sábado, 10 de octubre de 2020

(Día 1236) En el Cuzco no se llegaba a un acuerdo, y las tensiones entre los rebeldes y los vecinos fueron tan fuertes, que a Francisco Hernández Girón lo apresó el corregidor de la ciudad.

 

     (826) Los mencionados negociadores, acompañados por muchos vecinos, hablaron con el corregidor de la ciudad, Juan de Saavedra, y luego con Francisco Hernández Girón, insistiendo, con argumentos, en que se evitara un enfrentamiento que resultaría catastrófico para la ciudad del Cuzco. Se consiguió que el corregidor y Girón acordaran reunirse en la iglesia mayor para tratarlo, pero, por exigencia de los soldados de Girón, los vecinos tuvieron que dejar cuatro rehenes, hasta que volviera sano y salvo: "Los cuales fueron Garcilaso, mi señor (padre), Diego Maldonado, Antonio de Quiñones y Diego de Silva. Los dos intervinientes se vieron en la iglesia, y Francisco Hernández se mostró al principio tan ofensivo, que el corregidor lo habría apresado si no corrieran peligro de muerte los rehenes. Pero luego Francisco Hernández estuvo más blando y comedido, de manera que, finalmente, se concertó que, para que hubiera paz, Hernández Girón despidiese a sus soldados, y que él, por el motín y escándalo que su gente había dado, fuese a dar cuenta de ello a la Audiencia Real".

     Pero, a pesar de que todo ello se firmó en un documento de compromiso, las cosas se complicaron mucho, y no precisamente por culpa de Hernández Girón, sino de sus soldados: "Cuando volvió a su casa y dijo a su gente el acuerdo adoptado, sus soldados se alborotaron tanto, que, si él mismo no lo impidiera con promesas que les hizo, habrían atacado al escuadrón de los vecinos leales al Rey, con gran daño para estos, porque eran menos y peor armados. El día siguiente, viendo el corregidor que Francisco Hernández no había despedido a sus soldados, le envió una orden de que compareciera ante él. Temiendo Girón que sus soldados, si supiesen que iba adonde el corregidor, no le dejarían salir de casa, fingió salir para hablar con alguno de los vecinos, y así fue hasta la casa del corregidor, el cual lo prendió, y mandó que lo encerrasen. Sus soldados, cuando lo supieron, huyeron por diversas partes, y los más culpables, que eran ocho, se metieron en el convento de Santo Domingo, y se hicieron fuertes en la torre del campanario. Aunque los cercaron, resistieron muchos días, pero terminaron por rendirse, siendo castigados, no con el rigor que sus desvergüenzas merecían". Inca Garcilaso dice que luego fue derribada la torre para que no volvieran a ocurrir complicaciones semejantes, y él lo lamenta "por ser angosta y fuerte, hecha en el tiempo de los incas".

     Estando ya preso Girón, se escaparon de la ciudad Juan Alonso Palomino y su cuñado, Jerónimo de Costilla. El cronista dice que no se supo la causa, pero, al parecer, creían que había en el Cuzco aún soldados de Girón dispuestos a sacar adelante el motín, y que, incluso, querían matar a los dos. Inca Garcilaso, que se encontraba allí, manifiesta que el cronista Palentino cometió el error de situar esta escapada dos años después de ocurrida: "Estos dos caballeros se fueron de noche sin causa alguna, pues, si fuera dos o tres días antes, tendrían mucha razón, pues estaba toda la ciudad en grandísimo peligro de perderse. Dieron por esto a todos mucho de que mofarse y murmurar, por huir tan sin motivo, y mucho más cuando se supo que habían quemado los puentes de los ríos Apurimac y Abancay, que se hacen a costa y trabajo de los pobres indios".   

    

     (Imagen) Tras la victoria de Gonzalo Pizarro en Iñaquito, y el asesinato de virrey Blasco Núñez Vela, la represalia entre los vencidos fue sanguinaria. Se ensañaron especialmente con los capitanes de la tropa vencida, y, dada la relevancia de FRANCISCO HERNÁNDEZ GIRÓN, no podía esperar nada bueno; de hecho, Gonzalo Pizarro dio la orden de que lo ejecutaran. Pero luego cambió de idea, pensando que Girón le vendría bien para que el temible gobernador Sebastián de Belalcázar, muy poderoso en la zona lindante con Ecuador, no le crease problemas. Girón sería el intermediario ideal, porque había estado luchando en la conquista de Popayán bajo el mando de Belalcázar, quien entonces tenía un serio conflicto con el ejemplar capitán Jorge Robledo. Libre ya Girón, demostró nuevamente su carácter brutal, pues convenció a Belalcázar para que matara a Robledo, y luego él, encargado de ejecutarlo, lo hizo con ensañamiento y de manera ignominiosa. Tiempo después, Gonzalo Pizarro lamentaría el perdón concedido, puesto que toda la tropa de Belalcázar, con Girón incluido, se puso bajo las órdenes de Pedro de la Gasca, reforzando el ejército que, el día 9 de abril de 1548, lo iba a derrotar en Jaquijaguana, terminando definitivamente su rebelión y su vida. Belalcázar y Girón tuvieron que recorrer con las tropas de Pedro de la Gasca la inmensa distancia (unos 3.000 km) que hay desde Quito hasta los aledaños de la ciudad del Cuzco, donde se desarrolló la batalla. Ya entonces demostró Francisco Hernández Girón que no solo tenía ambiciones de mando, sino también de riquezas, la mezcla ideal para convertirse en líder de una rebelión. Llegada la paz, fueron muchos los que protestaron por los escasos o nulos premios que obtuvieron, en parte porque esperaban demasiado, y también porque no se distribuyó con justicia. Surgieron amagos de motines inquietantes, y fue adquiriendo peso como líder FRANCISCO HERNÁNDEZ GIRÓN, quien, sin embargo, había sido generosamente premiado. La imagen muestra documentación del año 1553 (poco antes de morir Girón) por la que la Audiencia de Lima perdonaba a los cómplices del primer levantamiento producido en el Cuzco, el que ahora estamos viendo encabezado por él.




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