jueves, 31 de diciembre de 2015

(130) - Hello, baby: por allí asoma otra vez el infatigable Álvar Núñez Cabeza de Vaca, recién nombrado gobernador del Río de la Plata.
     - Así es, daddy; caminando pasito a pasito desde la costa brasileña hasta Asunción: pan comido para él tras su peripecia pedestre en Florida. Lo que no sabía es que se iba a meter en un conflictivo avispero en  el que imperaba la ley del más agresivo, Domingo Martínez de Irala, hombre de gran valía pero despiadado, que estaba provisionalmente al mando del territorio. Álvar, con el prestigio de su hazaña por el Far West  y de sus muchos saberes, había obtenido el honroso nombramiento en 1540, con solo 40 años. La cosa comenzó bien: en el “paseíto”, descubrió las impresionantes  cataratas de Iguazú (inolvidable música la que tocaba al oboe Jeremy Irons con esa vista en la película “La misión”), y, con su insuperable conocimiento de los nativos de Indias, pacificó en un pispás  a una belicosa tribu. Pero los españoles de Asunción eran otra cosa. Pisó sus calles en 1542, y tras los recelosos saludos, quedó claro que sus maneras no estaban hechas para el desmadre de aquel perdido lugar, donde, si la violencia era cosa habitual, la moral resultaba risible: debido a la habitual poligamia,  lo conocían como “el paraíso de Mahoma”. Cabeza de Vaca era puritano, amigo de los nativos, honrado… ¡y terco! La mayoría se volvió contra él; hasta unos frailes a los que había reprochado sus pendoneos se le encabritaron, y Martínez de Irala se puso al frente de las protestones, que le venían de cine para recuperar el poder que había ejercido. Fueron muy pocos los que le apoyaron a Álvar, entre ellos Juan Salazar de Espinosa, inevitablemente de forma cautelosa porque peligraban las cabezas. Irala y los suyos lo tuvieron fácil, y “el terco” fue encerrado en la cárcel, con malos tratos y al borde de la muerte. No llegaron a ejecutarle porque todos eran conscientes de que la justicia real, aunque perdida en la lejanía, tenía el brazo muy largo. Así que, pasado un año, lo metieron en un barco junto a su defensor, Salazar, en calidad de presos y con graves acusaciones para que los condenaran en la corte. Iba encargado de su vigilancia un tal Alonso de Cabrera, que se medio trastornó, y no solamente les soltó los grilletes, sino que, al llegar a Sevilla mató a su mujer. Habría mucho que contar también sobre los numerosos casos de demencia  entre aquellos hombres al límite del aguante humano. Termina la faena, caro Sancio, tú que conocías bien aquel percal.
     - Solo Álvar tuvo algún problema. Lo desterraron, pero  pronto le dieron un destino ideal para sus condiciones: juez en Sevilla. Juan de Salazar volvió a Indias con  mujeres casaderas  en un intento de poner fin al “Paraíso de Mahoma” (lo veremos). Arrivederci, caro.


     Los españoles no solo arrasaban, sino que también construían, y tenían ojo clínico para escoger lugares apropiados y estratégicos en los que fundar poblaciones con un diseño futurista. No se olvidaban de nada, ni de la vida ni de la muerte: ayuntamiento, iglesia, parcelaciones y trazado de calles, y, también, cómo no, cárcel, picota y horca. El caso era que naciera el retoño, que luego ya crecería solo, hasta mostrarse robusto como esta Asunción a la orilla del río Paraguay, donde brilla luminosa la residencia presidencial.


miércoles, 30 de diciembre de 2015

(129) - Bonne nuit, mon doux trovateur. Anoche brindamos por la memoria de Pedro de Mendoza, aristócrata sin ventura, pero glorioso primer fundador de Buenos Aires. Sigamos sacando pintorescos personajes del arcón de los héroes. Lo de Indias es inagotable.
     - Bienvenu, mon cher ectoplasme. Fuimos moderados: solo una copita. Es preciso mencionar a un ilustre poco conocido: Alejo García, un portugués que iba en la expedición en que los indios del Plata se zamparon (literalmente) a Solís y otros compañeros suyos. Hay que darle a Alejo varios méritos: con solo cuatro españoles, se convirtió en el líder de un numeroso grupo de indígenas; hacia 1521, fue el primero que subió por el río Paraguay (buscando oro y plata), y parece ser que alcanzó, por el sur y casi diez años antes que Pizarro,  el territorio inca. Volvía rico al estuario del Plata y lo perdió todo, vida incluida, a manos de otra tribu. Nuestro llorado Pedro de Mendoza, años más tarde, envió un grupo de españoles por la misma ruta y con el mismo objetivo. Al frente iba otro memorable capitán, Juan de Ayolas, natural de Briviesca, asistido por un personaje no menos “sabroso”: Domingo Martínez de Irala, nacido en Vergara. En su avanzada, fundaron un puerto con el nombre de Candelaria. Ayolas siguió río arriba; Irala se quedó con orden de esperarle, pero, ante su larga ausencia, se dio la vuelta. Dos años después se enteraría de que Ayolas había vuelto por refuerzos, vio que no había ná de ná y siguió descendiendo el río hasta que (la eterna historia) los indios acabaron con todos. Mendoza entretanto, corroído por la sífilis, decidió volver a España, nombró como sucesor, suponiéndolo vivo, a Ayolas,  y mandó a  Juan Salazar de Espinosa (todos firmes, please, ante este otro “fuera de serie”) que partiera en busca del desaparecido capitán. Con el tiempo, Martínez de Irala terminaría por ser el gobernador de la zona (ya veremos cómo). Juan Salazar, nacido el año 1508 en Espinosa de los Monteros, partió tras el rastro de Ayolas, pero solo encontró a Irala, que venía de vuelta. Fue en esas circunstancias cuando el ilustre Juan fundó Asunción, en una orilla del río Paraguay, un glorioso 15 de agosto del año 1537 (día de esa advocación mariana), que es la verdadera fecha histórica del hecho, aunque Irala le diera una consistencia mayor como ciudad central el año 1541. Volveremos a hablar de sus “fazañas”, porque ahora nos está pidiendo la vez para la tertulia de mañana uno más de los que entran pocos en docena: el incansable correcaminos, de supervivencia gatuna y grandes dotes como cronista, Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Adieu, Sanchó.
     - Mamma mía: lo has soltado de un tirón y sin despeinarte. Dorme bien, mon tendre copin.





     Qué gusto da cuando las estatuas se ponen donde corresponde. Los paraguayos han plantado en Asunción, ante ese lucido edificio oficial de la República del Paraguay, la gallarda figura de su fundador, JUAN DE SALAZAR Y ESPINOSA (fíxense vuesas mercedes en la graphía que le han puesto a su apellido, tan similar a la del eximio philósopho y exselente persona Baruch Spinoza que es cosa de creer que su familia xudía tenía la mesma prosedensia).




