(117) - ¡Oh, mi nocturno, dulce y primaveral
ruiseñor!: sigue con tus bellos trinos.
Tienes transcritas dos preciosas cartas de mi “primo” Juan de Matienzo. No las
resumas mucho porque son muy interesantes y me da dolor de corazón que se
queden en el anonimato.
-
Buenas noches, delicioso manipulador; habría que verte en Sevilla coqueteando.
La primera carta se la envió Juan al rey
en enero de 1562. Le dice que se guarda secretos porque no sabe si va a caer en
manos peligrosas, y le cuenta cómo está “el patio”: “La fama de la gran riqueza
del Perú nos parece que la debimos soñar, puesto que no es la veintena parte de
lo que allá se dice”. Aclara que son
pocos los acaudalados en Arequipa, en Lima y en Cuzco. El dinero se lo llevan
los mercaderes. Los vecinos y soldados andan en Lima negociando mercedes,
incluso utilizando privilegios “de lo
cual se han sentido agraviados muchos, y así algunos que se han desvergonzado a
querer intentar un motín han sido apresados. Pero ha sido Dios servido de nos
alumbrar en haber echado del asiento de Potosí a algunos de los principales
gallos, quedando aquí los que más han servido a V. M., que entienden en sus
labranzas, cría de ganados y labor de minas, y desean vivir pacíficamente y sin
cuidado de poner a cada paso la vida al tablero. Quéjanse muchos de que se
proveen oficios a protegidos de los que gobiernan, habiendo venido
recientemente de España, sin haber estado jamás en esta tierra. Véndense cargos
y escribanías, y es una miseria lo que
dan a cambio; y con ello se podría pagar a algunos de los que de verdad han
servido, y cesarían los agravios de los vecinos a los que se les pone por sus
iguales a mercaderes y personas de baja suerte”. Continúa con una relación de
irregularidades: monopolios que encarecen las cosas, abandono de las obras públicas,
injusticias en Potosí, “no habiendo quien les vaya a la mano, se alzan con
haciendas ajenas, maltratan a los indios
y no les pagan su salario, lo cual será causa que se ausenten y pierda V. M.
300.000 pesos que rentan los derechos reales. De donde podría ser aumentado
vuestro patrimonio es sacando más plata de las minas, que son muchas y muy
ricas, especialmente las de Potosí. Si V. M. me manda que esté allí dos años,
aunque es tierra desabrida y cara, yo procuraré que se doblen los quintos de V.
M. el año postrero, lo cual se podría hacer sin perjuicio de españoles ni de
indios, antes en mucho provecho suyo, obedeciendo todos mi autoridad”. Desde
luego, querido Sancho, tu pariente valía un Potosí. Mañana, más.
-E
vean vuesas mercedes cuán moderno
castellano utilisaba mi pariente Juan a solo cuarenta e un años de mi partida para Quántix, e sin ser doctor como
yo, sino lisensiado; empero, qué brillante cabesa, qué insigne e ilustre retoño
del sagrado árbol de los Matienso. Abur, fixos míos.
Todo
lo que se ve en colorines en ese mapa
entraba en la jurisdicción de la recién creada Audiencia de Charcas, adonde
llegó el ilustre Juan de Matienzo (un hombre que casi solo tenía virtudes) para
ponerla en marcha. Fue la lógica expansiva de Indias: militar, colonizadora,
administrativa y judicial. Juan llegó a Lima como oidor (juez), pero casi
inmediatamente le ordenaron completar el puzzle de las audiencias que ya
existían. Al norte estaba la de Lima, al oeste, la de Chile, al este y sur, las
de Paraguay y Argentina; él colocó la pieza geográficamente central y última:
Charcas.
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