sábado, 31 de octubre de 2020

(Día 1254) Alonso de Alvarado ejecutó a muchos de los rebeldes. Luego lo hizo con el cruel Vasco Godínez.

 

     (844) Alonso de Alvarado siempre fue uno de los capitanes más sensatos y razonables. Tenía también un gran prestigio, y, sin embargo, fue bastate decepcionante el conflicto que, como ya vimos, le enfrentó a Pedro de la Gasca, sin que sepamos cuál de los dos tuvo la culpa. A pesar de la bonhomía de Alvarado, no se dejaba llevar por sentimentalismos cuando la situación exigía dureza y rectitud, por lo que castigó sin contemplaciones a muchos de los rebeldes: "El mariscal dio principio en la ciudad de la Paz al castigo de aquella rebeldía. Condenó a todos los presos que Pedro de Enciso le envió, y a otros que prendieron en otras partes. A muchos de ellos los ahorcaron, a otros degollaron, y a otros condenaron a azotes y a galeras; de manera que todos quedaron bien pagados. Luego fue a Potosí, donde hizo los mismos castigos con los amigos de Egas de Guzmán y Don Sebastián de Castilla. Prendió al comendador Hernán Pérez de Párraga, que era del Hábito de San Juan, y, por una carta que le escribió a Don Sebastián pidiéndole que le apresara simuladamente con varios arcabuceros, para que no pareciese que quería unírsele voluntariamente, le quitaron los indios que tenía, y a él lo enviaron preso adonde el Gran Maestre de Malta (se  supone que adonde su representante en España)".

     Pero Alonso de Alvarado no descansaba: "Hecho el castigo en Potosí, se fue el mariscal a la ciudad de la Plata, donde estaba preso Vasco Godínez, y otros muchos con él, de los más famosos y belicosos soldados que hubo en aquellas tierras, y recibieron los mismos castigos. Fueron muchos los ejecutados y los azotados. Desde finales de junio de 1553 hasta los de noviembre del mismo año, que fue cuando llegó la noticia del alzamiento de Francisco Hernández Girón, todos los días siguientes a los festivos  se ejecutaban las sentencias de unos seis condenados. Lo cual era necesario para desembarazar las cárceles y tranquilizar a los vecinos, que estaban muy escandalizados por el alboroto que aquella tiranía había causado, pues nadie se sentía seguro; sin embargo, los maliciosos, lo tenían por crueldad, y llamaban Nerón al juez".

     Le llega ahora el turno a Vasco Godínez. Un hombre tan tortuoso y traidor, que, primeramente, se rebeló contra el Rey en compañía de Don Sebastián de Castilla y de Egas de Guzmán, y luego, como si hubiese tenido una pesadilla nocturna que le trastornó el cerebro, decidió de súbito dar marcha atrás, pero matando primeramente a sus dos socios, con la ilusa pretensión de que las autoridades legales se olvidaran de todo su pasado y le premiaran espléndidamente ese 'servicio': "El mariscal mandó arrastrar y hacer cuartos a Vasco Godínez, acusándole de muchos y grandes delitos, los cuales quedaron expresados en la sentencia. Al mariscal le pesó mucho no hallar a Baltasar de Velázquez (que había ido a Lima), pues, de haberlo apresado, lo mismo habría hecho de él que de Vasco Godínez. Los delitos y traiciones de Vasco Godínez quedaron bien calificados en las breves palabras que decía el pregonero cuando lo llevaron arrastrando (después de ejecutado) a hacerle cuartos: 'A este hombre, por traidor a Dios, al Rey y a sus amigos, han mandado matar y hacer cuartos'. Fue la frase más acertada que nunca oí (el cronista fue testigo siendo un adolescente)".

 

    (Imagen) Nada más ser ejecutado Vasco Godínez, el asesino nato y gran traidor que se rebeló contra el Rey y luego mató, para congraciarse con él, a sus dos compañeros de rebelión, Don Sebastián de Castilla y Egas de Guzmán, llegó la noticia de otro alzamiento, el de FRANCISCO HERNÁNDEZ GIRÓN, que será el último, pero más peligroso que el anterior. El cronista Inca Garcilaso vivió aquellos horrores siendo un adolescente, y nos va a dejar claro que eran tiempos en los que la religión y la superstición iban de la mano (sobre todo en él, por ser mestizo): "Siguió adelante la ejecución de la justicia, siendo muchos los muertos hasta que se conoció el levantamiento de Francisco Hernández Girón. Con aquello cesaron las ejecuciones, pues fue menester que hubiera un motín en otra parte para que el  temor de este aplacase el castigo del anterior. Esta nueva rebelión la habían pronosticado a voces los indios del Cuzco, como yo lo vi, y fue la noche anterior a la fiesta del Santísimo Sacramento (Corpus Christi). Yo, como muchacho, salí aquella noche a ver adornar las dos plazas de aquella ciudad. Estando yo junto a una esquina de la iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes, hacia las dos de la madrugada, cayó un cometa (estrella fugaz) tan grande y tan claro, que alumbró toda la ciudad con más resplandor que si fuera la luna llena. Era redondo como una bola, y tan grueso como un torre. Llegando cerca del suelo, se desmenuzó en centellas, sin hacer daño en las casas de los indios. Y se oyó un trueno que atravesó todo el aire. Al verlo y oírlo los indios que estaban en las dos plazas, a voces altas y claras, todos a una dijeron '¡auca, auca!'. Y repitieron esta palabra muchas veces, que en su lengua significa 'tirano, traidor,  fementido, cruel, alevoso', y todo lo que se puede decir de un traidor. Esto pasó el día 19 (fue el 18) de junio de 1553, en que se celebró la fiesta del Señor, y el pronóstico de los indios se cumplió el 13 de noviembre del mismo año con el levantamiento de Francisco Hernández Girón". Recordemos que el nuevo  rebelde tuvo un largo historial como conquistador hiperactivo y de extraordinario valor. Pero fue víctima de su propia osadía, y acabará en el desastre. Sin embargo va a obtener una gran victoria, la de Chuquinga, con triste resultado para el excepcional Alonso de Alvarado, pues la derrota desmoronó su personalidad, y acabó medio demenciado.





viernes, 30 de octubre de 2020

(Día 1253) Alonso de Alvarado empleó una argucia (que le salió bien) para apresar al cruel Vasco Godínez. Nueva crítica de Inca Garcilaso al cronista Palentino.

 

     (843) Se diría que el mariscal Alonso de Alvarado tenía muy claro lo que iba a hacer con Vasco Godínez: "Teniendo, pues, el mariscal algunas noticias de estas intenciones, decidió manejar el negocio con habilidad, e hizo púbico que habían llegado algunas provisiones para gratificar a los que habían intervenido en la muerte de Don Sebastián, y que, en una de ellas, se les otorgaba a Vasco Godínez y a Juan Remón la encomienda de indios que había sido de Alonso de Mendoza (fallecido anteriormente de enfermedad). Publicada esta noticia, envió a Potosí a Alonso Velázquez con algunos documentos y con una orden de prender a Vasco Godínez, haciendo creer a la gente que llevaba la concesión oficial de la encomienda de indios para Godínez".

     La estrategia empezó a funcionar de inmediato: "Vasco Godínez estaba entonces en la ciudad de la Plata, donde tuvo noticia, por una carta de un pariente suyo, de que Alonso Velázquez le llevaba la provisión de la encomienda de indios, que eran los de Alonso de Mendoza. De lo cual se mostró muy enfadado y muy ofendido Vasco Godínez porque no era la encomienda de Pedro de Hinojosa, de la cual él ya se había apoderado despóticamente. Poco después de recibir la carta de su pariente, entró Alonso Velázquez en la ciudad, y fue con algunos amigos suyos a la posada de Vasco Godínez". El recibimiento de Godínez fue quejumbroso, sin darse cuenta de que se le acercaba la ruina total. Velázquez, por tenerlo distraído, le presentó algunos escritos irrelevantes, y, cuando empezó a leerlos, le dijo: "Sed preso, señor Godínez". Su turbación fue enorme. Desconcertado, le exigió que demostrara sus poderes, pero lo único que quería Velázquez era encerrarlo cuanto antes: "Finalmente, Alonso Velázquez lo metió en la cárcel, le echó cadenas y grillos, y luego le escribió al mariscal lo que había ocurrido. El cual llegó pronto a Potosí, y comenzó a ocuparse de los castigos, prendiendo a muchos soldados y vecinos".

     Inca Garcilaso recoge un párrafo del Palentino, con el que no se va a mostrar de acuerdo: "Abrió causa contra Martín de Robles, Gómez de Solís, Martín de Almendras y otros, pero admitiéndoles sus descargos y sus pruebas. Muchos de los cuales salvaron sus vidas más por el largo plazo que les concedió para completarlos, que por las alegaciones que presentaron en su defensa, como más adelante diremos". Veamos el duro  comentario de Garcilaso: "Estas razones del Palestino muestran que recibiría la información de algún enemigo de esos vecinos, o que él lo era, porque no escribió ningún delito contra los que el mariscal Alonso de Alvarado apresó, y habiendo reconocido que los tiranos prendieron a Gómez de Solís y a Martín de Almendras, y que Martín de Robles se escapó en camisa, dice ahora que salvaron sus vidas por el mucho tiempo que les dieron para presentar descargos. Lo cual parece notoria pasión, como también la muestra más adelante en otros casos que mencionaremos". Nunca sabremos si la crítica que hace Inca Garcilaso contra el Palentino es excesiva, pero, sin duda, en muchas cosas él tuvo más información directa a través de su padre y de otros capitanes con los que trataba a menudo. Lo cual, al mismo tiempo, podría afectar a su imparcialidad.

