sábado, 3 de octubre de 2020

(Día 1230) Pedro de la Gasca partió casi huyendo hacia Panamá, porque sabía que muchos soldados iban a quedar rabiosos por los injustos repartos de premios. El poco recomendable licenciado Cepeda terminó mal.

 

     (820) Inca Garcilaso copia con frecuencia la crónica del Palentino, y luego amplía datos por su cuenta, lo que hace que, a veces, sea un poco repetitivo. Ahora nos sitúa ya en el momento en que Pedro de la Gasca partió de Lima, más que harto de tantas quejas y reclamaciones de los soldados decepcionados por los repartos, las cuales, como nos ha dicho, se las hacían con poco respeto, por aquello de que donde hay confianza, da asco. Varias veces ha comentado en sus informes que trató con sencillez a todos porque era necesario hacerlo así, pero le costó una merma de su liderazgo, e insistía en que tenía que sustituirle alguien que guardara las distancias con la gente, para imponer sin problemas su autoridad.

     El Palentino contaba: "El presidente La Gasca, con el ansia que tenía de salir de Perú, pues las horas se le hacían años, dejó hechos todos los preparativos para poder marchar con brevedad. Le ordenó al arzobispo de Lima que entregase todas las cédulas que dejaba hechas y firmadas, relativas a los repartimientos que por segunda vez había llevado a cabo. Luego se embarcó con toda prisa y salió del puerto del Callao (Lima), echando la bendición al Perú, que tan sobresaltado lo había tenido. Pasados ocho días, para que se publicasen los repartimientos, como había indicado La Gasca, y venido el día tan deseado por los solicitantes, porque pensaban que se remediaría su situación, se abrió en la Audiencia el documento. Muchos de los que más confiados estaban, salieron sin suerte, y otros que no tenían tan entera confianza, salieron con buenos repartimientos. Fue cosa de ver lo que decían unos y otros, y la desesperación que algunos tenían, y cómo blasfemaban del presidente La Gasca, porque ya no les quedaba esperanza de cosa alguna".

     Toma el relevo Inca Garcilaso, y dice: "El presidente La Gasca se dio toda la prisa que pudo para llegar a Panamá, sin parar en ningún puerto, pues tanto aborrecía a la gente que dejaba". Y luego nos aclara algo sorprendente, teniendo en cuenta que el licenciado Cepeda había sido uno de los que, aunque en el último momento, se había pasado al bando de La Gasca en la batalla de Jaquijaguana: "Traía consigo preso al licenciado Cepeda. No quiso hacerse cargo de someterlo a juicio, aunque podía, pero lo evitó por no intervenir en delitos a los que había dado un perdón general". Después de decir esto, Inca Garcilaso nos cuenta lo que le esperaba en el futuro al licenciado: "La Gasca lo remitió al Real Consejo de las Indias. Luego se siguió su causa en Valladolid, donde entonces estaba la Corte, y el fiscal le acusó gravemente. Aunque el licenciado Cepeda presentó sus descargos diciendo que todo lo que habían hecho él y los demás oidores fue con intención de servir a Su Majestad, pues convenía que la gente no se alborotara por el excesivo rigor con que el virrey trataba de imponer las Leyes Nuevas. Pero con ello no pudo evitar que lo condenaran a muerte por traidor. Sus parientes y amigos, sabiendo que iba a morir, decidieron evitarle el nombre de traidor, y buscaron a alguien que, en la prisión, le diese algún jarabe con el que caminase más aprisa hacia la otra vida. Y así se hizo, y la sentencia de muerte se notificó, pero no fue publicada".

 

     (Imagen) DIEGO PALOMINO, a quien hemos visto recibir de Pedro de la Gasca el encargo de ir a establecer una población en la zona de Bracamoros, era un veterano de la conquista de Perú. Aparece incorporado en el tercero y último avance de Francisco Pizarro hacia el enfrentamiento con Atahualpa. Pero no pudo participar en su apresamiento, porque se quedó en la ciudad de San Miguel, la primera que (en 1532) fundaron los españoles en Perú, quizá porque estuviera enfermo o herido, o, simplemente, porque siempre se designaba un retén para defender lo poblado. De hecho, arraigó allí, y llegó a ejercer cargos muy notables, incluso el de teniente del gobernador. El hecho de que, en 1543, Vaca de Castro lo premiara con más indios en la zona de Huancabamba, confirma dos cosas: Diego Palomino luchó contra el rebelde Diego de Almagro el Mozo en 1542, y seguía viviendo en San Miguel, puesto que esa encomienda de indios estaba en la misma zona. Sin embargo, después, como fiel pizarrista, luchó contra el virrey Blasco Núñez Vela. Pero recordemos que, en 1547, Pedro Hernández de Paniagua, en la casi suicida misión que le confió La Gasca (para negociar con Gonzalo Pizarro), le decía en una carta que "Diego Palomino, hombre importante en San Miguel, y otros más, planean pasarse al servicio del Rey". No tardó en hacerlo Palomino, y se ganó tanto la confianza de La Gasca, que (como acabamos de ver) le encargó en octubre de 1548 (derrotado y muerto Pizarro) ir a fundar una población en la zona de Bracamoros. Fue un éxito: un año después, le comunicó que estaba fundada la población, le había dado el nombre de Jaén (su ciudad natal), y era de tierras fértiles, con yacimientos de oro y plata, cuya riqueza no había podido aún analizar. Vuelto a San Miguel, sofocó un motín de los partidarios del rebelde Hernández Girón. Diego Palomino aún vivía en esa ciudad en 1561, y cuánto habría disfrutado, de haber adivinado el futuro...: El día 8 de octubre de 2019, se reunieron en Jaén (España) miembros de la corporación municipal de Jaén de Bracamoros con sus homólogos de la Jaén andaluza, y firmaron un acuerdo de hermandad (bonita palabra) entre las dos ciudades, como se ve en la imagen. Hay recuerdos y sentimientos que nunca mueren.





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