobrino Antonio de Berrio.

 

     (1527) El cronista Fray Pedro Simón da un paso atrás en el tiempo para explicarnos cómo se estableció otra población cerca de la ciudad de Pamplona, de la que varias veces hemos hablado recordando a su valioso, heroico y trágico fundador, Pedro de Ursúa, asesinado por el demencial Lope de Aguirre en el temible río Amazonas, devorador de los ilusos buscadores de El Dorado: “Falta decir que los indios quiriquíes y los motilones estaban acosando a los españoles en la zona de la ciudad de Pamplona, cuyos vecinos estimaron que el más apropiado para someterlos era el Capitán Alonso Esteban Rangel, que era Maestre de Campo del Gobernador de La Grita, Francisco do Cáceres.  La Real Audiencia de Santa Fe, valorando favorablemente el deseo popular, dio su conformidad, y Alonso Esteban Rangel, tras haber preparado a su costa una buena cantidad de soldados, caballos y provisiones, partió para la campaña el año 1583. Habiendo obtenido pronto buenos resultados, pobló una ciudad en la parte norte de Pamplona, a la que le puso el nombre de Salazar de las Palmas por las muchas que había en aquel lugar (hoy es un lugar sumamente turístico). Fue Alcalde Mayor de ella por el resto de su vida (murió el año 1590), y le sucedió un hijo suyo también llamado Alonso Esteban Rangel. El padre del fundador era el Capitán Antón Esteban Rangel, y había sido un veterano conquistador que formó parte de los soldados que fundaron Pamplona y San Cristóbal”. Dicho lo cual, el cronista Fray Pedro, actualiza los acontecimientos: “Llegándole a Antonio de Berrio, que estaba en Granada, donde residía,  la noticia de que  el Adelantado Don Gonzalo Jiménez de Quesada, antes de fallecer en febrero de 1579, le había dejado heredero de su Gobierno, se dispuso rápidamente  a ir a Las Indias con su mujer, Doña María de Oruña (sobrina de Gonzalo Jiménez de Quesada), y sus hijos. Fue al Nuevo Reino de Granada el año 1583, y, ya instalado, obtuvo poder de la Real Audiencia para iniciar conquistas y descubrimientos por tierras de los ríos Pauto y Casanare, donde ya no había españoles, debido a que se deshizo la Gobernación que se le había concedido a Diego Hernández de Serpa por haberle matado los indios a él y a casi todos sus hombres, desapareciendo al mismo tiempo la ciudad que había fundado, Santiago de los Caballeros”. Llegó Berrio con sus hombres hasta donde recogía aguas el gran Orinoco, lo atravesaron en embarcaciones, y veremos que la tropa siguió  adelante con el gran inconveniente de que muchos habían enfermado debido a ser insalubres y muy húmedas las tierras por las que habían pasado.




jueves, 12 de enero de 2023

(1926) Los conquistadores luchaban y financiaban. Así fundó Alonso de Olalla la ciudad de Nuestra Señora de Alta Gracia. Muerto él, siguieron estableciendo poblaciones dos hijos suyos.

 

