martes, 15 de diciembre de 2015

(115) - Kaixo, mutiko. Al poco de arraigar la administración española en Perú, la inercia de la historia trajo otros proyectos de infarto.
     - Gabon, lastana. Quitémonos el sombrero, my dear, porque entra en escena un adorable “perdedor”, sufrido, luchador, culto, leal, imaginativo, emprendedor, navegante, cartógrafo, buen escritor, y, maldita sea, prácticamente olvidado (como tú, magnífico Abad de Jamaica). El buen virrey de Perú Fran­cisco de Toledo sí lo tenía en alta estima: le encargó redactar una Historia de los Incas.
     - Con esos datos, mi dulce bien, no tiene pérdida: PEDRO SARMIENTO DE GAMBOA. ¡Oh ingratitud!: ni siquiera los del Botxo saben que era hijo de una bilbaína. Veamos su imbatible currículum.
     - Okay. Allá va, resumido al máximo: Formó parte de las primeras expediciones que partieron hacia las Islas Salomón. Participó en las batallas que acabaron con el inca Tupac Amaru. Logró ser  el primero en cruzar el Estrecho de Magallanes en sentido contrario. Se le confió la empresa de poblar esa zona para evitar el paso de Drake y demás piratas. Volvió desesperadamente a Es­paña pidiendo ayuda para sus colonos. Le apresaron los ingleses, y la adusta reina Isabel, impresionada por la capacidad de aquel ilustrado, lo liberó para que llevara un mensaje a Felipe II. Al atra­vesar Francia, lo capturaron los hugonotes. Siempre se mantuvo leal, luchador, humano y capaz de aguantar “a pelo” las mayores desgracias y sufrimientos. ¿Todo para qué? Fue el “Pupas de Las Indias”. Se aliaron los elementos y la ineptitud de sus jefes para que su vida, en general, fuera un fracaso. Fracaso material, pero no moral, ni geográfico. El impre­sentable Diego Flores Valdés, almirante en ese viaje que llevaba a Sarmiento y sus españoles a la zona del Estrecho, resultó un jefe arbitrario, torpe y cobarde, que arruinó la empresa. Inexplicablemente, Felipe II le confió después a semejante merluzo un puesto clave en La Armada (que parecía) Invencible. Cómo sería la cosa que, tras el desastre naval frente a las costas inglesas, Valdés fue el único condenado a la cárcel por sus responsabilidades en el fracaso, acusado mayori­tariamente por los que sobrevivieron. El único honor que se le concedió a Sarmiento (¡y lo hizo un australiano!) fue poner su nombre a una montaña situa­da en el paso del Estrecho de Magallanes. Termino ya diciendo que, para sonrojo del rey Felipe, se tardó años en pagar el rescate que pedían los franceses por liberar a tan sufrido servidor. Y eso que, para hacerlo, se utilizó el salario que le debía el monarca. Salió de aquel encierro con el pelo como la nieve, enfermo y desdentado. Pero Pedro jamás criticó al rey y siempre estuvo dispuesto a obedecerle. Como decía el Romancero: “¡Dios qué buen vasallo, si oviese buen Señor!”. Bihar arte, bihotz.
     - Que se lea su increíble vida, mesedez. Agur, nire semeatxu.


     Ese impresionante y solitario pico, como él, lo descubrió PEDRO SARMIENTO DE GAMBOA en el extremo sur del continente americano, junto al Estrecho de Magallanes. Cuando lo vio Charles Darwin, el genio del evolucionismo, dijo que era “el más sublime espectáculo de la Tierra del Fuego”. Para vergüenza nuestra, un australiano con sensibilidad histórica, Phillip Parker King, lo bautizó para siempre, hacia 1825, como MONTAÑA DE SARMIENTO.




No hay comentarios:

Publicar un comentario