lunes, 9 de enero de 2023

(1923) El cronista fray Pedro Simón describe con gran dramatismo un terremoto que se produjo en la ciudad de La Grita.

 

     (1523) El cronista Fray Simón nos habla de un suceso que tuvo lugar algo más tarde: un extraordinario terremoto que sacudió la ciudad de La Grita (Venezuela) y sus alrededores el año 1610. Fue tan terrible, que ha pasado a la Historia: “No era un terremoto como los demás, pues ocurrieron algunas cosas extraordinarias. Están todas estas tierras de La Grita muy sujetas a terremotos. No sé si a este que sucedió le precedieron las señales de las que ya hablaba Aristóteles, que son, entre otras, la de estar con miedo e inquietas las aves, sin casi poder sustentarse volando por la sutileza del aire, salarse las aguas de los pozos, ruidos sordos debajo de la tierra, y otras cosas extrañas, pero pienso que nadie las advirtió entonces. Llegó tan de repente, a las tres de la tarde, que casi ninguna persona pudo moverse de donde se hallaba. Comenzó con tanta fuerza a moverse la tierra, que hacía oleajes como las aguas del mar cuando están inquietas. Con estos vaivenes, quedaron las casas, el convento de nuestra Orden Franciscana y iglesia de la ciudad asolados, permaneciendo en pie solamente diez que eran de ladrillo, donde se salvó la mayoría, casi todas mujeres. El resto de las casas se derrumbaron enterrando todo lo que había dentro.  El Alcalde, que se llamaba Benito Rosal, estaba en la cama enfermo, se levantó como pudo y cogió en los brazos a dos niñas de unos ocho años, hija y sobrina suyas, pero no les fue posible salir, porque les cayó todo encima, quedando enterrados los tres  y una negrilla más pequeña, que se le metió entre las dos piernas a Rosal. Cuando el terremoto perdió fuerza, fueron los vecinos a socorrerlos, aunque temiendo que habrían muerto, pero lo hallaron vivo a él y a la negrilla, y, a las otras dos niñas, hechas pedazos en sus brazos”. Luego Fray Simón cuenta que los daños en la iglesia parroquial y en la franciscana habían sido muy grandes, pero da a entender que ocurrió algo milagroso:  “Las cajas donde estaba el Santísimo Sacramento estaban intactas, al igual que una imagen de la Santísima Concepción, a la que hallaron en mitad de la Iglesia, donde cayó la mayor parte de los escombros, sin una mota de polvo. Luego se puso  el Santísimo Sacramento fuera de las ruinas, y allí estuvo algunos días,  hasta que lo llevaron a  una pequeña capilla que hicieron para tal fin. Allí iban todos a pedir misericordia y llorar sus pecados, trabajos y miserias, que no eran pocos, pues, además del drama de los muertos, no les quedaba qué comer en la ciudad. La gente andaba despavorida, y los niños gritaban sin poderlos callar. Bramaban los toros y vacas, los perros aullaban y todo parecía un espectáculo del día del Juicio Final”.




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