 

     (Imagen) Enseguida aparecerá en escena ANTONIO CARRILLO. Lo veremos como partidario del rebelde Girón, aunque su recorrido anterior fue cambiante. Nació en Illescas (Toledo). Hacia el año 1545 estaba enredado en las guerras civiles de Perú, pero, entonces, con toda legalidad, pues servía al virrey Blasco Núñez Vela, con el susto de que lo apresó el sanguinario Francisco de Carvajal. Parece ser que pronto, quizá bajo amenazas, se pasó al bando de Gonzalo Pizarro, ya que, en los archivos de Pedro de la Gasca, hay algunas referencias a un tal Carrillo que estaba entre los rebeldes. Es de suponer que fuese uno más de los muchos que abandonaron a Gonzalo en la batalla de Jaquijaguana, porque no consta que lo castigaran. Pero no escarmentó, y tuvo un papel destacado el año 1553 en el alzamiento de Francisco Hernández Girón, a quien, incluso, lo alarmó con un falsa noticia para que, sin más, iniciara su rebeldía. Girón se lanzó de inmediato al ataque; fue con algunos aliados, entre ellos Carrillo, a la casa de Alonso de Loaysa (el 'desfigurado', quien, como sabemos, estaba celebrando su boda) y mataron a varios de los presentes. En la batalla de Chuquinga, Carrillo temió la derrota, y tuvo un intento de abandonar; pero vencieron, y Girón, que lo estimaba mucho, le perdonó esa debilidad. Más tarde, le encargó a Carrillo apropiarse de bienes y armas, y consiguió un gran botín, pero con medios brutales contra vecinos e indios. Aquello motivó que varios de sus acompañantes decidieran pasarse al bando del Rey, por lo que mataron a ANTONIO CARRILLO, y devolvieron a sus dueños lo robado. Pero, aun así, merece que se le recuerde como un gran héroe, porque estuvo en la tremenda campaña del excepcional Hernando de Soto en La Florida, cuando descubrieron el Misisipi (año 1541). Según le dijo a Inca Garcilaso el conquistador Gonzalo Silvestre (que allí estaba), se encontraban varios soldados pasando un río menor, y fueron atacados por los indios apalaches. Los jinetes llevaban sobre las ancas de los caballos a varios arcabuceros, y se vieron perdidos por no poder maniobrar en la corriente. Contaba Silvestre: "A su socorro acudieron los españoles más esforzados, siendo uno de ellos ANTONIO CARRILLO. Consiguieron darle un flechazo en medio del pecho al emplumado cacique, y, alcanzado su jefe, todos los indios se retiraron llevándoselo".




jueves, 29 de octubre de 2020

(Día 1252) Hubo en Perú una alegría general cuando se supo que Don Sebastián y Egas de Guzmán habían muerto. Y entonces le confiaron a Alonso de Alvarado que apresara y castigara a rebeldes.

 

     (842) Tres días después de prepararse en el Cuzco para un posible enfrentamiento con los rebeldes, se enteraron del asesinato de Don Sebastián de Castilla, con lo que, de momento, volvió la tranquilidad: "Sucedió lo mismo en Lima cuando se enteraron de la muerte de Don Sebastián y de Egas de Guzmán, pues se hicieron grandes fiestas y regocijos. Pasadas las celebraciones, el más afortunado fue Ordoño de Valencia, ya que, aunque estuvo en un bando y en otro, tuvo la buena fortuna de llevar las noticias de la muerte de Don Sebastián. Por ello, le dieron los oidores en albricias un repartimiento de indios en la ciudad del Cuzco de seis mil pesos de renta al año, donde yo le dejé gozando de ellos cuando me vine a España". Curiosa costumbre, en aquella época, la de premiar al que era portador de buenas noticias. Dicen que, a Rodrigo de Triana, el primero que gritó al ver, desde el palo mayor de la nao, las ansiadas tierras americanas, Colón,  discutiéndole su derecho, no le dio las albricias prometidas, por lo que, lleno de ira, se convirtió más tarde en un renegado, y marchó a tierras musulmanas.

     Pero también se consideró necesario someter a juicio a los más culpables: "Los oidores de la Audiencia Real de Lima encargaron la comisión de castigo al mariscal Alonso de Alvarado, por saber que era un juez severo y riguroso, como convenía a quien hubiese de castigar las muchas y muy graves maldades que se habían hecho en deservicio de Dios y del emperador Carlos V. Enviaron asimismo a la provincia de las Charcas al licenciado Juan Fernández, que era fiscal de la audiencia Real, para que hiciese su oficio con los delincuentes que allí había. Y, además, por si la tiranía de los rebeldes no estaba acabada, hicieron también corregidor, justicia mayor y capitán general de todas aquellas provincias al mariscal Alonso de Alvarado".

     Tras tomar estas medidas, Alonso de Alvarado envió de inmediato personas de su confianza para atrapar a todos los sospechosos de haber sido rebeldes y habían huido de la quema, habiéndose escondido en los lugares más extraños: "Uno de los encargados, que se llamaba Juan de Henao, los persiguió hasta entrar en el lago Titicaca, y los buscó en las isletas, entre eneas y juncales que allí se crían, donde prendió a más de veinte de ellos, de los más culpables, y se los entregó a Pedro Enciso, que era el corregidor de Chucuito; el cual, tras haberles tomado sus confesiones, se los envió  al mariscal, bien apresados y con guardas. Sabiéndose en las Charcas y en Potosí lo que estaba haciendo Alonso de Alvarado, muchos soldados que eran culpables (cuyos delitos les parecían sin posible perdón) le dijeron a Vasco Godínez que pensase en sí mismo, y que se rehiciese de gente para defenderse del mariscal. Incluso le aconsejaron que corriese el rumor de que el mariscal, Lorenzo de Aldana y Gómez de Alvarado se querían rebelar y tiranizar aquellas tierras, de manera que, con esa excusa, los matasen, para lo cual ellos le ayudarían. Sin embargo, porque Vasco Godínez confiaba en el servicio que había hecho a Su Majestad, y también porque Juan Remón, enterado de lo que proponían, les afeó sus intenciones, no se habló más de llevarlas a cabo".

 

     (Imagen) Nos acaba de revelar Inca Garcilaso que uno de los capitanes del retorcido Vasco Godínez era PEDRO (RUIZ) DEL CASTILLO. Nació en Villalba de Rioja (La Rioja) el año 1521, en la torre de su linaje familiar. Llegó a Perú el año 1536, luchando entonces con Francisco Pizarro contra el cerco que pusieron los indios a la ciudad de Lima. Siguió la trayectoria de otros muchos: fue fiel a los Pizarro contra los Almagro, pero, cuando llegó el virrey Blasco Núñez Vela, se puso a su servicio, abandonando a Gonzalo Pizarro, ya que, de no hacerlo, el grado de rebeldía habría sido máximo. Apresado por el temible Francisco de Carvajal, logró huir, y se trasladó a Arequipa, donde se unió al notable Diego Centeno, sirviendo después los dos al gran Pedro de la Gasca en la batalla de Jaquijaguana, punto final de la biografía del trágico Gonzalo Pizarro. Vemos ahora  con sorpresa que, en la rebelión de Don Sebastián, Egas de Guzmán y Vasco Godínez, se apuntó al bando de los sublevados. Pero, también extrañamente, Godínez trató luego de congraciarse con la Corona, y, con algunos aliados, entre otros Pedro del Castillo, asesinó a Don Sebastián de Castilla. A Godínez no le va a servir de nada, pero, para Pedro, fue la bula que le perdonó su rebeldía. Y así se explica su importante trayectoria posterior, y que Inca Garcilaso lo llame 'famoso soldado', pues su crónica la estaba escribiendo muchos años después. Luchó más tarde contra el último rebelde, Francisco Hernández Girón, por lo que, en 1556, el virrey Andrés Hurtado de Mendoza lo nombró capitán de caballería. Partió luego para Chile, y el gobernador García de Mendoza, hijo del virrey, le confió a Pedro del Castillo la durísima misión de doblegar a los fieros indios mapuches del gran cacique Caupolicán. En un gran valle que él denominó La Rioja, fundó, el año 1561, Mendoza, la hoy gran ciudad argentina (un millón de habitantes). Cuando volvió a ser gobernador de Chile Francisco de Villagra (tras haber estado preso), Pedro fue destituido junto a otros militares. Aprovechó esa circunstancia para tener, por fin, una vida placentera, y volvió a España, a su pueblo natal, donde se casó con Catalina Barrena. Allí tuvieron tres hijos, y el infatigable conquistador PEDRO RUIZ DEL CASTILLO descansó para siempre el año 1587. La imagen muestra su estatua en Mendoza. Tiene otra en Logroño.




miércoles, 28 de octubre de 2020

(Día 1251) Ninguna rebelión fue más absurda y sanguinaria que la de Don Sebastián de Castilla, Vasco Godínez y Egas de Guzmán. Continuó el río de sangre.

