(129) - Bonne
nuit, mon doux trovateur. Anoche brindamos por la memoria de Pedro de Mendoza,
aristócrata sin ventura, pero glorioso primer fundador de Buenos Aires. Sigamos
sacando pintorescos personajes del arcón de los héroes. Lo de Indias es
inagotable.
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Bienvenu, mon cher ectoplasme. Fuimos moderados: solo una copita. Es preciso
mencionar a un ilustre poco conocido: Alejo García, un portugués que iba en la
expedición en que los indios del Plata se zamparon (literalmente) a Solís y
otros compañeros suyos. Hay que darle a Alejo varios méritos: con solo cuatro
españoles, se convirtió en el líder de un numeroso grupo de indígenas; hacia
1521, fue el primero que subió por el río Paraguay (buscando oro y plata), y
parece ser que alcanzó, por el sur y casi diez años antes que Pizarro, el territorio inca. Volvía rico al estuario
del Plata y lo perdió todo, vida incluida, a manos de otra tribu. Nuestro
llorado Pedro de Mendoza, años más tarde, envió un grupo de españoles por la
misma ruta y con el mismo objetivo. Al frente iba otro memorable capitán, Juan
de Ayolas, natural de Briviesca, asistido por un personaje no menos “sabroso”:
Domingo Martínez de Irala, nacido en Vergara. En su avanzada, fundaron un
puerto con el nombre de Candelaria. Ayolas siguió río arriba; Irala se quedó
con orden de esperarle, pero, ante su larga ausencia, se dio la vuelta. Dos
años después se enteraría de que Ayolas había vuelto por refuerzos, vio que no
había ná de ná y siguió descendiendo el río hasta que (la eterna historia) los
indios acabaron con todos. Mendoza entretanto, corroído por la sífilis, decidió
volver a España, nombró como sucesor, suponiéndolo vivo, a Ayolas, y mandó a
Juan Salazar de Espinosa (todos firmes, please, ante este otro “fuera de
serie”) que partiera en busca del desaparecido capitán. Con el tiempo, Martínez
de Irala terminaría por ser el gobernador de la zona (ya veremos cómo). Juan
Salazar, nacido el año 1508 en Espinosa de los Monteros, partió tras el rastro
de Ayolas, pero solo encontró a Irala, que venía de vuelta. Fue en esas
circunstancias cuando el ilustre Juan fundó Asunción, en una orilla del río
Paraguay, un glorioso 15 de agosto del año 1537 (día de esa advocación
mariana), que es la verdadera fecha histórica del hecho, aunque Irala le diera
una consistencia mayor como ciudad central el año 1541. Volveremos a hablar de
sus “fazañas”, porque ahora nos está pidiendo la vez para la tertulia de mañana
uno más de los que entran pocos en docena: el incansable correcaminos, de
supervivencia gatuna y grandes dotes como cronista, Álvar Núñez Cabeza de Vaca.
Adieu, Sanchó.
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Mamma mía: lo has soltado de un tirón y sin despeinarte. Dorme bien, mon tendre
copin.
Qué
gusto da cuando las estatuas se ponen donde corresponde. Los paraguayos han
plantado en Asunción, ante ese lucido edificio oficial de la República del
Paraguay, la gallarda figura de su fundador, JUAN DE SALAZAR Y ESPINOSA
(fíxense vuesas mercedes en la graphía que le han puesto a su apellido, tan
similar a la del eximio philósopho y exselente persona Baruch Spinoza que es
cosa de creer que su familia xudía tenía la mesma prosedensia).
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