(122) - Te traigo un regalito, dulce
trovador. Juan de Matienzo, emocionado, se ha retirado sollozando, y después me ha traído para ti una preciosa
cajita llena de sus cuánticas lágrimas.
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Me derrito, daddy. Estas tertulias son deliciosas, aunque sean casi solitarias,
como las del Maestro con sus apóstoles.
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Pues sigamos con ese merecido homenaje a mi “primo” que nadie más le hará. Y
recorta poco, que tenemos tiempo de sobra.
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Okay. El gran Matienzo va añadiendo argumentos a favor de su proyecto. No era fácil convencer
al ‘seco’ Felipe II: “La venida de España a Buenos Aires es también breve y
gentil navegación”. Repite detalles de la
ruta, pero en sentido inverso. Habría que establecer una población de
españoles en Esteco (Tucumán): “Y de allí a esta ciudad (zona de Charcas) se
podrá venir en mulas o caballos o carneros de la tierra (llamas). Y también
desde Esteco a Jujuri, y de allí, al puerto de Atacama, en la Mar del Sur
(Pacífico). Y desde allí se podría proveer Chile, y (hacia el norte) Arequipa y
Lima y Trujillo y Quito, todo por mar (indica en cuántos días cada tramo).
Desde Arequipa podríase proveer también el pueblo nuevo de la Paz y el Cuzco.
O, si quisieren, se podrían proveer de Potosí, adonde envían sus carneros con
coca y suelen volver vacíos. Se podría hacer en breve (la ruta), pero no se
hará si no se lo confía V. M. a uno solo, sin que la Audiencia le pueda ir a la
mano. Y me parece que podría ser de esta manera. Que se enviase de España un
capitán con 500 hombres que poblasen Buenos Aires, y a este mismo se le podría
dar la gobernación del Río de la Plata”. Dice que es necesario poblar la
fortaleza de Gaboto, quedando, juntamente con Tucumán, sujeto a la audiencia de
Charcas, más otros pueblos nuevos en la misma zona “lo cual yo he escrito al
gobernador Aguirre que haga, y él creo los hará si no le falta gente (en los
lugares de Esteco, Comechincones y Calchaqui). Y podría haber otro camino más
breve por el río Bermejo, que sale al río de la Plata, o, por ventura, a la
laguna de Quiloasas (se desconocía si desaguaba allí), lo que sería más
excelente y más cercana navegación a esta tierra. Los muchos y grandes
provechos que se seguirán deste puerto (Buenos Aires), además de lo que tengo
dicho, dirá a V. M. el capitán Juan Ortiz de Zárate, portador desta carta, a
quien puede V. M. dar crédito cerca desto, por ser tan antiguo en la tierra y
que tanto ha servido a V. M. en este reino, como es notorio”. Continuará,
daddy.
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No se nos olvidará tampoco hacer una pequeña reseña de ese Juan Ortiz de
Zárate, otro ilustre que, aunque no de primerísima fila, dejaría en ridículo a
los figurones metrosexuales y posturitas que arrasan ahora. ¿Te lo imaginas
depilándose? Bye, bye, good son.
¡Qué
gran ciudad Buenos Aires! Toda la gloria de su fundación se la ha llevado Juan
de Garay, y se lo merece. Pero el que sembró la semilla de esa urbe colosal, el
que le hizo comprender al rey que era necesario mimarla, sembrarla y cuidarla
hasta que arraigara con fuerza y creciera invulnerable y poderosa, fue mi
pariente Juan de Matienzo. E díganme vuesas mercedes (dita sea): ¿cuántos
cristianos cosnosen estas dos humildes cartas que revolusionaron, mexorándolas,
todas las comucasiones con Indias, e hisieron brotar de la nada la maravillosa
siudad de la Virgen del Buen Aire?
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