miércoles, 11 de enero de 2023

(1925) El Rey terminó perdonando sus derroches al excepcional Gonzalo Jiménez de Quesada, y le concedió una nueva expedición a El Dorado, que, como todas, acabó en el desastre.

 

     (1525) GONZALO JIMÉNEZ DE QUESADA pasó un montón de años complicados y muy duros, porque Las Indias eran el horror, y, llegado a España, sintió que estaba en el Paraíso. Se le fue la cabeza y gastó lo suyo y lo que era de la Hacienda Pública: “Consumió la gran suma de dinero (el suyo y el del Rey, el cual ordenó su busca y captura) durante los doce años que transcurrieron hasta el 1551, en el que volvió a su ciudad de Santa Fe. Al regresar, halló todas las cosas trocadas, pues gobernaba ya, en todo el Nuevo Reino, la Real Audiencia, a lo cual se juntaba la poca renta que le daban los cargos concedidos por el Rey, pues sólo traía el de Mariscal y Regidor de Santa Fe (sin duda, un castigo del Monarca). Vivió con muchas deudas y pobreza hasta que, años después, que fue en 1568, le dio el Rey título de Adelantado de todo el Nuevo Reino de Ganada de por vida, con tres mil ducados de renta al año. Le concedió también Su Majestad que fuera al mando del gran ejército que partió para la conquista de los territorios de El Dorado, campaña que resultó desastrosa, como ya vimos. Cuando murió, muchos de sus derechos y bienes pasaron a sus herederos, que fueron Antonio de Berrio, su cuñado, y después su hijo, Fernando  de Berrio, por haber fallecido su padre estando preso en Argel. Era hombre que dominaba el Derecho, y escribió poco por sus ocupaciones, pero no le impidieron componer tres libros de las conquistas de este Reino, aunque no llegaron a ver la imprenta, y así han sido hasta ahora de ningún provecho (pero algunos  se publicaron después, entre ellos el muy importante Antijovio, una crítica, con gran acierto, al desprestigio con el que el italiano Paulo Jovio pretendía manchar el buen nombre de España). Escribió también, y quedaron de su mano, unos sermones de las festividades de Nuestra Señora, para que se predicaran los sábados de Cuaresma en la misa que ordenó se dijera en la capellanía de los conquistadores. GONZALO JIMÉNEZ DE QUESADA era hombre de buena estatura, buen rostro, grave, amable con todos y de muy buena complexión, pues llegó a vivir más de ochenta años (parece confirmado que fueron setenta), hasta que el de mil quinientos setenta y nueve pasó de esta vida en la ciudad de Mariquita, donde estuvo depositado su cuerpo hasta mil quinientos noventa y nueve, siendo trasladados sus huesos por el Dean Don Lope de Clavijo, su albacea, a esta ciudad de Santafé, en cuya Iglesia Catedral lo enterraron junto al Altar Mayor, sobre las últimas gradas. No dejó hijos legítimos, pues nunca se casó”. Por ello pensé que sería homosexual, pero ya vimos que no era el caso. Mea culpa.




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