(106) - Noche primaveral y estrellada en mi
querido valle de Mena. Has nacido tarde, lucero mío. Te habría gustado ser un
reportero de Indias. Lo hacían mejor que tú, pero les faltaba apasionamiento.
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Buena notte, caro dottore. Es cierto que su tono general era frío, salvo raras
excepciones, como la del entrañable Bernal Díaz del Castillo. Hoy sacaremos de
la mágica e inagotable chistera de Indias otro conejo espectacular: Pedro de
Valdivia, también extremeño, nacido en 1497 y zurrado previamente, como varios
de los que allí llegaron, en las batallas de Europa. Hacia 1537 ya estaba en el
equipo de su amigo Pizarro. Acababa de volver Almagro fracasado de su
exploración hacia Chile, y Valdivia consiguió permiso para un nuevo intento en
la misma zona. Era muy rico, pero puso su dinero, y el hasta el ajeno, al servicio
de la gloria. Ese abuso fue la única mancha en su expediente: en momentos de
emergencia, se aprovechó de los bienes de sus soldados, e incluso de un amigo
acaudalado que se hundió en la depresión y se suicidó. Con el resto de sus
virtudes, que eran muchas, alcanzó un lugar privilegiado en el panteón de los
más excelsos capitanes de Indias.
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Y que lo digas, jovencito. Fue un corretón hasta el último aliento. Con su
tropa de 150 españoles y 3.000 indios (alguien tendría que contar con
objetividad la importancia de esa aportación de los nativos) puso rumbo al sur,
empezando con el sabroso aperitivo de atravesar el desierto más duro de la
tierra: Atacama.
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Por si fuera poco, histórico reverendo, viéndose necesitado de bastimentos, lo
volvió a atravesar con unos cuantos hacia Perú, y, conseguidos, más Atacama
para continuar la delirante empresa. Su avance chileno fue espectacular y se
hartó de fundar poblaciones, hoy archiconocidas, empezando en 1541 con la
capitalina Santiago (qué visión de futuro). Todo ello en medio de los
araucanos, sin duda los nativos más bravos de todas las Indias, como el cacique
Caupolicán, inmortalizado con pomposos versos en La Araucana por Ercilla, que
llegó a aquellas tierras poco después.
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Y fíjate, querido cronista, en la lógica de los nombres. Su familia llevaba
como apellido “de Valdivia” por tener su origen en ese pueblo extremeño, y él
trasplantó la raíz a Chile dándole ese nombre a una nueva ciudad. Igualito que
el caso de mi familia.
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Razón tienes, amigo Sancho (estoy cervantino): los Matienzo de Matienzo de
Ruesga (Cantabria) llegaron a Carranza (Vizcaya), no solo con el apellido, sino
con el objetivo de fundar otro pueblo
con ese misno nombre, y llo llevaron a cabo. Termino con Pedro: los aracuanos, para su desgracia, lo
apresaron en una batalla y lo mataron con refinamiento, sabiamente torturado
(se dice que comieron sus brazos delante
de él antes de que muriera). Tuvo de amante a una gran mujer: Inés Suárez.
Mañana saldrá a escena. Ciao, caro.
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Es justo y necesario: que salgan más damas, please. La mía benedizione por te.
¡DON
PEDRO DE VALDIVIA! Otro gigante perseguidor incansable de sueños de gloria. El
objetivo era utópico, pero aquella era gente que alcanzaba todo lo humanamente
posible. Hasta tenían ojo clínico para fundar poblaciones inmortales, como
Santiago de Chile, justito en el centro de ese país que parece una franja sin
fin. Un monumento le recuerda merecidamente en el centro de la gran capital.
Fue un César civilizador: “Vine, vi y fundé”.
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