     (1526) El cronista Fray Pedro Simón nos hace ver lo complicado que era en Las Indias iniciar una conquista, y la tenacidad que demostraban sus promotores para conseguir el éxito, lo cual muchas veces terminaba en un fracaso absoluto, con el alto precio de perder todo lo que se había invertido en su preparación. Los reyes concedían su autorización, pero arriesgando bien poco, ya que quien financiaba la aventura en su mayor parte era el solicitante. Gonzalo Jiménez de Quesada, poco antes de morir siendo Gobernador del Nuevo Reino de Granada, había llegado a un acuerdo con el Capitán Alonso de Olalla para que pudiera conquistar en una zona sureña, a la que se llamó Gobernación de La Plata. Al fallecer Quesada, tuvo que renovar la autorización ante el nuevo gobernador, Lope  Díaz de Aux Armendáriz. Ya conseguida, y hechos los preparativos, partió en diciembre de 1579, y, desde el inicio, la campaña le resultó muy difícil,  aunque logró establecer la población de Nuestra Señora de Altagracia (ver imagen), en la zona de Sumapaz, pero falleció luchando contra los indios moquiguas. Iba con él su hijo, el capitán Juan López de Herrera, que heredó el mando de la Gobernación, y, según dice el cronista, “desecó el cuerpo de su padre con el calor del fuego, y regresó a Santa Fe trayéndolo para enterrarlo en nuestro convento de San Francisco”. Después, Juan López decidió, a cualquier precio, reiniciar la campaña. Le resultó difícil y largo formar una nueva tropa, pero la puso en marcha, y, venciendo dificultades, logró ir conquistando tierras,  y empezó a asentar poblaciones. A la primera, fundada en marzo de 1590, le puso el nombre de Espíritu Santo de Caguán. En 1592, estableció otra a la que llamó San Juan de Yeima. Fallecido también Juan López de Herrera, solicitó su hermano, llamado Alonso de Olalla, como el padre de ambos, que le otorgaran la Gobernación, que solo estaba autorizada para un heredero, y consumido el derecho por López Herrera. No obstante, Don Juan de Borja, en diciembre del año 1606, siendo entonces Presidente y Capitán General de la Real Audiencia de Santa Fe, se lo otorgó, aunque con la condición de que, dentro de un plazo de tres años, consiguiese una confirmación definitiva del Real Consejo  de Madrid, y de allí le llegó el día 29 de marzo del año 1620. El devoto culto a NUESTRA SEÑORA DE ALTAGRACIA, muy venerado y extendido en Las Indias, tuvo su origen en haber llevado dos hermanos extremeños, Alonso y Antonio de Trejo, a Santo Domingo, el año 1506, una imagen de la Virgen encontrada extrañamente en una cueva de  Plasencia (Cáceres), y considerada milagrosa.




miércoles, 11 de enero de 2023

(1925) El Rey terminó perdonando sus derroches al excepcional Gonzalo Jiménez de Quesada, y le concedió una nueva expedición a El Dorado, que, como todas, acabó en el desastre.

 

     (1525) GONZALO JIMÉNEZ DE QUESADA pasó un montón de años complicados y muy duros, porque Las Indias eran el horror, y, llegado a España, sintió que estaba en el Paraíso. Se le fue la cabeza y gastó lo suyo y lo que era de la Hacienda Pública: “Consumió la gran suma de dinero (el suyo y el del Rey, el cual ordenó su busca y captura) durante los doce años que transcurrieron hasta el 1551, en el que volvió a su ciudad de Santa Fe. Al regresar, halló todas las cosas trocadas, pues gobernaba ya, en todo el Nuevo Reino, la Real Audiencia, a lo cual se juntaba la poca renta que le daban los cargos concedidos por el Rey, pues sólo traía el de Mariscal y Regidor de Santa Fe (sin duda, un castigo del Monarca). Vivió con muchas deudas y pobreza hasta que, años después, que fue en 1568, le dio el Rey título de Adelantado de todo el Nuevo Reino de Ganada de por vida, con tres mil ducados de renta al año. Le concedió también Su Majestad que fuera al mando del gran ejército que partió para la conquista de los territorios de El Dorado, campaña que resultó desastrosa, como ya vimos. Cuando murió, muchos de sus derechos y bienes pasaron a sus herederos, que fueron Antonio de Berrio, su cuñado, y después su hijo, Fernando  de Berrio, por haber fallecido su padre estando preso en Argel. Era hombre que dominaba el Derecho, y escribió poco por sus ocupaciones, pero no le impidieron componer tres libros de las conquistas de este Reino, aunque no llegaron a ver la imprenta, y así han sido hasta ahora de ningún provecho (pero algunos  se publicaron después, entre ellos el muy importante Antijovio, una crítica, con gran acierto, al desprestigio con el que el italiano Paulo Jovio pretendía manchar el buen nombre de España). Escribió también, y quedaron de su mano, unos sermones de las festividades de Nuestra Señora, para que se predicaran los sábados de Cuaresma en la misa que ordenó se dijera en la capellanía de los conquistadores. GONZALO JIMÉNEZ DE QUESADA era hombre de buena estatura, buen rostro, grave, amable con todos y de muy buena complexión, pues llegó a vivir más de ochenta años (parece confirmado que fueron setenta), hasta que el de mil quinientos setenta y nueve pasó de esta vida en la ciudad de Mariquita, donde estuvo depositado su cuerpo hasta mil quinientos noventa y nueve, siendo trasladados sus huesos por el Dean Don Lope de Clavijo, su albacea, a esta ciudad de Santafé, en cuya Iglesia Catedral lo enterraron junto al Altar Mayor, sobre las últimas gradas. No dejó hijos legítimos, pues nunca se casó”. Por ello pensé que sería homosexual, pero ya vimos que no era el caso. Mea culpa.




