(821) Inca Garcilaso se sirve del cronista
Agustín de Zárate para contar otro serio percance que tuvo Pedro de la Gasca al
llegar a Panamá. Tras su esplendorosa victoria contra Gonzalo Pizarro, y,
habiendo conseguido dejar atrás a los atosigantes conquistadores que llegaron
casi a amotinarse por la escasez de los repartos de indios, La Gasca se vio
amenazado de nuevo por otro amago de rebelión. Zárate empieza por los
antecedentes: "En los tiempos en que Pedrarias Dávila conquistó la
provincia de Nicaragua, casó a una de sus hijas, llamada María de Peñalosa (la triste María, a cuyo prometido, el
glorioso Vasco Núñez de Balboa, lo mató el mismo terrible Pedrarias) con
Rodrigo de Contreras, natural de la ciudad de Segovia (como Pedrarias), y, por muerte de Pedrarias, le quedó la
gobernación a él. Cuando se estableció la nueva Audiencia de los Confines (Guatemala), los oidores, no solamente le
quitaron el cargo de gobernador, sino que, además, aplicando las Nuevas Leyes,
le privaron, por haber sido gobernador, de las encomiendas que él y su mujer
tenían, y todas las que había concedido a sus hijos siéndolo".
Rodrigo de Contreras llegó al extremo de
presentarse en España para defenderse de lo que consideraba una gran
injusticia. Expuso en el Consejo de Indias los grandes méritos de los
historiales personales de él y de su suegro, pero los jueces fallaron en
contra, basándose en lo que exigían las nuevas ordenanzas: "Enterados de
esto sus hijos Hernando y Pedro de Contreras, determinaron, como livianos
mancebos, rebelarse, confiados en el apoyo que tenían en un tal Juan Bermejo y en
otros soldados amigos suyos, que habían venido del Perú, parte de ellos
descontentos por los repartos de Pedro de la Gasca, y otros que, por ser
seguidores de Gonzalo Pizarro, habían sido desterrados del Perú". El plan
era un deseo loco, y de una ambición desmedida. Les decían a los dos hermanos
Contreras que se podía contar con unos 300 soldados ansiosos de revancha, y que
tenían ya unos navíos para presentarse en Perú, donde sería fácil juntar mucha
gente que odiaba a La Gasca.
Iban consiguiendo discretamente
colaboradores y armas, de manera que, cuando estimaron que tenían suficientes
refuerzos, pusieron en marcha su idea: "Pareciéndoles que el obispo de
Nicaragua (Antonio de Valdivieso) había sido muy
contrario a su padre en todos los negocios, hablaron de vengarse de su persona,
y un día entraron algunos de sus
soldados donde estaba el obispo jugando al ajedrez, y lo mataron. Luego alzaron
bandera de rebeldía, y se embarcaron en los navíos, a la espera de que el
presidente La Gasca llegara a Nicaragua, y poder así prenderle y robarle, pues
ya sabían que iba a llegar a Panamá con todos los dineros de la Hacienda de Su
Majestad".
Pero, en lugar de quedarse en Nicaragua,
partieron a su encuentro hacia Panamá, desde donde luego podrían ir
directamente a Perú. Hicieron el viaje con unos 300 hombres: "Antes de
llegar, habían prendido a algunos dueños de estancias de campo, y se enteraron
por ellos de que el presidente La Gasca ya estaba en Panamá. Les pareció que su
buena suerte les había traído la presa a las manos. Anclaron en el puerto de noche muy
secretamente, creyendo que allí estaba Pedro de la Gasca, y que sin ningún
riesgo podían lograr su intención".
(Imagen) Hemos visto a religiosos, como
algunos mercedarios, entregados en cuerpo y alma a la rebelión de Gonzalo
Pizarro, y hubo otros que defendieron la legalidad, pero, salvo raras
excepciones, siempre ajenos a una colaboración militar. Así fue el dominico
FRAY PEDRO DE ULLOA, clérigo ejemplar y muy dedicado a la evangelización de los
nativos, sobre todo en la zona de Arequipa, donde lo hizo ya desde 1539, un año
antes de que se fundara la ciudad, estableciendo, asimismo, en 1544, el
convento de Santo Domingo. Me centraré en algo que le puso al borde de la
muerte. Cuando se acercaba a Lima la flota de Pedro de la Gasca, enviaron al
dominico a la ciudad, para entregar comunicados de ofertas y perdones a quienes
abandonaran su rebeldía. Pedro de la Gasca explica muy bien en un informe (de
agosto de 1547) lo que pasó: "De camino hacia Lima, llegó fray Pedro de
Ulloa, con las cartas que llevaba, a un lugar próximo a Tumbes. Enterado el
intérprete Don Martín, fue a Guarca y les dio aviso de su presencia a fray
Pedro (Muñoz) y fray Gonzalo,
mercedarios (y 'dinamiteros') que
allí estaban con doce arcabuceros al servicio de Gonzalo Pizarro. Enviaron
parte de ellos con otros de Juan de Acosta, lo apresaron, y lo llevaron a Lima
para entregárselo a Gonzalo Pizarro. Allí, Francisco de Carvajal y el
licenciado Cepeda lo pusieron en un gran apuro, pues le mandaron que se
confesase antes de matarlo, como se cree que lo habrían hecho si no fuera por
Martín de Robles, que se opuso, pero lo tuvieron catorce días con dos pares de
grillos y en un sótano sin luz alguna. Finalmente, Gonzalo Pizarro, sabiendo
que Centeno se había apoderado del Cuzco, decidió abandonar Lima, y envió a
fray Pedro a su monasterio. Y hasta dicen que le soltó él los grillos, y le
pidió que se despidieran como amigos". Después, este tipo de cosas
perjudicaron mucho al licenciado Cepeda, e, incluso, en menor medida, al
brillante y sensato intérprete indio Don Martín (del que ya hablamos). En la
imagen, Pedro de la Gasca, con caligrafía moderna y clara, suplicaba en 1549 al
Consejo de Indias que se premiara a fray Pedro de Ulloa por sus grandes
servicios al Rey, y, especialmente, por esta concreta peripecia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario