(1534) El enamorado cacique Beto pidió a
otro cacique, Suamacá, permiso para casarse con su hija, Doña Francisca (sin
duda, bautizada), y se lo concedió. Pero el amor es caprichoso. Como era
casi una niña, quedaron de acuerdo ambos caciques en que siguiera en casa de
Juan Vizcaíno madurando junto a sus criadas españolas. Pero, pasado más de un
año, a principios de 1578, Doña Francisca y el indio Montecinos, criado de
Alonso Romero, sintieron una atracción mutua, y se veían muchas veces a solas.
Cuando llegó el día del casamiento acordado, el franciscano Pedro Ordóñez unió
a los dos prometidos en sagrado matrimonio. Y nos sigue contando Fray Pedro
Simón: “Tras la boda, Beto llevó a su esposa a su tierra, pero allí comprobó
que ya no era virgen, y fue tanta su alteración, que, con la conformidad de los
demás caciques, decidió que su mujer fuese azotada sin piedad, y que la
ultrajasen diez indios de los más asquerosos de sus vasallos”. También
decidieron devolver a Doña Francisca a su padre, Suamacá, el cual, cuando llegó
a su casa, reaccionó furiosamente, pero, por si su hija pudiera darle otra
explicación menos humillante, quiso saber la verdad. Para mayor enredo, a Doña
Francisca, como quería mucho a Montecinos, le pareció bien acusar del agravio
padecido al amo del indio, Alonso Romero. Para Suamacá fue un alivio creerla y,
al mismo tiempo, quiso vengarse del español. Entonces enardeció a los indios
yariguíes, y quedaron de acuerdo en matar a Alonso Romero y a quienes
estuvieran con él: “Y así lo hicieron,
pues, a principios del año 1579, yendo a la casa de Juan Vizcaíno, que
estaba ausente, encontraron en ella al amanecer a Alonso Romero, y le atacaron
con tanta furia, que le quitaron la vida rápidamente. Luego lo llevaron
arrastrando por el patio de la casa con mil ignominias, y mataron también a
otro español, a tres indios y a seis indias, e intentaron buscar a Montecinos,
aunque en vano, porque se había marchado. Nunca imaginó Doña Francisca que se produjeran
tan graves daños, y, como mujer mal instruida en la ley cristiana, sabiendo que
el indio Montecinos la había abandonado, decidió con rabia declararle a su
padre que fue Montecinos y no Romero el responsable de aquellas desgracias. Entonces
la reacción de Suamacá fue ir con una tropa de unos 300 indios persiguiendo el
rastro del indio Montecinos, que tuvo la habilidad de escabullirse, y el cacique
decidió regresar a su casa, donde le esperaba otra tragedia”. En imagen, tribus
de indios colombianos, entre ellas, subrayada, la de los yariguíes. Las más
civilizadas eran las de chibchas y muiscas, y allí se fundó Santa Fe de Bogotá.
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