martes, 10 de enero de 2023

(1924) Se le puede considerar a Gonzalo Jiménez de Quesada como el 4º conquistador más importante de Las Indias, y, sin duda, el más culto. Pero empañó su prestigio derrochando dinero ajeno durante una larga estancia en España.

 

     (1524) Gonzalo Jiménez de Quesada había ya cumplido con su encargo de pacificar a los indios de su zona, y le llegó la hora de retirarse definitiva y plácidamente a la ciudad de Mariquita. Aunque ya hemos visto muchas cosas de su vida, recogeré un resumen del ‘retrato’ que le hizo el cronista Fray Simón: “Puesto que fue el hombre más importante para el descubrimiento y población del  Nuevo Reino de Granada, sería inexcusable no hablar de su vida. Nació en la ciudad de Córdoba (España, año 1510), de donde se trasladó, siendo todavía un niño,  y con su familia (de alto linaje), a Granada”. Da el dato de que el padre de Gonzalo era un prestigioso letrado, lo que le animó a graduarse en los mimos estudios, ejerciendo luego la profesión con brillantez. Quiso después prosperar en las Indias, y partió hacia aquellas peligrosas tierras el año 1535 con la expedición del Adelantado Pedro Fernández de Lugo, que iba a tomar el mando de la zona de Santa Marta (actual Colombia). El cual se daría pronto cuenta de la fuerte personalidad y gran capacidad, incluso militar, de Quesada, pues, llegados a su destino, le confió una misión fuera de serie. Lo nombró Teniente General  de un ejército con más de 750 hombres, que irían por tierra, y otros 200 que lo harían en bergantines por el Río Grande (el Magdalena). Era una empresa nunca intentada, porque ningún explorador, como vimos, se atrevía a superar las enormes peñas que les cerraban el paso. Sufrieron tanto los hombres de Quesada, que hubo intentos de rebelarse y regresar: “Muchos de sus capitanes y soldados lo pretendieron, pero lo impidió el valeroso ánimo del Licenciado Jiménez de Quesada. Y, gracias a eso, quiso el Señor que se descubrieran extensos y ricos territorios, que luego se fueron conquistando, y se les puso el nombre de Nuevo Reino de Granada. Y más tarde, el Licenciado Quesada  fundó su capital en la zona de Bogotá y la llamó Santa Fe, con el mismo nombre de otra ciudad que está en su tierra granadina de España. Después dio orden de fundar las ciudades de Tunja y Vélez, aunque él no pudo verlas terminadas porque el año 1539 partió para España con Sebastián de Belalcázar y Nicolás Federman, para resolver ante el Rey el conflicto que entre ellos había acerca de a quién le correspondían los derechos sobre el Nuevo Reino de Granada. Quesada aspiraba incluso a que Carlos V le otorgara todo el territorio porque había fallecido Don Pedro Fernández de Lugo, gobernador de Santa Marta”. En España, como vamos a ver, las tentaciones eran muy fuertes, y el heroico y sufrido GONZALO JIMÉNEZ DE QUESADA se convirtió en un derrochón desenfrenado.




lunes, 9 de enero de 2023

(1923) El cronista fray Pedro Simón describe con gran dramatismo un terremoto que se produjo en la ciudad de La Grita.