martes, 29 de diciembre de 2015

(128) - No juzgues, hijo mío, y no serás juzgado (al menos por ti mismo). Es cierto que los poderosos tienen  privilegios, pero poco descanso. A Pedro de Mendoza, la grandeza de su linaje le exigió perseguir la gloria a cualquier precio, incluso el de su fortuna personal: Carlos V le llenó de honores a cambio de partir hacia el río de la Plata al mando de una expedición, arriesgar su vida y correr con todos los gastos.
     - Así es, sabio doctor. Incluso la gran ciudad argentina, Mendoza, no le recuerda a él, sino a un pariente suyo (y de tu arzobispo), García Hurtado de Mendoza, que ordenó fundarla en 1561.
     - ¿Te imaginas, pequeñín, lo que fue la salida de aquella armada en  1534? El penacho de Pedro flameando como otra bandera sobre su orgullosa cabeza, en la proa de la capitana, la vista fija  hacia el  rioplatense suroeste, seguido de 15 naos, donde hormigueaban ¡más de 1.500 hombres!, entre los que estaban tipos tan correosos como Ayolas, Martínez de Irala y Salazar de Espinosa, de quienes pronto hablaremos. ¡Qué derroche de dinero! Como viejo tesorero de la Casa de la Contratación de Sevilla, pensarlo me da sudores.
     - No sufras, daddy: Pedro ya se había hecho rico en las campañas de Italia, donde seguro que conoció a Jiménez de Quesada, el fundador de Bogotá. Esta expedición era vital, no solo para explorar y conquistar, sino también para cortar de raíz las aspiraciones de los portugueses en aquella zona. Durante el viaje, se ejecutó a un hombre al parecer afable, Juan de Osorio, acusado de conspirador por Ayolas y Salazar. Y poco después de llegar al río de la Plata, fue cuando Mendoza efectuó esa primera fundación de Buenos Aires, que no se consolidó por el acoso de los irascibles nativos: mataron a muchos soldados, entre ellos al capitán Cepeda, hermano de Sta. Teresa. Se trasladaron al fuerte de Caboto y allí el ataque fue del hambre: otros 200 muertos.
- La rueda de la fortuna sube y baja, mon petit. También Mendoza soñó con fabulosas minas, y le mandó al burgalés Juan de Ayolas al frente de un grupo de desventurados en pos de la Sierra de la Plata, con el humillante encargo de llegar hasta donde Pizarro y ofrecerle la venta de sus licencias de exploración porque estaba arruinado. Pasó algún tiempo, y una sífilis viajera (en un cuerpo español fue a Europa, y en el de Mendoza volvía a Indias) se le fue agravando al otrora poderoso e ilusionado aristócrata, perdió toda esperanza y decidió regresar a España. Para mayor abatimiento, le remordía la conciencia por la ejecución de Juan de Osorio, preparó una copia del proceso previo que se le hizo al desdichado, para hacer frente a las explicaciones que le iban a pedir en  la Corte, y se embarcó. Seguro que, cuando durante el viaje vino a visitarle la muerte, no puso pegas, sino que, harto de padecimientos, partió con ella sonriendo filosóficamente. Su ilusión había durado 3 años. Brindemos por él.
     - Y por todos aquellos gloriosos perdedores: la mayoría de los temerarios “locos de Las Indias”. Pero solo con una copita, my dear. Bye, bye.



     Ya ves,  my bosom friend. Sabíamos que Pedro de Mendoza fue un ilustre perdedor,  que su aventura indiana solo duró tres años, que su fundación de Buenos Aires no prosperó de inmediato ni la pudo ver consolidada,  y que incluso murió en el viaje de vuelta. Pero, a su manera, fue grande. ¿Qué más decir de él? Afortunadamente, ya lo han hecho los bonaerenses con una sola frase maravillosa. Ese precioso monumento le recuerda en el cuarto centenario de la fundación de la ciudad. Y debajo pone (que Dios los bendiga) el verdadero elogio que se merece: “Buenos Aires es su inmortalidad”.


lunes, 28 de diciembre de 2015

(127) - Hola, compañero de fatigas. Vaya colocón el de anoche: estaba nublado y no paramos de ver estrellas fugaces. ¿Sería el coñac?
     - O esos extraños puros que trajiste, dear ectoplasma. Una pasada.
     - Pero fue bonito mientras duró. Hemos de repetirlo. Prosigamos.
     - Okay, jefe. ¿Te parece que volvamos al inmenso río de la Plata?
     - Guay del Paraguay: nos habíamos pasado de largo esa estación, que, por lo apartada, fue turbulenta, como “Dodge ciudad sin ley”.
     - Muy bien, patrón: de forma breve, y sin prisa pero sin pausa, subiremos río arriba, que por ahí se tejió su historia. Te doy la vez.
     - Gracias, respetuoso doncel, no pareces de estos groseros tiempos. El primero que se internó por el río de la Plata fue “mi” piloto mayor de la Casa de la Contratación Juan Díaz de Solís, inquieto andaluz. Y digo verdad, que ahora no estoy fumado ni bebido: estos cuatro gloriosos pilotos, Yáñez Pinzón, Juan de la Cosa, Vespucio y Solís,  estuvieron bajo mis órdenes. Como grandes geógrafos, soñaron con encontrar un paso marítimo hacia el inmenso océano que descubrió Balboa. Todos fracasaron. Solís anduvo cerca de la solución del enigma, pero le tentó explorar hacia el interior del río de la Plata y le costó la vida. Él y varios españoles sirvieron de banquete a los indios, que solamente perdonaron a uno por ser adolescente, Francisco Puerto. Cuando, años después, llegó por allí otra expedición al mando de Caboto, lo rescataron  pero no pudo adaptarse, y, hecho un lío, se volvió a la tribu. Qué novelón la vida de cada uno de los españoles que acabó viviendo con los nativos.
     - Y tú, ilustre menés, tras cada fracaso tenías que organizar otra armada que recogiese la antorcha. Así lo hiciste tres años después de la muerte de Solís preparando la buena y definitiva, la de Magallanes, que fue a lo suyo, encontrar el paso hacia el Pacífico, quedando el río de la Plata para que Caboto se internara por él y fundara el fuerte que se menciona en la GRAN RUTA MATIENZO. Pero el medio apendejado Francisco Puerto había segurado que, según le contaban sus amigos indios,  aguas arriba había tierras con ricas minas, y se consolidó el casi  mito de la Sierra de la Plata. Casi mito porque esa riqueza minera sí existía, aunque allá, muy a lo lejos, en la demarcación del pronto naciente virreinato de Perú. Y después, como la fe mueve montañas, sobre todo si un prodigioso analfabeto como Pizarro acaba de conquistar un imperio, salieron más naves hacia la zona del Plata bajo el mando de Pedro de Mendoza. Bye, my reverend.
     - Así es: otro ilustre pariente de mi arzobispo Mendoza. To see you.



     Desde que Solís llegó a la desembocadura del Plata, este río llevó su nombre durante casi 20 años: Río Solís. Luego el mítico rumor de que por allí se iba a una fabulosa zona minera lo rebautizó. Y hasta el gran país costero será ya para siempre “Argentina”. Por ese cauce subieron con ojos avariciosos los españoles hacia el norte, evitando las tierras brasileñas (demarcación portuguesa), navegando el casquivano Paraná, “que besa la playa y se va”, llegando al río Paraguay y fundando  la ribereña Asunción en lo que casi parecía el fin del mundo.


