lunes, 23 de enero de 2023

(1935) La india infiel apareció muerta, y hubo gran riesgo de peleas entre los indios yariguíes. Casualmente, surgió otro serio conflicto porque un cacique yarigui se negaba a que su hija fuera criada de españoles.

 

     (1535) Como una bola de nieve que se convirtiera en una terrible avalancha, el drama de los amores de la india Doña Francisca con el cacique Montecinos va a ser la causa de otras rebeliones de indígenas: “Cuando regresó a su casa el cacique Suamacá, encontró muerta a su hija Doña Francisca. Algunos creyeron que murió de pena por la huida de Montecinos, pero se tuvo por más cierto que el cacique Beto la envenenó secretamente, por parecerle que no estaba del todo vengada la injuria que le había hecho su prometida”. Por su parte, Suamacá, que había matado a varios españoles, se mantuvo retirado con su tribu de yariguíes durante más de un año para vivir protegido de su venganza, e incluso se alió con otras tribus. Pero esto también le inquietó al cacique Beto, temiendo que Suamacá tratara de castigarle a él por la muerte de su hija. El miedo le llevó a Beto a aliarse también con otras tribus. En la ciudad de Vélez le pidieron al capitán Benito Franco que se encargara de aplacar a las tribus rebeldes. En su salida, reedificó la ciudad de León, pero no se tomó en serio efectuar un castigo sobre los indios rebelados. Tampoco los caciques Suamacá y Beto se atrevieron a enfrentarse entre ellos. Incluso Suamacá decidió pedirle perdón a Juan Vizcaíno por los graves daños que había hecho contra los españoles, y, curiosamente, se lo concedió a él y al cacique Beto, protagonistas principales de los males que ocurrieron a raíz del trágico romance de Doña Francisca: “Esta paz duró unos años, pero, en 1583, se repitió otro drama parecido, con una rebelión de los indios que aún no se ha aplacado. Todo empezó porque un tal Juan Fernández de León, encomendero de indios yariguíes, quiso llevar a su casa, para que sirviera a su mujer y fuera mejor adoctrinada en las cosas de la fe, a una hija de un indio principal al que llamaban el Caciquillo. Fue con el encargo un mayordomo llamado Juan García, y el Caciquillo, sintiendo mucha pena, le ofreció, a cambio de su hija, a seis indias. Pero el mayordomo no lo aceptó de ninguna manera, y  se pusieron todos en camino hacia la casa de  Juan Fernández. Cuando, tras un descanso, se levantaba Juan García de la cama, el Caciquilllo le dio con una macana un golpe tan fuerte en la cabeza, que cayó muerto, e hizo otro tanto con los indios amigos que acompañaban al mayordomo”. Luego el Caciquillo, regresó a su tierra, pero solamente para huir a otra en la que se sentía seguro, y, desde allí, se dedicó habitualmente a hacer la vida imposible a los españoles que tenía más cercanos. Siguió así durante tres años, hasta que murió, pero ya había encendido la hoguera de una rebelión general de los indios.




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