(1525) GONZALO JIMÉNEZ DE QUESADA pasó un
montón de años complicados y muy duros, porque Las Indias eran el horror, y, llegado
a España, sintió que estaba en el Paraíso. Se le fue la cabeza y gastó lo suyo
y lo que era de la Hacienda Pública: “Consumió la gran suma de dinero (el suyo
y el del Rey, el cual ordenó su busca y captura) durante los doce años que
transcurrieron hasta el 1551, en el que volvió a su ciudad de Santa Fe. Al
regresar, halló todas las cosas trocadas, pues gobernaba ya, en todo el Nuevo Reino,
la Real Audiencia, a lo cual se juntaba la poca renta que le daban los cargos
concedidos por el Rey, pues sólo traía el de Mariscal y Regidor de Santa Fe (sin
duda, un castigo del Monarca). Vivió con muchas deudas y pobreza hasta que,
años después, que fue en 1568, le dio el Rey título de Adelantado de todo el
Nuevo Reino de Ganada de por vida, con tres mil ducados de renta al año. Le
concedió también Su Majestad que fuera al mando del gran ejército que partió
para la conquista de los territorios de El Dorado, campaña que resultó
desastrosa, como ya vimos. Cuando murió, muchos de sus derechos y bienes
pasaron a sus herederos, que fueron Antonio de Berrio, su cuñado, y después su
hijo, Fernando de Berrio, por haber fallecido
su padre estando preso en Argel. Era hombre que dominaba el Derecho, y escribió
poco por sus ocupaciones, pero no le impidieron componer tres libros de las
conquistas de este Reino, aunque no llegaron a ver la imprenta, y así han sido hasta
ahora de ningún provecho (pero algunos
se publicaron después, entre ellos el muy importante Antijovio, una
crítica, con gran acierto, al desprestigio con el que el italiano Paulo Jovio
pretendía manchar el buen nombre de España). Escribió también, y quedaron
de su mano, unos sermones de las festividades de Nuestra Señora, para que se
predicaran los sábados de Cuaresma en la misa que ordenó se dijera en la
capellanía de los conquistadores. GONZALO JIMÉNEZ DE QUESADA era hombre de
buena estatura, buen rostro, grave, amable con todos y de muy buena complexión,
pues llegó a vivir más de ochenta años (parece confirmado que fueron setenta),
hasta que el de mil quinientos setenta y nueve pasó de esta vida en la ciudad
de Mariquita, donde estuvo depositado su cuerpo hasta mil quinientos noventa y
nueve, siendo trasladados sus huesos por el Dean Don Lope de Clavijo, su
albacea, a esta ciudad de Santafé, en cuya Iglesia Catedral lo enterraron junto
al Altar Mayor, sobre las últimas gradas. No dejó hijos legítimos, pues nunca se
casó”. Por ello pensé que sería homosexual, pero ya vimos que no era el caso.
Mea culpa.
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