domingo, 27 de diciembre de 2015

(126) - ¿Quiubo, cuate? Venga, rápido: copia resumida el acta de la fundación de Buenos Aires. Hacían bien las cosas aquellos “brutos”.
     - Pos como usted diga, patrón, aunque cada recorte le quita gracia:En el nombre de la Santísima Trinidad y de la gloriosísima Virgen Santa María, su madre, y de todos los santos, yo Juan García Garay, teniente de Gobernador y Capitán General en estas provincias del Río de la Plata: digo que,  en nombre del Rey don Felipe, nuestro señor, hoy sábado, día del señor San Bernabé, once días del mes de junio del año del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo de mil y quinientos ochenta años, estando en este puerto de Santa María de Buenos Ayres, que es en la provincia del Río de la Plata, intitulada la Nueva Vizcaya, fundo en el dicho asiento e puerto una ciudad, la cual pueblo con los soldados y gente que al presente tengo, la yglesia de la cual pongo su advocacion de la Santísima Trinidad, y la dicha ciudad mando se intitule la ciudad de la Trinidad.  E porque conforme a derecho en las tales ciudades, allende de los gobernadores y justicias mayores, ha de haber alcaldes ordinarios para que hagan y administren justicia, y regidores para el gobierno y otros oficiales, y a mí como justicia mayor me compete el derecho de elegirlos; por tanto, acatando las calidades, habilidad y cristiandad de vos, Pedro Ortiz de Zárate, y de vos,  Gonzalo Martel de Guzman, vos señalo y nombro por tales alcaldes ordinarios; y ansimesmo, a vos Pedro de Quirós y Diego de Lavarrieta y Antonio Bermúdez y Luis Gaitán y Rodrigo de Ibarrola y Alonso de Escobar por Regidores desta dicha ciudad, a los cuales doy entero poder para que usen sus oficios conforme a las leyes y pragmáticas,  en tal manera que su majestad sea servido y esta ciudad y vecinos y conquistadores estantes e habitantes sean tenidos en justicia. E hago esta escritura ante el presente escribano y   testigos,  que fecho en el dicho dia mes y año susodicho: testigos, Antonio Tomás y Antón Higueral y Pedro Hernández y otras muchas personas e pobladores que estaban presentes. Con señalamiento de que si se hallare otro lugar que mejor sea, se pueda mudar esta dicha ciudad al tal sitio, con acuerdo de los Alcaldes y Regidores que en aquella sazón hubiese en esta dicha ciudad, y así lo dijo y declaró y mandó. Testigos, los dichos. Juan de Garay. Pedro de Jerez, Escribano público y de gobernación”. Habría mucho que comentar, pero digamos solo algo: el ilustre personaje se nos presenta como Juan “García” Garay; la zona la llamó Nueva Vizcaya su tío, el orduñés Juan Ortiz de Zárate;  la ciudad se fundó con el nombre de Trinidad, desplazado luego por el del puerto, Buenos Aires; es curioso el diferente estatus entre vecinos y “conquistadores”; el prudente Juan no garantizaba la permanencia de su fundación, que, sin embargo, resultó ser la semillita de una secuoya. Adío, caro Sancio.
     - Espera, amado hijo; sigamos en el balcón: tú y yo contemplando las lindas estrellas fugaces. Y saca ese coñac digno de reyes para celebrar el gran hito del nacimiento de Buenos Aires.


      Hace ya tiempo que la Diputación de Burgos puso este minimonumento del gran Juan de Garay en Villalba de Losa (Burgos). La miniplaca blanquecina fue un  regalo del Centro Burgalés de Buenos Aires con fecha de 1917. También pequeña, pero sin embargo digna y claramente afirmativa de la naturaleza burgalesa del fundador de Buenos Aires, es la lápida de bronce colocada en la iglesia del perdido  lugar por un representante de la República Argentina, nada menos que en 1892 (a duras penas encontraría el pueblo). 



sábado, 26 de diciembre de 2015

(125) - Bonne nuit, mon prodige des lettres universelles. A rey muerto, rey puesto: Juan de Garay triunfó donde fracasó su tío, Ortiz de Zárate.
     - Bienvenu, mon protecteur. Tendrán que repartirse la gloria de su origen Orduña y Villalba de Losa, no habiendo duda de que en este pueblo pasó su infancia. El apellido Garay se lo dio su padrastro.
     - Así es, santo varón; el de su difunto padre era Ochandiano, como el marido de mi sobrina Catalina: sí, aquel que fue a recibir a Sebastián Elcano cuando llegó a Sanlúcar. Prosiga  vuesa mersed.
     -  Gustosamente, reverendo. La vida de cualquier españolito de Indias era una novela: la de sus líderes, un culebrón; ni durmiendo descansaban. Juan nació en 1528, y con solo 16 años dejó atrás España “para nunca más volver”. Llegó a Perú y no tardó mucho en tener su bautismo de armas: era un momento en el que las luchas banderizas se daban constantemente (la maldición de los Pizarro). Por sensatez o por lealtad, Juan siempre estuvo del lado oficial, apostando por el rey. El que le cortó la cabeza a Gonzalo Pizarro, el virrey Pedro de la Gasca, supo agradecer los servicios del capitancito Juan de Garay dándole  un puesto de relieve en las primeras expediciones hacia Charcas. Tuvo un hijo con una seductora pocahontas, al que reconoció, y  que, al casarse,  fue bien recibido por su mujer, Isabel Becerra, integrándolo en su rebañito de seis críos. El feliz casado recibió el encargo de fundar Santa Fe, como refuerzo de Asunción: dicho y hecho. Su tío Juan Ortiz de Zárate le llevó a su lado cuando, en lugar de refundar Buenos Aires, decidió establecer otra población con nombre y destino poco afortunados: Zaratina; duró un suspiro, arrasada por los indios. Su tío murió, y Garay, tras algunos obstáculos rocambolescos con el yerno del difunto, fue nombrado Gobernador del Río de la Plata y del Paraguay, dando así el pelotazo de su vida, pero con resultados muy brillantes: fundó Buenos Aires un glorioso 11 de junio de 1580.
     -Bien dicho, ilustre cronista. Y que nadie olvide  que este feliz acontecimiento fue consecuencia de las cartas que Juan de Matienzo le mandó al rey. À demain.
     - Añadamos que Garay murió luchando con los indios en 1583. Bon voyage a Quántix, doux Sanchó.


     Esta es la solemne estatua de Juan de Garay, colocada frente a la Casa Rosada, el sitio más chic de Buenos Aires. Pero hay un detalle que no es baladí: tiene detrás un crecido retoño del Árbol de Guernica, para gloria de las instituciones vascas y olvido de un humilde pueblito burgalés: Villalba de Losa. Aunque nos riamos de los refranes, suelen dar en el clavo: “El pez grande se come al chico”.