 

     (1523) El cronista Fray Simón nos habla de un suceso que tuvo lugar algo más tarde: un extraordinario terremoto que sacudió la ciudad de La Grita (Venezuela) y sus alrededores el año 1610. Fue tan terrible, que ha pasado a la Historia: “No era un terremoto como los demás, pues ocurrieron algunas cosas extraordinarias. Están todas estas tierras de La Grita muy sujetas a terremotos. No sé si a este que sucedió le precedieron las señales de las que ya hablaba Aristóteles, que son, entre otras, la de estar con miedo e inquietas las aves, sin casi poder sustentarse volando por la sutileza del aire, salarse las aguas de los pozos, ruidos sordos debajo de la tierra, y otras cosas extrañas, pero pienso que nadie las advirtió entonces. Llegó tan de repente, a las tres de la tarde, que casi ninguna persona pudo moverse de donde se hallaba. Comenzó con tanta fuerza a moverse la tierra, que hacía oleajes como las aguas del mar cuando están inquietas. Con estos vaivenes, quedaron las casas, el convento de nuestra Orden Franciscana y iglesia de la ciudad asolados, permaneciendo en pie solamente diez que eran de ladrillo, donde se salvó la mayoría, casi todas mujeres. El resto de las casas se derrumbaron enterrando todo lo que había dentro.  El Alcalde, que se llamaba Benito Rosal, estaba en la cama enfermo, se levantó como pudo y cogió en los brazos a dos niñas de unos ocho años, hija y sobrina suyas, pero no les fue posible salir, porque les cayó todo encima, quedando enterrados los tres  y una negrilla más pequeña, que se le metió entre las dos piernas a Rosal. Cuando el terremoto perdió fuerza, fueron los vecinos a socorrerlos, aunque temiendo que habrían muerto, pero lo hallaron vivo a él y a la negrilla, y, a las otras dos niñas, hechas pedazos en sus brazos”. Luego Fray Simón cuenta que los daños en la iglesia parroquial y en la franciscana habían sido muy grandes, pero da a entender que ocurrió algo milagroso:  “Las cajas donde estaba el Santísimo Sacramento estaban intactas, al igual que una imagen de la Santísima Concepción, a la que hallaron en mitad de la Iglesia, donde cayó la mayor parte de los escombros, sin una mota de polvo. Luego se puso  el Santísimo Sacramento fuera de las ruinas, y allí estuvo algunos días,  hasta que lo llevaron a  una pequeña capilla que hicieron para tal fin. Allí iban todos a pedir misericordia y llorar sus pecados, trabajos y miserias, que no eran pocos, pues, además del drama de los muertos, no les quedaba qué comer en la ciudad. La gente andaba despavorida, y los niños gritaban sin poderlos callar. Bramaban los toros y vacas, los perros aullaban y todo parecía un espectáculo del día del Juicio Final”.




domingo, 8 de enero de 2023

(1922) Muerto el año 1589 Francisco de Cáceres luchando contra los indios, hubo una larga sucesión de capitanes fundadores de poblaciones. Una de ellas, Santiago de las Atalayas, duró largo tiempo, pero fue abandonada hacia 1830.

