(1540) Dice el cronista que Itupeque se
acercó hasta donde los españoles tenían presos a los miembros de su familia y
se comunicaba con ellos muy hábilmente imitando los cantos de las aves, con lo
que conseguía pasar desapercibido. En el campamento, el Capitán Martín Gómez
trataba afectuosamente a las mujeres de Itupeque, e incluso se movían con
libertad, teniendo especial consideración con una de ellas, la cual lo
aprovechó para enredarle con un engaño. Sabiendo que el Capitán iba a abandonar
el campamento, le hizo creer que sería mejor que fuera adonde Itupeque, porque
estaba dispuesto a concertar una paz, sobre todo por el buen trato que los españoles habían dado a
a sus familiares. A los españoles les pareció bien, y se pusieron en marcha
hacia el encuentro con el gran cacique. Llegaron a un punto en el que se veían
dos casas, y las indias, con grandes muestras de alegría, aseguraron que eran
las de Itupeque. Luego llevaron a los españoles por un camino que era un trampa
en la que estaban emboscados los indios: “Llegados a un paso muy estrecho, súbitamente
los indios de Itupeque lanzaron un extraordinario alarido entre una inmensidad
de flechas mortíferas por el veneno, hiriendo de inmediato a siete soldados.
Para ponerse a salvo, empezaron a retroceder, pero las indias del cacique
trataban de impedírselo, hasta que el Capitán mandó degollar a todas, y se llevó a cabo a la vista de
Itupeque, pero quedaron también muertos casi todos los indios amigos y trece
soldados. El Capitán Martín Gómez mostró mucho valor, pero tuvo la desgracia de que, ya casi a salvo, le
atravesaron el muslo. Quiso luego poner orden en los soldados, pero ninguno le obedeció,
pensando que la única solución era la huida, por parecerles que en la breve y
presta retirada estaba el salvar sus vidas. Los indios siguieron matando
españoles, aunque se les escaparon siete, pero después todo su furor cayó sobre
el Capitán Martín Gómez, quien, al verse herido tan gravemente y tan desamparado,
no consiguió proseguir su viaje, por lo que le fue forzoso arrimarse a un
grueso árbol, y allí permaneció más de tres horas. Después lo hallaron los
indios, y, aunque le acometieron con grandes gritos, se resistió con su valor acostumbrado.
Como eran muchos, juntaron gran cantidad de piedras, con las cuales y con unos
palos largos y delgados, le herían desde lejos, y lo mataron. Esto sucedió el
segundo día después de Pascua de Navidad del año 1595”. Nunca sabremos si los
siete soldados que abandonaron al capitán Martín Gómez pecaron de cobardes o no
tuvieron más remedio que hacerlo.
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