 

     (841) Unos para acá y otros para allá, como pollos sin cabeza, iban alternando las fidelidades. Los soldados que habían abandonado a Gabriel Pernía, trataron, finalmente, de unirse a Don Sebastián, pero, al saber que lo habían matado, entregaron su bandera a Baltasar de Velázquez y al licenciado Gómez Hernández, los títeres de Vasco Godínez, diciendo que la ponían al servicio de su Majestad. Y comenta Inca Garcilaso: "Y así, aquella bandera hacía oficio de veleta, que se muda siempre con el viento, y hacía lo mismo que la gente poco leal, que es andar a 'viva quien vence'. Venidos, pues, estos adonde Baltasar Velázquez, le entregó la bandera Alonso de Arriaga. Después Velázquez envió a Riva Martín y a Martín Monje a la ciudad de la Paz, para hacerle saber al mariscal Alonso de Alvarado que la villa de la Plata estaba pacificada y reducida al servicio de su Majestad". Luego Baltasar Velázquez emprendió el camino de vuelta a dicha villa, y, una vez más, dio pruebas de ser hombre muy cruel: "Llevaba varios soldados presos y, de camino, ordenó  hacer cuartos de Francisco de Arnao. En cuanto entró en la villa de la Paz, mandó arrastrar y hacer cuartos a Alonso de Marquina, y aquella misma noche entró en el monasterio de la Merced y sacó a Pedro del Corro, que se había metido fraile por haber intervenido en la muerte del general Pedro de Hinojosa, y fue ahorcado".

     El resto de los presos que llevó Baltasar Velázquez, se los entregó, para mayor desgracia, a Vasco Godínez, quien, como sabemos, se había autoadjudicado el poderoso cargo de justicia mayor, como dueño y señor de vidas ajenas: "Su deseo era matar a todos los que conocían sus intrigas. Y así, desterró a muchos, e hizo cuartos de García Tello de la Vega, que fue capitán de Don Sebastián, con la aprobación del mismo Godínez. Mandó que le cortaran los pies a otro soldado llamado Diego Pérez, condenándolo asimismo a galeras, como si pudiera allí servir sin pies, todo lo cual parecían desatinos intencionados". Y no se olvidó de hacer propaganda de su cínica fidelidad al Rey: "Envió a Lima a Baltasar Velázquez y a otro soldado famoso, llamado Pedro Ruiz del Castillo, para que enaltecieran los servicios que habían hecho a la corona Vasco Godínez y los suyos".

     Inca Garcilaso nos traslada de nuevo al inicio de estas rebeliones de Don Sebastián y sus salvajes socios. Lo hace para comentar el eco que esta desastrosa aventura tuvo en otros lugares: "La noticia del levantamiento de Don Sebastián de Castilla se extendió por todo el imperio de Perú, con mucho escándalo de todos los vecinos, porque eran ellos los que, en todas aquellas guerras, gastaban sus haciendas y tenían sus vidas colgadas de un cabello. Cuando se enteraron en la ciudad del Cuzco, se prepararon para recibir a los enemigos. Eligieron como general a Diego de Maldonado el Rico, por ser el regidor más antiguo, y, como capitanes, a Garcilaso de la Vega, Juan de Saavedra, Juan Julio de Ojeda, Tomás Vázquez y Antonio de Quiñones. Fue tan diligente Juan Julio de Ojeda, que, cinco días después, llegó a la plaza acompañado de trescientos soldados muy bien armados, lo cual causó admiración".

 

     (Imagen) Había en FRANCISCO DE ISASAGA una faceta poco común en los conquistadores, la de intelectual de profunda fe religiosa, como descubrió el erudito peruano Pedro Guibovich Pérez: poseía unos cuarenta libros que revelan cuáles eran sus inquietudes vitales. Isasaga, después de participar en la derrota y muerte del último rebelde, Francisco Hernández Girón, se trasladó a  Lima, y en 1560 (teniendo 59 años) se casó con María de Cervantes, dato contrastado que quita verosimilitud al hecho de que, según algunos, también la madre del conquistador se llamara así. El año 1576, ya anciano, hizo testamento por estar tan gravemente enfermo, que no tuvo fuerzas para firmarlo. Ya fallecido, apareció entre sus bienes la relación de libros que poseía, de los que anoto los más conocidos: "Diccionario de Ambrosio de Calepio, publicado el año 1502, y que llegó a ser tan famoso,  que la palabra 'calepio' equivalía a diccionario.- Las obras de Cicerón.- Dos diccionarios de Antonio de Nebrija.- Las Comedias de Terencio.- La Eneida, de Virgilio.- Los epigramas morales de Catón.- El 'Desprecio del Mundo' (conocida después como 'La imitación de Cristo'), de Tomás de Kempis.- Un libro de Alejo de Venegas con consuelos espirituales para la agonía en el tránsito de la muerte.- Un libro de Juan de Pedraza, sobre casos de conciencia para mejor confesar y confesarse.- Un libro de Jerónimo Chaves sobre filosofía, astronomía, cosmografía y medicina.- Un libro de Gonzalo de Illescas sobre la historia de los pontífices romanos.- Un libro de Pedro Mejía sobre la historia de los emperadores romanos.- Las Décadas, de Tito Livio.- Las obras de Fray Luis de Granada (el gran predicador dominico).-  La Escala Espiritual, de San Juan Climaco, sobre la forma de alcanzar la perfección cristiana.- La vida de Jesucristo, la Virgen y muchos santos, libro escrito por Pedro de la Vega". Resultan evidentes sus inquietudes intelectuales y religiosas. Uno de esos textos ha marcado durante siglos la espiritualidad de los creyentes, el escrito por el alemán Tomás de Kempis (fallecido en 1471), que a algunos los empujó hacia la santidad, y a otros a la depresión, como confesó el gran poeta mexicano Amado Nervo: "Oh, Kempis, Kempis, asceta yermo / Pálido asceta, qué mal me hiciste / Ha muchos años que estoy enfermo / Y es por el libro que tú escribiste".




martes, 27 de octubre de 2020

(Día 1250) Esta rebelión siguió siendo la más absurda y desquiciada de todas. Los mismos cabecillas se mataban entre sí. El nuevo asesinado fue Egas de Guzmán.

 

     (840) Tanto el Palentino como Inca Garcilaso insisten en que, en aquella rebelión, los cabecillas buscaban el poder para liquidar a sus oponentes. Veamos cómo lo dice Inca: "Tiene mucha razón el Palentino en decirlo así, y aun mucho más se deben abominar las crueldades que aquellos hombres hicieron en sus amigos, habiendo preparado y ejecutado juntos la muerte de Pedro de Hinojosa. Para encubrir sus propias bellaquerías, y para matar a los que las sabían, se hicieron elegir en cargos con los que poder castigar y quitar la vida a los que ellos mismos, con sus traiciones y maldades habían convertido en culpables. Pero no les faltó el castigo del Cielo, como más adelante veremos. Todo lo que he referido, y mucho más (cosas extrañas y abominables que no se pueden contar por entero), pasó en la ciudad de la Plata".

     Pero seguirá el horror: "Ahora diremos lo que ocurrió en Potosí. A Antonio de Luján le envió una carta (a Potosí) un amigo suyo, llamado Juan González, avisándole de la muerte de Don Sebastián y de las cosas sucedidas, entre ellas, la huida de Juan Remón con algunos otros, para unirse al mariscal Alonso de Alvarado. Le decía también que diese de puñaladas a Egas de Guzmán, porque el plan de todos ellos se había abandonado con la muerte de Don Sebastián. Antonio Luján, que se había hecho justicia mayor de aquella ciudad, llamó a formar el escuadrón en la plaza. Egas de Guzmán se presentó y, habiéndole preguntado a qué se debía el llamamiento, Antonio de Luján, para que le tuviese como amigo suyo, le presentó la carta que había recibido, con la cual Egas de Guzmán se mostró turbado. Los que querían seguir sirviendo al Rey, se alegraron, que es lo que quería Alonso de Luján para que se hiciese lo que en la carta se pedía y mataran a Egas de Guzmán. Y así, en aquella junta, con mirarse unos a otros se entendieron, sin hablarse palabra, y, aunque algunos deseaban lo contrario, se atrevieron Antonio de Luján y otros con él a echar mano de Egas de Guzmán y prenderle. Soltaron  a Gómez de Solís y a Martín de Almendras los grillos que tenían, y se los pusieron a Egas de Guzmán. Al cabo de seis horas, lo arrastraron e hicieron cuartos de él (sin que le valiera de nada toda su valentía), y también lo hicieron con otro que se llamaba Diego de Vergara".

     El giro que dieron las intenciones de los rebeldes, resultó kafkiano, por lo que unos y otros iban de sorpresa en sorpresa. Los que vivían en La Plata no sabían lo que acababa de ocurrir. "Vasco Godínez y los suyos decidieron salir de la ciudad para ir a la villa de Potosí a enfrentarse a Egas de Guzmán, desconociendo lo que del pobre caballero se había hecho, y, cuando solo habían recorrido dos leguas, se enteraron de que lo habían matado, por lo que Godínez decidió volverse a La Plata, pero enviando a Baltasar Velázquez y el licenciado Gómez Hernández en busca de Gabriel de Pernía". Hay que recordar que a Pernía lo había mandado Egas de Guzmán con algunos más a la ciudad de la Paz para matar al mariscal Alonso de Alvarado, pero, a consecuencia de las deserciones, dio la vuelta, como había hecho el desdichado Don García Tello: "Pero, en el retorno, los que iban con él dejaron solo a Gabriel Pernía con otros tres, con la intención de juntarse con el mariscal Alonso de Alvarado".

