martes, 8 de diciembre de 2015

(108) -  Hola, picarón: de no haber sido un ectoplasma, ayer me habría  ruborizado comentando el desnudo de la imaginada Inés de Suárez.
     - Eres un teatrero, Sancho. Se supone que estás de vuelta de todo, y, además,  era muy tentadora la broma.
     - Y tan tentadora (que el Señor se apiade de mí). Pero le estoy cogiendo gusto: sigamos con otras mujeres de bandera, como la Malinche, hija de un cacique, inteligente, buena y hermosa mujer.
     - Tenemos que volver un poco atrás en el tiempo, porque falleció el año 1529, muy joven todavía, quizá víctima de la viruela. Poco antes de tomar México-Tenoctitlán, tu amigo Cortés venció a los indios de Tabasco, que la habían conseguido como esclava al derrotar a su padre en una batalla, y, a su vez, ellos se la regalaron a los españoles, con otras diecinueve indias. En un principio se la quedó el capitán Portocarrero, pero partió para España; Cortés la hizo su amante y, por un hecho singular, también su colaboradora. Cuéntalo, Sancho.
     - En una expedición española anterior, habían perecido a manos de los indios todos menos dos, Gonzalo Guerrero y Jerónimo de Aguilar, que consiguieron integrarse con los nativos. Los encontró Cortés siete años más tarde. Gonzalo no quiso volver: se había convertido en una especie de cacique de un poblado. Jerónimo, sin embargo, salió de allí pitando. Había aprendido a hablar maya, como la Malinche en sus tiempos de esclava, cuya lengua materna era la de los aztecas. Así que durante un tiempo fue muy útil una complicada comunicación Moctezuma-Malinche-Aguilar-Cortés. La chica era lista y pronto sobró Aguilar. Jugó también un papel fundamental en todo tipo de relaciones con los nativos. Si en México  se la ha considerado una traidora (no tenía mucho que agradecer a sus paisanos), en España se le debe un lucido monumento. Era muy respetada y estimada por todos los rudos soldados de Cortés. Tu querido Bernal Díaz del Castillo la adoraba.
     -  Así es: la menciona con frecuencia y siempre cariñosamente. Le pusieron el nombre de Marina cuando se bautizó, pero para todos era DOÑA Marina, tratamiento de mucha dignidad entonces. No le hizo ninguna gracia a aquella tropa de tierno corazón que Cortés, habiendo tenido un  hijo con ella, la abandonara para casarse con Juana de Zúñiga. El niño se llamó Martín, llegó a ser Caballero de Santiago y murió en Granada batallando contra moros sublevados. La resignada  doña Marina se casó con otro español, Juan Jaramillo. Qué destino el de esa desarraigada mujer. Bye, Sancho.
     - Quiero una foto de ese encanto, pero no me pongas en un aprieto.




     Ese dibujo es del lienzo de Tlaxcala, pintado en el siglo XVI. ¡Qué escena, y qué mujer! DOÑA Marina (la Malinche), detrás de Cortés, le sirve de intérprete frente a Moctezuma. Pongámonos en su piel. Para ella, el emperador mexica había sido un dios, llegaron después por el mar unos seres enigmáticos que arrasaron todo lo que había adorado, vivió un amor con el jefe de los nuevos amos, tuvieron un hijo, quedó asimilada con naturalidad por la nueva cultura, dejó de ser una esclava y se convirtió en una dama muy respetada por los españoles, aunque Cortés la abandonara. Otro español se casó con ella y supo tratarla como se merecía. Tuvo que valer mucho.


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