(1536) Vamos a entrar en una época
turbulenta, por el espíritu rebelde de los indios. Fallecieron los caciques que
hemos visto en danza, y empezaron a actuar sus sucesores. A Caciquillo le
sucedió su hermano Maldonado (era frecuente que los nativos tomaran nombres o
apellidos españoles). El cronista dice que este nuevo cacique fue el más
pernicioso de cuantos hubo en las orillas del gran río Magdalena. Al morir Suamacá,
quedaron de momento sin líder los indios yariguíes. Fallecido Beto, el jefe de
los guamacaos, lo sustituyó un pariente suyo muy bravo, llamado Itupeque. Pero
Beto tenía un hijo que iba a ser una figura legendaria: el feroz Pipatón, que
lideró a los indios arayas como heredero de su madre. Dice el cronista que
todas estas tribus tenían frecuentes conflictos entre ellas, aunque no muy
duraderos. Sin embargo, se mantenían en perfecta y constante hermandad cuando
se trataba de atacar a los españoles: “Por estas amenazas, el año 1586 los
vecinos de la ciudad de Vélez escogieron para capitanear una tropa contra los
indios al Capitán Benito Franco, que, aunque solo tenía unos veinte años, era
muy respetado por los nativos en general, porque casi se había criado entre
ellos”. Al llegar al territorio de los indios yariguíes, Benito Franco consiguió,
mediante mensajes, que se le acercaran en son de paz, pero era consciente de
que, para que esa tranquilidad persistiera, había que establecer en la zona un
asiento para los españoles, y reedificó allí la despoblada ciudad de León,
poniéndole el nombre de Ciudad Franca de León. Hizo reparto de encomiendas, y
los indios se mantuvieron pacíficos durante tres años, al cabo de los cuales empezaron
a hartarse de los trabajos que tenían que hacer para los españoles, siendo los
más resentidos los de la tribu de los arayas: “Su principal cacique era
Martinillo a quien tenían gran veneración porque, además de ser hombre muy sensato y diestro en cosas de la guerra, mantenía constante
comunicación con el Demonio. Por este principio de alzamiento de Martinillo,
los españoles fueron tras él, que había huido en un caballo, pero le siguieron
el rastro y lo apresaron. Fue sometido a juicio, y, pareciéndole a Benito Franco
que con su muerte se aquietarían los indios de la zona (cosa que sucedió bien
al contrario), se le condenó a la horca. Cuando le sacaron para la ejecución,
acompañado de sus vasallos y de otros indios del territorio, estuvo hasta el último
momento de su vida pidiendo a los suyos la venganza de su muerte”. Martinillo
morirá, como veremos, enardeciendo a sus indios. La imagen muestra parte de un
extenso informe que hizo BENITO FRANCO el año 1606 sobre estas campañas.
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