 

     (Imagen) FRANCISCO DE ISASAGA, hijo de Pedro Ochoa de Isasaga, con quien estuvimos en la imagen anterior, nació hacia el año 1500. Tuvo el padre ideal para convertirse en un hombre culto y diestro en asuntos administrativos, a lo que se añadió una brillante carrera militar, en la que le acabamos de ver con sudores fríos cuando los demenciales rebeldes que mataron a Pedro de Hinojosa lo apresaron a él, pero vivió luego largo tiempo. El año 1523, ya andaba por las Indias, y, en 1532, incorporado a la tropa de Francisco Pizarro, asistió a la fundación de San Miguel de Piura (la primera ciudad española de Perú), pero se dejó llevar por el desaliento y abandonó aquella durísima, aunque gloriosa, aventura. El soldado pródigo volvió al redil en 1533, habiéndose perdido la captura de Atahualpa y parte del impresionante botín. El año 1535 se hallaba en la fundación de Lima, de donde se trasladó al Cuzco, y allí tuvo ánimos para hacer una locura: ir con Diego de Almagro a la tremenda y fracasada expedición de Chile. A su vuelta, surgieron los dramáticos pleitos entre Pizarro y Almagro, a quien Isasaga ayudó para que se apoderara (ilegalmente) del Cuzco y derrotara a los indios que tenían cercada la ciudad. Ejecutado Almagro, su hijo mató a Francisco Pizarro, y luego llegó Vaca de Castro para enfrentarse a Diego de Almagro el Mozo. Era ya demasiada rebeldía, por lo que Francisco luchó en el bando de la Corona, siendo herido en la batalla de Chupas (con muerte del Mozo). Pero Isasaga tropezó en la misma piedra al rebelarse Gonzalo Pizarro, uniéndose a él, para, finalmente, pasarse al bando de Pedro de la Gasca, la última tabla de salvación que pudo coger, como hicieron otros muchos pizarristas. Después dejó el Cuzco y pasó como tesorero a la villa de la Plata. Luchó contra el rebelde Girón, y jugó un importante papel organizando el ejército. Zanjadas las guerras civiles, tuvo FRANCISCO DE ISASAGA una vida más tranquila, y siguió como tesorero durante años en la gobernación de Charcas. En la imagen vemos que, en 1565, le pedía cuentas de su administración al gran Pedro de la Gasca (obispo de Sigüenza). Pero también lo hizo con los herederos de otras importantes figuras de las Indias, como Alonso de Alvarado, Juan Polo de Ondegardo, Gabriel de Rojas y Pedro de Hinojosa. (Veremos en la próxima  imagen otra faceta de Francisco de Isasaga).




lunes, 26 de octubre de 2020

(Día 1249) El brutal Vasco Godínez manipuló a los miembros del cabildo por medio del terror. Mató sin piedad al joven Don García Tello de Guzmán y a otros.

 

     (839) Los recién llegados no estaban por la labor de reconocer los cargos que le habían adjudicado los vecinos a Vasco Godínez: "Respondieron que ellos no tenían autoridad para aprobar nada de aquello, y que, como amigos suyos, le aconsejaban que desistiese de aquellas pretensiones, porque podía parecer que había matado a Don Sebastián de Castilla para tomar el poder, y no por servir a Su Majestad. Con la respuesta, se indignó grandemente Vasco Godínez, y a voces dijo que a los que pretendiesen menoscabar su honra, él les consumiría la vida. Mandó que entrasen todos en cabildo, y que estuviesen a la puerta del ayuntamiento ochenta soldados, para que matasen a cualquiera que se opusiese a lo que él pedía. Sabiéndolo Pablo de Meneses y sus compañeros, por mal que les pesó, aprobaron las elecciones, y mucho más, si lo hubiese pedido, porque el licenciado Gómez Hernández les aseguró que, de no hacerlo, los mataría a todos".

     Por aquel entonces estaba volviendo García Tello de Guzmán de la aventura que fracasó en el plan de ir a matar al mariscal Alonso de Alvarado por encargo de Don Sebastián. Recordemos que tuvo que regresar con los pocos soldados que le quedaron cuando Juan Remón y otros amigos suyos decidieron abandonar aquella loca idea y pasarse a la legalidad. El pobre Tello no sabía lo que le esperaba: "El cabo Riva Martín, que había salido con algunos arcabuceros, por orden de Godínez, apresó a  Don García Tello de Guzmán a cinco leguas de la ciudad. El cual venía confiado en que iba a hallar buena acogida en Don Sebastián de Castilla y los suyos. Pero, cuando supo que lo habían matado Vasco Godínez, Baltasar Vázquez y Gómez Hernández, que eran sus más íntimos amigos, y los que más habían impulsado la muerte de Pedro de Hinojosa y aquella rebelión, se quedó como pasmado, pareciéndole imposible que los que tanto habían hecho con Don Sebastián para matar a Pedro de Hinojosa, lo matasen ahora a él, siendo cualquiera de ellos, sin comparación, más culpables en aquella traición y tiranía. Conociendo Don García las trampas de todos ellos, no dudaba de que le habían de matar, para que no tuviese ocasión de decir lo que sabía de aquellas maldades. Y así fue, pues, en cuanto entró en la ciudad, Vasco Godínez le encargó a Baltasar Velázquez que lo matase enseguida".

     Velázquez le dijo al desdichado Don García que iba a morir, y que hiciera rápidamente su confesión: "Juan Ortiz de Zárate le rogó que le concediese todo aquel día para que pudiera tener tiempo de recordar todos sus pecados y pedir a Dios perdón por ellos, pues era mozo, y había sido muy pecador". Baltasar Velázquez se negó, y le dijo a Don García que se diera prisa en confesarse porque en una hora lo  iban a ejecutar:

"Casi sin acabar de confesarse, Baltasar Velázquez mandó que le dieran garrote, y se quebró el cordel, pero, poniendo otro cordel en la garganta, y pareciéndole a Baltasar Velázquez que había mucho retraso, mandó que le cortaran la cabeza. Juan Ortiz de Zárate amortajó y enterró su cuerpo. Luego ejecutaron también a algunos otros, sin dejar que se confesaran, y sin previo proceso judicial, para que no pudiesen manifestar que quienes les mataban eran los impulsores de la rebelión".

 

     (Imagen) Hemos visto cómo los rebeldes apresaron, cuando mataron a Pedro de Hinojosa, al tesorero Francisco de Isasaga. Hablaré de él en la próxima imagen, porque primeramente me referiré a su padre, PEDRO OCHOA DE ISASAGA, natural de Villafranca de Oria (Guipúzcoa) y hombre de variopintas cualidades. Y, para ello, me plagiaré a mí mismo (resumiendo), ya que, investigando, recogí algunos datos suyos en la biografía que escribí sobre Sancho Ortiz de Matienzo, pues los dos trabajaron juntos en la sevillana  Casa de la Contratación de las Indias. Anteriormente, Pedro, que ostentaba el flamante título de Comendador de Rodas, tenía ya tal prestigio, que los Reyes Católicos le encomendaron la misión de velar en Lisboa por el bienestar y las propiedades de su hija María de Aragón, recién casada (año 1500) con el rey Manuel I de Portugal. Desde Lisboa, Pedro de Isasaga los tuvo al corriente del estado de su hija. Ese mismo año, les escribió una carta para que supieran lo feliz que era el matrimonio, y cuánto disfrutaba Doña María el espectáculo de los "momos", una especie de juegos literarios cortesanos. En 1508, Pedro le sacó de un apuro a Fernando el Católico consiguiendo evitar un conflicto con el rey de Portugal, ya que se había visto obligado a tomar el Peñón de Vélez de la Gomera por ser un refugio de piratas, con lo cual había infringido el tratado de Tordesillas, ya que era territorio portugués. Siguiendo su consejo, el rey Fernando, se disculpó por escrito ante Don Manuel, su yerno: " Yo nunca tuve el fin de tomar cosa alguna de vuestra conquista, sino el de remediar el gran daño que desde Vélez hacían a los cristianos, pues, en el tiempo que me hallé ausente, estuvo por ello en mucho riesgo de perderse el reino de Granada". Tras ser nombrado PEDRO OCHOA DE ISASAGA, el año 1509, factor de la Casa de la Contratación, fue enviado temporalmente a las Indias para fiscalizar la labor de los funcionarios del Rey residentes en la Isla Española. Se estableció en la ciudad de Santo Domingo con su familia, de la que ya formaba parte su hijo Francisco de Isasaga, el cual, como veremos en la próxima imagen, heredó de su padre (fallecido en 1518), entre otras cosas, la pasión por la cultura y el oficio de funcionario, aunque, además, fue conquistador. Ha sido una verdadera casualidad descubrir ese parentesco.




sábado, 24 de octubre de 2020

(Día 1248) En un prodigio de falsedad, el traidor Vasco Godínez, consiguió que varios capitanes leales a la Corona, temerosos de que fueran ejecutados, lo reconocieran como general al servicio del Rey.

 

     (838) Vasco Godínez seguía maniobrando extrañamente: "Envió seis arcabuceros para que  no dejasen a nadie ir a Potosí contándole a Egas de Guzmán lo que había sucedido. Mandó prender a tres soldados muy amigos suyos (de Godínez),  y que les dieran garrote antes de que amaneciese, porque eran sabedores de sus traiciones, trampas y marañas. Al amanecer llamó a Juan Ortiz de Zárate, Pedro Hernández Paniagua, Antonio Álvarez y Martín Monje, y les habló muy encarecidamente del peligro en que se había puesto por matar al tirano, y del beneficio que les había hecho a ellos y a toda la ciudad. Les pedía, en agradecimiento por todos esos servicios, que lo eligiesen Justicia Mayor de aquella ciudad, y Capitán General para la guerra, pues Egas de Guzmán estaba poderoso y con mucha gente en Potosí. A lo cual respondieron los vecinos que ellos no tenían autoridad para hacer aquellas elecciones, y que temían ser castigados si las hiciesen. Mas Juan Ortiz de Zárate, viendo que las habían de hacer, quisieran o no, dijo que, si el licenciado Gómez Hernández, que era letrado, diese su conformidad, ellos lo harían de muy buena gana. El letrado dijo que sí lo podían hacer, y mucho más que les pidiese, pues los servicios de Vasco Godínez lo merecían todo. Luego llamaron a un escribano, y ante él le hicieron los nombramiento a Vasco Godínez, y, además, por petición suya, le adjudicaron la riquísima encomienda de indios del  general Pedro de Hinojosa. Digno galardón de las dos famosas traiciones que este hombre urdió, tejió y ejecutó".

