(119) - Hola, lucero deslumbrante: traigo un
botellón de champán para celebrar nuestros numerosos días de tertulia. ¿Me
serás siempre fiel?
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Creas adicción, querido Sancho. Tenemos mucho de qué hablar. Si nos leen,
estupendo. Si no, disfrutaremos de nuestras cosas y del té con pastas. Hoy toca
la segunda carta de Juan de Matienzo al rey. Siempre me duele tener que
abreviar tantos jugosos documentos.
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Pero ni modo, cuate. Además, quizá sirva de aperitivo para que algún noble
espíritu se sumerja en la sabrosísima historia de Indias.
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Pues esta vez, caro Sancio, me niego a hacer un implacable recorte. El escrito
de Juan es largo, pero el resumen será mínimo: así que nos acompañará tu
“primo” varios días. Se lo merece. Es del año 1566, y le dice al rey (Felipe
II): “Sería gran bien para esta tierra descubrir una puerta por estas partes a
la Mar del Norte (Atlántico), por quitar los grandes costes y peligros que hay
de aquí a España en la navegación de dos mares. Y en lo que se pasa por tierra,
cerca de doscientas leguas, gastándose mucho dinero y muriendo muchos españoles
en Panamá y Nombre de Dios. En otra carta de 1562 avisé a V. M. de vías que se podrían habilitar yendo desde aquí a Santa Cruz de la Sierra,
que tiene poblada Nufrio de Chaves, y de allí al puerto del Río de la Plata. Y
de allí al Paraguay, ciudad de La Asunción, se va con bergantines grandes río
abajo en ocho días. Y de allí al puerto de Buenos Aires se va en breve por el
río abajo, pasando por la fortaleza de Caboto, que está en medio. Estas vías
eran buenas hasta que los chiriguanaes se alzaron y mataron al capitán Andrés
Manso y a ochenta hombres, que habían hecho un gran castigo en los indios de
Los Llanos por haberse alzado y muerto doce españoles. Y habiendo el capitán
traído cautivos más de dos mil dellos, y dado la mitad a los chiriguanaes, que
los suelen comer y tener por esclavos, estando desto muy alegres, permitió Dios
que los mismos chiriguanaes que les habían ayudado a hacer tan grande crueldad,
matasen a los españoles aquella noche, poniendo fuego a las casas donde estaban
durmiendo y flechando a cualquiera que salía por escapar del fuego. Y de allí
fueron adonde estaba un pueblo de la gente de Nufrio de Chaves y los mataron a
todos, salvo tres o cuatro. He dicho esto porque parece que hay por ahora
inconveniente para poder por aquella tierra hacer el paso. Y parece que ha sido
permisión de Dios para que se descubriese otro mejor por Tucumán, que ha de ser
más seguro y muy más breve la navegación”. Mañana nos lo seguirá explicando:
¡qué gran Matienzo! Ciao doctore.
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Y clama al cielo, tertuliano mío, que no se corrija el error de apellidarle a
su padre “Atienza”: algún copista chapucero metió la pata. Y en los archivos de
Burgos, yo soy “Ruiz e Matienzo”, en lugar de Ortiz de Matienzo. ¡Excomunión!
Fue
Juan de Matienzo el que mareó al rey con una idea genial: abrir una ruta
terrestre y fluvial de Perú a Buenos Aires, para seguir viaje marítimo directo
hasta España. Propuso primeramente un trazado pasando por Asunción. Problemas
con los indios le obligaron a elaborar otro
que resultaba mucho mejor y más corto, bajando desde Charcas por Tucumán
hasta el puerto bonaerense. Y semejante “lumbrera”, ese ilustre pariente mío,
para sobrevivir, ¡dita sea!, tenía que arrastrarse mendigando mercedes al rey.
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