jueves, 24 de diciembre de 2015

(124) - Buona notte, dolce poverello; menos mal que me calma el santo de Asís, porque me gustaría liarme a hisopazos y excomuniones viéndole a Juan de Matienzo suplicando por su libro. Y a ti, pajarito.
     - Siempre nos quedará el té con pastas, arrabbiato dottore. Tu “primo” le escribe al rey en 1567 diciéndole humildemente que seguirá mandándole cartas sobre cosas de provecho hasta que se lo prohíba (nunca le contestaban). Lo resumo: “Acordé hacer un libro, que intitulo ‘Gobierno del Perú’, sobre asuntos de indios y de españoles, todo enderezado a que un tan próspero reino como este, que tan inquieto ha sido hasta aquí y tantas alteraciones ha habido en él, se conserve en perpetua paz y los indios alcancen la libertad que V. M. desea y manda que tengan, y para que tengan haciendas propias, y no estén tiranizados como ahora lo están de sus caciques, ni les puedan engañar sus encomenderos, ni perpetuamente los carguen. Quisiera tener más autoridad y crédito para las cosas que en esta obra trato, no para mi provecho, sino para que a todos viniera el que les deseo. Quiera la divina bondad de Dios poner a V. M. en su corazón que lo mande leer y cumplirlo con toda brevedad. Va escrito en castellano por que mejor gocen todos dél, y acotado con filósofos, teólogos y muy grandes autores, dirigido a V. M. para que sea defendido de las personas que con envidia o malicia le quisieren contradecir. Asimesmo he compuesto otro libro que intitulo ‘Estilo de Chancillería’, escrito en romance y la glosa en latín, sobre muchas cuestiones prácticas que cada día ocurren en las chancillerías. Y porque me ha costado mucho trabajo y creo que serán de harto fruto, deseo que se impriman, aunque, con mi pobreza y multitud de hijos, no sé si lo podré hacer a mi costa. Suplico se me dé licencia para los poder imprimir, con privilegio por 15 o 20 años de que nadie los imprima sin mi consentimiento. Concedérmelo será añadirme fuerzas y darme alas para que prosiga otras obras ya comenzadas y las saque a la luz”.
     - Se me saltan las lágrimas, biógrafo mío, al ver a semejante lumbrera mendigando unas migajas.
     - Se diría que los poderosos suelen ser mezquinos y miopes. Terminemos, reverendo: “Las novedades que hay en esta tierra y alzamiento de indios comarcanos, y prisiones de gobernadores, y poco castigo, lo comunicará esta audiencia. No lo escribo aquí, y, por no ser más prolijo, solo suplico a V. M. nos venga a tomar cuenta alguna persona de calidad y confianza con toda brevedad, como por otras cartas lo tengo suplicado”. Lo que nos muestra que  seguía aún muy complicada y peligrosa la vida en todo el virreinato peruano, y Juan resistiendo como Don Quijote. Ciao, caro abate.
     - Pero dichoso él: es mejor aguantar a los tontos que serlo. Y como pienso nombrarte caballero, escojo este lema para tu escudo: “MELIUS SUPPORTARE STULTOS QUAM ID ESSE”. Sayonara, baby.



     Juguemos con las palabras, my dear. ULTRAMAR: más allá del mar, del océano. Los productos ultramarinos que llegaban a Buenos Aires atravesando el continente por la GRAN RUTA MATIENZO se traían a España. Los negocios donde se vendían al detalle en todos los rincones de nuestro país empezaron a llamarse “tiendas de ultramarinos”, y siguieron con ese nombre casi hasta hoy. Tu padre (también indiano) fue el tendero que mejor atendió a las amas de casa de Bilbao (de ahí te viene el ramalazo). Y tú el mejor historiador ultramarino del mundo. Te he traído un regalito para que lo pongas en el balcón: el letrero de la casa tienda en la que abriste los ojos. ¡Vale, vale, lloroncico!: ven a mojarme los hombros.


miércoles, 23 de diciembre de 2015

(123) - My dear secretary. Gracias a ti tengo otra vez casa en Mena. Hagamos la tertulia en el balcón, que la noche está poética.
     - Con café y pastas,  y para su insomne merced bien cargado. Escuchemos a Juan de Matienzo hablando de su proyectada ruta: “Podrá V. M., siendo servido, enviar de España para este efecto quinientos hombres, que no faltaría en qué emplearlos para que todos ganasen de comer y fuesen ricos. Y los más habrían de ser mercaderes y labradores. Pocos caballeros, porque estos no suelen aplicarse a tratos ni a labranzas, sino a andarse holgando y jugando, y haciendo otras cosas de poco provecho, en mucho daño e inquietud de los que están pacíficos. Y piensan que es poco todo el Pirú para cualquiera dellos. Y aunque todavía son menester algunos, así para la guerra como para defender la tierra que poblaren, han de ser pocos y muy conocidos. Y no sé a quién mejor se pudiese  esto encargar que al dicho capitán Juan Ortiz de Zárate; muy buen capitán, venturoso y celoso del servicio de V. M., y al que quieren mucho los indios. Y los conoce y entiende mejor que nadie cómo se han de tratar. Si V. M. me quisiere mandar algo desto, lo haré con el cuidado y diligencia que soy obligado, aventurando  mi persona a cualquier riesgo y peligro. La navegación a España es muy breve y buena porque no se ve tierra hasta las terceras islas del rey de Portugal (las Azores), o, si quieren, hasta Sanlúcar. Las naos irían seguras de corsarios, porque, como no lleguen a tierra, están sin peligro, porque los corsarios no andan por alta mar a robar, sino cerca de los puertos (curioso detalle)”. Especifica también que la vuelta se haría tocando puertos portugueses de Brasil. Sigue con la historia, daddy.
     - Allá va, en píldoras: el rey quedó seducido por la estrategia de Matienzo y, además de ponerla en marcha, aceptó de plano los elogios dedicados a Ortiz de Zárate, a quien le encargó “el trabajito”. Era un hombre de gran prestigio y muy rico, nacido en Orduña y (todo queda en casa) tío de Juan de Garay. Pero cometió un error garrafal. Llegó con una expedición muy mermada por las bajas al río de la Plata en 1573 (le puso a la zona el nombre de Nueva Vizcaya), y, contra el criterio de Matienzo y de los veteranos, en vez de refundar Buenos Aires, estableció en un mal lugar del estuario un poblado al que llamó (con poco gusto) Zaratina,  y que duró menos que una huella a la orillita del mar. Este fracaso le daría la gran oportunidad a  su sobrino Juan de Garay, que cumplió el sueño de Matienzo fundando esa ciudad de tan venturoso futuro. Ortíz de Zárate murió en Asunción el año 1577, dejando una enorme fortuna a su hija mestiza Juana; como varios españoles de la zona, se había casado con una princesa inca. Mi “primo” Juan de Matienzo, con todo derecho,  quiere seguir contándonos cosas. Sayonara, baby.
     - Le veremos como estamos nosotros: mendigando ayuda para el éxito de un libro. Bye, dear priest.




     Durante muchos años, las rutas de navegación iban a España y volvían como indica este mapa. Mi “primo” Juan de Matienzo les hizo comprender a aquellos hombres de acción, poco dados a pensar, que había un fabuloso atajo; lo diseñó, lo corrigió y se lo explicó al rey como si fuera uno de sus alumnos. Era tan evidente el acierto que lo hicieron realidad, y fue un “chollo” para todos. Pero nadie le premió: ni una estatua, ni un recuerdo, ni una merced. Ya se sabe: los hombres de acción, a lo suyo. Honor y gloria a la ¡GRAN RUTA MATIENZO!