     La chapuza era inmensa, pero Vasco Godínez, un criminal nato, se imaginó que el tinglado  que estaba montando iba a transformarse por arte de magia en una entidad político-militar absolutamente legal, a la que el riguroso emperador Carlos V le daría todas sus bendiciones. Era como una estructura de cartón piedra, con apariencia de conversión a la lealtad a la Corona, pero dirigida por un grupo de matarifes, más siniestros que el difunto Francisco de Carvajal, quien, al menos, tenía sentido del humor: "Se pregonó que todos obedeciesen a Vasco Godínez como general, y a Baltasar Velázquez como maestre de campo. Se ordenó que seis soldados prendiesen a Don García Tello y los que con él venían de su fracasado intento de matar al mariscal Alonso de Alvarado. Baltasar Velázquez, para asegurarse el oficio de maestre de campo, mandó arrastrar y hacer cuartos a dos soldados famosos que venían de Potosí con despachos de Egas de Guzmán para Don Sebastián de Castilla. Mandó también dar garrote a otro soldado que se llamaba Francisco de Villalobos, y que se cortasen las manos a dos soldados, pero, por intercesión  de los demás, permitió que solo les cortasen una. Todo esto lo hizo el maestre de campo en un tiempo de cuatro horas tras su elección".

     Al día siguiente, volvieron por allí (al parecer, se habían enterado del cambiazo de bando de Vasco Godínez) varios que habían huido para salvar la piel, entre ellos, cuatro capitanes importantes: Martín de Robles, Pablo de Meneses, Diego de Almendras y Diego Velázquez. Al saberlo Vasco Godínez, le envió a Juan Ortiz de Zárate adonde ellos para que también reconocieran los nuevos cargos que tenía, y hablasen a los del cabildo para que los confirmaran oficialmente.

 

     (Imagen) Vamos a desenredar una serie de confusiones acerca del capitán MARTÍN MONJE BERMÚDEZ. Acabamos de ver que era uno de los que Vasco Godínez no mató porque había decidido pasarse al bando del Rey. He visto en PARES un expediente de los méritos de Martín, el cual aclara su segundo apellido y echa por tierra datos que se le atribuyen. Lo presentó el año 1598 su hijo, Pedro Álvarez Holguín, a su vez nieto del histórico conquistador del mismo nombre. Era natural de Palos de la Frontera (Huelva), y no vasco, como algunos dicen. Tampoco es cierto que naciera el año 1530, sino, probablemente, en 1508, pues el documento dice que luchó junto a Diego de Almagro cuando los indios cercaron la ciudad del Cuzco, lo cual ocurrió el año 1537. Su hijo dice que abandonó a Gonzalo Pizarro cuando él y los vecinos de la Plata, capitaneados por Diego Centeno, mataron a Francisco de Almendras (octubre de 1545), pero oculta que volvió a estar bajo las órdenes de Gonzalo. Deja en blanco un largo período de tiempo, y habla de sus servicios a Pedro de la Gasca en la batalla de Jaquijaguana, luchando Martín Monje como capitán de caballería contra Gonzalo Pizarro. Luego comenta (sobre la rebeldía que ahora estamos viendo) que "Martín Monje apresó a Vasco Godínez (ver imagen), se lo entregó al mariscal Alonso de Alvarado, y lo ejecutaron". También luchó contra el último rebelde, Francisco Hernández Girón. La fecha de una carta escrita el día 23  de noviembre de 1546 por MARTÍN MONJE a Gonzalo Pizarro demuestra que volvió a ponerse a su servicio (quizá forzado) después de la muerte de Francisco de Almendras. En su escrito, Martín le dice: "En cuando a lo que vuestra señoría manda, lo cumpliré como si fuera mi padre. Estuve por ahorcar a Velázquez, criado de vuestra señoría, porque tuvo escondido a Manjarrés, con tanta amistad que este le dejó dinero en su testamento. Lo sé porque al dicho Manjarrés lo prendimos, se confesó, hizo testamento, y yo le corté la cabeza. Prendimos a cuatro de los de Centeno (con quien se alió para matar al gonzalista Francisco de Almendras). A dos de ellos los desterré a Chile. Al herrero de Nazca, por haber hecho clavos para unos de los de Centeno, le di cien azotes". MARTÍN MONJE, desde que se pasó, tardíamente, al bando de Pedro de la Gasca, mantuvo siempre su fidelidad a la Corona, y murió el año 1573.




viernes, 23 de octubre de 2020

(Día 1247) El destino de Don Sebastián de Castilla fue verse obligado a encabezar a quienes mataron a Pedro de Hinojosa, y luego ser asesinado por ellos.

 

     (837) Cuando García Hernández volvió diciendo que nadie se mostraba dispuesto a matar a Don Sebastián de Castilla, la reacción de Vasco Godínez fue inmediata: "Se fueron los dos juntos adonde estaba Don Sebastián, y ambos se abrazaron con él, y le dieron tantas puñaladas, que, aunque tenía puesta la cota, lo maltrataron. Baltasar Velázquez, que estaba cerca de Don Sebastián, cuando vio que lo maltrataban, dio un grito, retirándose de ellos, pero, al comprobar que lo estaban matando, fue a ayudarles para alcanzar parte del mérito, y le dio de puñaladas; hubo otros que también participaron. Don Sebastián salió de entre ellos con muchas heridas, y entró en un aposento oscuro, donde le halló luego Baltasar Velázquez, y le dio muchas puñaladas por la cabeza y el pescuezo. El pobre caballero pedía confesión a gritos, hasta que perdió el habla. Baltasar Velázquez lo dejó así, y salió a la plaza para que le ayudaran a sacarlo los del escuadrón (que estaba permanentemente formado). Llamó a Diego Dávalos y al licenciado Hernández, y. cuando entraron donde estaba Don Sebastián, lo vieron tendido y boqueando, y le hicieron muchas más heridas, hasta que expiró. Luego lo sacaron ante el escuadrón, y todos ellos, con Godínez al frente, gritaron '¡viva el Rey, que el tirano ha muerto!', siendo así que los matadores habían sido más tiranos que el muerto, y, después, teniendo cargos de justicia, lo fueron aún más".

     Entonces comenzó una farsa atroz: "Mataron al pobre caballero Don Sebastián de Castilla los mismos que le persuadieron, forzándole, a matar al corregidor Pedro de Hinojosa. Lo hicieron para ganar méritos ante Su Majestad, ya que habían sido traidores muchas veces al Rey y a sus propios amigos, como se dirá en la sentencia que pocos meses después se dictó contra Vasco Godínez, que fue el maestro mayor de esta maldad. Es de saber que, desde la muerte del general Pedro de Hinojosa hasta la del general Don Sebastián de Castilla, no pasaron más de cinco días, pues fueron el seis y el once del mes de marzo de mil quinientos cincuenta y tres".

     Este cambio hipócrita hacia la lealtad al Rey salvará de  milagro la vida de algunos prácticamente sentenciados a muerte por los rebeldes, y que, sin duda, estaban convencidos de que los matarían: "Vasco Godínez y sus compañeros sacaron después de la prisión en que les tenían a Juan Ortiz de Zárate y a Pedro Hernández Paniagua (acostumbrado ya a los sustos como antiguo mensajero de Pedro de la Gasca), y les dieron la libertad diciéndoles que lo hacían por querer su bien y por servir a Su Majestad. Luego Vasco Godínez les pidió que hablaran a los del escuadrón para que les exhortaran a ponerse al servicio del Rey. Pero Juan Ortiz de Zárate, viendo que todos los asesinos del general Pedro de Hinojosa estaban en el escuadrón, siendo su capitán Hernando Guillada, uno de los principales agresores, temió que lo matasen, y dijo públicamente que le tuviesen todos a Guillada como su capitán. Estas palabras de Juan Ortiz de Zárate se tuvieron por muy acertadas, ya que les protegieron de sus enemigos. Después Vasco Godínez fue a curarse una herida que se había hecho en la mano durante las cuchilladas, dándole más importancia que a la muerte del Don Sebastián".

 

 

     (Imagen) Parece ser que, cosa rara en aquel mundo impregnado de violencia, fue una pareja muy enamorada la de DIEGO DÁVALOS FIGUEROA y FRANCISCA DE BRIVIESCA Y ARELLANO. Tenían en común una sensibilidad poética, y la volcaron en los escritos que publicaron. Diego nació en Écija, en 1551. Era algo más joven que Francisca. Cuando tenía 17 años participó en las guerras de las Alpujarras, pero luego huyó a las Indias hacia el año 1573 por, según él, problemas amorosos que le costaron dinero, muchos disgustos y la cárcel. Se estableció en la ciudad de la Paz (actual Bolivia), donde permaneció quince años dedicado a la explotación de minas. En ese tiempo, sus ánimos se debilitaron por la muerte de una hermana y un hermano, así como por encontrar poco oro. Hacia 1585 resurgió de sus cenizas por la varita mágica del amor. Conoció a otra alma sensible, que se había quedado viuda del conquistador Juan Remón: la poetisa FRANCISCA DE BRIVIESCA Y ARELLANO, algo mayor que él, pero llena de encanto y, además, muy rica, habiendo sido también dama de honor de la reina antes de viajar a Perú. Coincidían asimismo en su amor por la literatura, siendo los dos buenos lectores y escritores. Se casaron el año 1589, y el primer fruto de su matrimonio (parece ser que no tuvieron hijos) fue un libro publicado por Diego Dávalos el año 1602, con la participación de Francisca de Briviesca, y titulado 'Miscelánea austral'. En él, son ellos los protagonistas (bajo los seudónimos de Delio y Cilena) dialogando poética y filosóficamente sobre los misterios del amor. Es un texto que ha alcanzado gran reconocimiento a lo largo de los años. Pero a aquella pareja profundamente enamorada se les oxidó, con el tiempo, el amor. Francisca pidió, hacia el año 1608, el divorcio al obispo de la Paz, y, cosa rara en aquellos tiempos, se lo concedió. Ese mismo año, Dávalos, que tuvo que abandonar el hogar, seguía figurando como vecino de la Paz, y con el prestigioso cargo de regidor del cabildo, falleciendo en esa ciudad el año 1616. Y aclaro, para que no me lapiden, que no he encontrado la portada de ninguna de las publicaciones de FRANCISCA DE BRIVIESCA (quizá solo se conozcan los poemas que ella aportó a la obra de su marido). Sirva de consuelo que DIEGO DÁVALOS también escribió un libro con el título 'Defensa de las damas', con un objetivo claramente feminista.




jueves, 22 de octubre de 2020

(Día 1246) Algunos capitanes rebeldes pensaban traicionarse entre ellos mismos, incluso con asesinatos, para ganarse el perdón de los leales al Rey.

