(836) Inca Garcilaso explica la situación:
"Los soldados que participaron en esta rebelión que encabezó Don Sebastián
de Castilla, cuando la vieron efectuada, trataron de matar a su propio
caudillo, porque en Perú, después de las guerras de Gonzalo Pizarro, siempre se
usó alzar a un tirano y luego procurar matarlo, para presentarlo como un
servicio muy grande a Su Majestad, y así pedir mercedes y grandes encomiendas
de indios. El capitán Juan Remón, ya antes de salir de la villa de la Plata
para ir a la ciudad de la Paz a matar al mariscal Alonso de Alvarado, habló con
algunos amigos suyos de que sería bueno abandonar a Don García (el principal
capitán de Remón) y a Don Sebastián, y pasarse al servicio de su Majestad.
Todos de acuerdo, salieron con esa buena intención (de someterse a la
legalidad). Por el camino le avisaron a Don García de la trama, porque se
vendían unos a otros, pero no hizo caso de ellos, pues era mozo de poca
experiencia, de manera que siguió su camino sin avisar a sus amigos".
Pero Juan Remón sí estaba alerta sobre
todo lo que pasaba. Se enteró de que habían avisado a don Garcia, y no quiso
esperar más. Fue desarmando a los que iban en la retaguardia, hasta dejar a Don
García casi sin soldados, el cual tuvo una reacción típica de aquellos
tornadizos militares: "Arrepentido de no haberle hecho a Juan Remón lo que
le estaba haciendo a él, se le ofreció para ir en su compañía a ponerse al
servicio del Rey, pero no lo aceptó, porque no quería repartir con él los
méritos ante su Majestad. Don García y los que le quedaban, viéndose en tal
situación, acordaron volver adonde estaba Don Sebastián de Castilla, enviándole
previamente como mensajero a Rodrigo de Arévalo. Cuando lo supo Castilla, llamó
a los que tenía como más amigos, que eran Vasco Godínez (qué ceguera),
Baltasar Velázquez y Tello de Vega, y les pidió su opinión".
No se ponían totalmente de acuerdo, y el
sanguinario Vasco Godínez, le llevó aparte a Don Sebastián de Castilla, para
tratar de enredarle en un plan absurdo y siniestro. Y le dijo: "Mande
vuestra merced, para tener seguros a sus hombres, matar a unos veinte famosos
de los que están en el escuadrón de la plaza, y que son notorios servidores del
Rey, pues, quitados estos, todos los demás son amigos nuestros, y con ellos
pasaremos adelante con nuestros propósitos. Don Sebastián, que era nobilísimo
de condición, y de diferente ánimo que el de Vasco Godínez, le dijo que
aquellos caballeros no le habían hecho nada para que los matase, y con una
crueldad tan grande y extraña. En cuanto lo oyó Vasco Godínez, se le cambió el
ánimo, y en ese momento determinó matar a Don Sebastián". La astuta
reacción de Godínez fue salir a la plaza y dar a entender, con un fuerte
apretón de manos, a los que había señalado como fieles servidores al Rey, que
él estaba de su parte y que contaba con ellos para matar a Don Sebastián de
Castilla. Al volver a la casa se encontró con el licenciado Gómez Hernández, le
dijo lo que pensaba hacer, y le pidió que buscara soldados que le ayudaran. El
licenciado llamó a algunos amigos por sus nombres, "pero todos estaban tan
asustados por aquel asunto, que nadie se atrevió a acudir a su llamada".
(Imagen) JUAN REMÓN, natural de Fontiveros
(Ávila), tuvo una biografía trepidante. Según los méritos que presentó en Lima el
año 1563, llegó a Perú en 1539, y acompañó luego a Sebastián de Belalcázar en
la conquista de Popayán. Le vemos ahora en 1553 traicionando al trío de
traidores (Castilla, Guzmán y Godínez), porque lo que le exigían era ya
demasiado: matar al mariscal Alonso de Alvarado. En adelante, luchará siempre
al servicio del Rey. Pero antes formó parte de las tropas de Gonzalo Pizarro,
cometiendo, en un momento determinado, la mayor vileza de su vida, quizá por
puro terror. Se lo contaba a Gonzalo el siniestro Francisco de Carvajal en una
carta (el 17 de noviembre de 1546), a quien varios soldados pensaban matarlo.
Dos de ellos, Juan Remón y Antonio de Luján, se lo 'chivaron', y les costó la
vida a cinco de los dirigentes. Poco tiempo después, le entró la sensatez a
Juan Remón, e inició una espectacular carrera al servicio del Rey. Terminada la
batalla de Jaquijaguana, tras la que, de inmediato, ejecutaron a Gonzalo
Pizarro, aparece Juan Remón ese mismo año de 1548 en la expedición que, bajo el
mando de Alonso de Mendoza, fundó la ciudad de la Paz (hoy en tierra
boliviana), quedando allí Remón con el importante cargo de corregidor.
Sorprendentemente, fue después a Chile, donde, sin duda, no se aburrió, pues
ejerció como maestre de campo de las tropas que lucharon contra los araucanos (los
indios más bravos de toda América) cuando ya habían matado a Pedro de Valdivia.
El año 1571, estando de vuelta de su aventura chilena, el gran virrey Don
Francisco de Toledo lo nombró corregidor de la ciudad del Cuzco. Juan Remón
alcanzó gran prestigio militar y social, pues también se convirtió en un hombre
muy rico. Por un registro oficial, sabemos que Juan Remón había vuelto a
España, entre otras cosas para casarse, y que regresó con trece criados a Perú
en 1562, acompañado de su mujer (entonces casi adolescente), FRANCISCA DE
BRIVIESCA Y ARELLANO, de familia distinguida, y tan bien preparada
intelectualmente, que es considerada la primera poetisa de Perú. JUAN REMÓN murió
en 1583, su viuda se volvió a casar el año 1589, y lo hizo con un hombre más
joven que ella, multifacético, rico y residente en la Paz, Diego Dávalos
Figueroa.
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