 

      (1522) Fray Pedro Simón va acelerando el texto de su crónica, y haré un resumen de los datos. Regresó a La Grita el Gobernador Francisco de Cáceres  después de derrotar a los negros cimarrones, tras haber matado en batalla a algunos y apresado al resto para reducirlos a su condición de esclavos. Cumplida esa misión, continuó creando nuevas poblaciones, aunque la primeras, San José de Alcántara y El Escorial duraron poco tiempo. El Gobernador Cáceres también le dio poder al Capitán Pedro Daza para que, en nombre suyo, poblara, y lo llevó a cabo el año 1585 fundando Medina de las Torres, que,  tres años después, pasó a llamarse Santiago de las Atalayas. Esta ciudad tuvo larga existencia y un final extraño. Siempre perteneció a Colombia, y, en poco tiempo, se convirtió en una de las poblaciones más importantes y emprendedoras, llegando a la decadencia, y de forma sorprendente, en el siglo XVIII. Por razones poco convincentes, muchos vecinos quisieron desplazarse a otra ciudad próxima, Barro Blanco, alegando que Santiago era insalubre, lo que parece absurdo después de siglos de existencia. Pero, hacia 1830, se consumó el abandono, y, curiosamente, desapareció al mismo tiempo la vecina Barro Blanco. Santiago de las Atalayas debió de dejar un recuerdo nostálgico, porque se la recuerda en lugares públicos, como el estadio colombiano situado en la moderna ciudad de Yopal (ver imagen). Como ya dije, el Gobernador Francisco de Cáceres (al que la crónica sigue llamando Cazares) murió poco después, en 1589, luchando contra los indios. Por no tener un legítimo heredero, había nombrado Gobernador Interino  a un sobrino suyo, llamado Andrés Calvo de Cáceres. Pero se sucedieron después una serie de nombramientos que el cronista amontona, aunque ordenadamente: “El Rey escogió a Fernán Barrantes Maldonado, el cual pobló San Agustín de Cáceres, y la mudó el año 1603 adonde ahora está. Con poder suyo, el Capitán Juan Garzón fundó en 1595 Nueva Toledo, que luego abandonó. Dejó su gobierno antes de tiempo, tomándolo en 1607 el Capitán Pedro Vanegas, y lo ejerció hasta 1609,  asumiendo el cargo D. Juan de Aguilar, del Hábito de Cristo (un tipo de orden militar). Luego la Gobernación de aquel territorio se convirtió en Corregimiento, y tomaron el mando sucesivamente D. Juan de Aguilar, D. Fernando de Arriete y Juan Pacheco Velasco. Pero el Rey reestableció la categoría de Gobernación, y le confió el puesto al Capitán Juan Pacheco Maldonado, por un tiempo de ocho años”. Hemos visto varias veces que solía ser el límite de la duración de los altos cargos.




viernes, 6 de enero de 2023

(1921) Francisco de Cáceres actuaba en zonas de la actual Venezuela. Encargó a Juan Andrés Varela la fundación de Barinas, población famosa por el cultivo del tabaco. Cáceres tuvo que someter a negros cimarrones.

 