 

     (836) Inca Garcilaso explica la situación: "Los soldados que participaron en esta rebelión que encabezó Don Sebastián de Castilla, cuando la vieron efectuada, trataron de matar a su propio caudillo, porque en Perú, después de las guerras de Gonzalo Pizarro, siempre se usó alzar a un tirano y luego procurar matarlo, para presentarlo como un servicio muy grande a Su Majestad, y así pedir mercedes y grandes encomiendas de indios. El capitán Juan Remón, ya antes de salir de la villa de la Plata para ir a la ciudad de la Paz a matar al mariscal Alonso de Alvarado, habló con algunos amigos suyos de que sería bueno abandonar a Don García (el principal capitán de Remón) y a Don Sebastián, y pasarse al servicio de su Majestad. Todos de acuerdo, salieron con esa buena intención (de someterse a la legalidad). Por el camino le avisaron a Don García de la trama, porque se vendían unos a otros, pero no hizo caso de ellos, pues era mozo de poca experiencia, de manera que siguió su camino sin avisar a sus amigos".

     Pero Juan Remón sí estaba alerta sobre todo lo que pasaba. Se enteró de que habían avisado a don Garcia, y no quiso esperar más. Fue desarmando a los que iban en la retaguardia, hasta dejar a Don García casi sin soldados, el cual tuvo una reacción típica de aquellos tornadizos militares: "Arrepentido de no haberle hecho a Juan Remón lo que le estaba haciendo a él, se le ofreció para ir en su compañía a ponerse al servicio del Rey, pero no lo aceptó, porque no quería repartir con él los méritos ante su Majestad. Don García y los que le quedaban, viéndose en tal situación, acordaron volver adonde estaba Don Sebastián de Castilla, enviándole previamente como mensajero a Rodrigo de Arévalo. Cuando lo supo Castilla, llamó a los que tenía como más amigos, que eran Vasco Godínez (qué ceguera), Baltasar Velázquez y Tello de Vega, y les pidió su opinión".

     No se ponían totalmente de acuerdo, y el sanguinario Vasco Godínez, le llevó aparte a Don Sebastián de Castilla, para tratar de enredarle en un plan absurdo y siniestro. Y le dijo: "Mande vuestra merced, para tener seguros a sus hombres, matar a unos veinte famosos de los que están en el escuadrón de la plaza, y que son notorios servidores del Rey, pues, quitados estos, todos los demás son amigos nuestros, y con ellos pasaremos adelante con nuestros propósitos. Don Sebastián, que era nobilísimo de condición, y de diferente ánimo que el de Vasco Godínez, le dijo que aquellos caballeros no le habían hecho nada para que los matase, y con una crueldad tan grande y extraña. En cuanto lo oyó Vasco Godínez, se le cambió el ánimo, y en ese momento determinó matar a Don Sebastián". La astuta reacción de Godínez fue salir a la plaza y dar a entender, con un fuerte apretón de manos, a los que había señalado como fieles servidores al Rey, que él estaba de su parte y que contaba con ellos para matar a Don Sebastián de Castilla. Al volver a la casa se encontró con el licenciado Gómez Hernández, le dijo lo que pensaba hacer, y le pidió que buscara soldados que le ayudaran. El licenciado llamó a algunos amigos por sus nombres, "pero todos estaban tan asustados por aquel asunto, que nadie se atrevió a acudir a su llamada".

 

     (Imagen) JUAN REMÓN, natural de Fontiveros (Ávila), tuvo una biografía trepidante. Según los méritos que presentó en Lima el año 1563, llegó a Perú en 1539, y acompañó luego a Sebastián de Belalcázar en la conquista de Popayán. Le vemos ahora en 1553 traicionando al trío de traidores (Castilla, Guzmán y Godínez), porque lo que le exigían era ya demasiado: matar al mariscal Alonso de Alvarado. En adelante, luchará siempre al servicio del Rey. Pero antes formó parte de las tropas de Gonzalo Pizarro, cometiendo, en un momento determinado, la mayor vileza de su vida, quizá por puro terror. Se lo contaba a Gonzalo el siniestro Francisco de Carvajal en una carta (el 17 de noviembre de 1546), a quien varios soldados pensaban matarlo. Dos de ellos, Juan Remón y Antonio de Luján, se lo 'chivaron', y les costó la vida a cinco de los dirigentes. Poco tiempo después, le entró la sensatez a Juan Remón, e inició una espectacular carrera al servicio del Rey. Terminada la batalla de Jaquijaguana, tras la que, de inmediato, ejecutaron a Gonzalo Pizarro, aparece Juan Remón ese mismo año de 1548 en la expedición que, bajo el mando de Alonso de Mendoza, fundó la ciudad de la Paz (hoy en tierra boliviana), quedando allí Remón con el importante cargo de corregidor. Sorprendentemente, fue después a Chile, donde, sin duda, no se aburrió, pues ejerció como maestre de campo de las tropas que lucharon contra los araucanos (los indios más bravos de toda América) cuando ya habían matado a Pedro de Valdivia. El año 1571, estando de vuelta de su aventura chilena, el gran virrey Don Francisco de Toledo lo nombró corregidor de la ciudad del Cuzco. Juan Remón alcanzó gran prestigio militar y social, pues también se convirtió en un hombre muy rico. Por un registro oficial, sabemos que Juan Remón había vuelto a España, entre otras cosas para casarse, y que regresó con trece criados a Perú en 1562, acompañado de su mujer (entonces casi adolescente), FRANCISCA DE BRIVIESCA Y ARELLANO, de familia distinguida, y tan bien preparada intelectualmente, que es considerada la primera poetisa de Perú. JUAN REMÓN murió en 1583, su viuda se volvió a casar el año 1589, y lo hizo con un hombre más joven que ella, multifacético, rico y residente en la Paz, Diego Dávalos Figueroa.




miércoles, 21 de octubre de 2020

(Día 1245) Era una rebelión alocada. Después de matar a Pedro de Hinojosa, los rebeldes seguían robando, matando y apresando sin control. Planearon matar al gran Alonso de Alvarado.

 

    (835) Como Martín de Robles y Pablo de Meneses habían logrado escapar, los brutales amotinados fueron a sus casas y robaron todo lo que pudieron: "Se juntaron luego en la plaza con Don Sebastián y fueron a las casas de otros vecinos a los que odiaban. Prendieron a Pedro Hernández de Paniagua, aquel caballero que fue mensajero de Pedro de La Gasca, el cual le envió con cartas para Gonzalo Pizarro, premiándolo por este viaje con una rica encomienda de indios en la villa de La Plata (ya vimos que Paniagua hizo un informe escalofriante de aquel viaje; ahora también saldrá vivo, pero morirá pronto luchando en Pucará contra Francisco Hernández Girón). Prendieron, asimismo, a Juan Ortiz de Zárate (de gran proyección futura), a Antonio Álvarez y a otros vecinos. El licenciado Polo de Ondegardo (era pariente de Zárate) escapó en un buen caballo porque le avisó un indio criado suyo (los de servicio doméstico se llamaban yanaconas). Otros soldados se juntaron con Egas de Guzmán y fueron a la fundición de Su Majestad, donde prendieron al tesorero, Francisco de Isasaga, y al contador, Hernando de Alvarado. Rompieron las cajas del Tesoro Real y lo robaron todo".

     No es difícil imaginar el terror general que invadiría la ciudad de Potosí frente a esta brutal revuelta: "Los rebeldes mandaron en un bando que, so pena de la vida, se juntaran todos en la plaza para hacer un escuadrón. Egas de Guzmán eligió como alcalde mayor a un soldado llamado Antonio de Luján, el cual, en cuanto tomó posesión del cargo, mató al contador Hernando de Alvarado, acusándolo de haber sido aliado del general Pedro de Hinojosa". El día siguiente al del asesinato, llegaron a la ciudad  de Potosí Baltasar Velázquez y Vasco Godínez, del que Inca Garcilaso dice que era el que más interés puso y más enredó para que se matara a Hinojosa: "Don Sebastián salió alegremente a recibirlos, él y Godínez se apearon de los caballos, y se abrazaron con ceremonia de toda confianza". Pero había un fondo de recelo y de hipocresía por ambas partes. Don Sebastián le dijo que, aunque sus hombres le habían nombrado general, lo aceptó hasta que él llegara. Godínez respondió que obedecería a Don Sebastián como general, y, éste, vista su respuesta, nombró a Godínez maestre de campo".