martes, 22 de diciembre de 2015

(122) - Te traigo un regalito, dulce trovador. Juan de Matienzo, emocionado, se ha retirado sollozando,  y después me ha traído para ti una preciosa cajita llena de sus cuánticas lágrimas.
     - Me derrito, daddy. Estas tertulias son deliciosas, aunque sean casi solitarias, como las del Maestro con sus apóstoles.
     - Pues sigamos con ese merecido homenaje a mi “primo” que nadie más le hará. Y recorta poco, que tenemos tiempo de sobra.
     - Okay. El gran Matienzo va añadiendo argumentos  a favor de su proyecto. No era fácil convencer al ‘seco’ Felipe II: “La venida de España a Buenos Aires es también breve y gentil navegación”. Repite detalles de la  ruta, pero en sentido inverso. Habría que establecer una población de españoles en Esteco (Tucumán): “Y de allí a esta ciudad (zona de Charcas) se podrá venir en mulas o caballos o carneros de la tierra (llamas). Y también desde Esteco a Jujuri, y de allí, al puerto de Atacama, en la Mar del Sur (Pacífico). Y desde allí se podría proveer Chile, y (hacia el norte) Arequipa y Lima y Trujillo y Quito, todo por mar (indica en cuántos días cada tramo). Desde Arequipa podríase proveer también el pueblo nuevo de la Paz y el Cuzco. O, si quisieren, se podrían proveer de Potosí, adonde envían sus carneros con coca y suelen volver vacíos. Se podría hacer en breve (la ruta), pero no se hará si no se lo confía V. M. a uno solo, sin que la Audiencia le pueda ir a la mano. Y me parece que podría ser de esta manera. Que se enviase de España un capitán con 500 hombres que poblasen Buenos Aires, y a este mismo se le podría dar la gobernación del Río de la Plata”. Dice que es necesario poblar la fortaleza de Gaboto, quedando, juntamente con Tucumán, sujeto a la audiencia de Charcas, más otros pueblos nuevos en la misma zona “lo cual yo he escrito al gobernador Aguirre que haga, y él creo los hará si no le falta gente (en los lugares de Esteco, Comechincones y Calchaqui). Y podría haber otro camino más breve por el río Bermejo, que sale al río de la Plata, o, por ventura, a la laguna de Quiloasas (se desconocía si desaguaba allí), lo que sería más excelente y más cercana navegación a esta tierra. Los muchos y grandes provechos que se seguirán deste puerto (Buenos Aires), además de lo que tengo dicho, dirá a V. M. el capitán Juan Ortiz de Zárate, portador desta carta, a quien puede V. M. dar crédito cerca desto, por ser tan antiguo en la tierra y que tanto ha servido a V. M. en este reino, como es notorio”. Continuará, daddy.
     - No se nos olvidará tampoco hacer una pequeña reseña de ese Juan Ortiz de Zárate, otro ilustre que, aunque no de primerísima fila, dejaría en ridículo a los figurones metrosexuales y posturitas que arrasan ahora. ¿Te lo imaginas depilándose? Bye, bye, good son.



     ¡Qué gran ciudad Buenos Aires! Toda la gloria de su fundación se la ha llevado Juan de Garay, y se lo merece. Pero el que sembró la semilla de esa urbe colosal, el que le hizo comprender al rey que era necesario mimarla, sembrarla y cuidarla hasta que arraigara con fuerza y creciera invulnerable y poderosa, fue mi pariente Juan de Matienzo. E díganme vuesas mercedes (dita sea): ¿cuántos cristianos cosnosen estas dos humildes cartas que revolusionaron, mexorándolas, todas las comucasiones con Indias, e hisieron brotar de la nada la maravillosa siudad de la Virgen del Buen Aire?

lunes, 21 de diciembre de 2015

(121) - Buonna e bella notte, pizpireto piccolino. Vivir es bello.
     - Benvenuto, caro preceptore. Veramente: “una nube che passa non oscura l’orizzonte”. Mi voto incondicional para esa segunda ruta Matienzo. Teníamos la de Ruesga-Carranza-Mena. Y tu familia se merece dejar su nombre en Indias: ningún lugar mejor que esa GRAN RUTA MATIENZO (Buenos Aires-Bolivia-Perú). La carta de tu pariente sigue con imbatibles argumentos socioeconómicos (y nos aporta interesantes datos históricos): “Hase de poblar el puerto de Buenos Aires, adonde ya ha habido otra población. Los que allí poblaren se harán ricos por la gran contratación que ha de haber allí de España, de Chile, del río de la Plata y de esta tierra. Hase de poblar también otro pueblo en la fortaleza de Gaboto, principal escala de los que de acá fueren a España. Lo que desta tierra se puede llevar a España es oro, que hay mucho, cochinilla finísima, que no solo es grana sino carmesí. Mucha miel y cera muy buena, y mucho hierro. Los del río de la Plata podrán enviar a España cobre, alumbre, azufre y plata. Azúcar llevarán mucha porque se pueden hacer ingenios (azucareras) más que en Santo Domingo y en Canarias, y muy buena. Participará también esta tierra (Charcas). Llevarse ha mucha plata desta sola provincia y todo género de metales. Y también Chile, porque le es fácil ir por tierra a la fortaleza de Gaboto, y llevará mucho oro. Siendo tan buena y breve la navegación, tendrá otro efecto no menor, y es que los que recibieren agravio del gobernador o de la audiencia, se podrán ir brevemente a quejar ante V. Maj. Lo cual no osan hacer porque ahora es tan largo el viaje que ponen a peligro mil veces la vida. A cuya causa, los que gobernamos tenemos más avilantez para agraviar al que nos enoja o no anda a nuestro gusto…”
     - ¡Alto, alto, amanuense! Hay que saborearlo: ¡oh pariente mío, ilustre retoño de los Matienzo, caso único de honradez profesional, enemigo insigne de los corporativismos y más amigo de la verdad que de ti mismo, cirujano implacable por puro amor al paciente, autor de esa inmortal frase que acabas de pronunciar y que debería estar escrita con letras de oro en el frontis marmóreo de todas las administraciones públicas, de cuyos cubículos desbordan sin parar repugnantes y gelatinosas masas de prepotentes y hediondas prevaricaciones! ¡Laus tibi!
     - Sublime, Sancho; y lo has soltado sin respirar. La verdad es que Juan de Matienzo brilla por su rara honestidad. ¡Y en aquellos tiempos! Bien se merece que aparezca sin prisa en nuestras tertulias. Te veo eufórico limpiando tu maltratado apellido. A domani.
     - Este solo justo nos salvará de la ira divina a todos los Matienzo. Ciao,  cuorello.



      Mi familia dio en abundancia, sobre todo, hombres de letras, y el más  brillante, con diferencia, resultó Juan de Matienzo, el oidor (y presidente) de la Audiencia de Charcas, actualmente territorio boliviano. Se le potenció la agudeza para las leyes porque también su padre ejerció muchos años en la Chancillería de Valladolid. Añadamos que fue a la vez un profético economista. ¡Y UN HOMBRE HONRADO! (Que el Señor lo bendiga).


domingo, 20 de diciembre de 2015

(120) - Pax tecum per semper, Felix Mainae, magnificus historiator.
     - Sicut est tibi perpetua in terra tua, Quantix. Me arrastra tu cachondeo, canónigo guasón. Nos lo pasamos “de cine”. Continúo con la carta de Juan de Matienzo.: “Y por que vea V. M. la disposición de la tierra, pongo aquí todas las jornadas que hay hasta Santiago del Estero, y de allí hasta la laguna de Quilohasas y fortaleza (fuerte) de Gaboto, y de allí a España”.
     - ¡Alto ahí, secre! Que se sepa que Sebastián Gaboto fue un navegante italiano que estuvo primero al servicio de los ingleses, pero después se pasó a nuestro equipo, y, más concretamente, a ¡mi equipo!, porque lo tuve de piloto primero en la Casa de la Contratación. Anche ío allora parlaba veramente come il Dante. Ese fuerte lo construyó el año 1527 subiendo por el Río de la Plata.
     - Escrito queda, jefe. Juan le explicaba al rey el recorrido de su propuesta de acceso para unir Perú con Buenos Aires, mencionando los puntos de enlace meticulosamente, y hasta se permitía indicar las distancias de cada tramo (las pasaré por alto). Recojo varios de los nombres que cita: “La primera jornada está saliendo desta Ciudad de la Plata (actual Sucre) a las Ventas de Quijada, al terrado que llaman Seisleguas. De allí, por el camino de Estopiñán, a un pueblo lliamado Chacabuco…”. La lista sigue: Cuesma (pueblo de indios), Ayavista, Calala (pueblo de indios huruquillas), Calcha, Vichacla (indios chichas), Ascande, Turqui, Palquisa, Talina, Moreta…Nombra otros muchos lugares y señala dónde hay “tambos” (antiguos puntos de posta de los incas) y casas de encomenderos. Dice que se pasa por la ciudad de Londres  (¿sería Gaboto quien la bautizó?) y que se llega a la ciudad de Cañete (nombre del virrey) “por la quebrada abajo donde salen muchos ríos y nace el Estero, que entra en el río de la Plata”. Revela que había tambos incas cada tres o cuatro leguas. Señala que del Estero al fuerte de Gaboto (ya en el río de la Plata) hay 70 leguas. “De la fortaleza de Gaboto al puerto de Buenos Aires, que es la boca del río de la Plata, hay muy poco camino. Navégase con bergantines grandes en diez o doce días. Y, de Buenos Aires a España, se va en treinta o cuarenta días a lo más largo, y se podrá V. M  informar de los que han ido a España desde el río de la Plata, que hay hartos”. Mañana veremos la habilidad de Juan para promocionar ante el rey su proyecto, que no solo se hizo realidad, sino que demostró  que tu ilustre “primo” no vendía humo. Chapeau.
     - Se me cae la baba, baby. ¡Qué honor para nuestra familia! ¡Cuánto le debe España a este solitario precursor! Y, por si fuera poco, lavó la memoria de los Matienzo con su honradez. Happy dreams, good son: me vuelvo a Quántix ronroneando de placer.