     (1521) No quedó contento Francisco de Cáceres con la zona en la que había establecido la población de La Asunción de Nuestra Señora, y, animado por sus capitanes y soldados, decidió fundar una más, a la que le puso el nombre de Espíritu Santo, repitiendo el de otra, que, como sabemos, también había desaparecido. Quizá esto le acarreara problemas debido a que el territorio que escogió estaba fuera de su jurisdicción. Luego se dedicó, con éxito, a pacificar diversas tribus de los entornos. Parece ser que la fundación resultó estable, puesto  que  se llevó a cabo el año 1576 y el cronista, hacia 1610, deja claro que disfrutaba de cierta prosperidad. (Recordemos también que los territorios por los que vemos avanzar a Francisco de Cáceres pertenecen actualmente a Venezuela). Ya hemos visto que en Las Indias era frecuente que, quienes tenían el mando superior, encargasen a capitanes suyos que crearan nuevas poblaciones: “El Gobernador Cáceres le dijo a Juan Andrés Varela, vecino, conquistador y encomendero de la ciudad de Mérida, que, en nombre del Rey, poblase otra ciudad.  Varela lo hizo realidad a finales del año mil quinientos setenta y siete, con el nombre de Altamira de Cáceres, si bien, más tarde,  pasó a llamarse Barinas (ver imagen)”. El cronista Fray Simón cuenta algo que sigue siendo cierto hoy día: “Esta zona (ahora venezolana), donde también está la ciudad de Mérida, es de las más célebres del mundo por su fino tabaco, especialmente en Inglaterra, Francia, Flandes, Alemania, Hungría y muchas partes de Asia. Quedaron allí unos doscientos cincuenta indios al servicio de ocho encomenderos, que, junto con con otros tantos vecinos, son en total dieciséis en el pueblo. Viven del negocio del tabaco obtenido con esclavos negros, produciendo cada años más de tres mil arrobas. Tienen en los campos más de cuatrocientas mil cabezas de ganado mayor. Se ven muchos novillos capados, y dicen los indios que se debe a que unos peces grandes les arrancan esas partes cuando entran en los ríos a beber y refrescarse”. El Gobernador Francisco de Cáceres siguió con sus conquistas en el territorio próximo a La Grita, y, aunque no tuvo mucho éxito sometiendo a más indios, logró algo poco habitual: derrotar a un importante grupo de ‘cimarrones’, nombre dado a los esclavos negros que huían de sus amos y vivían en rebeldía, algo más frecuente de lo que se cree. Y así, pocos años después de fallecer, en 1521, mi biografiado SANCHO ORTIZ DE MATIENZO, su sobrino Pedro Ortiz de Matienzo logró una difícil victoria en la isla de Santo Domingo contra cimarrones unidos al carismático cacique Enriquillo y muy belicosos.




jueves, 5 de enero de 2023

(1920) A pesar de las zancadillas que le pusieron a Francisco de Cáceres, el Rey lo consideró fundador de Espíritu Santo, dándole unas preciosas normas para poner en marcha la ciudad.

 

     (1520) Hemos hablado recientemente de FRANCISCO DE CÁCERES, y recordemos que, viéndose acusado de haber fundado la ciudad de Espíritu Santo sin permiso, se fue astutamente a España para defenderse ante el rey Felipe II, y le salió bien la operación. No solo le dio la razón, sino que lo nombró Gobernador del territorio de Espíritu Santo en 1575 (ver en imagen la 1ª página del expediente, con su firma). El cronista nos explica de forma detallada  en qué consistían los derechos y obligaciones que el Rey establecía para el mandato de Francisco de Cáceres, y creo que merece la pena hacer un resumen de las capitulaciones de su nombramiento, pues en ellas se ven aspectos muy positivos  de las colonizaciones españolas: “Se le prohibía meterse en la jurisdicción de otro Gobernador. Debía aportar como mínimo cien soldados bien armados,  y los sacerdotes que fueran necesarios para adoctrinar a los indios. Todo lo que fuese conquistando había de ser en nombre de Su Majestad y sometido  a la autoridad de la Real Audiencia de Santa Fe. En los poblados que estableciese, tenía que hacer un fuerte para la defensa de los vecinos, ejerciendo él como Alcalde. La Gobernación llevaría el nombre de Espíritu Santo, y sería él el titular durante toda su vida, y, después, su heredero. Se le dio la facultad de repartir encomiendas, y tomar para sí el mejor repartimiento, pero sin perjuicio de los indios. Todos los que fueran con él a la conquista, gozarían privilegios que Su Majestad tenía dispuestos en la Instrucción Noventa y Nueve, que son los siguientes: ‘Como primeros pobladores, los hacemos hidalgos de solar conocido, a ellos y a sus descendientes, para que como tales sean respetados donde poblasen y en cualquier otra parte de Las Indias, con sus honras y preeminencias, pudiendo hacer las mismas cosas que los hidalgos y caballeros de estos Reinos de Castilla. No pagarán durante diez años diezmos de las minas que hallasen, ni impuestos sobre las mercancías que trajesen de España. Por si muriese el dicho Francisco de Cáceres, podrá nombrar a quien quisiera en su lugar, disponiendo de su misma autoridad’. Hecho este trámite y dado a conocer en todo el Nuevo Reino de Granada, entró FRANCISCO DE CÁCERES en su Gobernación”. Pero, con ello, no se detuvo a descansar, sino que, como gran hiperactivo,  pobló otra ciudad, a la que le puso el nombre de La Asunción de Nuestra Señora. No obstante, pronto se dio cuenta de que la zona no era muy indicada para establecerse en ella, por lo que se vio en la necesidad de intentarlo cerca de donde antes había fundado la ciudad de La Grita (como ya vimos).




