viernes, 18 de diciembre de 2015

(118) - Buenas noches, tierno Sancho. Qué feliz y besucón llegas hoy.
     - Hola, pequeñín: ¡qué buen hijo me has salido! Con nuestro libro en la mano, estás conquistando de nuevo las Indias: Perú, Ecuador, Colombia… Pero ayer, ¡oh ayer!, todos los sanluqueños te oyeron hablar de mí por la radio, y sentí hasta lo hondo esa brisa suave y ese olor a mar que me envolvían las muchas veces que fui a Sanlúcar  a revisar las expediciones: me embriagaba de romántica belleza. Vas a recuperarme también para Andalucía. Te adoro.
     - Hacemos un buen equipo, sensible abad. Y, como cantan los hooligans ingleses, “nunca caminarás solo”. Terminemos la primera carta de tu excepcional pariente Juan de Matienzo. En esta parte, se muestra llorón pidiendo mercedes, como era habitual en las cartas de aquellos personajes, por lo general mal recompensados (en eso radicó la demente rebelión de Lope de Aguirre): “Yo serví a V. M. en la Chancillería de Valladolid 17 años, y mi padre 20. Soy casado. Traje acá cuatro hijos. Dejé en Valladolid otros dos. Estoy, de los largos caminos, muy endeudado, que debo 5.000 castellanos. Suplico a V. M. me permita vivir en Potosí dos años, con salario de corregidor para ahorrar algo y poder casar alguna hija de las que tengo. Y porque el regente Pero Ramírez de Quiñones, por no se hallar bien en esta tierra, envía a suplicar a V. M. se sirva dél en otra parte porque no se puede mantener con tan poco salario, si V. M. fuese servido de mudarlo a otro cargo, suplico a V. M. se me haga a mí la merced de su oficio, pues yo soy el oidor más antiguo. Que, pues que yo conozco la tierra y tengo gran noticia della, lo podré servir tan bien como el que de nuevo viniere. Y podrá V. M. ser informado de mi suficiencia de los licenciados Vaca de Castro, Arrieta, Pedrosa, Gasca, Villagómez, Castro y los demás del Consejo Real de V. M. que han estado en la Chancillería de Valladolid. Hame dado atrevimiento a suplicar esto la benignidad con que V. M. acostumbra ayudar a los que vienen a pedir mercedes. De la Ciudad de la Plata de los Charcas, a postrero día de enero de 1562 años”. Tuerces el gesto, querido ectoplasma.
     - Es que me dan grima varias cosas. Juan se ve obligado a adular al rey llamándolo generoso, cuando, en realidad, los premios solían ser mezquinos. Y lo digo yo, que, en ese sentido, fui un privilegiado porque contaba con el amparo del “capo di tutti gli capi”, Juan Rodríguez de Fonseca. Además, mi pariente demostró su honradez al  morir casi pobre, y ahí está como contraste (bochorno me da) la inacabable lista de bienes que le dejé en herencia a  mi hijo Luis (un niño de once años). Quizá lo más patético sea que una persona de enorme talla intelectual, que aportaba grandes beneficios a la corona, tenga que mendigar informes favorables de los encopetados funcionarios del Consejo Real. Duerme bien, baby.
     - También sigue siendo cierto ahora que vale más caer en gracia que ser gracioso. Bye, bye.




     Una vista de la Plaza Principal de Sucre, verdadera capital histórica de Bolivia aunque ahora lo sea La Paz. Si el país quedó bautizado pensando en el Gran Libertador, Bolívar, esta ciudad lleva el nombre de su principal colaborador, el Mariscal Sucre, primer presidente del país tras su independencia; anteriormente se llamó Ciudad de la Plata,  y, primitivamente, Chuquisaca, centro de la región denominada Charcas (por los indios de esa etnia). Pero el que puso sabiamente en marcha la organización judicial de todo el territorio fue mi “primo” Juan de Matienzo.


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