     Rizando el rizo de las barbaridades, tenían decidido matar también en la villa de La Plata al mariscal Alonso de Alvarado. Quien quería capitanear a los que fueran a hacerlo era Vasco Godínez, pero le dijo Don Sebastián que lo habían tratado ya antes de que él llegara, y le había encargado la misión a Juan Remón. Hicieron después una lista de los que irían a matar a Alonso de Alvarado, formada por el capitán Remón, el capitán Don Garci Tello y un grupo de acompañantes (el cronista cita los nombres de dieciséis). Cuando partieron, Vasco Godínez le escribió una a Egas de Guzmán, comunicándoselo y pidiéndole que fuera a ayudarles con más gente. Respondiendo a su aviso, juntó cincuenta y cinco soldados (el cronista da los nombres de doce), y se dirigió a su encuentro. Pero pronto, entre aquellos grupos de hombres sin ley ni honor, surgirán complicaciones funestas. Habían logrado matar a Pedro de Hinojosa, y ahora, parecen todos decididos a hacer lo mismo con el gran Alonso de Alvarado, teniendo, en realidad, muchas confusiones en sus trastornadas cabezas.

 

     (Imagen) JUAN ORTIZ DE ZÁRATE, a quien vemos ahora en apuros por ser fiel a la Corona, nació hacia el año 1515 en Orduña (Vizcaya), siendo su familia un vivero de ilustres conquistadores y funcionarios de las Indias. Fue hermano de Pedro Ortiz de Zárate, el amable oidor de Lima que pagó con su vida la lealtad al Rey (quizá envenenado por los hombres de Gonzalo Pizarro), y tío del fundador de Buenos Aires, Juan de Garay, teniendo probablemente parentesco con Agustín de Zárate, el gran cronista que anduvo por Perú. A su llegada a las Indias, estuvo integrado en las tropas del Diego de Almagro el Viejo, pero ocurrió algo extraño, porque se encontraba en casa de Francisco Pizarro cuando los hombres de Diego de Almagro el Mozo se presentaron y lo mataron. Existe la versión de que Juan les facilitó la entrada, pero el hecho cierto es que resultó herido por defenderlo. No obstante, también resulta chocante que, después, luchara al lado de Almagro el Mozo contra Vaca de Castro. Más tarde fue un acérrimo enemigo de Gonzalo Pizarro, de quien pudo escapar tras haberlo condenado a muerte. Desde entonces, su fidelidad a la Corona fue rectilínea, por lo que Pedro de la Gasca lo premió espléndidamente. Se estableció en la zona de Potosí, donde tenía el cargo de regidor, y adquirió una enorme riqueza con las encomiendas de indios y las minas de plata, formando parte de la red de empresarios vascos que dominaban en aquel lugar y en las tierras limítrofes.  Pero su destino le iba a llevar a la conquista de nuevas tierras y la alta política, aunque en una demarcación de convivencia muy problemática entre los mismos españoles. El año 1569 se le nombró Gobernador de Río de la Plata y del Paraguay, y allí permaneció envuelto en conflictos hasta morir en Asunción (entonces, una auténtica ciudad sin ley) el año 1576. Las ciudades de Potosí, la Plata y Asunción, campo de las actividades del gobernador JUAN ORTIZ DE ZÁRATE, quedaron incorporadas en lo que luego llegó a ser, por el avance de los conquistadores, el virreinato del Río de la Plata (ver imagen). De su relación amorosa con la nativa de alto linaje Leonor Yupanqui, tuvo una hija llamada Juana Ortiz de Zárate y Yupanqui.




martes, 20 de octubre de 2020

(Día 1244) Don Sebastián de Castilla y los que le acompañaban mataron brutalmente en su casa a Pedro Alonso de Hinojosa, pero no pudieron hacerlo con Martín de Robles y Pablo de Meneses.

 

     (834) Cuando supieron que su casa estaba abierta, fueron a matarlo: "Salió Don Sebastián con siete caballeros, y, aunque todos eran escogidos, caminaban desmayados, como si fueran a acometer a un escuadrón, cuando, en realidad, sabían que iban a matar a un caballero que vivía descuidado. Entraron en su casa, y el primero con quien toparon fue con Alonso de Castro, teniente del corregidor. Don Sebastián echó mano a su espada, y, al verlo, Castro dio la vuelta para huir. Uno de los soldados, llamado Anselmo de Hervias corrió tras él, y, alcanzándole, le dio una estocada que le pasó de parte a parte. Luego fueron al aposento del general Pedro de Hinojosa, y, no hallándole en él, ni en los demás aposentos de la casa, se turbaron malamente los traidores, sospechando que había huido. Uno de los soldados que se habían quedado en el patio de la casa, fue hasta los corrales, donde le halló porque había ido por una necesidad natural, y le dijo: 'Salga vuestra merced, que están aquí fuera el señor Don Sebastián de Castilla y otros caballeros que vienen a hablarle'. El general salió con una ropa de levantar que llevaba puesta, y a la salida, se le puso delante un soldado llamado Gonzalo de Mata y le dijo lo mismo. Llegando Pedro de Hinojosa adonde los demás, les preguntó qué era lo que querían. Entonces, Don García Tello de Vega le dio una estocada metiendo la espada hasta la cruz, de lo que cayó al suelo. Queriendo forcejear para levantarse, le volvieron a derribar con otras estocadas Antonio de Sepúlveda y Anselmo de Hervias, y él comenzó a dar voces pidiendo confesión, pero ellos lo dejaron allí dándole por muerto. Pero, advertidos por Don Garci Tello de que debían asegurarse de que era así, puesto que les iba mucho en ello, volvió Anselmo de Hervias, y le dio a Pedro de Hinojosa una grandísima cuchillada por la cara, de la que enseguida acabó expirando. Después salieron todos a la plaza dando voces diciendo '¡viva el Rey, que ha muerto el tirano' (que es como en el Perú llamaban a los traidores), y, acto seguido, saquearon toda la casa, sin dejar cosa alguna".

     Los siete que participaron directamente con Don Sebastián de Castilla en el asesinato de Pedro de Hinojosa, fueron Antonio Sepúlveda, Pedro Saucedo, Garci Tello de Vega, Gonzalo Mata, Diego Vergara, Álvaro Pérez Payán y Anselmo de Hervias, y ninguno de estos siete ha dejado el más mínimo rastro en el gran archivo PARES, como si intencionadamente se hubiera borrado todo mención de su existencia, manchada para siempre por su rebeldía y su vil asesinato. Efectuado el crimen, se sintieron amos y señores absolutos: "Luego Garci Tello de Vega, con quince compañeros, se dividieron en dos grupos. Unos fueron a matar a Pablo de Meneses, y otros a Martín de Robles, de los cuales estaban muy quejosos por las burlas que les hacían los dos (tras recuperar su amistad después de aclararse el bulo que habían utilizado para enfrentarlos). Martín de Robles fue avisado por un indio, criado suyo, y saltó en camisa por los corrales de su casa, escapando así de la muerte que querían darle. Pablo de Meneses había salido aquella misma noche de la ciudad enfadado y temeroso de la desvergüenza con que los soldados anunciaban su tiranía. Se fue a una heredad que tenía cerca, y, tras ser avisado, huyó rápidamente adonde no pudieran prenderle".

 

     (Imagen) De los tres capitanes conjurados en esta nueva rebelión, el más retorcido era VASCO GODÍNEZ. De todos ellos resulta difícil encontrar documentación, salvo los datos que aportan los cronistas. El gran archivo PARES apenas los menciona, como suele ocurrir con muchos de los rebeldes que participaron en las guerras civiles, salvo si se trata de los castigos que recibieron. Godínez estaba muy resentido por no haber recibido de Pedro de la Gasca ninguna encomienda de indios, quizá porque fue de los últimos que abandonaron a Gonzalo Pizarro. Y eso que, lo de ser traidor, se le daba muy bien, pues veremos que él se va a ocupar de que maten a sus dos actuales compañeros de rebeldía, Don Sebastián de Castilla y Egas de Guzmán, esperando, con ello, ser premiado por Alonso de Alvarado, representante del Rey, quien, como los romanos, no pagó al traidor, y lo ejecutó. Como, a veces, se dan versiones interesadas acerca de la procedencia de algunos conquistadores, pondré un ejemplo que viene al caso. He visto en una publicación vasca que, en un artículo, consideran como paisano suyo a Vasco Godínez, lo cual no es precisamente para enorgullecerse, ya que se trata de un personaje odioso. Pero queda bendecido por su rebeldía a la Corona (que no fue política, sino económica), como ocurre con el psicópata Lope de Aguirre. El autor incluye a Godínez en un grupo de vascos que tuvieron enfrentamientos con otros españoles por el dominio de las minas de Potosí. Pero tal cosa sucedió cuando Godínez llevaba muchos años muerto, y, además, se da la circunstancia de que, aunque vivió en Potosí, no era vasco. Tanto su nombre, Vasco, como su apellido, Godínez, eran propios de zonas gallegas y portuguesas. Él nació a escasa distancia de Portugal, en Jerez de los Caballeros (Badajoz), y su primo Juan de Acosta, gran rebelde, pero, para variar, leal a Gonzalo Pizarro hasta morir por él (como ya vimos), en la casi colindante Villanueva de Barcarrota (según se ve en la imagen), donde también vino a este mundo el excepcional Hernando de Soto, el español que, en solitario, vio por primera vez, cara a cara, al casi divino Atahualpa, y cuyo cuerpo fue sumergido respetuosamente por sus hombres en el recién descubierto río Misisipi.




lunes, 19 de octubre de 2020

(Día 1243) Sabiendo que Pedro Alonso de Hinojosa despreciaba con altanería las advertencias de que querían matarlo, los rebeldes, encabezados por DON SEBASTIÁN DE CASTILLA, decidieron llevarlo a cabo.

