domingo, 6 de diciembre de 2015

(106) - Noche primaveral y estrellada en mi querido valle de Mena. Has nacido tarde, lucero mío. Te habría gustado ser un reportero de Indias. Lo hacían mejor que tú, pero les faltaba apasionamiento.
     - Buena notte, caro dottore. Es cierto que su tono general era frío, salvo raras excepciones, como la del entrañable Bernal Díaz del Castillo. Hoy sacaremos de la mágica e inagotable chistera de Indias otro conejo espectacular: Pedro de Valdivia, también extremeño, nacido en 1497 y zurrado previamente, como varios de los que allí llegaron, en las batallas de Europa. Hacia 1537 ya estaba en el equipo de su amigo Pizarro. Acababa de volver Almagro fracasado de su exploración hacia Chile, y Valdivia consiguió permiso para un nuevo intento en la misma zona. Era muy rico, pero puso su dinero, y el hasta el ajeno, al servicio de la gloria. Ese abuso fue la única mancha en su expediente: en momentos de emergencia, se aprovechó de los bienes de sus soldados, e incluso de un amigo acaudalado que se hundió en la depresión y se suicidó. Con el resto de sus virtudes, que eran muchas, alcanzó un lugar privilegiado en el panteón de los más excelsos capitanes de Indias.
     - Y que lo digas, jovencito. Fue un corretón hasta el último aliento. Con su tropa de 150 españoles y 3.000 indios (alguien tendría que contar con objetividad la importancia de esa aportación de los nativos) puso rumbo al sur, empezando con el sabroso aperitivo de atravesar el desierto más duro de la tierra: Atacama.
     - Por si fuera poco, histórico reverendo, viéndose necesitado de bastimentos, lo volvió a atravesar con unos cuantos hacia Perú, y, conseguidos, más Atacama para continuar la delirante empresa. Su avance chileno fue espectacular y se hartó de fundar poblaciones, hoy archiconocidas, empezando en 1541 con la capitalina Santiago (qué visión de futuro). Todo ello en medio de los araucanos, sin duda los nativos más bravos de todas las Indias, como el cacique Caupolicán, inmortalizado con pomposos versos en La Araucana por Ercilla, que llegó a aquellas tierras poco después.
     - Y fíjate, querido cronista, en la lógica de los nombres. Su familia llevaba como apellido “de Valdivia” por tener su origen en ese pueblo extremeño, y él trasplantó la raíz a Chile dándole ese nombre a una nueva ciudad. Igualito que el caso de mi familia.
     - Razón tienes, amigo Sancho (estoy cervantino): los Matienzo de Matienzo de Ruesga (Cantabria) llegaron a Carranza (Vizcaya), no solo con el apellido, sino con el objetivo de fundar otro  pueblo con ese misno nombre, y llo llevaron a cabo. Termino con  Pedro: los aracuanos, para su desgracia, lo apresaron en una batalla y lo mataron con refinamiento, sabiamente torturado (se dice que  comieron sus brazos delante de él antes de que muriera). Tuvo de amante a una gran mujer: Inés Suárez. Mañana saldrá a escena. Ciao, caro.
     - Es justo y necesario: que salgan más damas, please. La mía benedizione por te.




    ¡DON PEDRO DE VALDIVIA! Otro gigante perseguidor incansable de sueños de gloria. El objetivo era utópico, pero aquella era gente que alcanzaba todo lo humanamente posible. Hasta tenían ojo clínico para fundar poblaciones inmortales, como Santiago de Chile, justito en el centro de ese país que parece una franja sin fin. Un monumento le recuerda merecidamente en el centro de la gran capital. Fue un César civilizador: “Vine, vi y fundé”.


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