miércoles, 4 de enero de 2023

(1919) En la reseña anterior hemos visto parte del protagonismo de Gaspar de Rodas. Pero convendrá añadir los excepcionales méritos que le adjudicamos tiempo atrás.

 

     (1519) Acabamos de ver al Gobernador Rodas logrando una pacificación estable de los indios. Hace tiempo me referí a él con estas palabras: “GASPAR DE RODAS fue un personaje de fulgurante carrera y carácter arrollador. Nació el año 1518 en la madre de tantos grandes conquistadores, Trujillo (Cáceres). Llegó a las Indias en 1539, y toda su trayectoria militar la vivió principalmente en territorios de la actual Colombia. En 1541 andaba por Popayán bajo el mando de Belalcázar, coincidiendo con su primo Francisco de Rodas. Estando en Antioquia, consiguió en 1558 el puesto de primer gobernador de la zona (como indica el busto de la imagen). Tuvo largas épocas de trepidante acción. Fundó varias poblaciones, y resultó un magnífico administrador, en un tiempo en el que las minas de oro de Antioquia eran las más importantes de las Indias. En 1562, fue desterrado por haber matado en un duelo de honor a Francisco Moreno de León. Vuelto a su cargo, lo siguió desempeñando casi hasta su muerte, ocurrida el año 1607. Algún historiador ha considerado a GASPAR DE RODAS como la más importante autoridad del territorio de Antioquia durante todo el período colonial". Pero vendrá a cuento ampliar los datos, con sus defectos incluidos. Gaspar estuvo siempre muy vinculado a la ciudad de Antioquia, y también al Mariscal Jorge Robledo, de quien hemos visto cómo Belalcázar lo mató por pura rivalidad. Robledo y su hombres fundaron de forma precaria Antioquia el año 1541, cuyo nombre resulta un enigma sobre el que ha habido distintas versiones, como la de estar basado en alguna palabra indígena, o inspirado en la histórica Antioquía. Pero fue Gaspar de Rodas quien, en 1587, le dio asiento definitivo a la ciudad, de la que fue su gobernador, y en la que vivió, intermitentemente, largos años. Por un tiempo, Gaspar fue sustituido como Gobernador por Andrés de Valdivia, el cual fundó una población que llevó el nombre de su apellido. De ahí que haya en Las Indias dos Valdivias, la de Chile (por Pedro de Valdivia) y esta de Colombia. Andrés de Valdivia murió a manos de nativos que se vengaron de su crueldad. Gaspar volvió a ser Gobernador de Antioquia, y se caracterizó también por su brutalidad en el trato a los indios, ensañándose especialmente en los que mataron a Andrés de Valdivia. Pero, como dije al principio, sus méritos fueron extraordinarios. Fundó también las ciudades de Cáceres y Zaragoza, pero, a pesar de su empeño, no pudo establecer una a la quiso darle el nombre, como recuerdo personal, de San Juan de Rodas. Murió, como dije, el año 1607, y ocurrió en su querida Antioquia.