     Es asombroso, hijos míos. Mi “primo” Juan de Matienzo, como todos los genios, hizo comprender lo evidente: había que establecer una ruta que uniera Perú con Buenos Aires. Pero es que, además, su diseño definitivo resultó insuperable. Este planito corresponde a una vía actual, y se ajusta como un guante al trazado que metió en la dura cabeza del rey: llegar a Buenos Aires, viniendo desde Charcas, y pasando por Tucumán hasta enlazar con el río de la Plata. La bautizo ahorita mismo como “GRAN RUTA MATIENZO”.


sábado, 19 de diciembre de 2015

(119) - Hola, lucero deslumbrante: traigo un botellón de champán para celebrar nuestros numerosos días de tertulia. ¿Me serás siempre fiel?
      - Creas adicción, querido Sancho. Tenemos mucho de qué hablar. Si nos leen, estupendo. Si no, disfrutaremos de nuestras cosas y del té con pastas. Hoy toca la segunda carta de Juan de Matienzo al rey. Siempre me duele tener que abreviar tantos jugosos documentos.
     - Pero ni modo, cuate. Además, quizá sirva de aperitivo para que algún noble espíritu se sumerja en la sabrosísima historia de Indias.
     - Pues esta vez, caro Sancio, me niego a hacer un implacable recorte. El escrito de Juan es largo, pero el resumen será mínimo: así que nos acompañará tu “primo” varios días. Se lo merece. Es del año 1566, y le dice al rey (Felipe II): “Sería gran bien para esta tierra descubrir una puerta por estas partes a la Mar del Norte (Atlántico), por quitar los grandes costes y peligros que hay de aquí a España en la navegación de dos mares. Y en lo que se pasa por tierra, cerca de doscientas leguas, gastándose mucho dinero y muriendo muchos españoles en Panamá y Nombre de Dios. En otra carta de 1562 avisé a V. M. de  vías que se podrían habilitar  yendo desde aquí a Santa Cruz de la Sierra, que tiene poblada Nufrio de Chaves, y de allí al puerto del Río de la Plata. Y de allí al Paraguay, ciudad de La Asunción, se va con bergantines grandes río abajo en ocho días. Y de allí al puerto de Buenos Aires se va en breve por el río abajo, pasando por la fortaleza de Caboto, que está en medio. Estas vías eran buenas hasta que los chiriguanaes se alzaron y mataron al capitán Andrés Manso y a ochenta hombres, que habían hecho un gran castigo en los indios de Los Llanos por haberse alzado y muerto doce españoles. Y habiendo el capitán traído cautivos más de dos mil dellos, y dado la mitad a los chiriguanaes, que los suelen comer y tener por esclavos, estando desto muy alegres, permitió Dios que los mismos chiriguanaes que les habían ayudado a hacer tan grande crueldad, matasen a los españoles aquella noche, poniendo fuego a las casas donde estaban durmiendo y flechando a cualquiera que salía por escapar del fuego. Y de allí fueron adonde estaba un pueblo de la gente de Nufrio de Chaves y los mataron a todos, salvo tres o cuatro. He dicho esto porque parece que hay por ahora inconveniente para poder por aquella tierra hacer el paso. Y parece que ha sido permisión de Dios para que se descubriese otro mejor por Tucumán, que ha de ser más seguro y muy más breve la navegación”. Mañana nos lo seguirá explicando: ¡qué gran Matienzo! Ciao doctore.
     - Y clama al cielo, tertuliano mío, que no se corrija el error de apellidarle a su padre “Atienza”: algún copista chapucero metió la pata. Y en los archivos de Burgos, yo soy “Ruiz e Matienzo”, en lugar de Ortiz de Matienzo. ¡Excomunión!


     Fue Juan de Matienzo el que mareó al rey con una idea genial: abrir una ruta terrestre y fluvial de Perú a Buenos Aires, para seguir viaje marítimo directo hasta España. Propuso primeramente un trazado pasando por Asunción. Problemas con los indios le obligaron a elaborar otro  que resultaba mucho mejor y más corto, bajando desde Charcas por Tucumán hasta el puerto bonaerense. Y semejante “lumbrera”, ese ilustre pariente mío, para sobrevivir, ¡dita sea!, tenía que arrastrarse mendigando mercedes al rey.



viernes, 18 de diciembre de 2015

(118) - Buenas noches, tierno Sancho. Qué feliz y besucón llegas hoy.
     - Hola, pequeñín: ¡qué buen hijo me has salido! Con nuestro libro en la mano, estás conquistando de nuevo las Indias: Perú, Ecuador, Colombia… Pero ayer, ¡oh ayer!, todos los sanluqueños te oyeron hablar de mí por la radio, y sentí hasta lo hondo esa brisa suave y ese olor a mar que me envolvían las muchas veces que fui a Sanlúcar  a revisar las expediciones: me embriagaba de romántica belleza. Vas a recuperarme también para Andalucía. Te adoro.
     - Hacemos un buen equipo, sensible abad. Y, como cantan los hooligans ingleses, “nunca caminarás solo”. Terminemos la primera carta de tu excepcional pariente Juan de Matienzo. En esta parte, se muestra llorón pidiendo mercedes, como era habitual en las cartas de aquellos personajes, por lo general mal recompensados (en eso radicó la demente rebelión de Lope de Aguirre): “Yo serví a V. M. en la Chancillería de Valladolid 17 años, y mi padre 20. Soy casado. Traje acá cuatro hijos. Dejé en Valladolid otros dos. Estoy, de los largos caminos, muy endeudado, que debo 5.000 castellanos. Suplico a V. M. me permita vivir en Potosí dos años, con salario de corregidor para ahorrar algo y poder casar alguna hija de las que tengo. Y porque el regente Pero Ramírez de Quiñones, por no se hallar bien en esta tierra, envía a suplicar a V. M. se sirva dél en otra parte porque no se puede mantener con tan poco salario, si V. M. fuese servido de mudarlo a otro cargo, suplico a V. M. se me haga a mí la merced de su oficio, pues yo soy el oidor más antiguo. Que, pues que yo conozco la tierra y tengo gran noticia della, lo podré servir tan bien como el que de nuevo viniere. Y podrá V. M. ser informado de mi suficiencia de los licenciados Vaca de Castro, Arrieta, Pedrosa, Gasca, Villagómez, Castro y los demás del Consejo Real de V. M. que han estado en la Chancillería de Valladolid. Hame dado atrevimiento a suplicar esto la benignidad con que V. M. acostumbra ayudar a los que vienen a pedir mercedes. De la Ciudad de la Plata de los Charcas, a postrero día de enero de 1562 años”. Tuerces el gesto, querido ectoplasma.
     - Es que me dan grima varias cosas. Juan se ve obligado a adular al rey llamándolo generoso, cuando, en realidad, los premios solían ser mezquinos. Y lo digo yo, que, en ese sentido, fui un privilegiado porque contaba con el amparo del “capo di tutti gli capi”, Juan Rodríguez de Fonseca. Además, mi pariente demostró su honradez al  morir casi pobre, y ahí está como contraste (bochorno me da) la inacabable lista de bienes que le dejé en herencia a  mi hijo Luis (un niño de once años). Quizá lo más patético sea que una persona de enorme talla intelectual, que aportaba grandes beneficios a la corona, tenga que mendigar informes favorables de los encopetados funcionarios del Consejo Real. Duerme bien, baby.
     - También sigue siendo cierto ahora que vale más caer en gracia que ser gracioso. Bye, bye.