 

     (833) Se diría que el motín estaba siendo promovido principalmente por soldados de tropa, y que necesitaban escoger a alguien con prestigio que lo encabezara: "Los revoltosos hicieron llegar muchas cartas a Don Sebastián de Castilla y a capitanes de fama avisándoles de que se guardasen del corregidor Hinojosa, porque los quería matar. En otras, le amenazaban al propio corregidor con que habían de quitarle la vida". Se sirve también Inca Garcilaso de lo que contaba el Palentino en su crónica: "El licenciado Polo de Ondegardo, como Hinojosa no le hacía caso de sus advertencias, le pidió al fraile guardián de la iglesia de San Francisco que le convenciese a Pedro de Hinojosa, para que entrase en razón, pero, aunque lo intentó, tampoco le hizo caso a él". Hasta Martín de Robles, tan ambiguo en sus posiciones, le insistió, inútilmente, en que corría grave peligro. El que estaba ya fuera de quicio ante tanta terquedad, era Polo de Ondegardo: "Le dijo que todos los vecinos, y hasta las piedras, estaban de acuerdo en que debía preparar una investigación y unas diligencias sobre asunto tan peligroso. Pero Pedro de Hinojosa no quiso nunca retractarse, sino al contrario: dijo con soberbia y jactanciosa insolencia que todos los soldados no serían suficientes para atacarle si él se les enfrentaba. Y luego añadió que nadie le hablara más de aquel asunto". Como si nada ocurriera, Pedro de Hinojosa hablaba con unos y con otros con toda normalidad, incluso con los que estaban implicados en aquel asunto, a quienes trató con simpatía: "De lo cual quedaron muy contentos, y luego fueron a contárselo a Don Sebastián de Castilla y a los demás confederados. Entonces se conjuraron todos para salir por la mañana a dar principio a la rebelión, quitándose de encima el peso que tanto les oprimía".

     Toma el relevo Inca Garcilaso, y sigue contando: "Los soldados acordaron matar al general Pedro de Hinojosa y alzarse con la tierra. Los principales en esta reunión (en la ciudad de la Plata) fueron Don Sebastián de Castilla, Egas de Guzmán, Vasco Godínez, Baltasar Velázquez, el licenciado Gómez Hernández y otros soldados principales. Egas de Guzmán (que estaba en Potosí) había ido a la ciudad, para tratar este asunto, con la excusa de pedir al general que le consiguiese el perdón del Rey por la muerte de Hernán Mejía (recordemos que lo había matado en un duelo). El bueno de Pedro de Hinojosa, tan descuidado de lo que a su vida convenía, lo tuvo por bien, y le dio cartas en su favor para las autoridades de Potosí, porque Egas quería resolverlo allí. Luego los soldados le enviaron un aviso a esa ciudad para que se alzase con los compañeros que allí tenía en cuanto supiese que habían matado al general".

     Llegó, pues, el momento de asesinar a Pedro de Hinojosa: "Se juntaron en la posada de Hernando Guillada, y Don Sebastián de Castilla escogió siete compañeros que lo acompañasen el día siguiente. Decidieron dejar en la posada a Garci Tello de Guzmán con unos quince compañeros famosos, para ir divididos por las calles por si fuera necesario socorrer a Don Sebastián. En la casa de Hernando Pizarro (preso en España), que estaba abandonada, se pondrían otros diez, teniendo como caudillo a Gómez Mogollón. Venida el alba, mandaron espías para que avisasen cuando estuviera abierta la casa de Pedro de Hinojosa, con el fin de matarlo en la cama antes de que se levantase".

 

     (Imagen) Vamos a entrar en otro proceso de guerra civil, con características más anárquicas que las anteriores, pero, asimismo, terminado en fracaso. Los protagonistas principales serán Don Sebastián de Castilla, Egas de Guzmán, Vasco Godínez y Francisco Hernández Girón, este último, el más importante y peligroso. El descontento de muchos soldados aumentó por aplicar los oidores de la Audiencia de Lima la prohibición de la servidumbre de los indios. Pedro de la Gasca, por prudencia, no lo quiso hacer, y también se oponía el virrey Don Antonio de Mendoza, pues lo consideraba temerario, pero su grave enfermedad le impidió evitarlo. Todas las alteraciones se produjeron al sur del territorio peruano, incluso en zonas que actualmente pertenecen a Bolivia. En la imagen vemos subrayadas las ciudades más afectadas: El Cuzco, Arequipa, La Paz y Potosí. El sevillano DON SEBASTIÁN DE CASTILLA (del que ya hablamos), era hijo del Conde de la Gomera, y, en los informes de Pedro de la Gasca, consta que había luchado bajo sus órdenes contra Gonzalo Pizarro. El sevillano EGAS DE GUZMÁN era un hombre muy soberbio y peleón, al que acabamos de ver en un duelo absurdo matando a Hernán Mejía. VASCO GODÍNEZ, natural de Jerez de Badajoz, tenía mala entraña. Como vimos, para conseguir en Arequipa que Martín de Robles se uniera a la rebelión, trató de enemistarlo con Pablo Meneses, el corregidor de Charcas, diciéndole que andaba cortejando a su mujer, Doña Juana de los Ríos, aunque todo quedó en nada porque era falso. En ese desquiciado ambiente de rebelión, estos tres asesinaron al excesivamente confiado corregidor PEDRO DE HINOJOSA, pero aquello tenía que acabar mal. Se traicionaban entre ellos mismos, se asustaban de sus propias barbaridades, y fingían arrepentimientos para conseguir el perdón del Rey. No es de extrañar que, entre las tropas que los siguieron, estuviera un trastornado al que ya conocemos, LOPE DE AGUIRRE. Fue por ello condenado a muerte, y estuvo escondido un año, hasta que, beneficiándose de una amnistía, se alistó para luchar contra el siguiente rebelde, Francisco Hernández Girón, al que derrotaron, pero fue el preludio de la definitiva locura y muerte del rebelde Aguirre por el Amazonas.






sábado, 17 de octubre de 2020

(Día 1242) Fueron muchos rebeldes a las Charcas, creando malestar en la zona, donde Pedro de Hinojosa se arrepintió de haber alentado sus deseos. Fue advertido de que lo iban a matar.

 

     (832) El general Pedro de Hinojosa tuvo una discusión con Martín de Robles y Pablo Meneses, ya que no parecían dispuestos a acoger en sus casas a algunos soldados de los numerosos que habían llegado con ideas de rebeldía a la ciudad de la Plata (Las Charcas):  "Les dijo que debían hacerlo, porque ellos los habían llamado para utilizarlos en sus pendencias. Martín de Robles le respondió que habían sido muchos los que los habían llamado, y que no les atribuyese a ellos solos la culpa general. Dijo la palabra 'general' para dar entender que él mismo los había llamado, porque Martín de Robles siempre presumía de hablar maliciosamente, como más adelante veremos en algunos dichos suyos". (Ya comenté que sus 'ingeniosidades' sarcásticas, al estilo de Francisco de Carvajal, le hartaron al virrey Marqués de Cañete, y lo mató).

     El ambiente en la ciudad de la Plata era pésimo: "Hasta el punto de que algunos vecinos se ausentaron de ella por no ver la desvergüenza de los soldados. Andaban ya tan al descubierto en los tratos de su rebelión, que muchas veces le pedían al general Hinojosa que cumpliese la palabra que les había dado de que, viéndose en las Charcas, sería caudillo de todos ellos, pues ya no podían esperar más tiempo. El general los entretenía con nuevas esperanzas, diciéndoles que, en cuanto recibiese de la Audiencia de Lima su nombramiento como general, tendría más autoridad para llevar a cabo lo que pensaban hacer. Pero él estaba muy ajeno a esas intenciones, y, aunque es verdad que les había hecho promesas en Lima, con palabras equívocas y confusas, viéndose ahora señor de doscientos mil pesos de renta anual, quería gozarlos en paz, y no perder lo que con tanta facilidad había ganado". Este detalle aclara lo que parecía un misterio. Se saca en conclusión que Pedro de Hinojosa tuvo, en un principio, intenciones de rebelarse, a pesar de la riquísima encomienda de indios que recibió de Pedro de la Gasca tras la derrota de la Gonzalo Pizarro, pero, para eliminar sus titubeos, fue decisivo el nombramiento de corregidor y capitán general de la provincia de las Charcas que le otorgó el virrey Mendoza, después de advertirle que "la lealtad al Rey era una preciosa joya".

     Los soldados se hartaron de evasivas: "Decidieron matar a Pedro de Hinojosa y ponerse bajo las órdenes de Don Sebastián de Castilla, porque era el más querido por todos ellos. Lo decían tan públicamente, que algunos vecinos le dijeron a Pedro de Hinojosa que echara de su jurisdicción a aquella gente antes de que le quitasen la vida. Hasta el licenciado Polo de Ondegardo le pidió que lo nombrara su teniente, solo por un mes, para proteger su vida, y librar la ciudad del riesgo del levantamiento que aquellos soldados pretendían hacer. Pero Pedro de Hinojosa estaba tan confiado en su mucha riqueza y en el cargo que tenía, que no hacía caso de cuanto le decían, ni de cuanto él veía con sus propios ojos". Lo que vamos a ver después es que los cronistas coinciden en la increíble terquedad con que Pedro de Hinojosa hizo caso omiso de las numerosas advertencias que le llegaron, desde distintas personas, para que tomara en serio el grave peligro que corría su vida. Más que ceguera, aquello parecía el resultado de una demencial exhibición de valentía y seguridad en sí mismo.