miércoles, 2 de diciembre de 2015

(102) - Buenas noches, romántico trovador: vaya piropo tuviste para  Francisca Pizarro; rozaste la frontera entre lo sublime y lo ridículo.
     - Hola, ironías; no perdonas una. Hoy diremos algo de Gonzalo Pizarro, su tío, otro que le echó los tejos; pero “ná de ná”. Era también bastardo, aunque legitimado por su padre, y estaba lleno de cualidades militares y de arrogancia. Entre los cuatro hermanos Pizarro se habían comido crudo al tuerto Almagro, que en mala hora se asoció con Francisco  en tiempos de promesas y esperanzas. Como todos los descomunales personajes de Indias, Gonzalo ardía de desasosegada ambición, y en 1540 organizó una armada con  unos doscientos españoles y más de mil indios, saliendo de Quito y comenzando a descender por el río Amazonas para llegar a la fantasiosa zona de El Dorado, donde se suponía que el seductor metal abundaba como las piedras porque los caciques celebraban ceremonias cubiertos con su polvo. Todas las expediciones que se hicieron terminaron trágicamente. Y la de Gonzalo fracasó desde el comienzo, porque se vio tan desesperado que tuvo que parar  y aceptar, a regañadientes y con desconfianza, que otro sublime tuerto, Francisco de Orellana, descendiera la corriente para buscar alimentos, bajo caballeresca palabra de volver. Pero no volvió. Y tener la certeza de que no pudo es imposible, aunque no era fácil remontar semejante río. Mañana hablaremos de su peripecia.
     - Siempre me impresionó, querido secre, el sentido común de Cortés, que, por desgracia, les faltó a los Pizarro. Gonzalo tuvo que volverse, y, al llegar a Perú se enteró de la muerte de Francisco a manos de los partidarios del ejecutado Almagro dirigidos por su hijo, también llamado Diego. Aquello era un mar turbulento de enfrentamientos civiles que costaron mucha sangre. Gonzalo, inicialmente, simuló coquetear con el bando leal a la Corona. Se le quitó la vida después al hijo de Almagro, y la situación degeneró tanto que un poderoso grupo de españoles, eligiendo por jefe a Gonzalo Pizarro, se sublevó contra el rey pretendiendo la independencia de Perú.
     - Lo que demuestra, querido abad, que es fácil hacer política de salón y practicar el “buenismo”. Las leyes protectoras de los indios del año 1543 fueron absolutamente necesarias, pero su aplicación se hizo de manera traumática para los hacendados españoles, dando origen a esa demencial rebeldía que era imposible llevar a buen puerto. Carlos V mandó a un hábil virrey, Pedro de Lagasca, quedando sofocado con rapidez el intento, cuya cabeza era, como hemos dicho, Gonzalo, y perdió la suya. Otra revuelta posterior tuvo el mismo fin. Después las aguas  remansaron y, poco a poco, Perú llegó a ser el virreinato más próspero y mejor administrado de Indias. Vale, carus Sanctus.
     - Ego benedico tibi et te absolvo ab abundantibus peccatis tuis.


     El cuadro es moderno, pero pudo ser así la partida de Gonzalo Pizarro hacia El Dorado. No les bastaba a los Pizarro el Perú y esperaban dar en la diana de un reino cubierto de oro. El ambicioso capitán ni siquiera pudo comprobar que todo era una fábula: el Amazonas le derrotó en el primer asalto. Luego sería peor: al dar la vuelta se enteró de que su hermano Francisco había sido asesinado, y,  después, insensatamente, se enfrentó al rey, perdió la batalla y lo ejecutaron. Lo de Indias tenía que haberlo contado Homero, porque Troya, dioses aparte y comparado con esto,  fue un juego de  niños.


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