     Una vista de la Plaza Principal de Sucre, verdadera capital histórica de Bolivia aunque ahora lo sea La Paz. Si el país quedó bautizado pensando en el Gran Libertador, Bolívar, esta ciudad lleva el nombre de su principal colaborador, el Mariscal Sucre, primer presidente del país tras su independencia; anteriormente se llamó Ciudad de la Plata,  y, primitivamente, Chuquisaca, centro de la región denominada Charcas (por los indios de esa etnia). Pero el que puso sabiamente en marcha la organización judicial de todo el territorio fue mi “primo” Juan de Matienzo.


miércoles, 16 de diciembre de 2015

(117) - ¡Oh, mi nocturno, dulce y primaveral ruiseñor!: sigue con tus  bellos trinos. Tienes transcritas dos preciosas cartas de mi “primo” Juan de Matienzo. No las resumas mucho porque son muy interesantes y me da dolor de corazón que se queden en el anonimato.
     - Buenas noches, delicioso manipulador; habría que verte en Sevilla coqueteando. La primera carta se la envió Juan  al rey en enero de 1562. Le dice que se guarda secretos porque no sabe si va a caer en manos peligrosas, y le cuenta cómo está “el patio”: “La fama de la gran riqueza del Perú nos parece que la debimos soñar, puesto que no es la veintena parte de lo que allá se dice”.  Aclara que son pocos los acaudalados en Arequipa, en Lima y en Cuzco. El dinero se lo llevan los mercaderes. Los vecinos y soldados andan en Lima negociando mercedes, incluso utilizando  privilegios “de lo cual se han sentido agraviados muchos, y así algunos que se han desvergonzado a querer intentar un motín han sido apresados. Pero ha sido Dios servido de nos alumbrar en haber echado del asiento de Potosí a algunos de los principales gallos, quedando aquí los que más han servido a V. M., que entienden en sus labranzas, cría de ganados y labor de minas, y desean vivir pacíficamente y sin cuidado de poner a cada paso la vida al tablero. Quéjanse muchos de que se proveen oficios a protegidos de los que gobiernan, habiendo venido recientemente de España, sin haber estado jamás en esta tierra. Véndense cargos y escribanías, y es una  miseria lo que dan a cambio; y con ello se podría pagar a algunos de los que de verdad han servido, y cesarían los agravios de los vecinos a los que se les pone por sus iguales a mercaderes y personas de baja suerte”. Continúa con una relación de irregularidades: monopolios que encarecen las cosas, abandono de las obras públicas, injusticias en Potosí, “no habiendo quien les vaya a la mano, se alzan con haciendas ajenas,  maltratan a los indios y no les pagan su salario, lo cual será causa que se ausenten y pierda V. M. 300.000 pesos que rentan los derechos reales. De donde podría ser aumentado vuestro patrimonio es sacando más plata de las minas, que son muchas y muy ricas, especialmente las de Potosí. Si V. M. me manda que esté allí dos años, aunque es tierra desabrida y cara, yo procuraré que se doblen los quintos de V. M. el año postrero, lo cual se podría hacer sin perjuicio de españoles ni de indios, antes en mucho provecho suyo, obedeciendo todos mi autoridad”. Desde luego, querido Sancho, tu pariente valía un Potosí. Mañana, más.
     -E vean vuesas mercedes cuán  moderno castellano utilisaba mi pariente Juan a solo cuarenta e un años de mi  partida para Quántix, e sin ser doctor como yo, sino lisensiado; empero, qué brillante cabesa, qué insigne e ilustre retoño del sagrado árbol de los Matienso. Abur, fixos míos.

    

     Todo lo que se ve en colorines en  ese mapa entraba en la jurisdicción de la recién creada Audiencia de Charcas, adonde llegó el ilustre Juan de Matienzo (un hombre que casi solo tenía virtudes) para ponerla en marcha. Fue la lógica expansiva de Indias: militar, colonizadora, administrativa y judicial. Juan llegó a Lima como oidor (juez), pero casi inmediatamente le ordenaron completar el puzzle de las audiencias que ya existían. Al norte estaba la de Lima, al oeste, la de Chile, al este y sur, las de Paraguay y Argentina; él colocó la pieza geográficamente central y última: Charcas.


LA RAZÓN DE ESTE BLOG



     Escribí una biografía de un personaje histórico nacido en el Valle de Mena (Burgos) hacia el año 1460. Fue el resultado de tres años de investigación que dieron para 500 páginas de texto (con abundante material que dejé en reserva). El protagonista de la historia es SANCHO ORTIZ DE MATIENZO, un canónigo de la catedral de Sevilla que tuvo una gran importancia, hasta ahora poco conocida, en el apasionante entramado de los lazos iniciales de Castilla con el Nuevo Mundo, debido fundamentalmente a su privilegiado cargo de primer Tesorero de la Casa de la Contratación de Indias de Sevilla, desde su fundación en 1503  hasta que él falleció en 1521.
    
     Posteriormente abrí una cuenta en Facebook con dos objetivos: promocionar el libro, titulado SANCHO ORTIZ DE MATIENZO Y SUS CIRCUNSTANCIAS, y (porque me lo pedía el cuerpo) dar a conocer hechos, no solo de la vida de Sancho y de la época que le tocó en suerte, sino también de aquella locura histórica y deslumbrante del descubrimiento de América y la subsiguiente ocupación, puesto que él la conoció bien y trató a muchos de los héroes y villanos que la protagonizaron. Aunque el Sancho de la biografía que escribí fue un personaje absolutamente serio, la publicación en la red se convirtió en una tertulia a dúo, entre él y yo, haciendo comentarios sobre la marcha a medida que íbamos presentando lo sustancial, de manera que quedé casi abducido por un Sancho ectoplásmico y zumbón (pero, eso sí, entrañable) que se me aparecía a diario para esa labor de divulgación de hechos tan impactantes. De mutuo acuerdo, nos propusimos como disciplina procurar que el resultado fuera ameno y claro (plagado de fotografías), con santo respeto a la sintaxis, para hacerlo todo más asimilable y sabroso.
   
     Estuvimos 463 días dale que te pego, y tuvimos un fiel y sufrido grupo de seguidores a los que hemos de dar las gracias y el mérito de nuestra constancia. Las 160 tertulias finales se convirtieron en un amplio resumen de la absolutamente magnífica crónica de BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO titulada LA VERDADERA HISTORIA DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA. Con estos 160 mimbres, he preparado un libro  de unas 400 páginas que espero publicar en breve. Eso mismo es lo que intento ahora: ir dando forma a las primeras 303 tertulias que ya se publicaron en Facebook para que en este blog alcancen más difusión y se conviertan después en otros dos libros.

