martes, 22 de diciembre de 2015

(122) - Te traigo un regalito, dulce trovador. Juan de Matienzo, emocionado, se ha retirado sollozando,  y después me ha traído para ti una preciosa cajita llena de sus cuánticas lágrimas.
     - Me derrito, daddy. Estas tertulias son deliciosas, aunque sean casi solitarias, como las del Maestro con sus apóstoles.
     - Pues sigamos con ese merecido homenaje a mi “primo” que nadie más le hará. Y recorta poco, que tenemos tiempo de sobra.
     - Okay. El gran Matienzo va añadiendo argumentos  a favor de su proyecto. No era fácil convencer al ‘seco’ Felipe II: “La venida de España a Buenos Aires es también breve y gentil navegación”. Repite detalles de la  ruta, pero en sentido inverso. Habría que establecer una población de españoles en Esteco (Tucumán): “Y de allí a esta ciudad (zona de Charcas) se podrá venir en mulas o caballos o carneros de la tierra (llamas). Y también desde Esteco a Jujuri, y de allí, al puerto de Atacama, en la Mar del Sur (Pacífico). Y desde allí se podría proveer Chile, y (hacia el norte) Arequipa y Lima y Trujillo y Quito, todo por mar (indica en cuántos días cada tramo). Desde Arequipa podríase proveer también el pueblo nuevo de la Paz y el Cuzco. O, si quisieren, se podrían proveer de Potosí, adonde envían sus carneros con coca y suelen volver vacíos. Se podría hacer en breve (la ruta), pero no se hará si no se lo confía V. M. a uno solo, sin que la Audiencia le pueda ir a la mano. Y me parece que podría ser de esta manera. Que se enviase de España un capitán con 500 hombres que poblasen Buenos Aires, y a este mismo se le podría dar la gobernación del Río de la Plata”. Dice que es necesario poblar la fortaleza de Gaboto, quedando, juntamente con Tucumán, sujeto a la audiencia de Charcas, más otros pueblos nuevos en la misma zona “lo cual yo he escrito al gobernador Aguirre que haga, y él creo los hará si no le falta gente (en los lugares de Esteco, Comechincones y Calchaqui). Y podría haber otro camino más breve por el río Bermejo, que sale al río de la Plata, o, por ventura, a la laguna de Quiloasas (se desconocía si desaguaba allí), lo que sería más excelente y más cercana navegación a esta tierra. Los muchos y grandes provechos que se seguirán deste puerto (Buenos Aires), además de lo que tengo dicho, dirá a V. M. el capitán Juan Ortiz de Zárate, portador desta carta, a quien puede V. M. dar crédito cerca desto, por ser tan antiguo en la tierra y que tanto ha servido a V. M. en este reino, como es notorio”. Continuará, daddy.
     - No se nos olvidará tampoco hacer una pequeña reseña de ese Juan Ortiz de Zárate, otro ilustre que, aunque no de primerísima fila, dejaría en ridículo a los figurones metrosexuales y posturitas que arrasan ahora. ¿Te lo imaginas depilándose? Bye, bye, good son.



     ¡Qué gran ciudad Buenos Aires! Toda la gloria de su fundación se la ha llevado Juan de Garay, y se lo merece. Pero el que sembró la semilla de esa urbe colosal, el que le hizo comprender al rey que era necesario mimarla, sembrarla y cuidarla hasta que arraigara con fuerza y creciera invulnerable y poderosa, fue mi pariente Juan de Matienzo. E díganme vuesas mercedes (dita sea): ¿cuántos cristianos cosnosen estas dos humildes cartas que revolusionaron, mexorándolas, todas las comucasiones con Indias, e hisieron brotar de la nada la maravillosa siudad de la Virgen del Buen Aire?

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