     Así que vamos publicando las tertulias al ritmo conveniente,  llevando como ingredientes, fuertemente sazonados, la apasionante biografía de Sancho y el grandioso espectáculo (tan admirable como horrendo) de las andanzas de los españoles por las tierras de Indias.

     Como remate de lo dicho, y siguiendo el lema de no dar puntada sin hilo, aprovecho la ocasión para mostrar la portada del libro sobre Bernal al que he hecho referencia, que, si el Señor no lo remedia, aparecerá en breve.



(116) - Salud, camarara Felisenco, benefactor de la humanidad y eximio investigador. Sigue mostrando datos poco conocidos de Indias.
     - Bienvenido, compañero Sancheski. Vamos con otro fuera de serie.
     - No procede que me llames así, porque ya no patino con groserías.
     - Ha sido por tu putinesco saludo. Te gustará mucho que le hagamos un merecido homenaje a tu posible pariente vallisoletano Juan de Matienzo. Con ese apellido y siendo su padre de Santoña, seguro que perteneció a tu familia. Y también se caracterizó por vuestro tradicional oficio leguleyo. Pero, ¡a qué altura!
     - Dices bien, amada criatura. Pero quiero varias sesiones en su compañía, porque has transcrito dos cartas suyas muy jugosas.
    - Encantado, daddy. Sin prisa pero sin pausa. Primero, un breve resumen de su trayectoria. Ejerciendo de letrado en Valladolid, conoció a  grandes personajes de Indias, siendo después nombrado presidente de la inicial Audiencia de Charcas (Perú). Brilló como una de las figuras más notables y prestigiosas de América por su capacidad intelectual, su lealtad, sus dotes de organizador, y su (¡oh, milagro!) honradez: murió pobre y con familia numerosa. Aun así, no le faltaron detractores, sobre todo por defender el sistema de “la mita”, que consistía en obligar a trabajar a los indios largas tempora­das, con un sueldo miserable, en las minas de metales preciosos del territorio inca. No obstante, en sus cartas siempre se trasluce un carácter humanitario. Fue un magnífico escritor, y supo entender, quizá antes que nadie, la repercusión de la oferta y la demanda en los precios, viendo con perspicacia precursora la parte subjetiva del valor de los bienes. El economista rumano-argentino Oreste Popescu, fallecido en 2003, dijo que “ni siquiera Europa estaba preparada para entenderle”. Tuvo el acierto de convencer al rey de que era necesario refundar la ciudad de Buenos Aires (su nombre viene de la Virgen del Buen Aire o de Los Mareantes, devoción marinera procedente de Italia) con el fin de enlazar por tierra Perú con el Atlántico, evitándose de esta manera la pesadilla de te­ner que subir hasta Panamá por mar para viajar a España. En Villalba de Losa (Burgos) hay un monumento de Juan de Garay, ilustre hijo del lugar (aunque los de Orduña lo reclamen como paisano suyo), que  fue quien llevó a cabo esa definitiva funda­ción de la capital de Argentina, y algunas placas conmemorativas que han puesto bonaerenses agradecidos. En verdad, fue un Matienzo modélico. Bye, Sanchenko.
     -  Seguiremos mañana con mi pariente. Da svidanya Feliseski.



     El texto está copiado de un libro del siglo  XVIII, pero se trata del inicio de la disposición por la que Felipe II en 1559 creó, con una amplísima jurisdicción, la Audiencia de Charcas (actualmente territorio boliviano), cuyo primer presidente fue mi “primo” Juan de Matienzo, otro producto típico de nuestra intelectual familia, plagada de letrados y clérigos. Solo que este Juan fue, con diferencia, el más dotado de todos, y, además, un raro ejemplo de honradez.


martes, 15 de diciembre de 2015

(115) - Kaixo, mutiko. Al poco de arraigar la administración española en Perú, la inercia de la historia trajo otros proyectos de infarto.
     - Gabon, lastana. Quitémonos el sombrero, my dear, porque entra en escena un adorable “perdedor”, sufrido, luchador, culto, leal, imaginativo, emprendedor, navegante, cartógrafo, buen escritor, y, maldita sea, prácticamente olvidado (como tú, magnífico Abad de Jamaica). El buen virrey de Perú Fran­cisco de Toledo sí lo tenía en alta estima: le encargó redactar una Historia de los Incas.
     - Con esos datos, mi dulce bien, no tiene pérdida: PEDRO SARMIENTO DE GAMBOA. ¡Oh ingratitud!: ni siquiera los del Botxo saben que era hijo de una bilbaína. Veamos su imbatible currículum.
     - Okay. Allá va, resumido al máximo: Formó parte de las primeras expediciones que partieron hacia las Islas Salomón. Participó en las batallas que acabaron con el inca Tupac Amaru. Logró ser  el primero en cruzar el Estrecho de Magallanes en sentido contrario. Se le confió la empresa de poblar esa zona para evitar el paso de Drake y demás piratas. Volvió desesperadamente a Es­paña pidiendo ayuda para sus colonos. Le apresaron los ingleses, y la adusta reina Isabel, impresionada por la capacidad de aquel ilustrado, lo liberó para que llevara un mensaje a Felipe II. Al atra­vesar Francia, lo capturaron los hugonotes. Siempre se mantuvo leal, luchador, humano y capaz de aguantar “a pelo” las mayores desgracias y sufrimientos. ¿Todo para qué? Fue el “Pupas de Las Indias”. Se aliaron los elementos y la ineptitud de sus jefes para que su vida, en general, fuera un fracaso. Fracaso material, pero no moral, ni geográfico. El impre­sentable Diego Flores Valdés, almirante en ese viaje que llevaba a Sarmiento y sus españoles a la zona del Estrecho, resultó un jefe arbitrario, torpe y cobarde, que arruinó la empresa. Inexplicablemente, Felipe II le confió después a semejante merluzo un puesto clave en La Armada (que parecía) Invencible. Cómo sería la cosa que, tras el desastre naval frente a las costas inglesas, Valdés fue el único condenado a la cárcel por sus responsabilidades en el fracaso, acusado mayori­tariamente por los que sobrevivieron. El único honor que se le concedió a Sarmiento (¡y lo hizo un australiano!) fue poner su nombre a una montaña situa­da en el paso del Estrecho de Magallanes. Termino ya diciendo que, para sonrojo del rey Felipe, se tardó años en pagar el rescate que pedían los franceses por liberar a tan sufrido servidor. Y eso que, para hacerlo, se utilizó el salario que le debía el monarca. Salió de aquel encierro con el pelo como la nieve, enfermo y desdentado. Pero Pedro jamás criticó al rey y siempre estuvo dispuesto a obedecerle. Como decía el Romancero: “¡Dios qué buen vasallo, si oviese buen Señor!”. Bihar arte, bihotz.
     - Que se lea su increíble vida, mesedez. Agur, nire semeatxu.


     Ese impresionante y solitario pico, como él, lo descubrió PEDRO SARMIENTO DE GAMBOA en el extremo sur del continente americano, junto al Estrecho de Magallanes. Cuando lo vio Charles Darwin, el genio del evolucionismo, dijo que era “el más sublime espectáculo de la Tierra del Fuego”. Para vergüenza nuestra, un australiano con sensibilidad histórica, Phillip Parker King, lo bautizó para siempre, hacia 1825, como MONTAÑA DE SARMIENTO.